Cancelar las misas públicas en Roma no es la respuesta al coronavirus

|

«Estad dispuestos a abandonar esta vida mortal y no a las personas asignadas a vuestro cuidado. Caminad entre los que han enfermado debido a la plaga como lo hacéis en la vida, como si fuera un premio; no importa si sólo ganáis un alma para Cristo». San Carlos Borromeo.

(Charles Pope/NCR)- La Escritura nos advierte de la amenaza más seria a nuestro bienestar, a saber: el miedo a la muerte. «Por tanto, lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Hb 2, 14-15).

            Sin embargo, ahora estamos manifestando un ataque de pánico a nivel mundial en relación a un virus que, por muy dañino que sea, no tiene el poder de separarnos «del amor de Cristo» (Rm 8, 35).

            Se puede excusar a los no creyentes, a los que san Pablo describe como «los que no tienen esperanza» (1 Ts 4, 13); pero, ¿qué decir de los obispos y otros líderes de la Iglesia que han sucumbido a la presión y han cancelado las misas públicas mientras que los bares y los restaurantes permanecen abiertos (bien que de manera reducida)? La comida y la bebida son fundamentales para nuestra supervivencia física, pero la Sagrada Eucaristía lo es más para nuestra supervivencia espiritual: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn 6, 53). Y sin embargo, nos indignamos profundamente cuando no hay desinfectante para las manos y mascarillas quirúrgicas, pero muy poco ante los límites asombrosos impuestos a los fieles cristianos y el rechazo absoluto a administrarles los sacramentos.

            ¿Cuáles son nuestras prioridades? Estamos obsesionados con un virus, pero prestamos muy poca atención a los impulsos pecaminosos que pueden matar a nuestra alma para siempre. Demasiados pastores que durante tanto tiempo se han negado a trazar las directrices para recibir de manera válida la Sagrada Comunión han descubierto, de repente, una razón para restringir el acceso a la misma a personas que, incluso de manera muy remota y meramente potencial, podrían ser una amenaza física para su salud.

            Sencillamente les pregunto: ¿nos estamos obsesionando con los detalles? La salud física tiene su lugar, pero también la espiritual tiene el suyo. Y es uno mucho más importante.

            «Estad dispuestos a abandonar esta vida mortal y no a las personas asignadas a vuestro cuidado», dijo san Carlos Borromeo a sus sacerdotes durante la plaga que asoló Milán en 1576. «Caminad entre los que han enfermado debido a la plaga como lo hacéis en la vida, como si fuera un premio; no importa si sólo ganáis un alma para Cristo».

            Me preocupa ver que hemos perdido nuestra valentía y nuestra fe, y que, en este tema, hemos sometido las cosas sagradas al Estado. Cancelar las misas mientras los bares y restaurantes siguen abiertos durante el día es obtuso y evidencia una falta de resolución entre nuestros líderes. San Carlos Borromeo no se amilanó durante la plaga de su tiempo: se ocupó activamente de los fieles, cuidándolos, como debe hacer un sacerdote. E instó a los líderes civiles no creyentes a reconocer que la fe, el arrepentimiento público y el culto eran partes esenciales de toda solución. La crisis de hoy es infinitamente menor que una plaga, pero estamos deseando que un gobierno secular nos diga que cancelemos nuestro culto público.

            Hay quienes dirán que soy un irresponsable por hacer un llamamiento a que se retomen las misas públicas y comunitarias. «La gente se está muriendo», me dirán. Sólo puedo responder diciendo que las almas están muriendo debido al miedo y a la obsesión mundana con la muerte. La muerte nos llegará a todos, y lo más seguro es que no por coronavirus. La cuestión central, la más relevante es: ¿estamos preparados a morir y a enfrentarnos al juicio final?

            Tomemos las precauciones que sean razonables. Lavémonos las manos; evitemos tocarnos la cara; respetemos que haya quien no quiera darnos la mano al saludarnos. Y, sobre todo, no tengamos miedo y pensemos que Dios ya no tiene el control. ¡Vayamos a misa y confiemos en Él! Ahora es el momento de la fe, no el de un insensato abandono de la liturgia, que sigue siendo muestra ancla de salvación en este mundo profano y pecaminoso. ¡Corramos hacia Dios! No huyamos de Él y de sus sacramentos.

            Señor, ¡líbranos de las preocupaciones estúpidas e infieles! Danos la salud. Pero, sobre todo, danos fe, una fe que no tema a los meros ataques al cuerpo, y que, con seriedad, nos recuerde que los ataques al alma son mucho más graves de lo que el mundo piensa. Ayúdanos a preocuparnos por lo que es importante para ti. Nuestros cuerpos morirán, pero nuestras almas perdurarán. Por Tu Gracia, haz que tendamos hacia el alma para que nuestros cuerpos puedan, un día, resucitar a la gloria.

