(Crisis Magazine)- Después de una serie de ataques terroristas en Francia, entre ellos el que dejó tres muertos en una basílica católica en Niza, el cardenal del Vaticano Robert Sarah ha afirmado que Occidente debe despertar ante la amenaza del islamismo. “El islamismo”, ha declarado Su Eminencia, “es un fanatismo monstruoso que hay que combatir con fuerza y determinación”.
Pero no es posible luchar con determinación contra algo sin estar convencidos de que realmente existe. Desafortunadamente, muchas autoridades en Occidente, incluidos muchos de los cardenales y obispos compañeros de Sarah, se niegan a reconocer la existencia de algunos hechos evidentes en relación con el islam. El cardenal Sarah es uno de los pocos prelados dispuestos a romper con el relato semioficial que ahora prevalece en la Iglesia sobre el islam, es decir, que los terroristas que matan en nombre del islam malinterpretan y degradan su religión.
Las autoridades seculares, especialmente en Europa, han adoptado una línea similar. Sostienen que no hay nada malo en el islam; los yihadistas simplemente han malinterpretado su fe. Por tanto, los programas de “desradicalización” patrocinados por los gobiernos se basan en la premisa de que aprender más sobre el islam curará al aspirante yihadista de su extremismo.
Pero eso funcionaría solo si el islam auténtico fuera realmente la religión de paz, justicia, fraternidad e igualdad que los líderes seculares y eclesiales sostienen.
De hecho, los programas de desradicalización en Francia y otros países no han tenido mucho éxito. ¿Por qué? Porque, como han concluido diversos estudios europeos, a una mayor devoción entre los musulmanes corresponde una mayor radicalización. Después de revisar un extenso estudio alemán, el psicólogo danés Nicolai Sennels observó que “las numerosas entrevistas mostraron que el islam se distingue por ser la única religión que hace que las personas sean más propensas a la violencia a medida que se vuelven más religiosas”.
De hecho, el FBI solía considerar el “aumento de la religiosidad” como uno de los indicios de posible actividad terrorista. Además, en lo que podría considerarse una señal de aumento de la actividad izquierdista, la administración Obama eliminó de los programas de capacitación del FBI todo material que pudiera considerarse ofensivo para el islam. Así, cuando el tranquilo estudiante de postgrado Muhammad Jones de repente comienza a dejarse barba, a usar túnicas largas y a asistir a la mezquita cinco veces a la semana, se supone que no te debes dar cuenta de este cambio.
Considerando esto, echemos un vistazo a los asaltantes de los recientes ataques en Francia. A los tres se les escuchó gritar “Allahu akbar” mientras atacaban a sus víctimas. Uno no debería sacar conclusiones precipitadas, por supuesto, pero la invocación de Alá sugiere un motivo religioso, ¿no creéis? Después de decapitar a un maestro por “insultar” a Mahoma, Abdullah Anzorov envió un mensaje a un conocido diciendo que había “vengado al Profeta”. Según un informe de la AFP, los habitantes de la ciudad de Normandía donde vivía Anzorov comentaron que, en los últimos años, su religiosidad había aumentado. Eso parece. En su último mensaje antes de ser asesinado por la policía, Anzorov hizo una última petición: “Hermanos, rezad para que Alá me acepte como mártir”.
El comportamiento de los otros dos terroristas también sugiere una motivación religiosa. Brahim Aoussaoui, un emigrante tunecino que el 29 de octubre mató a tres personas en la Basílica de Nuestra Señora de Niza, también intentó decapitar a una de sus víctimas, uno de los castigos prescritos en el Corán para los blasfemos. Aoussaoui llevaba un Corán, no es casualidad. La otra característica de su ataque -que poco tiene de casualidad- fue su elección de una iglesia católica. ¿Por qué? Bien, posiblemente porque el Corán anima a los musulmanes a “matar [a los que no creen] donde quiera que los encuentren” (2: 191). Tomando prestada una frase de la senadora [Dianne] Feinstein, del Sr. Aoussaoui se podría decir que “el dogma vive con fuerza” dentro de él.
Pero, con unas pocas excepciones, nadie en la Iglesia o en el mundo quiere reconocer que el dogma islámico, no “el deseo de dividirnos”, es lo que motiva a los jóvenes yihadistas a cometer asesinatos. Tomemos el caso del tercer yihadista, Zaheer Mahmoud, de veinticinco años. El 25 de septiembre, hirió gravemente a dos personas con un cuchillo de carnicero en París, frente a las oficinas de Charlie Hebdo, el semanario satírico que publicó las infames caricaturas de Mahoma.
Antes del ataque Mahmoud publicó un video diciendo que quería vengar al profeta Mahoma por la ofensa cometida por los trabajadores de Charlie Hebdo. Asumimos que debe ser un musulmán devoto. Aunque Mahmoud no fue asesinado en su posterior enfrentamiento con la policía, parece que estaba bastante dispuesto a morir por la causa de Alá y Mahoma. Según cualquier estándar esta es una señal evidente de devoción. Su madre dice que su hijo les había contado a sus familiares en Pakistán sus planes antes del ataque y les había pedido que oraran.
Entonces, el caso de Zaheer Mahmoud parece confirmar la conclusión de que los musulmanes devotos pueden ser más propensos a la yihad que sus correligionarios más tibios. Sin embargo, nos dicen sin parar que la gran mayoría de los musulmanes son moderados y pacíficos. Sin duda Mahmoud debe haber malinterpretado su religión. N’est-ce pas?
