(Aciprensa/InfoVaticana)- Un conocido sacerdote exorcista de Estados Unidos explicó que el demonio odia “todo lo bello” y santo, y por ese motivo, también odia las campanas que doblan durante la celebración de la Misa, así como las que él utiliza durante los rituales de exorcismo.
“El diablo odia todo lo bello y las campanas se usan específicamente para llamar la atención sobre la adoración divina de Dios. Los demonios odian las campanas, la cuales utilizo en sesiones (de exorcismo) todo el tiempo”, confirmó el P. Theophilus a la periodista del National Catholic Register, Patti Armstrong.
Para el rito del exorcismo se utilizan oraciones y agua bendita, pero Theophilus también aporta muchas otras herramientas como música, cantos, arte sacro, un grupo de oración, agua y campanas benditas para contrarrestar al demonio.
“Satanás siempre nos ataca a través de nuestros sentidos. Entonces, la liturgia misma debe ser un asalto sagrado a nuestros sentidos: Nuestra vista, nuestro tacto, nuestros olores y nuestros oídos. Hemos rezado como Iglesia con todas estas cosas sensoriales, porque ella aprendió durante milenios que esto es lo que repele al enemigo”, indicó el sacerdote.
También explicó que cuando se usan las campanas consagradas en la Misa, éstas “humillan al demonio porque son un objeto no racional que hacen lo que ellos mismos debieron hacer desde su creación. Pero estos no quieren adorar a Dios”. Otra razón por la que el diablo odia las campanas es porque odian todo lo bello y santo, según el exorcista estadounidense.
“Nos conmueve la belleza. Conmueve nuestras almas la hermosa música, hermosas oraciones, flores, hermosos tonos. El diablo odia todo lo hermoso y las campanas se usan específicamente para llamar la atención sobre la adoración divina de Dios”, señaló. Además, recordó que es costumbre bendecir todo lo relacionado con la liturgia y también las campanas de la iglesia, porque esas “bendiciones hacen que las cosas sean santas, dedicadas a Dios”.
Finalmente, Theophilus explicó que, así como las campanas de mano consagradas le dan gloria a Dios, también lo hacen las campanas de las iglesias, ya sea una vieja campana de hierro fundido o una grabación electrónica.
Artículo publicado en Aciprensa.
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Interesante aportación. Nunca había pensado en ello.
Tampoco es de recibo el uso abusivo que se hace de las campanas en muchos sitios por parte de cofrades y capillitas: no llaman a misa, gozo religioso ni recogimiento, sino sólo a festejos y francachelas con ropaje beato. Y exasperan al barrio con su intempestivo e interminable estruendo, generando rechazo hacia las campanas por parte de personas que nunca habían mostrado mala fe.
¿Podrías ser más claro de a qué te refieres, quién y dónde?
Yo no he experimentado nada parecido en ninguna parte del mundo.
Y…vamos, seamos serios, hablas como si fuera tan común el tañido de campanas, que ha sido silenciado en casi todas partes.
En mi populoso barrio trabajador es lo que hay. Si puedo contribuir a un uso católico y cívico de las campanas –como, además, ha sido siempre–, y sobre todo a no generarles más enemigos de los que hoy tienen, pues ahí queda.
En mi ciudad hay tres parròquias doce hermdades de pasión y un sinfín de gloria y ninguna hace eso ni en las parroquias ni en las capillas. De hecho ni siquiera nadie de la diócesis.
Pues me habrá tocado la china.
Por eso Halloween no es bello…por eso no es de Cristo
Por eso lo promueven tanto.
Si a los cristianos nos gusta oir el tañir de las campanas, que es una forma de alabar a Dios, por este mismo motivo a los demonios les molesta mucho ese sonido. Y por eso también, a los enemigos de la Iglesia les desagrada. Y la influencia maléfica ha penetrado en algunos eclesiásticos que construyen iglesias sin campanas, o que teniéndolas deciden no tocarlas. Y no es un tema económico, pues en las iglesias en que no haya campanas, se puede proyectar por megafonía su sonido.
También el esplendor de la liturgia: candeleros en el altar, incienso, casullas hermosas, albas de encajes, etc., son cosas que molestan a los demonios, y por eso mismo tientan a eclesiásticos, para que con la excusa de la austeridad y la humildad, vayan abandonando estos ornamentos, con lo cual al final se empobrece la liturgia, y se regodean los espíritus malignos.
