Una Iglesia tan perfecta que Cristo es una opción

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Rica, eficiente y moderna. Y en crisis. La jerarquía alemana pide en voz alta que se actualice la moral católica para conformarse al mundo y no perder fieles, sin entender, como dijo Benedicto XVI, que es precisamente la «mundanización» el origen de sus problemas.

(Tempi)- A poco de finalizar el sínodo sobre la Amazonia (octubre de 2019), los vicarios generales de diez diócesis alemanas suscribieron un documento en el que se afirma la necesidad de una «reforma fundamental», que modifique «de manera significativa la práctica pastoral actual». Poco después se puso en marcha el recorrido hacia el sínodo de la Iglesia alemana, en cuya organización participa, de manera muy significativa, el Zentralkomitee der deutschen Katholiken (Zdk), el Comité central de los católicos alemanes, de orientación ultraprogresista y que está apoyado por una gran mayoría del episcopado alemán. El Zdk defiende abiertamente una revisión de la ética sexual familiar católica, no solo en lo que atañe al celibato sacerdotal y la ordenación de las mujeres, sino también en respuesta a la espantosa crisis de vocaciones que sufre actualmente la Iglesia alemana. Tras el sínodo amazónico, el vicario general de la diócesis de Essen, Klaus Pfeffer, declaró: «Está claro que Roma no ha entendido la crisis enorme que está atravesando la Iglesia, y no sólo en Alemania, sino en el mundo entero».

            Carl Schmitt escribió en una ocasión que los alemanes, por su inherente espíritu de obediencia, necesitan institucionalizar incluso la desobediencia. No es una explicación, pero sí que es un buen inicio para intentar comprender por qué Alemania se ha convertido en el centro de la crisis. Sería un error pensar que se trata de un movimiento que parte de la base a pesar de la presencia, desde hace años, de realidades laicales como Wir sind die Kirche [Nosotros somos la Iglesia], que empujan a una democratización de la Iglesia católica, que ellos entienden como extender a los laicos, hombres y mujeres, lo que consideran ser las prerrogativas de la jerarquía católica; evidentemente, se trata de una «clericalización» del laicado, algo que desde hace tiempo ya sucede en las parroquias alemanas con la presencia de los llamados «referentes pastorales», hombres y mujeres laicos (que, claro está, reciben un sueldo) que gestionan la pastoral parroquial más allá de lo que permite el derecho canónico. Se dice «mayor participación de los laicos», pero significa laicos que hacen lo que deberían hacer los sacerdotes. En el origen hay una parte de jerarquía que está, desde hace años, en clara y desleal confrontación con Roma. Pocas Iglesias locales están tan institucionalizadas como la alemana, es decir, totalmente centradas en las estructuras de gobierno eclesiástico local. Es aquí donde nacen las «huidas hacia adelante» que se presentan como reformas. Desde hace muchos años, casi todo lo que el «sínodo alemán» quiere obtener de Roma es ya un hecho, ampliamente tolerado, si no deseado, por muchos obispos. Una amiga mía de Bavaria, profundamente creyente, me explicaba con gran dolor el caso de su referente pastoral, una mujer que, después de haber pronunciado una homilía sobre la acogida, se había quedado en el altar mientras se pronunciaba el canon, e incluso había leído una parte del mismo: «En el fondo bastaría con que le quitaran su gran sueldo, así se buscaría otra cosa».

            Es triste decirlo, pero una buena parte de la crisis que afecta a la Iglesia alemana es una cuestión monetaria e institucional, y este es el primer elemento típicamente alemán. El otro es la crisis de fe -y este, ciertamente, no es sólo alemán-, pero en Alemania, como ha sucedido a menudo en los últimos siglos, asume una coherencia intelectual concreta. Por lo demás, nada es más emblemático de este aspecto de la crisis que la imagen de su primado, el cardenal Reinhard Marx, escondiendo la cruz en Jerusalén… Fue él quien gritó al mundo en 2015 eso de que «no somos una filial de Roma y no será un sínodo el que nos diga qué tenemos que hacer en Alemania». La Iglesia católica en Alemania tiene una estructura tan mastodóntica que realmente hay poco espacio en ella para el Espíritu. El papa Benedicto XVI, durante su visita a Friburgo en 2011, pidió que la Iglesia alemana hiciese un entweltlichung, que se alejara del mundo, que hiciera una «demundanización», concepto ya presente en el libro-entrevista de Peter Seewald de 1997, La sal de la tierra, cuando habló precisamente de Alemania, de organizaciones e instituciones tal vez muy eficientes a nivel mundano, pero vacías de espíritu y, por lo tanto, inútiles e incluso dañinas.

