El Papa carga contra el «drama» del consumismo: «casas llenas de cosas pero vacías de niños»

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Ayer, primer domingo de Adviento, el Santo Padre presidió por la mañana la celebración eucarística de la comunidad católica congoleña en Roma, en el altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, con ocasión del 25º aniversario de la fundación de la Capellanía Católica Congoleña en Roma.

Durante la homilía, el Papa arremetió contra el «virus» del consumismo, «que mina la fe desde la raíz», porque «te hace creer que la vida depende sólo de lo que tienes», y de esa forma «te olvidas de Dios que viene a tu encuentro y de los que te rodean».

Entonces «se vive de cosas y no sabe para qué», dice el Papa, «se tienen muchos bienes pero ya no se hace el bien; las casas se llenan de cosas pero se vacían de niños», continua el pontífice, asegurando que este es el drama de nuestro tiempo, «el invierno demográfico que estamos sufriendo».

Publicamos a continuación la homilía pronunciada por el Papa después de la proclamación del Evangelio, ofrecida en español por la Oficina de prensa de la Santa Sede:

Homilía del Santo Padre

Papa Francisco: Boboto (paz)

Asamblea: Bondeko[fraternidad]

Papa Francisco: Bondeko[fraternidad]

Asamblea: Esengo[alegría]

En las lecturas de hoy aparece a menudo un verbo, venir, presente tres veces en la primera lectura, mientras que el Evangelio concluye diciendo que «viene el Hijo del Hombre» (Mt 24,44). Jesús viene: el Adviento nos recuerda esta certeza ya desde el nombre, porque la palabra Adviento significa venida. El Señor viene: esta es la raíz de nuestra esperanza, la certeza de que entre las tribulaciones del mundo viene a nosotros el consuelo de Dios, un consuelo que no está hecho de palabras, sino de presencia, de su presencia que viene entre nosotros.

El Señor viene; hoy, primer día del año litúrgico, este anuncio marca nuestro punto de partida: sabemos que, más allá de cualquier acontecimiento favorable o contrario, el Señor no nos deja solos. Vino hace dos mil años y vendrá de nuevo al final de los tiempos, pero viene también hoy en mi vida, en tu vida. Sí, esta vida nuestra, con todos sus problemas, sus ansiedades e incertidumbres, es visitada por el Señor. He aquí la fuente de nuestra alegría: el Señor no se ha cansado y no se cansará nunca de nosotros, desea venir, visitarnos.

Hoy el verbo venir no se conjuga solo para Dios, sino también para nosotros. De hecho, en la primera lectura Isaías profetiza: «Pueblos numerosos vendrán y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor»». (2,3). Mientras que el mal en la tierra se deriva del hecho de que cada uno sigue su propio camino sin los otros, el profeta ofrece una visión maravillosa: todos van juntos  al monte del Señor. En el monte estaba el templo, la casa de Dios. Isaías nos transmite, pues, una invitación de Dios a su casa. Somos los invitados de Dios, y el que es invitado es esperado, deseado. “Venid, -dice Dios- «porque en mi casa hay lugar para todos». Venid, porque en mi corazón no hay un solo pueblo, sino todos los pueblos».

Queridos hermanos y hermanas, habéis venido de lejos. Habéis dejado vuestros hogares, habéis dejado afectos y cosas queridas. Llegados aquí, encontrasteis acogida junto con  dificultades e imprevistos. Pero para Dios, siempre sois bienvenidos. Para Él nunca somos extraños, sino hijos esperados. Y la Iglesia es la casa de Dios: aquí, por tanto, sentíos siempre en casa. Aquí venimos para caminar juntos hacia el Señor y realizar las palabras con las que termina la profecía de Isaías: «Vayamos, caminemos a la luz del Señor» (v. 5).

Pero a la luz del Señor, se pueden preferir las tinieblas del mundo. Al Señor que viene y a su invitación a ir a Él se le puede responder «no, no voy». A menudo no se trata de un «no» directo, descarado pero taimado. Es el no del que Jesús nos advierte en el Evangelio, exhortándonos a no hacer como en los «días de Noé» (Mt 24,37). ¿Qué pasaba en los días de Noah? Sucedía que, mientras algo nuevo y perturbador estaba a punto de llegar, nadie hacía caso, porque todos pensaban sólo en comer y beber (cf. v. 38). En otras palabras, todos ellos limitaban sus vidas a sus propias necesidades, se contentaban con una vida chata, horizontal, sin empuje. No se  esperaba a nadie, sólo la pretensión de tener algo para uno mismo, para consumir. Espera del Señor que viene, y no pretensión  de tener nosotros algo que consumir. Esto es el consumismo.