Publicado por Mons. Charles Pope en el National Catholic Register.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
13 comentarios en “Cancelar las misas públicas en Roma no es la respuesta al coronavirus
  1. Por fin va habiendo un poco de sensatez, aunque sea sólo en las palabras, que se sobrepone a tanta histeria que padecemos.

    Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat

  2. Tan importante es lo que se dice como cómo se dice. Toda misa es pública. Rezar el Rosario o hacer la novena de la Gracia, aunque se reúna un millón de personas, son actos de culto privado. Mejor sería decir que se han cancelado las misas con público (o con pueblo).

  3. Aunque todavía no la he leído, creo que muy acertada estará la exhortación apostólica postsinodal «Querida Amazonia» cuando no ha gustado a ninguno de los dos extremos.
    Y con este obispo «Eleganti», salta a la vista que el nombre no hace la cosa (ni la persona). No me parece elegante criticar el magisterio pontificio.

    1. Disfrute Vd la «querida pach am ama». Acierto ninguno. Necesidad nula.

      Vd no conoce a Eleganti. Yo sí. Es como Sarah y como Burke en lo fundamental. Y hace honor a su apellido, humilde y elegante. Y suscribo sus palabras.

      No vamos a buscar rimas a Gelasio…

  4. Acabo de escuchar un testimonio que me ha impactado. Al ex premier de Italia y ex presidente de la Comisión Europea Romano Prodi le preguntaron ayer en una entrevista televisiva qué es lo que más la estaba impactando sobre el virus y la situación que se vive en Italia y su respuesta casi conmovida fue; «en mis 80 años de vida este ha sido el primer domingo que no voy a misa. He ido a misa incluso en Arabia Saudí cuando ha coincidido un viaje y el domingo en mi Bolonia natal no pude ir. Esto me ha marcado». Se pueden decir innumerables cosas de Prodi, muchas de ellas malas y muy malas, pero no sé por que su testimonio ayer me hizo sentir un escalofrío.

  5. Morla +Silivane¿ eres católico? ¡Que poca fe tienes! ¡Que vergüenza!Demasiado racional y descreido. Tratas el Cuerpo, la Sangre de Ntro. Señor como una galleta o un trozo de pan. Me das pena.

  6. Estoy seguro de que cada uno, dentro de sus responsabilidades y de acuerdo con las directrices QUE HASTA HOY SON RECOMENDACIONES, hace todo lo que cree más conveniente para evitar el contagio de un virus de cuyo alcance y gravedad solamente sabemos por cómo está evolucionando y, todo apunta, a que no se sabe prácticamente nada y mucho menos el alcance que puede tener que, hoy por hoy, es muy grave. Así que deberíamos criticar un poco menos y entender, o por lo menos ser comprensivos, con quienes toman decisiones para colaborar con las autoridades sanitarias del mundo.

  7. Evidentemente no crees en la presencia real de Cristo en la Sagrada Forma. La Hostia, no es sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo en su totalidad. Por ende, no puede haber una Hostia contaminada porque Cristo ES PURO, INCONTAMINADO. Por el contrario, quien está en la impureza y en camino de condenación eres tú por negar a Cristo delante de los hombres.

    «Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos».
    —Mateo 10:33

  8. En julio de 1854 se presentaron en Turín los primeros casos de cólera. Don Bosco les dijo a sus jóvenes: “Vosotros estad tranquilos. Si cumplís lo que yo os digo, os libraréis del peligro. Ante todo, debéis vivir en gracia de Dios, llevar al cuello una medalla de la Santísima Virgen, que yo os bendeciré y regalaré a cada uno, y rezar cada día un padrenuestro, un avemaría y un gloria. Mañana haréis una buena confesión y comunión para que yo os pueda ofrecer a todos juntos a la Santísima Virgen, rogándole que os proteja y defienda como a hijos suyos queridísimos. La causa de todo es, sin duda, el pecado. Si todos vosotros os ponéis en gracia de Dios y no cometéis ningún pecado mortal, yo os aseguro que ninguno será atacado por el cólera; pero, si alguno se obstina en seguir siendo enemigo de Dios o, lo que es peor, lo ofendiera gravemente, a partir de este momento yo no podría garantizar lo mismo para él ni para ningún otro de la casa”.

    A pesar de que el cólera hizo estragos entre los v

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles