El Papa: «Todos tenemos una deuda de penitencia con los indígenas»

Vatican Media
|

«Para reparar el daño que les hemos causado».

«Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente», empezó diciendo el Papa. «También debemos apoyar a quienes cuidan a los más débiles, a los enfermos y a los ancianos», manifestó Francisco, señalando que existe «la costumbre de dejar de lado a los ancianos, de abandonarlos» y que eso «está muy mal».

«Este cuidado abraza también a nuestra casa común: la tierra y cada una de sus criaturas», dijo el Pontífice. Según manifestó Su Santidad todas las formas de vida «están interconectadas, y nuestra salud depende de la de los ecosistemas que Dios ha creado y que nos ha encargado cuidar».

Abusar de ellos «es un grave pecado que daña, que perjudica y hace enfermar», dijo Francisco, añadiendo que el mejor «antídoto» contra este abuso «es la contemplación», sin el que es «fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio». «Una interpretación distorsionada de los textos bíblicos sobre la creación ha contribuido a esta visión equivocada, que lleva a explotar la tierra hasta el punto de asfixiarla. Explotar la creación: ese es el pecado», aseguró Francisco.

«No podemos esperar seguir creciendo a nivel material, sin cuidar la casa común que nos acoge. Nuestros hermanos y hermanas más pobres y nuestra madre tierra gimen por el daño y la injusticia que hemos causado y reclaman otro rumbo. Reclaman de nosotros una conversión, un cambio de ruta: cuidar también de la tierra, de la creación», dijo a los fieles el Santo Padre.

Para Su Santidad es importante recuperar la dimensión contemplativa, «es decir mirar la tierra y la creación como un don, no como algo que explotar para sacar beneficios». «Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad», dijo el Sucesor de san Pedro.

El que sabe contemplar, dijo Francisco, «se pondrá más fácilmente manos a la obra para cambiar lo que produce degradación y daño a la salud» y también se «comprometerá a educar y a promover nuevos hábitos de producción y consumo, a contribuir a un nuevo modelo de crecimiento económico que garantice el respeto de la casa común y el respeto de las personas».

«El contemplativo en acción tiende a convertirse en custodio del medio ambiente: ¡qué hermoso es esto!», exclamó el Papa. «Cada uno de nosotros debe ser custodio del ambiente, de la pureza del ambiente, tratando de conjugar los saberes ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea sostenible», manifestó.

«Hoy leía en el periódico acerca de los dos grandes glaciares de la Antártida, cerca del Mar de Amundsen: están a punto de caer. Será terrible, porque el nivel del mar subirá y esto acarreará muchas, muchas dificultades y muchos males. ¿Y por qué? Por el sobrecalentamiento, por no cuidar del medio ambiente, por no cuidar de la casa común», lamentó el Pontífice.

«Custodiemos el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las futuras generaciones puedan disfrutarlo. Pienso de manera especial en los pueblos indígenas, con los que todos tenemos una deuda de gratitud, incluso de penitencia, para reparar el daño que les hemos causado», aseguró el Papa Francisco.

Les ofrecemos la catequesis del Papa, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Catequesis – “Curar el mundo”: 7. Cuidado de la casa común y actitud contemplativa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente. También debemos apoyar a quienes cuidan a los más débiles, a los enfermos y a los ancianos. Existe la costumbre de dejar de lado a los ancianos, de abandonarlos: está muy mal. Estas personas —bien definidas por el término español “cuidadores”—, los que cuidan de los enfermos, desempeñan un papel esencial en la sociedad actual, aunque a menudo no reciban ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen. El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza (cf. Enc. Laudato si’ [LS], 70). Cuidar de quien está enfermo, de quien lo necesita, de quien ha sido dejado de lado: es una riqueza humana y también cristiana,

Este cuidado abraza también a nuestra casa común: la tierra y cada una de sus criaturas. Todas las formas de vida están interconectadas (cf. ibíd., 137-138), y nuestra salud depende de la de los ecosistemas que Dios ha creado y que nos ha encargado cuidar (cf. Gn 2, 15). Abusar de ellos, en cambio, es un grave pecado que daña, que perjudica y hace enfermar (cf. LS, 866). El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación (cf. ibíd., 85214). ¿Pero cómo? ¿No hay una vacuna al respecto, para el cuidado de la casa común, para no dejarla de lado? ¿Cuál es el antídoto para la enfermedad de no cuidar la casa común? Es la contemplación. «Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso» (ibíd.,215). Incluso en objeto de “usar y tirar”. Sin embargo, nuestro hogar común, la creación, no es un mero “recurso”. Las criaturas tienen un valor en sí y «reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, 339). Pero ese valor y ese rayo de luz divina hay que descubrirlo y, para hacerlo, necesitamos silencio, necesitamos escuchar, necesitamos contemplar. También la contemplación cura el alma.