Quien no paga no recibe los sacramentos

Al lector no alemán tal vez se le escape qué significa en este contexto «organizaciones institucionales», por lo que es necesario dar datos más concretos, puesto que no estamos hablando sólo de un sistema burocrático complejo y teutónico, sino de una realidad en la que el poder financiero y las innovaciones doctrinales están estrechamente vinculados.

Los orígenes del poder económico de la Iglesia alemana son remotos y exigirían un arduo análisis histórico, pero en el estado actual este poder deriva fundamentalmente de cuatro elementos, a saber: 1) el patrimonio material; 2) las indemnizaciones aún vigentes de las secularizaciones de 1803 y de las sucesivas, heredadas por el Impero tras la unificación alemana, y que han llegado hasta la República federal, que sigue haciéndose cargo de ellas; 3) las financiaciones estatales directas a los organismos e instituciones eclesiales (escuelas, hospitales, universidades, consultorios); 4) la Kirchensteuer o «tasa eclesiástica», sin duda el elemento más problemático, además del más rentable. En Alemania no existe el equivalente a la «X» en la declaración de la renta, sino que es el Estado, basándose en una tradición que se remonta a los acuerdos del siglo XIX y a los estipulados por el III Reich, el que ejerce la función de agencia de recaudación de impuestos para las Iglesias. Se trata de una tasa muy cara si pensamos que la Kirchensteuer de 2018 de veinticinco millones de católicos alemanes (menos de la mitad de los católicos italianos) le supuso a la Iglesia alemana una entrada de 5,6 mil millones de euros (cinco veces más que las entradas que obtuvo la Iglesia italiana con la X en la declaración de la renta). Por lo tanto, el único modo para evitar pagar esta tasa es declarar la propia «salida de la Iglesia» (Kirchenaustritt), que conlleva un procedimiento complejo. Cada ciudadano alemán, o contribuyente que resida en el país, está obligado a explicitar su confesión religiosa o su opción agnóstica con el fin de contribuir a esta tasa. La jerarquía católica alemana ha llegado a negar los sacramentos y los funerales, demostrando una rigidez muy poco misericordiosa, a quienes han declarado su «salida» para evitar pagar dicha tasa. A pesar de ello, las peticiones de «salida» aumentan cada año, con una media anual que va del 0,30% al 0,50% del número total de fieles contribuyentes entre los años 1990 y 2017, con picos de alrededor del 1% en los años 2018 y 2019.

            Son bastantes las figuras relevantes del mundo católico alemán que consideran que, con el fin de frenar este fenómeno, es necesario que la Iglesia «se ponga al día», haciendo que sea más atractiva para el mundo. Lástima que la hemorragia de fieles que quieren dejar de pagar la tasa eclesiástica afecte en igual medida -o incluso con mayor fuerza- a la Iglesia evangélica alemana, la cual ha puesto en marcha desde hace años, o siglos, lo que pretende hacer ahora el catolicismo progresista. Parece que en la tierra de Lutero y la sola scriptura se hayan olvidado del salmo: «El hombre no perdura en la opulencia». Y, de hecho, ni perdura, ni se comprende el nudo decisivo. Además del claro interés personal por pagar menos tasas, del que no están exentos los ciudadanos alemanes, es como si la entweltlichung, la «demundanización» de la Iglesia de la que hablaba Benedicto XVI, la impusiera el mundo, cansado y desmotivado, respecto a un exceso de organizaciones sin alma.

            Por otro lado, también los números de estas organizaciones causan impresión, sobre todo para quien, desde Italia, mira con una cierta envidia los colegios, los hospitales y las obras católicas ampliamente financiados con dinero público. Otra mirada, aunque rápida, a otros números puede darnos una idea sobre esta «falta de espíritu».