El consumismo es un virus que mina la fe desde la raíz, porque te hace creer que la vida depende sólo de lo que tienes, y así te olvidas de Dios que viene a tu encuentro y de los que te rodean. El Señor viene, pero tú sigues los apetitos que te vienen; el hermano llama a tu puerta, pero te molesta porque trastoca tus planes – y esta es la actitud egoísta del consumismo. En el Evangelio, cuando Jesús señala los peligros de la fe, no se preocupa de los enemigos poderosos, de la hostilidad y de las persecuciones. Todo esto ha sido, es y será, pero no debilita la fe. El verdadero peligro, en cambio, es lo que anestesia el corazón: es depender del consumo, es hacerse pesado y dejar que el corazón se olvide de las necesidades. (cf. Lc 21, 34).

Entonces se vive de cosas y no sabe para qué; se tienen muchos bienes pero ya no se hace el bien; las casas se llenan de cosas pero se vacían de niños. Este es el drama de hoy: casas llenas de cosas pero vacías de niños, el invierno demográfico que estamos sufriendo. El tiempo se desperdicia con pasatiempos, pero no hay tiempo para Dios ni para los demás. Y cuando se vive para las cosas, las cosas nunca son suficientes, la codicia crece y los demás se vuelven obstáculos en la carrera y así se termina por sentirse amenazado y, siempre insatisfechos y enfadados, sube el nivel de odio. «Quiero más, quiero más, quiero más…». Lo vemos hoy  allí donde reina el consumismo: ¡cuánta violencia, incluso solamente verbal, cuánta rabia y deseo de buscar un enemigo a toda costa! Así, mientras el mundo está lleno de armas que causan muertes, no nos damos cuenta de que seguimos armando nuestros corazones con la rabia.

Jesús quiere despertarnos de todo esto. Lo hace con un verbo: «Velad» (Mt 24,42). «Estad preparados, velad». Velar era tarea del centinela, que vigilaba  despierto mientras todos dormían. Velar es no ceder al sueño que envuelve a todos. Para poder velar necesitamos tener una esperanza cierta: que la noche no durará siempre, que amanecerá pronto. Es lo mismo para nosotros: Dios viene y su luz iluminará hasta las tinieblas más espesas. Pero a nosotros hoy nos toca vigilar, velar: superar la tentación de que el sentido de la vida es acumular – es una tentación, el sentido de la vida no es acumular -, nos toca a nosotros desenmascarar el engaño de que uno es feliz si tiene tantas cosas, resistir a las luces deslumbrantes del consumo, que brillarán en todas partes durante este mes, y creer que la oración y la caridad no son tiempo perdido, sino los tesoros más grandes.

Cuando abrimos nuestro corazón al Señor y a nuestros hermanos y hermanas, llega el precioso bien que las cosas no nos pueden dar y que Isaías anuncia en la primera lectura, la paz: «Forjarán de sus espadas azadones y de sus lanzas podaderas; No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra» (Is 2,4). Son palabras que también nos hacen pensar en vuestro país. Hoy rezamos por la paz, gravemente amenazada en el Este del país, especialmente en los territorios de Beni y Minembwe, donde estallan los conflictos, alimentados también desde fuera, en el silencio cómplice de muchos. Conflictos alimentados por los que se enriquecen vendiendo armas.

Hoy recordáis a una bella figura, la beata Marie-Clémentine Anuarite Nengapeta, violentamente asesinada no sin antes decirle a su verdugo, como Jesús: «Te perdono, porque no sabes lo que haces». Pidamos por su intercesión que, en nombre de Dios-Amor y con la ayuda de las poblaciones vecinas, se renuncie a las armas, por un futuro que no sea ya de unos contra otros, sino de unos con otros, y se pase de una economía que se sirve de la guerra a una economía que sirve a la paz.

El Papa Francisco: El que tenga oídos para oír.

Asamblea: Oiga

El Papa Francisco: El que tenga corazón para asentir.

Asamblea: Asienta.

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Comentarios
24 comentarios en “El Papa carga contra el «drama» del consumismo: «casas llenas de cosas pero vacías de niños»
  1. Me temo que en Cuba y Venezuela, sus opciones políticas preferidas, junto con la China de sus saludos cordiales, no gozan de un consumo saludable y medianamente digno. Francis condena los excesos, pero nunca los defectos hasta el hambre y la quiebra de la salud en la Venezuela de su amigo Maduro, bendecido hasta con la señal de la cruz.

    1. Vale estamos de acuerdo, eliminamos el consumismo, cerramos las grandes superficies, en Navidad nada de regalos, y a comer lentejas, fuera móviles, secadores de pelo, tabletas, cosméticos, peluquerías etc.. Cuanta gente iría al paro?. Si la gente estuviera en el paro. Que hacemos con esos inmigrantes que quiere Francisco que acojamos? Cuánto dinero se echaría el domingo en la misa. La mayor parte de la gente no tendría que hacer la Declaracion de la renta, entonces esa crucecita para que serviria.

        1. Otro calumniador ..

          El Papa se refería a la maternidad y paternidad IRRESPONSABLES …. NUNCA A LAS MADRES CATÓLICAS de familia numerosas responsables .

