Aquellos que se sentían consternados por la dramática transformación del Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia de Roma no podrán encontrar descanso en los nuevos nombramientos. Miembros de largo recorrido en la facultad, como Livio Melina y Stanislaw Grygiel, han sido despedidos, y la misión del Instituto, redefinida bajo la guía del arzobispo Paglia, el nuevo Gran Canciller. El padreMaurizio Chiodi se ha incorporado al instituto en este otoño. Está programado que imparta un seminario titulado “Conciencia y discernimiento: texto y contexto del capítulo 8 de Amoris Laetitia”. Así, tal y como se esperaba, Amorisse situará en el centro de la actividad del Instituto; los trabajos del papa San Juan Pablo II serán relegados a la marginalidad. De hecho, una ojeada superficial a las programaciones de los cursos muestra que las obras de Juan Pablo II tan solo se leerán en unos pocos.
El padre Chiodi es un teólogo moralista, conocido por apoyar la anticoncepción artificial – la cual, explica, podría ser un imperativo moral para algunas parejas casadas en ciertas circunstancias. En contra de la Familiaris Consortio (la exhortación de Juan Pablo II sobre la familia) y la Humanae Vitae. El padre Chiodi rechaza la idea de que la anticoncepción artificial sea siempre intrínsecamente mala. En el espíritu de Amoris Laetitia, también ha argumentado que, bajo ciertas condiciones, parejas del mismo sexo pueden mantener relaciones sexuales si esto resultaba ser la mejor manera de tener una buena relación.
Alpadre Chiodi se unirá en elInstituto el padre Pier Davide Guenzi, otro defensor de las relaciones sexuales para parejas del mismo sexo. Impartirá un curso llamado “Antropología y ética del nacimiento”. El padre Guenzi tiene una visión distinta sobre la ley natural y su aplicación. En una entrevista para el periódico de los obispos italianos, Avvenire, explica cómo “la ley natural debe ser continuamente repensada [y] …desarrollada en el contexto de una lectura teológica de la realidad”.Continúa alabando el “potencial” del “enriquecimiento mutuo” derivado de las relaciones entre personas del mismo sexo, recalcando que “el vínculo entre hombre y mujer no agota todas las posibilidades de la expresión del amor humano, ni siquiera desde el punto de vista afectivo”.
Ambos, nuevos miembros de la facultad, suscriben posiciones teológicas incompatibles con la doctrina católica y la Tradición, como se establece claramente en el Catecismo. Es más, sus heterodoxas opiniones no podrían estar más en desacuerdo con las enseñanzas y escritos del papa Juan Pablo II.
En una reciente polémica, organizada en el periódico vaticano L’Osservatore Romano,el padre Chiodi defendía los cambios acaecidos en el Instituto – cambios que, según él, se han magnificado erróneamente por parte de los conservadores. A pesar de que los eventos de este verano han estado cargados de drama, evita usar términos como “purga” y “lucha de poder” para describir este desalentador episodio. Para el padre Chiodi, estos cambios reflejan, simplemente, la evolución natural de la teología moral, cambios que ahora deben institucionalizarse. La teología moral es una dinámica y, en cierto grado, históricamente contingente; siempre necesita una “actualización”. La fidelidad a la Palabra, dice, no debe converger con una adhesión a normas morales objetivas y abstractas que se encuentran desligadas del “drama de la historia”.
A la vez que condena el subjetivismo puro, el padre Chiodi se distancia de cualquier tipo de teología moral que tome forma de “conocimiento objetivo” dedicado a “establecer lo legítimo y lo ilícito, lo permitido y lo prohibido”. Haciéndose eco de Amoris Laetitia, describe esta forma de comprender la moral como “una moral de fría mesa de escritorio” que suplica el calor de la sensibilidad pastoral.
El padre Chiodi también consuela a sus atribulados lectores, asegurándoles la continuidad de Amoriscon las enseñanzas de los predecesores de Francisco, incluyendo la Humanae Vitae de Pablo VI y la Veritatis Splendor de Juan Pablo II. Estas encíclicas y exhortaciones forman un conjunto orgánico que expresa distintos matices de la doctrina moral del catolicismo. No podemos “oponernos” a estos documentos papales sino que debemos pensar en ellos desde una perspectiva unitaria.
Esta retórica amable – tan propia del Vaticano estos días – es falsa y contradice el modo como muchos de los aliados de Francisco describieron la Amoris Laetitia. El cardenal Pietro Parolin, secretario de estado del Vaticano, habló sobre Amoriscomo un “cambio de paradigma” en la Iglesia. El cardenal Blaise Cupich, arzobispo de Chicago, reiteró el mismo mensaje, describiendo, portentosamente, a Francisco como “un nuevo paradigma del catolicismo”. Esta descripción de Amoris Laetitiadifícilmente podría sugerir la continuidad y la tan benigna unidad que proclama el padre Chiodi. Además, Amoris Laetitia no contiene referencias a Veritatis Splendory no hace ningún esfuerzo por constituir su razonamiento fundamental en ninguna de sus ideas.