Material parapornográfico y esotérico

Según los datos proporcionados por la página web Arbeits-abc, dedicada al mercado de trabajo en Alemania, la Iglesia católica y la Iglesia evangélica, con un millón trescientos mil empleados directos, son los más grandes empleadores del país, justo detrás del Estado y muy por delante de todos los grupos industriales y terciarios alemanes. Casi todo está retribuido: los sacerdotes, los referentes pastorales, los sacristanes, el encargado de tañer las campanas, los organistas (lo que, de por sí, no es malo); todo ello sostenido por una eficiente y compacta organización eclesiástica, a la que a menudo le cuesta encontrar las razones auténticas que motivan una presencia de obras de inspiración religiosa en una sociedad en su mayor parte secularizada.

            Es el caso de los consultorios católicos, que se remonta a mediados de los años 90 y que fue motivo de desavenencias entre la Conferencia Episcopal alemana y Juan Pablo II, hoy en día silenciado para no crear situaciones embarazosas. Los consultorios, como casi todas las obras vinculadas a las dos grandes Iglesias, están financiados en su mayor parte por la Federación, pero siguiendo condiciones muy concretas. De hecho, según los mecanismos legislativos que regulan el aborto en Alemania, este sólo es posible tras la presentación de una certificación emitida por un consultorio público o reconocido por el Estado. Es lo que sucede, de hecho, en los casi cuatrocientos consultorios católicos que, para estar en regla con la normativa federal y, así, poder recibir la financiación, deben contemplar y aplicar esta posibilidad.

            Sucede algo similar con la célebre cadena de ventas online y directa de medios de comunicación, libros y objetos de decoración, Weltbild, cuyo paquete accionario está mayormente en manos de doce diócesis alemanas. En 2008, un grupo de iniciativa católica recogió setenta páginas de documentación que demostraba la venta de material parapornográfico y esotérico, sin que esto causara reacciones por parte del episcopado involucrado, salvo recordar que Weltbild sí que es una sociedad controlada [por parte del episcopado], pero que tiene un grupo directivo autónomo que responde a las leyes del mercado. Pecunia non olet [«El dinero no huele»], se decía en los tiempos del emperador Vespasiano, pero las cosas no parecen haber cambiado. Son sólo algunos ejemplos, pero el caso de Weltbild, totalmente olvidado hoy en día desde el punto de vista mediático, tiene un espesor metafórico dado que Weltbild significa «imagen del mundo», mientras que la Escritura invita a los creyentes a ser «luz del mundo».

Cristianismo sin Absoluto

Es indudable que el poder económico y la necesidad de garantizarlo tiene mucho que ver; sin embargo, al menos brevemente, es necesario preguntarse qué ha causado que estas imponentes y, a su modo, eficientes organizaciones se vacíen de espíritu. La crisis de las instituciones es siempre, ante todo, crisis de las personas y de las ideas que las sostienen. Las obras y las instituciones sostenidas por motivaciones profundas pueden hacer, de por sí, cosas maravillosas. Si esto no sucede, es porque falta algo que es fundamental. Parafraseando al cardenal Biffi, tal vez se ha separado la necesidad de ser creíbles de esa otra necesidad fundamental, la de ser creyentes. Hans Urs von Balthasar captó perfectamente el «caso auténtico» en Cordula, cuando advirtió contra un cristianismo sin Absoluto, reducido a un humanitarismo del cristianismo anónimo: «¿Quién es el cristiano? El que compromete su vida por los hermanos, porque él mismo debe la suya al Crucificado. Pero, ¿qué puede dar realmente a sus hermanos? No sólo las cosas visibles: su don -lo que le ha sido dado a él- hunde sus raíces en las cosas invisibles de Dios».

            Si hay cisma, o si lo habrá, el nudo de la cuestión es precisamente este; sin embargo, el hecho de que, indirectamente, no toda la Iglesia y la jerarquía alemana se sitúe -o se situará-, en esta línea de ruptura indica que, en Alemania, hay algo más.