Si lo que cuentan es los ornamentos es que tú corazón no está en lo que de verdad debe estar en una eucaristía.
Mentalmente y espiritualmente estoy en la consagración ni en lo bonita que está la iglesia en eso estoy antes y después de la eucaristía pero mientras estoy con ceisto
Ademas de las campanas tambien odia el latin…
Por eso el odio a la liturgia para convertirla en un aquelarre protestante.
Hubo un tiempo en que los hombres solían y sabían escuchar los sonidos que desde el campanario les llegaban.
Era natural para ellos, descifrar un tañido, acatar un repique o interpretar un martilleo.
Aquella música de metales, lanzada hacia el horizonte del viento, les advertía a los hijos de una comarca si la tormenta montañosa estaba cerca, si el enemigo secular acechaba, si era la hora irrenunciable del “Angelus”, si el júbilo daba motivos para enarbolarlo por las calles, o si la muerte se había aposentado en el terruño.
A cada son un significado y una conducta acorde.
La Cristiandad jerarquizó a la campana y la hizo signo cultual, para que al canto de sus redobles, los pueblos estuvieran prontos, dispuestos y atentos a vivir en conformidad con la Trinidad Santísima.
San Paulino, San Benito o San Beda dan testimonio del valor de las campanas en los ritmos litúrgicos de la Iglesia, así como de la liturgia en los ritmos del humano acontecer.
La campana bendecida era ya un objeto sagrado; como el anillo en una boda… Por eso en solemne rito, podía un Obispo bautizar y consagrar campanas, como podían los fieles guardarla muda, hasta que no recibiese la bendición condigna.
Profana, era su destino de silencio y de llano. Bendita, era izada en el torreón más alto y comenzaba a hablar.
Una vez erguida en su trono de piedra y de madera, se convertía en la compañía del cristiano en su decurso temporal, en su itinerario por los cuatro rumbos posibles del espacio, y en el tránsito hacia la vida eterna.
La oía durante su primera comunión, durante la jornada de sus nupcias, cuando la proclamación de la Pascua o en la vigilia de la Nochebuena. La oía si regresaba o se alejaba de su casa, y hasta por el altísono de su melodía se daba cuenta el peregrino si llevaba buen rumbo.
Ha dicho bien quien dijo que la campana es un apóstol infatigable. Predica, exhorta, anima, reprende; y no cesa su vibrante llamado porque la lluvia arrecie o porque el sol parta los muros desde lo alto.
Como apóstol celoso de su mandato, alegra a los que creen y muerde el corazón encallecido de incrédulos y odiadores de la Fe.
“La herejía no quiere las campanas”, escribía el Cardenal Pie. “Preguntad a Lutero y a Calvino. No las quiere porque la campana sigue siendo ortodoxa, porque su voz no cambia para prestarse a la disonancia de la doctrina o a las alteraciones del dogma. La campana no es apóstata”.
Sin espacios de sombra sónica; sin memoria atonal, sin tabalear banalidades tras las ojivas y los cimborrios; sin estruendos y evidencias, antes bien, suscitadores ecos; “mirad cómo escucháis”, predica el Señor en el Evangelio.
Así escuchaban en Occidente, cuando Occidente cabalgaba entre pendones.
De esto se trata, por si nos vamos entendiendo. De propagar el mensaje del santuario, desde la altura y el interior de las bóvedas y arcos, hasta la anchura y el largor de la planicie toda. De levantar los largos y culposos olvidos del valle, con el concierto impar de las campanas sagradas.
“Las campanas son ejércitos angélicos” –enseñaba Juan Carlos Goyeneche- “que hablan al espíritu con un idioma que los hombres de hoy no quieren entender”.
Tomado de “Carillón de cielo y tierra” de Antonio Caponnetto
Creo que la grabación de la campana y que suene a través de una tecla apretada por el sacristán o quien fuera…me parece un signo de estos primaverales que «moderniza» lo litúrgico de manera desacralizante. Además que esas iglesias vanguardistas que salen una fortuna no les falta dinero para comprarlas sino dejar un poco la ideología posconciliar y adecuarse a los tiempos perennes.
Gracias, Belzunegui. Había olvidado esa efemérides.