Cuando se dispone de un acervo de doctrina tan espectacular como el de la Iglesia, es perfectamente posible cambiarlo todo sin cambiar nada sustancial: basta con alterar el énfasis. Nada se niega, sencillamente se deja de hablar de ello; nada completamente nuevo se enseña, simplemente se amplían y estiran determinados aspectos de la fe.
La crisis que vive hoy la Iglesia es básicamente el silenciamiento de partes esenciales de su doctrina, su ausencia de la prédica habitual, mayor cuanto más alto se asciende en la jerarquía. No se niegan, e incluso se pueden hacer raras y ocasionales referencias a ellas, pero como de pasada y sin constituir prácticamente nunca el centro del mensaje de los pastores. Nos referimos, específicamente, a la parte sobrenatural de nuestra fe y, más específicamente aún, a lo que se refiere al destino eterno de cada alma. Por hacer un juego de palabras, la novedad es olvidar los Novísimos.
El problema que crea este vacío es doble, y lo tenemos ante nuestros ojos en forma de sangría de fieles e indeferentismo religioso. En primer lugar, esa parte tácitamente negada de nuestra fe es la que más agudamente la distingue de las filosofías y modas ideológicas mundanas. Si las ideologías tienen una obvia desventaja, un fallo fatal en su diseño, es que no cuentan ni dan razón del más universal de los fenómenos humanos: la muerte.
Al tiempo que se presentan como explicaciones multicomprensivas y globales a todos los aspectos de la vivencia humana, al dejar fuera de la ecuación lo más saliente de la experiencia del hombre, el hecho de que todos vamos a morir, dejan a sus adeptos sin respuesta para la pregunta más acuciante: ¿por qué y para qué estoy aquí?
Esa es, incluso en términos meramente humanos, la gran ventaja de la fe, que tiene una respuesta a esa pregunta. Por eso, cuando la institución eclesial pasa por alto ese aspecto esencial, tiende a convertirse en una gigantesca ONG asistencial derivativa, en cuanto a que el contenido no aportado directamente por la fe lo toman en préstamo de las ideas de moda en el siglo, añadiéndoles un leve barniz de retórica cristiana.
Naturalmente, con esto pierden su ‘ventaja comparativa’ en la batalla cultural, de las ideas, y no ganan nada, porque quien pueda sentirse atraído por sus nuevos énfasis -digamos, ecología, pauperismo o inmigracionismo- tenderá a preferir el original a la copia desleída y abrumada por una estructura jerárquica y litúrgica que al espectador se le antoja innecesaria. Es decir, la Iglesia se vuelve irrelevante al repetir el mismo mensaje que llevan décadas predicando las élites intelectuales seculares.
El segundo problema es más grave, y es que el aspecto sobrenatural, el mensaje salvífico y la llamada urgente a considerar que en cada segundo de nuestra vida sobre este mundo nos estamos jugando un eternidad de dicha inefable o un interminable tormento, es tan obviamente esencial que ignorarlo o preterirlo se concibe desde fuera como un haber dejado de creerlo.
En nuestra vida cotidiana, los hombres no solo creermos o dejamos de creer los mensajes ajenos por su ‘valor nominal’, sino por otras muchas señales, como la insistencia. Si un conocido, por hacer una analogía, nos cuenta que ha conocido a la mujer de sus sueños y que es correspondido, acabaremos descreyendo su historia si nunca le oímos hablar de ella; no nos convenceremos de que alguien cree en un peligro terrible e inminente si le vemos ponerse en continua situación de concitarlo.
No se trata, pues, como insisten muchos de los entusiastas de la ‘renovación’, de que quienes advertimos esta crisis seamos partidarios de una ideología política contraria a la que ahora está de moda defender por la jerarquía eclesiástica del momento. Lo que denunciamos es una mundanización del mensaje cristiano que está vaciándolo de sentido sin necesidad de negarlo o alterarlo de manera visible.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
Cuando los «curas» se mezclan en política…. Caen en la tentación de darle al César lo que es de Dios!
Un principio del derecho es que lo que no está prohibido está permitido. Los deliberados silencios de Francisco en el plano moral en cuestiones como el aborto y el lgtbi, implican una permisión de estas conductas, y denotan una grave degradación moral en este pontificado. Y estos silencios en la moral están directamente relacionados con los del plano teológico y espiritual. Fratelli Tutti reitera una vez más estos silencios.
Y junto a estos silencios, Francisco reitera proclamas ideológicas que no guardan relación con la doctrina católica y en ocasiones están en contra. Con lo cual podemos constatar que calla de lo que tendría que hablar y habla de lo que tendría que callar.
Las obras de Misericordia conciernen la NATURALEZA humana
Dar de comer al hambriento
Dar de beber al sediento.
Vestir al desnudo
Acoger el extranjero
Visitar y cuidar a los enfermos.
Visitar a los presos.
Enterrar a los difuntos.
Dar buen consejo al que lo necesita
Enseñar al que no sabe
Corregir al que está en error
Consolar al triste
Perdonar las ofensas
Soportar con paciencia los defectos
de los demás
Rogar a Dios por los vivos y los muertos
Las obras de Misericordia conciernen la naturaleza humana
Amén,es donde se desarrolla la vida cristiana.
Y cuál es la razón última de realizar esas obras de misericordia?. Solo por bienestar material o hay un sentido trascendente en hacerlo?
Creo que la realización de las obras no es solo por humanidad.
Hay algo más poderoso detrás.
El amor a Dios y naciendo de ese amor el amor al prójimo.
Agradar a Dios complacerle y alabarle a través de las buenas obras.
La salvación del alma la ausencia de pecado la vida eterna.
Excelente matización María del mar
Juan Pablo II dijo en una ocasión que el siglo XXI ó sería un siglo místico, ó no sería nada.
De momento andamos muy cerca de la nada…
Santiago 2:14
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”
LA CRISIS DEL ORDEN NATURAL Y SOBRENATURAL SE REMONTA A FINALES DEL SIGLO XIX, SIGUIO SU CURSO HASTA LLEGAR A DONDE ESTAMOS.
NO ES NI EL VATICANO II NI EL ACTUAL PONTIFICADO LOS RESPONSABLES.
Por eso , pienso que con sus encíclicas , Francisco quiere » reconciliar » lo natural ( la creación ) con lo sobrenatural .
Excelente nota, mucho modernismo historicista les seca la Fe.
Ánimo, perseverar, tiene que venir nuestro Señor Jesucristo. Un
Abrazo.
Sí la Iglesia es -se empeñan- «de Francisco», la crisis es de Paco.
Sí, pero la Iglesia para seguir siéndolo debe contar con el Magisterio de todos sus Concilios Ecuménicos, asumidos en su conjunto, o si no con ninguno…también con el Concilio Vaticano II
Y cuando algunos hablan y escriben de la forma que aquí se hace, saben perfectamente que ni San Juan Pablo II ni Benedicto XVI compartirían planteamientos en los que desautorizamos las enseñanzas de un Concilio. Y mucho peor, cuando se escribe de esta forma desabrida del Papa, de los Obispos, de la Iglesia. Parecemos hooligans en un partido de fútbol o afiliados a las juventudes de un Partido