Sin contemplación es fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio, el “yo” en el centro de todo, que sobredimensiona nuestro papel de seres humanos y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas. Una interpretación distorsionada de los textos bíblicos sobre la creación ha contribuido a esta visión equivocada, que lleva a explotar la tierra hasta el punto de asfixiarla. Explotar la creación: ese es el pecado. Creemos que estamos en el centro, pretendiendo que ocupamos el lugar de Dios; y así arruinamos la armonía del diseño de Dios. Nos convertimos en depredadores, olvidando nuestra vocación de custodios de la vida. Naturalmente, podemos y debemos trabajar la tierra para vivir y desarrollarnos. Pero el trabajo no es sinónimo de explotación, y siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar… Esta es nuestra misión (cf. Gn 2,15). No podemos esperar seguir creciendo a nivel material, sin cuidar la casa común que nos acoge. Nuestros hermanos y hermanas más pobres y nuestra madre tierra gimen por el daño y la injusticia que hemos causado y reclaman otro rumbo. Reclaman de nosotros una conversión, un cambio de ruta: cuidar también de la tierra, de la creación.

Es importante, pues, recuperar la dimensión contemplativa, es decir mirar la tierra y la creación como un don, no como algo que explotar para sacar beneficios. Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad. He aquí la clave del problema: contemplar es ir más allá de la utilidad de una cosa. Contemplar la belleza no significa explotarla: contemplar es gratuidad. Descubrimos el valor intrínseco de las cosas que les ha dado Dios. Como muchos maestros espirituales han enseñado, el cielo, la tierra, el mar, cada criatura posee esta capacidad icónica, esta capacidad mística para llevarnos de vuelta al Creador y a la comunión con la creación. Por ejemplo, San Ignacio de Loyola, al final de sus Ejercicios Espirituales, nos invita a la “Contemplación para alcanzar amor”, es decir, a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas.

La contemplación, que nos lleva a una actitud de cuidado, no es mirar a la naturaleza desde el exterior, como si no estuviéramos inmersos en ella. Pero nosotros estamos dentro de la naturaleza, somos parte de la naturaleza. Se hace más bien desde dentro, reconociéndonos como parte de la creación, haciéndonos protagonistas y no meros espectadores de una realidad amorfa que solo serviría para explotaría. El que contempla de esta manera siente asombro no sólo por lo que ve, sino también porque se siente parte integral de esta belleza; y también se siente llamado a guardarla, a protegerla. Y hay algo que no debemos olvidar: quien no sabe contemplar la naturaleza y la creación, no sabe contemplar a las personas con toda su riqueza. Y quien vive para explotar la naturaleza, termina explotando a las personas y tratándolas como esclavos. Esta es una ley universal: si no sabes contemplar la naturaleza, te será muy difícil contemplar a las personas, la belleza de las personas, a tu hermano, a tu hermana.

El que sabe contemplar, se pondrá más fácilmente manos a la obra para cambiar lo que produce degradación y daño a la salud. Se comprometerá a educar y a promover nuevos hábitos de producción y consumo, a contribuir a un nuevo modelo de crecimiento económico que garantice el respeto de la casa común y el respeto de las personas. El contemplativo en acción tiende a convertirse en custodio del medio ambiente: ¡qué hermoso es esto! Cada uno de nosotros debe ser custodio del ambiente, de la pureza del ambiente, tratando de conjugar los saberes ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea sostenible.

En fin, contemplar y cuidar: ambas actitudes muestran el camino para corregir y reequilibrar nuestra relación como seres humanos con la creación. Muchas veces, nuestra relación con la creación parece ser una relación entre enemigos: destruir la creación para mi ventaja; explotar la creación para mi ventaja. No olvidemos que se paga caro; no olvidemos el dicho español: “Dios perdona siempre; nosotros perdonamos a veces; la naturaleza no perdona nunca”. Hoy leía en el periódico acerca de los dos grandes glaciares de la Antártida, cerca del Mar de Amundsen: están a punto de caer. Será terrible, porque el nivel del mar subirá y esto acarreará muchas, muchas dificultades y muchos males. ¿Y por qué? Por el sobrecalentamiento, por no cuidar del medio ambiente, por no cuidar de la casa común. En cambio, si tenemos esta relación —me permito usar la palabra— “fraternal”, en sentido figurado, con la creación, nos convertimos en custodios de la casa común, en custodios de la vida y en custodios de la esperanza, custodiaremos el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las generaciones futuras puedan disfrutarlo. Y alguno podría decir: “Pero, yo me las arreglo así”. Pero el problema no es cómo te las arreglas hoy —esto lo decía un teólogo alemán, protestante, muy bueno: Bonhoeffer— el problema no es cómo te las arreglas hoy; el problema es: ¿cuál será la herencia, la vida de la futura generación? Pensemos en los hijos, en los nietos: ¿qué les dejaremos si explotamos la creación? Custodiemos este camino para que podamos convertirnos en “custodios» de la casa común, custodios de la vida y de la esperanza.