      1. teresita. Me parece estupendo que quieras defender a Francisco a capa y espada, pero no mientas. Se dirigió a las parejas católicas. Cito textual: «… para ser un buen católico no hay que tener hijos «como conejos»
        Digo yo, que para ser un buen católico habrá que tener los hijos que quiera Dios que pueden ser O, 1, 2, 3, 4, 5,… 9, según su Divina Voluntad tenga establecido.
        Pero claro, el prefiere humillar con descalificativos a los matrimonios que quieren cumplirla.
        Coincido con Chimo Vice. No se refirió ni se referirá jamás con insultos a las mulsulmanas. Ni falta que hace.
        Sólo pedimos que a los católicos nos deje en paz y no porque sus insultos nos ofendan, sino porque además de seguirle el juego a la ONU, hace el ridículo.

        1. Tú cuántos hijos tienes??? Porque ustedes los fariseos y las fariseas gustan de hacer fardos pesados y los cargan sobre los hombros de los demás. Yo he visto viejas fanaticas contra los métodos anticonceptivos y solo tienen dos hijos. Menudo morro se manejan.

  2. A primera vista leí: «El Papa carga contra el drama del COMUNISMO»…guau! me dio un vuelco el corazón…!!! Pero no…imposible, si es admirador del comunismo….

  3. Sra. TERESITA, su santidad dijo LITERALMENTE, para ser buen catolico no hace falta hacer o parir hijos como conejas, usted se permite llamarme calumniador y antes tendría qe documentarse, en cuquiercaso, hay otros opiniometros de aplaudidores asentadores de cabeza pelotas demas pelotas de oro donde usted leeria las opiniones qe qiere leer

        1. Ahora te pones dramática Tony, Teresita no te ha insultado, en cambio tú si que insultas la fe de nosotros los católicos al calumniar al Santo Padre Francisco.

    1. Pues oiga decir “las madres católicas paren como conejas”, no es lo mismo que decir “para ser buen católico no hace falta hacer o parir hijos como conejas”, no se en que colegio estudiaste pero tu profesor de lengua te tendría que haber suspendido.

      1. José. Dices:
        no es lo mismo que decir “para ser buen católico no hace falta hacer o parir hijos como conejas”.
        Y de ahí se infiere que las madres católicas con muchos hijos, son conejas.
        Pero vamos, ya estamos acostumbrados al lenguaje suave y agradable de Francisco.

      2. Tristemente muchos aquí,carecen de comprensión lectora,y de Entendimiento,don del Espíritu Santo,así que no es de extrañar,que todas sus interpretaciones estén orientadas a denostar al Santo Padre.

  4. Vale, que sí, que todos hemos comentado alguna vez (incluso lo hacemos a menudo, yo diría que todos) que qué barbaridad se consumismo, tenemos demasiadas cosas, los niños están atiborrados…. Pero vale, repetir ese lugar común (que no digo no sea verdad) como pontificando, nunca mejor dicho, ¿para qué sirve? ¿Qué alternativa propone? ¿Que nos enseña, o cómo nos anima o nos orienta? Todas las Navidades la misma historia en todas las bocas, periódicos, homilías. «Hay mucho consumismo». ¡Hablad de otra cosa, abridnos otro horizonte!

  5. «….como cuando dijo que las madres católicas «paren como conejas..»

    No es lo mismo que..

    «….para ser buen catolico no hace falta hacer o parir hijos como conejas ..»

    «Pero ni la moral católica ni la implosión demográfica requieren «que el cristiano deba hacer hijos en serie» y comentó haber regañado «a una señora embarazada del octavo hijo, que llevaba siete cesáreas y necesitaría otra: ‘Pero, ¿quiere dejar huérfanos a siete? Eso es tentar a Dios’»

    El Papa relató haberle dicho que «eso es una irresponsabilidad. Y ella: ’No, yo confío en Dios’. Pero mira, Dios te da los medios para ser responsable. Algunos creen que para ser buenos católicos –perdonadme la palabra- debemos ser como conejos. No: paternidad responsable».

    1. teresita. ¿Una pareja que tenga 7 hijos es menos responsable que la que tiene 2? Para los ojos del mundo sí, pero que lo diga Francisco, tiene tela. En todo caso, dependerá de cada familia ¿no?
      En una casa con muchos hijos, no hay ni tablets, ni móviles ni chismes de esos para todos y para alguien como Francisco que le preocupa mucho el consumismo, la familia numerosa es digna de tener en cuenta.

    2. Hacer hijos en serie!!!
      Pero qué barbaridad.
      Los únicos que hacen hijos en serie son los vientres de alquiler y las clínicas de inseminación artificial, que tratan a las mujeres como si fueran ganado y a los niños, como si fueran productos de consumo.
      Una familia amorosa, trae hijos al mundo por amor a Dios y a su prole.
      Esa madre de tantos hijos hace bien en confiar en Dios, pues no quedará defraudada.
      Si hace caso a Francisco, la cosa no está tan clara.

  6. Francis sostiene a capa y espada a su connacional Sanchez Sorondo, quien dijo que China es la plasmación más acabada de la doctrina social de la Iglesia y que, en aras del medio ambiente, había que tener sólo un hijo, dos como máximo.

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