La postura es un indicador que puede convertirse en un arma
(Catholic Herald)- Como un viajero que pide una hamburguesa con queso en un bar de autopista: esto escribí en algún lugar cuando llegué al seminario episcopal y vi que todos esperaban de pie para comulgar en la eucaristía semanal. Ahora, esa observación me parece arrogante.
Era una práctica que no había visto nunca durante mis años como episcopaliano. En cada una de las parroquias donde he estado la gente se arrodilla en el comulgatorio, mientras el sacerdote desciende con el pan y el ministro extraordinario lo hace con el vino. El orden y la eficiencia contribuían al sentimiento de reverencia, aunque para mí las personas que estaban a mi lado eran memorialistas.
Como descubrí unos años más tarde, después de entrar en la Iglesia católica, es una elección que hace que los católicos se ataquen unos a otros, sobre todo cuando a esto se une la elección de recibir la comunión en la mano o en la lengua. Ambas elecciones evidencian una diferencia sobre la vida y el futuro de la Iglesia, son un indicador que se está convirtiendo rápidamente en un arma porque afirman una u otra visión de la vida católica.
Es un tema que surge continuamente. Hace tres años, el ya fallecido obispo de Madison animó a sus fieles a recibir la comunión de rodillas y en la lengua. En la homilía de la misa crismal, el obispo Robert Morlino dijo: «No cabe duda de que la comunión en la lengua es más respetuosa. No se presta a un comportamiento informal». La gente reaccionó: algunos aclamando, otros abucheando.
El cardenal Robert Sarah ha dicho lo mismo como prefecto de la Congregación para el Culto Divino. En el prólogo de un libro publicado recientemente en Italia titulado La distribuzione della Comunione sulla mano [de Federico Bortoli], Sarah escribe: «Seamos como niños y dirijámonos con humildad a recibir el Cuerpo de Cristo, de rodillas y en la lengua». Las alternativas muestran, según él, una «actitud carente de sumisión a los signos de Dios» y disuaden de la creencia fundamental en la presencia real de Jesús en el Sacramento.
Mis amigos reaccionaron: algunos aclamando, otros abucheando.
Dedicarse a mirar quién hace el qué parece excesivo, sobre todo si hablamos de una persona que ha entrado en la Iglesia después de que ambas facciones se hayan metido en las trincheras para la larga batalla. De rodillas, de pie, en la mano, en la lengua: que cada uno haga lo que le parezca más útil. Pero no hagamos de ello una montaña. Se puede ser respetuoso o irrespetuoso en ambos casos. Y en ambos casos se puede ser sincero o estar actuando. Y ninguno de ellos cambiará mucho las cosas.
Dicho esto, en mi caso he llegado a preferir la práctica tradicional. Cuando nos convertimos al catolicismo, yo elegí un enfoque del tipo «si en Roma»… es decir: esto es lo que hace la Iglesia, por lo tanto eso hacía yo. Al cabo de dos años de llevar una vida católica, empecé a recibir la comunión en la lengua. La razón no fue de las mejores. Nuestro segundo hijo iba a un colegio católico conservador y hacía lo que hacían sus coetáneos. Y yo no iba a dejarme superar en el aspecto tradicional por mi hijo.
Crece en ti la devoción. Llegó a ser algo, no sólo natural, sino también necesario, más acorde al Misterio. Un domingo, en una nueva iglesia, el anciano sacerdote que estaba celebrando la misa me pidió que extendiera las manos porque sus manos le temblaban demasiado para poner la hostia en mi lengua. Lo hice, pero algo no encajaba. Si lo hubiera sabido, no me hubiera puesto en la fila para comulgar.
Cuando recibes la comunión en la lengua o en la mano estás promulgando, diciendo, algo ligeramente distinto. No tocar la hostia, que te sea dada [que Él te sea dado] sin cogerlo, declara de manera más visible lo que está sucediendo. Y arrodillarse tiene también un efecto dramático único, distinto al de permanecer de pie.
Cuando éramos episcopalianos nos arrodillábamos, salvo para la eucaristía en el seminario. En los diecinueve años desde que somos católicos hemos estado de pie sólo en unas cinco misas. Hago lo que la parroquia me pide que haga. Pero me gusta arrodillarme.
Permanecer de pie me da la sensación radical (no quiero parecer frívolo) de estar ante una ventanilla de pedidos. En la eucaristía debemos arrodillarnos -tanto durante la oración eucarística como en el comulgatorio-, porque le estamos pidiendo a Dios un gran don que, somos conscientes de ello, no merecemos. Y lo indicamos pidiéndolo de rodillas. Estar de pie significa igualdad.
Hay una analogía cultural para esto: cuando un hombre se arrodilla ante su amada para pedirle matrimonio. No se arrodilla porque está pidiendo su perdón, ni porque implora que ella lo acepte. Se arrodilla ante ella porque le está pidiendo un gran don (la vida de la mujer), que sabe que no merece. No estaría bien hacerlo permaneciendo de pie ante ella, o incluso sentándose a su lado. Él le debe pedir a ella ese don, incluso si sabe que ella se lo concederá, desde abajo.
