Francisco sobre los inmigrantes: «No os imagináis el infierno que se vive en los campos de detención»

Vatican Media
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Francisco ha celebrado hoy la misa en Santa Marta ante las cámaras, para conmemorar el séptimo aniversario de su viaje a Lampedusa, la primera salida de Roma que hizo como Papa, con los inmigrantes como telón de fondo.

“Cuando buscamos el rostro del Señor, podemos reconocerlo en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino”, ha dicho el Papa durante la homilía, y este encuentro “también se convierte para nosotros en un tiempo de gracia y salvación, confiriéndonos la misma misión encomendada a los apóstoles”.

En el séptimo aniversario de la visita del Papa a Lampedusa, el Santo Padre quiso reiterar lo que dijo a los participantes en el encuentro ‘Libres del miedo’, en febrero del año pasado: “El encuentro con el otro es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo. Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos, pidiendo poder desembarcar. Y si todavía tuviéramos alguna duda, esta es su clara palabra: “En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40)”.

Ese “Cuanto hicisteis…”, dice el Pontífice, es una advertencia “de gran actualidad”. “Todos deberíamos tenerlo como punto fundamental en nuestro examen de conciencia, el que hacemos todos los días”, explicó Francisco. “Pienso en Libia, en los campos de detención, en los abusos y en la violencia que sufren los migrantes, en los viajes de esperanza, en los rescates y en los rechazos. «Cuanto hicisteis…, a mí me lo hicisteis»”, añadió.

“La guerra es mala, lo sabemos, pero no os imagináis el infierno que se vive allí, en esos campos de detención. Y esas personas sólo vinieron con la esperanza de cruzar el mar”, aseguró el Papa.

“Que la Virgen María, Solacium migrantium (Ayuda de los migrantes), nos haga descubrir el rostro de su Hijo en todos los hermanos y hermanas obligados a huir de su tierra por tantas injusticias que aún afligen a nuestro mundo”, dijo Francisco para concluir la homilía.

Les ofrecemos la homilía del Santo Padre, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

El salmo responsorial de hoy nos invita a una búsqueda constante del rostro del Señor: «Buscad continuamente el rostro del Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro» (Sal 104). Esta búsqueda constituye una actitud fundamental en la vida del creyente, que ha entendido que el objetivo final de la existencia es el encuentro con Dios.

La búsqueda del rostro de Dios es una garantía del éxito de nuestro viaje en este mundo, que es un éxodo hacia la verdadera Tierra prometida, la Patria celestial. El rostro de Dios es nuestra meta y también es nuestra estrella polar, que nos permite no perder el camino.

El pueblo de Israel, descrito por el profeta Oseas en la primera lectura (cf. 10,1-3.7-8.12), en ese momento era un pueblo extraviado, que había perdido de vista la Tierra prometida y deambulaba por el desierto de la iniquidad. La prosperidad y la riqueza abundante habían alejado del Señor el corazón de los israelitas y lo habían llenado de falsedad e injusticia.

Es un pecado del cual nosotros, cristianos de hoy, tampoco estamos exentos. «La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero no son nada, son la ilusión, ilusión de lo fútil, de lo provisional, que lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia» (Homilía en Lampedusa, 8 julio 2013).

La exhortación de Oseas nos llega hoy como una invitación renovada a la conversión, a volver nuestros ojos al Señor para ver su rostro. El profeta dice: «Sembrad con justicia, recoged con amor. Poned al trabajo un terreno virgen. Es tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre vosotros la justicia» (10,12).

La búsqueda del rostro de Dios está motivada por el anhelo de un encuentro con el Señor, encuentro personal, un encuentro con su inmenso amor, con su poder que salva. Los doce apóstoles, de quienes nos habla el Evangelio de hoy (cf. Mt 10,1-7), tuvieron la gracia de encontrarlo físicamente en Jesucristo, Hijo de Dios encarnado. Él los llamó por su nombre, uno a uno —lo hemos escuchado—, mirándolos a los ojos; y ellos contemplaron su rostro, escucharon su voz, vieron sus prodigios. El encuentro personal con el Señor, un tiempo de gracia y salvación, lleva a la misión. Jesús les exhortó: «Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos» (v. 7). Encuentro y misión no se separan.

Este encuentro personal con Jesucristo también es posible para nosotros, que somos los discípulos del tercer milenio. Cuando buscamos el rostro del Señor, podemos reconocerlo en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino. Y este encuentro también se convierte para nosotros en un tiempo de gracia y salvación, confiriéndonos la misma misión encomendada a los apóstoles.

Hoy se cumplen siete años, el séptimo aniversario de mi visita a Lampedusa. A la luz de la Palabra de Dios, quisiera reiterar lo que dije a los participantes en el encuentro “Libres del miedo”, en febrero del año pasado: «El encuentro con el otro es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo. Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos, pidiendo poder desembarcar. Y si todavía tuviéramos alguna duda, esta es su clara palabra: “En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40)».