Custodiemos el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las futuras generaciones puedan disfrutarlo. Pienso de manera especial en los pueblos indígenas, con los que todos tenemos una deuda de gratitud, incluso de penitencia, para reparar el daño que les hemos causado. Pero también pienso en aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales. Sin embargo, no siempre son apreciados e incluso, a veces, se les obstaculiza porque no producen dinero, cuando, en realidad, contribuyen a una revolución pacífica que podríamos llamar la “revolución del cuidado”. Contemplar para cuidar, contemplar para custodiar, custodiarnos nosotros, a la creación, a nuestros hijos, a nuestros nietos, y custodiar el futuro. Contemplar para curar y para custodiar y para dejar una herencia a la futura generación.

Ahora bien, no hay que delegar en algunos lo que es la tarea de todo ser humano. Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un “custodio de la casa común”, capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplarlas y protegerlas.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor Jesús que nos conceda ser contemplativos, para alabarlo por su obra creadora, que nos enseñe a ser respetuosos con nuestra casa común y a cuidarla con amor, para bien de todas las culturas y las generaciones futuras. Que Dios los bendiga.

 

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Para salir de la pandemia es necesario que sigamos la regla de oro de nuestro ser “hombres y mujeres”, que es “cuidar” y cuidarnos mutuamente entre nosotros, apoyar a los “cuidadores” de los más débiles, de los enfermos y de los ancianos, y cuidar asimismo nuestra casa común, recordando que la tierra y todas las creaturas pertenecen al Señor que las creó y que nos las encomendó para que las conservemos y las protejamos.

Nosotros también somos parte de la creación, no somos sus dominadores absolutos, con la pretensión de querer ocupar el lugar de Dios, pensando que tenemos derecho a depredarla, explotarla y destruirla. En cambio, la misión que Él nos ha confiado es que seamos los custodios de esta casa común que nos acoge, y aprendamos a respetarla y a evitar que la sigan maltratando y arruinando.

Todo ha salido de las manos del Creador, que ha dejado su huella en cada creatura. El mejor antídoto para cuidar y proteger nuestra casa común de esos abusos es la contemplación. El mismo Señor nos invita a admirar maravillados y en silencio su obra, para poder reconocer en cada creatura el reflejo de su sabiduría y su bondad. Ser contemplativos nos lleva a ser responsables, con estilos de vida sostenibles que respeten y protejan la naturaleza, de la que también nosotros formamos parte.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
37 comentarios en “El Papa: «Todos tenemos una deuda de penitencia con los indígenas»
        1. Me aburro, no sé si oigo al Papa o al encargado de Green peace. Que de vez en cuando se acuerda de Dios y del pecado, pero para colocarlo en donde cualquier no creyente también lo colocaría. En tierra de nadie

          1. Ahora resulta que le debo a los indígenas. A ver si cobro esta semana y les pago. No sé si por tarjeta o en efectivo.
            No te fastidie

    1. Gracias a los españoles millones de indígenas fueron rescatados de la brutalidad asesina y cruel y de los sacrificios humanos que otros «indígenas» realizaban con ellos. Y gracias a los españoles se extendió la fe en Cristo entre los que estaban siendo asesinados…
      ¿Con cuales de ellos tenemos una deuda?

  1. Esto me recuerda al personaje de El burgués gentilhombre que no sabía que hablaba en prosa. Indígena significa natural de un país. Todos somos indígenas

  2. Yo no tengo tal clase de deudas, Santidad. ¿La tienen los africanos hacia mí como indígena español por la dominación cartaginesa, andalusí, almorávide o almohade?. ¿La tienen los romanos?. ¿La tienen los escandinavos por el aporte visigodo?.

    1. ¿Quién se acuerda de los misioneros asesinados y más de una vez devorados por los pueblos «indígenas»?.
      Estamos con la cantinela de siempre: ¡Que la Iglesia Católica pida perdón!. ¿Quién ha pedido perdón a la Iglesia Católica por todos los ataques que ha sufrido y que sufre?

  3. Yo sé que soy pecador. Pero, por favor, no me cuelguen un pecado que no es mío.

    Si alguien, y no digo quien, tiene remordimientos por lo que él haya hecho a algún indígena (supongo que se refiere a los amerindios, como los tehuelches), que confiese y ya. Pero, por favor, no me cuelguen pecados que no son míos, que bastante tengo ya.