En Amoris Laetitia, el papa Francisco declara, de forma descarada, que la conciencia de una persona puede reconocer “con sinceridad y honestidad” que actuar en contra de una norma moral objetiva (como la prohibición del adulterio) es lo “que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites”. Esta enseñanza no es un desarrollo de los principios expuestos en Veritatis Splendor, sino una contradicción directa de los mismos. En flagrante contraste con la exhortación del papa Francisco, Juan Pablo II alerta sobre la legitimación de las “soluciones pastorales” o la justificación de una “hermenéutica creativa” según la cual la “conciencia moral no estaría obligada en absoluto, en todos los casos, por un precepto negativo particular”. Por lo tanto, existen tensiones obvias e irreconciliables entre Amoris Laetitia y la doctrina ortodoxa de Veritatis Splendor, firmemente enraizada en la Tradición y la Escritura.
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Ambos nombramientos, ciertamente poco alentadores, parecerían dar nuevas esperanzas a las frustradas ambiciones de los revisionistas de la teología moral. Este progresose interrumpió en 1993, con la publicación de Veritatis Splendor, la obra maestra de Juan Pablo II en la reflexión de la teología moral. Esta encíclica, hoy ignorada virtualmente en el Instituto que lleva su nombre, enriquece la tradición de la ley moral y defiende la permanencia de la verdad moral. Tanto Chiodi como Guenzi, por otra parte, remarcan cómo la ley moral debe cambiar o “actualizarse” en respuesta la evolución cultural e histórica que se experimenta. De otra forma, acabaríamos con una teología abstracta y petrificada que deriva de normas morales derivadas de esencias universales. Pero lejos de ser fría y abstracta, la ley natural expuesta por Juan Pablo II, así como por teólogos ortodoxos como el profesor John Finnis de Oxford, comienza con principios concretos de razón práctica que delimitan los aspectos básicos del desarrollo humano y del bienestar. El tema que nunca ha sido sinceramente abordado por Chiodi y los moralistas liberales que atacan el esencialismo de la ley natural es cómo puede ser que la naturaleza humana, en sus posibilidades fundamentales de realización, jamás haya cambiado. Estas posibilidades se entienden en términos de bienes humanos fundamentales, hacia las cuales se ordenan. El papa Juan Pablo II las denomina bona honesta.Incluyen la vida y la salud, el conocimiento de la Verdad y la Belleza, la amistad, y, no menos importante, el matrimonio. Como señala el profesor Germain Grisez de la Universidad Mount St. Mary, no podemos encontrar una persona o una cultura que consideren que estos no sean propósitos de la humanidad.
El matrimonio es un bien intrínseco. Como institución social, sus convenciones pueden variar de una cultura a otra, pero las esencias del mismo permanecen inalteradas: la auténtica comunión marital requiere complementariedad sexual, indisolubilidad y exclusividad a fin de poder desarrollarse adecuadamente.
Esta realidad moral no puede ser jamás modificada o abolida sin abolir el mismo bien que es el matrimonio. Una prohibición absoluta del adulterio protege este bien y permite a una pareja anclar su vida en un matrimonio duradero y fructífero. Chiodi tal vez tildase esto de “conocimiento objetivo”, pero la verdad moral del matrimonio puesta de manifiesto por la fe y la razón no puede ser expulsada por nuevas experiencias.
Veritatis Splendortrata de “recordar ciertas verdades fundamentales de la fe católica” que han sido descartadas por prominentes teólogos post-conciliares, que deseaban un código moral más complaciente. Amoris Laetitiaes celebrada, precisamente, por su flexibilidad moral, y su tarea en el Instituto es acelerar el desplazamiento de estas “verdades fundamentales” expuestas por Juan Pablo II. Pero este repudio del legado de Juan Pablo II es el repudio de una poderosa voz en la épica y final batalla para salvar el matrimonio y la familia del abismo de la Revolución Sexual.
Publicado por Richard A. Spinello en Crisis Magazine.
Traducido por Verbum Caropara InfoVaticana.
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Todo deriva de los amores adulterinos de Leticia, que ya puede comulgar en pecado mortal, el mejor pasaporte al infierno. ¿ Cuantas Leticias y Leticios se encontrarán allí con un Francis bendecidor de sus pecados ?
«En el espíritu de Amoris Laetitia, también ha argumentado que, bajo ciertas condiciones, parejas del mismo sexo pueden mantener relaciones sexuales si esto resultaba ser la mejor manera de tener una buena relación.»
La mejor manera de tener una buena relación entre dos personas del mismo sexo, en el caso de que se atraigan fisicamente, es no tener ninguna. No puede existir una «buena relación ofendiendo a Dios».
Esto es de cajón de pino de madera, no puedo comprender como se puede decir semejante disparate, ni como se puede ser sacerdote, y menos dar clases a nadie, cuando no se conoce la ley de Dios.