«Cuanto hicisteis…», para bien o para mal. Esta advertencia es hoy de gran actualidad. Todos deberíamos tenerlo como punto fundamental en nuestro examen de conciencia, el que hacemos todos los días. Pienso en Libia, en los campos de detención, en los abusos y en la violencia que sufren los migrantes, en los viajes de esperanza, en los rescates y en los rechazos. «Cuanto hicisteis…, a mí me lo hicisteis».

Recuerdo ese día, hace siete años, justo en el sur de Europa, en esa isla… Algunos me contaron sus propias historias, cuánto habían sufrido para llegar allí. Y había intérpretes. Uno contaba cosas terribles en su idioma, y ​​el intérprete parecía traducir bien; pero aquel habló mucho y la traducción fue breve. “Bueno —pensé— ese idioma da más vueltas para poder expresarse”. Cuando llegué a casa por la tarde en la recepción, había una señora —descanse en paz, ha fallecido—, que era hija de etíopes. Ella entendía el idioma y había visto el encuentro a través de la televisión. Y me dijo esto: “Perdone, lo que le dijo el traductor etíope ni siquiera es la cuarta parte de la tortura, del sufrimiento que han experimentado”. Me dieron la versión “destilada”. Esto sucede hoy con Libia: nos dan una versión “destilada”. La guerra es mala, lo sabemos, pero no os imagináis el infierno que se vive allí, en esos campos de detención. Y esas personas sólo vinieron con la esperanza de cruzar el mar.

Que la Virgen María, Solacium migrantium (Ayuda de los migrantes), nos haga descubrir el rostro de su Hijo en todos los hermanos y hermanas obligados a huir de su tierra por tantas injusticias que aún afligen a nuestro mundo.

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Comentarios
9 comentarios en “Francisco sobre los inmigrantes: «No os imagináis el infierno que se vive en los campos de detención»
  1. ¡ Enhorabuena Francisco, porfin hablas del infi erno, aunque sea para propiciar las migraciones masivas ! Predica con el ejemplo y migra a tu Argentina !

  2. La palabra in fier no, sigue prohibida para los comentarios y hay que separarla. Sólo se deja junta si es referida por Francisco. Normal, ya que el suyo tiene fecha de caducidad y al que yo me pueda referir es al otro, al de pa siempre.
    Nada, Francisco. Pues tú también estás enterado de los campos de trabajo chinos, es más, los apoyas. Sobre todo si meten en ellos a los carcas católicos rezarrosarios.
    Y en cuanto a lo que dices de los inmigrantes, también está en tu mano sacarles los colores públicamente a las oenegés, a Soros y a las supranacionales que les obligan a pasar por esos cal varios.
    Y si no lo haces, es porque estás de acuerdo, como con lo que pasa en China.
    Francisco, una cosa es que nos tomes por idiotas y otra muy distinta es que lo seamos.

    1. Completamente de acuerdo Mariela.
      Gracias.

      Recemos¡¡, haber si Arriba se apiadan de nosotros y nos quitan a «éste patético, que de Papa, nada¡» Es lo único accesible que podemos hacer: rezar¡ aunque no sé si factible, porque depende de si Dios nos lo quiere conceder. Yo creo que nos ha querido castigar permitiendo esto, y más que permitirá, aún estamos empezando..¡

      (..y cómo está siendo Señor¡¡ que «éste nos tiene hastiados» ya no hay un rincón del alma, que no lo deteste… cuándo nos lo vas a quitar..¡) Inclina Tu Oído hacia nosotros Señor y Tu Corazón, y Tu decisión de que Así sea¡

  3. Muchos no se imaginan el infierno que se vive en los vientres maternos donde millones de seres humanos son descuartizados o ahogados o envenenados, y no se ve a Francisco viajando a abortorios a protestar, ni celebrando el aniversario de esos viajes.

  4. Muchos no se imaginan el in fierno que se vive en los vientres maternos donde millones de seres humanos son des cuartizados o ahogados o envenenados, y no se ve a Francisco viajando a abortorios a protestar ni celebrando el aniversario de esos viajes

  5. los cristianos asesinados sólo en Nigeria _11.500 cristianos asesinados entre 2006 y 2014, 1,3 millones de desplazados, 13.000 iglesias destruidas, ni siquiera son noticia, ni siquiera para el Papa Francisco.
    Para él los «nuevos crucificados» son los inmigrantes
    (reproche de Silvana de Mari a Francisco)

  6. Lo que si nos imaginamos son las torturas que sufren los católicos en China. Lastima que el ‘santo padre’ no alce su voz para denunciar esos hechos y defenderlos. Tristísimo.

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