Hay otra razón por la que arrodillarse (preferiblemente en el comulgatorio) y recibir la comunión en la lengua (preferiblemente de un sacerdote). Es extraño e ineficaz. No hacemos esto en ningún otro sitio. Del mismo modo que las vidrieras policromadas crean un espacio aparte, apunta al gran don que estamos recibiendo y dramatiza de una manera eficaz la verdad de que algo único está teniendo lugar. Esto ayuda, no como una experiencia estética, sino haciendo que lleve conmigo a Jesús cuando vuelvo al mundo.
Publicado por David Mills en Catholic Herald.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.
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Dice el Señor: «Ante mí toda rodilla se doblará» Rm 14,11
Considero que sustituir la comunión de rodillas y en la boca por la comunión de pie e incluso en la mano ha sido un grave error. Se pierde reverencia, se puede menoscabar la valoración de la Eucaristía, y se profanan partículas que acaban pisoteadas por el suelo.
Esta justa adoración y esta debida reverencia las arrancó de cuajo –porque quiso– el «Nuevo Pentecostés», también llamado «Primavera». Y desde entonces, aun sin desembarcos de Normandía y entre Carrefours y Mercadonas, Occidente y la agonizante Iglesia viven en un hedonismo sin esperanza y como oveja sin pastor…
Y es que hay que ver las fotos y el cine con escenas reales católicas de la Segunda Guerra Mundial. Las de los valientes capellanes militares que impresionaban a Spielberg. Lloviendo bombas, balas y proyectiles, y bandeándose los buques como atracciones de feria, allí no había un soldado que perdiera la compostura, ni un latín ni una genuflexión que se saltara nadie. Y que creían en lo que hacían se percibe claramente en sus caras…
ayer cuando le dije a un cura que era ilegal permitir solo la comunión en la mano, que suponía suprimir la norma y hacer del indulto la norma, me espetó que la comunión en la mano lleva muchos años, y que el obispo tiene autoridad para revocar la ley canónica, me dijo que él era canonista, mezclando el concilio con la reforma litúrgica etc. Me quede helado, entendí que para ellos la iglesia prácticamente empieza con el cv2, no son conscientes de que el indulto vino anteayer, mientras llevaba prohibido siglos y siglos. La magnitud del problema es demasiado grande, y los papas postconciliares permitieron la malformación en seminarios y la invasion de herejías. Como se puede continuar en los seminarios diocesanos escuchando herejías sin que rechinen los oídos. Los seminaristas que no reaccionan y no pasan a formarse en seminarios tradicionales, creo que también tienen algo de culpa, no sé cuánta. Alguien que persiga la Verdad no puede adormecer sus oídos en los seminarios diocesanos.
Cada día debería nuestra miseria crecer en admiración ante lo que sucede en la Eucaristía, y esto, reflejarse en las formas. Hay falta de fé porque hay falta de relación con Dios.
Los milagros Eucarísticos nos hablan bien claro.
¿ De rodillas y en la boca va a ser agua pasada ? ¡ No lo permitamos !
Belzunegui.
Los modernistas utilizan la excepción para después convertirlo en generalidad: aborto, eutanasia, comunión. Da igual la temática.
No. No lo permitamos. Contemplo con tristeza que, en mi parroquia, soy la única que comulga en la boca. Ahora la excepción es comulgar en la boca. Aunque seamos pocos, lo generalizaremos.
Ánimo!!!
Gracias, Mariela. Hoy, para poder comulgar en la boca, en San Hipólito, en Córdoba, que regentan los jesuitas, Misa de 11, he tenido que esperar, no ya al final de la comunión, como otros días, sino al final de la misa. Le he dicho al sacerdote que no renunciaba a comulgar en la boca, que además es más higiénico. Me remito a las rotundas afirmaciones del presidente de los médicos católicos italianos.
Gracias, Mariela. Hoy, para poder comulgar en la boca, en San Hipólito, en Córdoba, que regentan los jesu itas, Misa de 11, he tenido que esperar, no ya al final de la comunión, como otros días, sino al final de la misa. Le he dicho al sacerdote que no renunciaba a comulgar en la boca, que además es más higiénico. Me remito a las rotundas afirmaciones del presidente de los médicos católicos italianos.
Jesuítas.
Tremendo el testimonio de la foto. En presencia de ejércitos inmensos, de armas poderosas, el corazón del hombre se arrodilla ante la inmensidad del Amor y del sacrificio de Cristo Nuestro Señor. No hay ejército en el mundo que pueda ante Él.
Muchas gracias.
Amen
En mi parroquia, que antes del coronavirus era mayoría de comulgar en la boca, ahora quedamos cuatro personas que seguimos comulgando así…
Transformar en dogma las propias preferencias. Por desgracia es una práctica común.
Quieren que la gente enferme. Lo hacen por eso. No encuentro otra explicación.
Bueno, sí. Que sean subnormales profundos para no darse cuenta de los riesgos de la comunión en la mano para el cuerpo y el alma.