Bueno, si ese fuera el caso, es de suponer que la madre de Mahmoud se tendría que haber apresurado a acudir a las autoridades en cuanto se enteró de los planes de su hijo de masacrar a un grupo de personas en París.
Pero ella no lo hizo. Es más, según el periódico paquistaní Roznama Ummat, toda la familia estaba bastante orgullosa del hijo. No solo eso, sino que “Zaheer Mahmoud es considerado un héroe en todo Pakistán”. Como explicó el padre de Zaheer, “lo que sea que haya hecho Zaheer, está bien. El castigo del profeta por cometer blasfemia es la muerte, y el blasfemo no merece nada menos que la muerte. El que mata a los que blasfeman contra el profeta entra en el paraíso, así como toda su familia. Esta es la razón por la que me siento muy orgulloso de que mi hijo haya realizado tan buen gesto”.
Entonces, Zaheer no era un fanático rebelde. Su acción refleja los sentimientos de muchos en Pakistán. De hecho, este hábito de honrar a los vengadores de Alá y Mahoma está muy extendido en el mundo musulmán. En Palestina, por ejemplo, numerosas calles, plazas, parques y escuelas tienen el nombre de “mártires”, es decir, palestinos que han asesinado a hombres, mujeres y niños israelíes inocentes. En el caso de los israelíes, ni siquiera es necesario que pronuncien una blasfemia. El mero hecho de que sean judíos es una ofensa para Alá y, por tanto, suficiente justificación para su ejecución.
Por si fuera poco, el programa del gobierno palestino “pagar para matar”, con el que se conceden sueldos de por vida a las familias de los “mártires”, actúa como incentivo para garantizar que más hijos “buenos” enorgullezcan a sus padres y les regalen un billete al paraíso.
Mientras tanto, volviendo a Francia, continúa la ilusión de que el Alá del Corán y el Dios adorado por los cristianos y judíos es uno y es el mismo. En un comunicado emitido por la archidiócesis de París, el arzobispo Aupetit dijo que estaba “atónito por esta locura asesina en nombre de Dios”. ¿No saben los musulmanes que Alá es un Dios de amor?
Al mismo tiempo, los obispos de Francia emitieron una declaración con la que sugerían que ellos también están convencidos de que cuando los musulmanes asesinan en nombre de Alá, es porque no han comprendido la naturaleza pacífica de su fe. Entonces “es urgente que se detenga esta gangrena, como es urgente encontrar la indispensable fraternidad que nos mantendrá a todos en pie frente a estas amenazas”.
El uso del término “gangrena” sugiere que los obispos consideran que la pena de muerte por blasfemia es sencillamente un desarrollo malsano en un sistema que de otra manera sería sólido. Pero no es así. Matar blasfemos está sancionado en el Corán, el hadith y los libros de derecho islámico. Como observa el estudioso del islam Raymond Ibrahim, los occidentales se han enamorado de la idea de que “matar blasfemos es de alguna manera raro o ‘extremo’ para el islam, cuando en realidad es y siempre ha sido la norma”.
El hecho de que numerosos líderes musulmanes en todo el mundo hayan expresado más preocupación por la blasfemia que por las decapitaciones sugiere que son los obispos, no los yihadistas, quienes han entendido mal el islam. Parece que han creado en su imaginación un islam de fantasía, que poco tiene que ver con el islam real.
Esta ilusión se confirma en la frase que sigue inmediatamente a la que describe la pena prescrita por la sharia por blasfemia como una “gangrena”. “Es urgente”, escriben los obispos, “que encontremos la fraternidad indispensable que nos mantendrá a todos en pie frente a estas amenazas”.
¿Fraternidad? Los musulmanes y los cristianos comparten una humanidad común, y es importante tenerlo en cuenta. Sin embargo, los movimientos para basar una sociedad viable en la simple fraternidad humana, como la Revolución francesa, siempre terminan en regímenes totalitarios. La hermandad del hombre sin la paternidad de Dios es una fórmula abocada al desastre. El problema de intentar crear una fraternidad con el islam es que musulmanes y cristianos no comparten una teología común. Para empezar, los musulmanes no creen que Dios sea un padre. De hecho, es una blasfemia decir que lo es.
Los católicos están profundamente confundidos acerca del islam. Debido a que existen similitudes superficiales entre las dos religiones, muchos han llegado a la conclusión de que la comunión con el islam está cerca. El último ejemplo de esta valoración demasiado optimista del islam es la reciente encíclica Fratelli Tutti (“Hermanos todos”). Después de leer Fratelli Tutti, uno podría fácilmente tener la impresión de que el islam es una religión humanista.
Fratelli Tutti contiene un recordatorio del documento “Fraternidad humana” firmado por el papa Francisco y el gran imán Ahmed al-Tayyeb, donde dice que la violencia religiosa es “la consecuencia de una desviación de las enseñanzas religiosas”.
Eso puede ser cierto para algunas religiones, pero es cada vez más evidente que la violencia islámica es a menudo una consecuencia directa de seguir las enseñanzas del islam. Los líderes católicos y los estudiosos católicos (como Tomás de Aquino) lo sabían y lo enseñaron.
Los obispos de Francia dicen que “es urgente encontrar la fraternidad indispensable que nos mantendrá a todos juntos”. Parece mucho más urgente que localicen donde hay copias del Corán y de La vida de Mahoma y que se familiaricen con las enseñanzas del Islam.
Publicado por William Kilpatrick en Crisis Magazine.
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