Se aprueba la eutanasia bajo el gobierno italiano ‘bendecido’ por la Curia

Bajo el gobierno Conte 2, que tanto ha hecho la Curia por conseguir y cuya formación tanto aplaude, acaba de aprobarse una forma de eutanasia, la cuña necesaria. ¿Descartados? ¿Qué descartados?

Escribe Su Santidad en la introducción del libro, recién presentado, ‘El alfabeto verde del Papa Francisco: salvar la tierra y vivir felices’ que el cambio climático “no es una exageración o la fantasía de alguien que se divierte desestabilizando”. Y aunque en esto la opinión del Santo Padre no tiene más valor que la de cualquier otro, no siendo materia de fe el asunto ni él un experto climatólogo, doy la idea por buena como hipótesis de trabajo, por mor del argumento.

Digamos que el Cambio Climático, tal como lo presenta el tan cacareado ‘consenso’ científico, es cierto de toda certeza. Aun en ese caso, habría que añadir que entre esos mismos científicos no hay consenso sobre cuánto, cuándo, si es posible revertir realmente el fenómeno y, lo más importante, por qué todo el mundo que defiende esta tesis da por hecho que será catastrófico un aumento de la temperatura media del planeta que, cuando se ha producido en épocas históricas (el Óptimo Medieval, por ejemplo), se ha traducido en una sensible mejora de las condiciones de vida.

Es una versión actualizada de la historia bíblica de la Torre de Babel esta arrogancia moderna de pensar que podemos decidir el clima y que sabemos cuál es el que le conviene a nuestro planeta, que lo ha estado cambiando alegremente sin pedirnos permiso (más que nada, porque aún no existíamos) a lo largo de su historia geológica. Y eso hace especialmente desconcertante que la jerarquía eclesiástica se meta con tal entusiasmo en semejante camisa de once varas.

Lo que sí sabemos, en cambio, lo que no necesitamos ‘expertos’ ni autoridades científicas para saber y entender, es que nuestra civilización no necesita esperar que el clima mate, porque ya lo hace ella. El aborto legal es ya la ley de la tierra indiscutida en todo Occidente, y sigue extendiéndose por más y más países, y sus víctimas se cuentan por millones. Con la misma aparente inexorabilidad avanza la eutanasia, cuya deriva puede verse en países como Holanda y Bélgica, hacia una ampliación cada vez mayor de los casos. Se mata a los niños por nacer, se mata a los enfermos y ancianos inservibles para la maquinaria productiva: he aquí un grupo de ‘descartados’ a los que se descarta de un modo bastante más definitivo que a los ilegales devueltos a su país.

¿Por qué este ejemplo que clama al cielo de la ‘cultura del descarte’ queda eclipsado en las prioridades de la Curia y los obispos? Por supuesto, Su Santidad ha hablado, y muy claramente, contra el aborto y la eutanasia. Pero decir eso y añadir que lo hace mucho menos a menudo que hablar del cambio climático o la inmigración ilegal masiva es todo uno. Y la realidad inescapable es que denunciar las fronteras o el Cambio Climático halaga a los poderosos de nuestro tiempo, mientras que clamar contra el aborto o la eutanasia, no.

Estamos ante el pontificado más descaradamente político desde, quizá, los Papas reyes. Su Santidad es transparente, en las palabras pero, sobre todo, en los gestos, sobre los gobernantes que aborrece y aquellos a los que ama, en una dualidad abiertamente ideológica. Sobre todo en el Estado que alberga su pequeño Estado, Italia, donde la Curia ha bramado contra un gobierno que cerraba los puertos a los ilegales y ha aplaudido otro, no electo, bajo el cual se acaba de aprobar la eutanasia. Es fácil empujar en la dirección en la que empujan los fuertes, y difícil ir a contrapelo y recordar verdades que el mundo no quiere oír. Pero esa ha sido siempre la misión profética de la Iglesia.