    1. yo no tengo ninguna deuda con ningun indigena y mire que he conocido a muchos en hispanoamerica

      Francisco tu debes a los españoles, el ser quimico (universidades), debes el ser sacerdote (la evangelizacion), debes el ser jesuita (San Ignacio)…y de ti no se oye ni una palabra de gratitud.

  4. Los indígenas católicos están agradecidísimos a los evangelizadores, que los liberaron de la esclavitud del pecado especialmente, y muy molestos con quien afirma que no hay que hacer proselitismo, tratando de engañar a toda la humanidad.

  5. Como leemos en el Génesis, Dios nos ha hecho señores de las criaturas inferiores, y nos ha encargado dominarlas y eso es lo que hacemos. Si en algún caso alguien se excede, que se corrija él, pero que no nos carguen a todos las culpas.
    Y en cuanto al tema de los indígenas, si es que se refiere a los de La Amazonia, conviene recordar que la América precolombina era un estado de salvajismo y violencia terribles, pero España y otros reinos de Europa les llevamos la fe y la civilización. Luego la deuda de gratitud la tienen ellos con nosotros.

  6. Nada podría ser más contrario al cristianismo que esa deuda que, según el santo padre, tenemos todos con los indígenas. ¿No le trajimos a Dios? ¿No es ese el mayor tesoro que se puede dar en esta vida?. Los misioneros atravesaron selvas, montañas, ríos enormes, desafiaron a la muerte a cada paso, sufriendo enfermedades, ataques de nativos hostiles y de alimañas. ¿Ahora esos héroes, lo mejor que la Humanidad ha dado jamás, tienen una deuda con los pueblos a los que fueron a darle lo mejor de este mundo y del Otro?. No, santidad, es al revés, los indígenas y los que no lo son, tienen una deda con la Iglesia, y no al revés.

  7. Nunca le he hecho nada a un indígena o nativo o aborigen de cualquier lugar. Cuando nací ya todo estaba cocinado, lo bueno y lo malo, de donde sea. Ese todos será muy inclusivo pero de los pecados ajenos e históricos a nadie debo pedir perdón.

  8. Todos tenemos deudas de penitencia con los indígenas….como, por ejemplo, con los indígenas europeos, despojados desde los 60s brutalmente de su religión, cosmovisión y costumbres, y ahora sometidos a una colonización indiscriminada por fuereños que no respetan el medio ambiente haciendo mafias de trata de personas y atropellando con camiones que emiten dióxido de carbono a decenas de personas en Niza. También hacen deforestación. ¿Cómo podemos pagarles a estos indígenas nuestra deuda?

  9. “Todos tenemos una deuda con los indígenas”: sin duda habla de los políticos en particular de la 1ra república francesa, la del 1793, que quiso eliminar a los campesinos indígenas franceses y en particular los vandeanos, o del Holodomor, y de los campesinos de indígenas de Ucrania o de Kuban de los años 30, en la Rusia Soviética, de los indígenas de Camboya víctimas de los Jemeres rojos en los años 1970.
    Ah, no. Otra vez no he entendido de qué habló el Papa Francisco. Sin embargo me parece que el Papa Francisco ha olvidado los hospitales, las carreteras, las escuelas, universidades, construidas en países no europeos para los indígenas por no indígenas, o por lo menos de los países en que se instalaron todo lo que permitió ayudar a los demás, en las épocas pasadas…desde el nuevo Méjico, filipinas hasta la África de la primera mitad de siglo XX; si sólo se habla de aquellas épocas…

  10. No creo que Francisco lo vea el pero le recomendaría que leyera el libro «Hechos de los apóstoles de América, de Iraburu .
    Y aunque no tiene mucho sentido lo que dice, le contestaría , en frase d Cristina López S, que serán sus antepasados que vinieron de Italia los que le dejaron a él la deuda?, los míos no se movieron de aquí y ,eso si, aportaron dinero y esfuerzo, por tanto la deuda, si la hay, es al contrario. Pero todo es populismo pauperista, al final contra los pobres como toda ideología marxista

  11. Él me inspira a ir a la selva amazónica, armarme una choza o chamizo y con mi arco y flecha vivir de la caza y de la pesca. A veces me sabe riesgoso juzgar comportamientos de hace 100-200-300-400 o 500 años con la mentalidad de hoy.

  12. Yo no tengo que cumplir penas ni pedir perdón por algo que no he hecho. Si hubo abusos y excesos contra los indígenas en el pasado (que no son tantos como nos quieren hacer creer algunos), que paguen los verdugos, que de hecho es el de arriba el que ya les tiene la paga asegurada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles