Las dudas del ‘caso McCarrick’

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Esta semana el Vaticano ha publicado el esperado ‘Informe McCarrick’. Han sido dos años de espera cuya investigación ha dado como fruto un documento de más de 400 páginas. Fue antes del verano de 2018 cuando se hicieron públicas las andanzas del ex cardenal americano, provocando que el Papa Francisco le retirara el cardenalato y se ordenara un proceso canónico contra el ex arzobispo de Washington.

Sin embargo, el escándalo que provocó el escrito que Viganò publicó a finales de agosto de ese año catapultó el caso, impulsando un escándalo mediático mundial salpicando al mismísimo Papa Francisco. Es difícil no llegar a la conclusión de que, fue precisamente esas informaciones de Viganò las que provocaron que la Santa Sede tuviera que esclarecer lo que había acontecido; cómo se había llegado a esta situación.

Los resultados del informe ―que, no lo olvidemos, fue elaborado por la propia Curia― parece que desmienten ciertas afirmaciones de Viganò, otras las confirman. También señalan, veladamente, a Juan Pablo II y Benedicto XVI como unos pontífices que no tomaron medidas firmes ante los rumores que circulaban en torno a McCarrick. Un detalle a resaltar es que, en ningún momento, en los dos años que ha durado la investigación, se contactó con Viganò para que testificara sobre el caso; habiendo sido nada menos que el legado de Su Santidad en Estados Unidos y siendo citado centenares de veces en el informe.

Pero no quiero entrar en el contenido del informe. Yo no sé si Viganò o el informe tienen razón o no; con todos los respetos, no me parece lo más importante. Lo que me parece crucial es lo que escribía nuestra Specola hace unos días. ¿Cuántos McCarriks hay? ¿A cuántos obispos se nombraron bajo el consejo de semejante personaje?

Me atrevo a lanzar otra pregunta: ¿Por qué suelen saltar estos escándalos cuando ya está el pescado vendido? Me explico; cuando ya el mal está hecho, en este caso con un cardenal de casi 90 años con su carrera ya completamente terminada, cuando la mayoría de testigos y cómplices ya están muertos y, o no se pueden defender, o son casi imposibles de demostrar sus actuaciones y afirmaciones.

¿Cómo es posible que McCarrick haya pasado todos y cada uno de los filtros de cada escalafón de la carrera eclesiástica? ¿Es fiable la estructura y los procesos que llevan al nombramiento de los Sucesores de los Apóstoles?

Por el bien de la Iglesia y, al margen del informe, en la Santa Sede se deberían tratar estas cuestiones. Lo demás son simples parches que se van poniendo para ir saliendo al paso. El caso McCarrik y el resultado del informe no deberían ser una forma de cerrar un triste caso escandaloso. Tiene que ser precisamente el inicio de una reforma de la manera en que se han estado haciendo las cosas. El inicio de una purificación; caiga quien caiga y cambiando lo que haya que cambiar.

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