Hoy, día de la Anunciación, en la Misa en Santa Marta, el Santo Padre oró por las religiosas que están al lado de los enfermos y de los pobres, recordando de manera especial a las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl que desde hace 98 años dirigen en el Vaticano el dispensario para las familias necesitadas.
(Vatican News)- En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, en la Solemnidad de la Anunciación del Señor, que recuerda la Encarnación de Dios, el Papa Francisco ha rezado por la religiosas de San Vicente de Paúl que en el Vaticano dirigen un dispensario para los pobres y por todas las religiosas que cuidan a los enfermos, en particular en este periodo caracterizado por la pandemia del coronavirus.
“Hoy, fiesta de la Encarnación del Señor, las Hermanas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que sirven en el dispensario de Santa Marta desde hace 98 años, están aquí en la Misa, renovando sus votos junto con sus hermanas en todas partes del mundo. Quisiera ofrecer la Misa de hoy por ellas, por la Congregación que siempre trabaja con los enfermos, los más pobres, como lo ha hecho aquí durante 98 años, y por todas las Religiosas que están trabajando en este momento cuidando a los enfermos y también arriesgando la vida y dando la vida”.
En su homilía, ha dejado espacio a la contemplación del gran misterio de la Encarnación releyendo el Evangelio de San Lucas propuesta por la liturgia para esta Solemnidad (Lc 1, 26-38).
A continuación el texto de la homilía según el pasaje bíblico que la liturgia nos presenta el día de hoy y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube:
El evangelista Lucas podía conocer esto solamente a partir de la narración de la Virgen. Escuchando a Lucas, hemos escuchado a la Virgen que relata este misterio. Estamos ante el misterio. Tal vez en mejor que podamos ahora releer este pasaje, pensando que ha sido la misma Virgen María a narrarlo.
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
“¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”.
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
“No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.
María dijo al Ángel:
“¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?”
El Ángel le respondió:
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”.
María dijo entonces:
“Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”.
Y el Ángel se alejó.
Este es el misterio.
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual.
A continuación la oración recitada por el Papa:
“A tus pies me Postro, ¡oh Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante Tu santa Presencia. Te adoro en el Sacramento de Tu amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha de la Comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a Ti, ¡oh mi Jesús!, y que Tu amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Así sea”.
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Todos los papas desde 1917 han creído y tres han ido a Fátima (Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI), y las profecías se han cumplido. Sin embargo el mensaje de Fátima de 1917, más que ignorado u olvidado, me parece más bien negado. Cuando debería ser repensado hoy, si creemos oportuno aprovechar este momento para confortar y convertir.
En las Sagradas Escrituras se nos dan advertencias claras, si un pueblo no pretende aceptar las profecías, no se arrepiente y no se convierte, no obtiene Misericordia de Dios.
Hay muchos episodios al respecto en el Antiguo Testamento, pero también encontramos el ejemplo de Nínive, donde toda la población (rey incluído) aunque siendo malvada cuanto Sodoma, creyó al profeta Jonás, se arrepintió, hizo penitencia y se salvó.
Estuvo y redujo el mensaje de Fatima a unos términos ridículos, si es que no la profanó. Ojalá eso fuera una película y no la triste realidad, que los papólatras no quieren ver, aunque cada día son menos, afortunadamente.
Allí en Fátima estubo Gog-lio. Un papa? De facto. Gústele, o no, a alguien con cuatro dedos de frente ante hechos claros y contundentes concluirá que fue una elección amañada ( manipulada). San Gallo y muchas tela por cortar. Y la pachamama? Vaya, vaya!!! El asunto no es ingerir, sino digerir. Y en eso poco, pocon.
En el Nuevo Testamento es Jesucristo mismo que llana al arrepentimiento y el perdón como el de Nínive, para dar ejemplo a los fariseos que no le creían.
En el siglo XX, hemos tenido más que un profeta Jonás para advertirnos. En Fátima en 1917 es la mismísima Santa Madre de Dios que nos advirtió que si la humanidad no habría cambiado de vida y no se convertía, la crisis se agravaría. En la segunda parte del secreto revelado por la vidente Lucía, la Virgen Inmaculada anunció castigos que habrían arrasado las realidades temporales, pero que serían evitadas por los hombres si se hubiesen convertido, si se hubiese vencido el ateísmo y consagrado el mundo a Su Corazón Inmaculado. En la práctica María Santísima advirtió que la crisis moral habría producido crisis materiales.