Publicado por Giuseppe Reguzzoni en tempi.it.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
17 comentarios en “Una Iglesia tan perfecta que Cristo es una opción
    1. Creo que la crisis de toda oa Iglesia no solo alemana, es lo financiero, el hecho que no se acepte a la mujer ni en el diaconado menos al sacerdocio es por no compartir con ella losbienes eclesiales, un sin numero de religiosas no han tenido salario ( como la suscriotora), ni tredicesime, ni utilidades ni incapacidades, es lamentable que lo financiero sea lo que frena ciertas inclusiones, en cuanto a las vocaciones, no es el aspecto eclesial la que esta en crisis, es el cambio social que se ha dado en las familias, las parejas ya no desesean tener hijos, en europa la natalidad ha bajado cinsuderablemente, y las matrimonios de hoy mas de tres hijos no tienen, las vicaciones vienen de la familia y si ya no hay familia porque nuevas ideologias las quieren deshacer, Dios guie nuestros pasos por el camino de la paz»

  1. De lo que hay en el corazón habla la boca. Si esa mayoría de eclesiásticos alemanes ya no creen en Jesús, bueno más bien desvirtúan la doctrina del Señor, sin darse cuenta (¿?)… ¿cómo van a recuperar ovejas del rebaño que ya dejaron de serlo? Es imposible.
    También es cierto que hay una minoría en Alemania que sigue siendo fiel a Jesucristo. Oremos por ellos, para que logren, de nuevo, ser fermento en una masa amorfa, vacía y tendente a la autodestrucción.

  2. La falta de fé, y por tanto, de relación con Dios, creo que es el principio por el que se vuelve la mirada a la mundanización.
    Además de en Alemanía, también empapa a muchas organizaciones de la Iglesia.
    Gran estupor y dolor al ver como se suman, además de por toda la infiltración, por buenismo, protagonismo pueril, y seguramente dinero, a las agenda 2030 de esa ONU.
    Pero el origen creo que es el mismo: falta de relación con Dios.

    1. En cuanto Dios decida comunicarse con los hombres y dejar de ignorarnos estaremos contentísimos de hablar con él, por ahora solo tenemos un grupo de gente que afirma que inspiró la Biblia pero que tienen las mismas pruebas de lo que dicen que de que mi abuela era Napoleón

  3. Me da miedo que vaya usted al in fierno, Padre Belzu. Y que arrastre a otros con usted. Hay mucho simple dándole la razon. Mis rezos sirven de poco, pero le doy uno.🙏

  4. Al contrario. Cuando nos daremos cuenta?

    Se trata de liquidar la Iglesia católica. NMo pretenden incrementar el numero de fieles con esas medidas, sino disminuirlo más rápidamente, y sustituirlo con increyentes. Son lobos. Ni siquiera prentenden ser pastores. Ya está bien de decir que no entienden, que no aprenden que siguen un camino equivocado.

    Siguen su camino correcto, planificado desde hace tiempo: el de liquidar a Cristo y crear la iglesia patriótica del Nuevo Orden Mundial. Cuanto menos fieles, mejor para ellos. Por favor, basta ya de retóricas que disimulan lo profundo del problema.

  5. Ni siquiera cabe ya conceder el argumento, para rebatirlo, de que con esas medidas pretenden mejorar el número de fieles. Es como si ante un misil en pleno vuelo se concede el argumento de que quizá es para hacer un pozo en el extra-radio de la ciudad.

    1. Hombre, seamos serios, tampoco parece que al mudo le entusiasme golpearse con un cilicio y rezar el rosario, o por lo menos esa impresión me da, no se si esas cosas atraerian a muchos, como no sea a pervertidos sadomasoquistas no creo que le entusiasmara a mucha gente

  6. El sistema de pago a grupos religiosos se hizo después de la guerra mundial, donde ganaron las potencias masónicas, precisamente con ese propósito: crear en Alemania, ocupada desde entonces hasta el tuétano y hasta nuestros días y Merkel es su última marioneta. Crear, digo, un funcionariado religioso de agentes encargados de destruir todas las religiones cristianas y darles todos los medios para conseguirlo.

  7. El problema es la mundanización, por eso los seguidores de Trento llenan cada esquina de cada de ciudad del mundo!!!!, los jóvenes abrazan con entusiasmo la regla de San Bruno, se ve un completo entusiasmo del mu do por lo carca, no se como los alemanes no se dan cuenta

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