El arzobispo de Dublín lamenta las protestas contra las mascarillas

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«Algunos de los que participaron en estas manifestaciones contra las mascarillas eran los mismos grupos que intentaron volcar mi coche cuando asistí a una reunión islámica en Croke Park».

El arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, ha emitido un comunicado en el que reflexiona sobre los tiempos de confinamiento. En él recuerda los tiempos en los que trabajó como diplomático del Vaticano en Ginebra, con las organizaciones de la ONU. «Conocí a los principales epidemiólogos y ellos no tenían ninguna duda, hace más de una década, de que una pandemia mundial era posible, si no probable, y que los países deberían prepararse. La mayoría de los países no lo estuvieron», escribe el obispo.

«Gracias a Dios, la gente en Irlanda reaccionó rápidamente y respondió con responsabilidad y generosidad a las restricciones», escribe Martin. «Sin embargo, sería un error no notar la aparición de algunas tendencias negativas en la sociedad irlandesa. Cuando miras algunas de las protestas contra el uso de mascarillas y otras medidas restrictivas, detrás de los debates sobre el respeto de las libertades individuales también había una cepa de negación del virus. Algunos de los que participaron en estas manifestaciones contra las mascarillas eran los mismos grupos que intentaron volcar mi coche cuando asistí a una reunión islámica en Croke Park. Hay voces que no comprenden, o no quieren comprender, lo que significa la tolerancia religiosa en la Irlanda de hoy y eso debería preocuparnos a todos», explica el prelado irlandés.

Martin dice que la pandemia trajo desafíos a las Iglesias. «Los creyentes no pudieron reunirse para los servicios religiosos durante períodos prolongados. Puede haber una justificación para el cierre de iglesias, especialmente en momentos cruciales o para proteger a personas vulnerables. Sin embargo, estas medidas deben limitarse al período mínimo necesario», afirmó el arzobispo.

«Para los católicos, la celebración de la Misa y los Sacramentos están en el mismo corazón de lo que significa para nosotros ser una comunidad cristiana. No se trata simplemente de “reuniones” de personas, sino de expresiones profundas de quiénes somos como Iglesia», dice. «Para las parroquias y los católicos, la pérdida de estos apoyos espirituales puede ser una fuente de gran ansiedad y miedo y puede tener un impacto perjudicial en su salud y bienestar en general», añade Martin.

El arzobispo de Dublín aseguró que le impresionaron los comentarios del secretario general del Sínodo de los Obispos, sobre cómo en los momentos en que se nos priva de la Eucaristía “es necesario explorar cómo la Eucaristía no es la única posibilidad que tiene el cristiano de experimentar el misterio y encontrar al Señor Jesús”, dice citando al secretario del Sínodo.

«Señaló que “muchas iniciativas pastorales en este período pandémico se han centrado solo en el presbítero” y agregó de manera aún más provocativa: “Durante la pandemia surgió un cierto clericalismo. Asistimos a un grado de exhibicionismo y pietismo que tiene más que ver con la magia que con una expresión de verdadera fe”», explicó Martin citando al mismo eclesiástico.

«Tenemos que utilizar la situación actual para reflexionar sobre qué tipo de Iglesia necesitamos durante la pandemia y después. No habrá prisa por regresar a los servicios de la Iglesia. La imposibilidad de asistir al culto público ha llevado a un uso creativo de las redes sociales para que los servicios estén disponibles online. Se ha hecho menos hincapié en fomentar las maneras en que se puede promover el encuentro con Cristo en la vida diaria. Cuando reflexionamos sobre situaciones en las que a las personas se les ha prohibido o se les prohíbe hoy a través de la persecución asistir a celebraciones públicas, la fe se mantiene de otras formas, especialmente al avivando la fe en la familia», escribe Martin.

El arzobispo de Dublín cuenta como trabajo estrechamente con el cardenal Van Thuan, el cual estuvo en prisión en Vietnam 13 años. Cuando le estaban llevando a la prisión, señala el prelado irlandés, «lamentó que se lo llevaran de su catedral donde acababa de comenzar un ministerio pastoral. Después se dio cuenta de que, a partir de ese día, como él mismo lo expresó, “este barco prisión es mi catedral”. Para cada uno de nosotros en esta pandemia y en adelante nuestra catedral se encuentra en la desnudez de donde sea que me encuentre».

“Con razón podemos lamentar” no poder celebrar en nuestras catedrales, dice el prelado, “pero también debemos recordar que el Señor nos ha colocado en la inesperada nueva catedral de la dureza del sufrimiento humano”. “Ahí es donde estamos llamados a estar y a predicar, y estas nuevas catedrales serán sorprendentemente más auténticas y notablemente menos clericales e institucionales».

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