Esta advertencia no fue recibida ni ejecutada como la había pedido la Madre de Dios (hasta Benedicto XVI lo hizo notar). Al contrario, el mensaje desde el vértice de la Iglesia lo ha contradicho en nuestros últimos años, queriendo convencer que es la miseria material y no más el pecado, la que provoca la miseria moral.
El intelectual católico Paul Claudel, (en los años ’50) se declaró turbado porque a pesar de Fátima, los sacerdotes ya no predicaban más sobre el infi erno. El «Temor de Dios», principio de la verdadera sabiduría, ya se había perdido desde entonces; hoy incluso parece burlado y considerado «blasfemia».
Es bueno recordar, antes de referir sobre nuestros últimos tiempos, cuál era el contexto moral que precedió al de 1917.
Bien tres papas, conscientes de lo que estaba sucediendo, proveyeron contra atacando. Pío IX con el Sillabus, León XIII con l’Humanum Genus, y Pío X con la Pascendi. Se estaba gestando el nacimiento del llamado “modernismo”, que debutó a finales del siglo XIX y principios del XX.
El «modernismo» fue un movimiento filosófico que creó la crisis de las certezas ilumin ísticas y generó la «mu erte de Dios» (según Nietzsche). De esto resultó ineludiblemente el modernismo teológico (influenciado además por el agnosti cismo, inmanentismo, evolucionismo) que aunque condenado como heré ico por parte de San Pío X,
logró poner a prueba toda la doctrina católica en discusión, desde la Revelación hasta los Dogmas, los Sacramentos, etc. Resbalando cada vez más hacía una teología protestante,
secularizada, contribuyendo a suscitar los dra mas de un mundo sin Dios y sin paz (se estaba en plena Primera Guerra Mundial). De ahí las apariciones y mensajes de Fátima.
secula rizada, contribuyendo a suscitar los dra mas de un mundo sin Dios y sin paz (se estaba en plena Primera Gue rra Mundial). De ahí las apariciones y mensajes de Fátima.
Extraordinariamente interesante pudiera ser recorrer los tiempos sucesivos, desde 1917 hasta hoy, también porque la humanidad no solo ha vivido la revolución rusa profetizada en Fátima, sino también la gripe «española» de 1918, la II Guerra Mundial, los 40 años de la guerra fría, el Concilio Vaticano II, el nacimiento del Nuevo Orden Mundial y con éste el inicio de un proceso de globalización que prescindía de toda ley natural y que ha generado los descalabros y la crisis en curso: social, económica, política y sobre todo moral.
Sin ser escuchados una vez más, fueron los papas desde Pablo VI , Juan Pablo II y Benedicto XVI, que habiendo comprendido Fátima, buscaron concienciar a la humanidad, que enajenó la libertad sin la responsabilidad, que se complacía en ilusiones y utopías económico-científicas, sociales, políticas y sobre todo morales.
No quiero comentar, con éstas consideraciones, el momento de aflicción actual; propongo solamente releer, considerar y realizar, aún hoy, los mensajes de Fátima, si queremos (evangélicamente ) cumplir el mismo camino y por tanto lograr el mismo resultado, que los habitantes de Nínive: convertidos, perdonados y salvados.
Ettore Gotti Tedeschi
Me sorprende. Como en otras ocasiones…
Aprovechemos el tirón y oremos por el Papa Francisco.
Que toda esta situación dolorosa y su misma edad avanzada, con la Gracia de Jesucristo, logren que este hombre deseche de una vez todo planteamiento meramente humano, y se centre en su único Redentor.
Y una vez confirmado, se dedique a confirmarnos a todos en la santa Fe en Jesucristo.
por cierto, según la enseñanza tradicional de la Iglesia católica, la Virgen es esclava que no sirvienta del Señor.
La esclavitud de amor manifiesta una radicalidad capaz de conducir al hombre, en este caso a la misma Virgen María, a un acto heróico de amor y sacrificio doloroso, como es ver y padecer como madre la tortura y muerte lenta de tu propio hijo, sin poder evitarlo, y aún más doloros, sin querer evitarlo por saber que de ese dolor supremo surge la Redención del género humano.
Por todo ello y mucho más, la Virgen María es esclava de la Santísima Trinidad, y en esa entrega sin fisura halla su perfecta libertad interior.
El que pueda, que entienda.