(NBQ)- «En un cajón he encontrado las gafas que mi padre Renato llevaba en el momento del desastre y la medallita que tenía al cuello. Todavía me acompaña y si hoy soy periodista es porque me ha transmitido honradez, valor e independencia. La última vez que he rezado en Superga he pensado en lo efímero de nuestra vida: habrían sido suficientes 30 metros más arriba, eso no es nada para ti, Señor». El recuerdo excepcional de nuestro Marco Tosatti, 70 años después del accidente que acabó con el Grande Torino, la tripulación y los periodistas, entre ellos su padre.
Mi padre se llamaba Renato Tosatti, era periodista e iba en el avión que llevaba de vuelta a casa al Grande Torino desde Lisboa la tarde del 4 de mayo de 1949. No tengo ningún recuerdo directo de él; cuando el avión se estrelló contra el terraplén de la basílica yo tenía poco más de un año y medio. Su ausencia y su imagen son, sin duda, las dos cosas más importantes que han modelado mi vida. Y han contribuido mucho a lo que hago; y que atañe – soy periodista, desde hace cincuenta años – a un público más amplio del que rodea a un ciudadano digamos “particular”. Por eso escribo este breve testimonio: porque quien me lee habitualmente, en la Nuova Bussola Quotidiana o en otro sitio, puede tener interés – o hasta el derecho – de saber con quién están tratando.
Precisamente en estas semanas me ha tocado la dura tarea de cerrar la que podríamos llamar la “casa familiar”; además de mi madre, fallecida en 1975, éramos tres hermanos; el que escribe, Giorgio (nacido en 1937 y muerto en 2007) y Mirella, del 31, la mayor de los tres, que nos dejó el año pasado. Vivía sola en Génova, y con pasión de archivera había conservado todo lo relacionado con la familia, hasta las tarjetas de felicitación navideñas. No se casó nunca, y ha sido necesario vaciar su casa para dejarla libre. Un tesoro de recuerdos de los que ignoraba su existencia, y que sólo ahora he empezado a sondear.
En un cajón he encontrado las gafas que mi padre llevaba en el momento del desastre – fue Mirella la que hizo el reconocimiento legal, (mi madre estaba fuera de sí por el dolor), y me contó: “Parecía dormido” –, una medallita de la Virgen, que llevaba puesta, y el bloc en el que había anotado los puntos importantes del último partido, ese desgraciado amistoso con el Benfica.
Poco a poco me pondré a excavar en esta mina, para intentar reconstruir – cartas, apuntes, recuerdos – esa figura ausente. Y siempre presente, así como estuvo siempre presente en nuestras vidas ese drama que nos ha acompañado, y que todavía me acompaña.
Leía hoy en un editorial unas cosas muy justas sobre el significado que el Grande Torino tenía para un país destruido, humillado, devastado. Y todo ello tenía un significado preciso, personal. Porque después de la guerra, la casa destruida, la pérdida del trabajo, el hambre, para Renato y Ada, su mujer, parecía que por fin el futuro volvía a sonreír. La Gazzetta del Popolo era uno, si no el más importante, de los periódicos; mi padre trabajaba, y podía pensar en un futuro para nosotros. Ese accidente en Superga fue una burla, un devolvernos por la fuerza de manera cruel a la desesperación y la angustia. También económica y existencial. Y fueron necesarios muchos años para recuperar la serenidad y la dignidad.
Pero en todo este tiempo el niño que ahora escribe estas líneas fue criado en la convicción de que no existe un oficio más noble, y útil, que el de periodista. Que la honradez, el valor y la independencia son los bienes más valiosos para quien quiera ejercer esta profesión. De la mina de recuerdos que se abrió hace algunas semanas salieron unas cuartillas: eran los primeros “periódicos” hechos por un pequeño criado en el culto al oficio de su padre. Y fortalecido en esta convicción por el ejemplo de su hermano mayor; protagonista en primer plano de un mundo, el de la información deportiva, en el que el equilibrio, la honradez y la limpidez no siempre se dan por descontado.
En fin, estas son las raíces profundas del trabajo que hago, y en el que todavía creo, a pesar de las mil desilusiones y caídas. Y la razón por la que todavía, aunque pasen los años, me parece justo continuar. No conocí a mi padre, lo que me han transmitido de él era esto.
Y la conciencia de lo ridículamente efímeros que somos en realidad. La última vez que fui a Superga, a rezar ante el muro de contención contra el que se estrelló el avión, me sorprendí pensando: ¡Señor, sólo treinta metros más arriba y se habrían salvado todos! Treinta metros, eso no es nada para ti, Señor…
Publicado por Marco Tosatti en la Nuova Bussola Quotidiana; traducido por Teresa Chaves Montoya para InfoVaticana.
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» Que la honradez, el valor y la independencia son los bienes más valiosos para quien quiera ejercer esta profesión «. A Marco Tosatti, a quien leo y releo con mucho gusto todos los días, no se les supone, le afloran por todos los poros de su piel. Que Dios nos lo conserve en activo por muchos años. Es uno de los hombres más temidos en ciertos ámbitos clericales, tan sumisos al pensamiento único.
¿Y cómo habría que decirle a Ud. «juan Nadie» después de la estupidez que dice?
Aunque si yo lo tuviera enfrente no le diría nada…pero sí recibiría lo suyo..
Tú,. juan nadie,. Igual te pones, Pobre diablo, y es la misma cosa .