Dos de las espinas de la Corona de Cristo que se han salvado del incendio de Notre Dame se encuentran en una iglesia de Roma. Infovaticana recorre algunos de los lugares menos conocidos de la Ciudad Eterna donde se guardan las reliquias de la Pasión de Cristo.
“Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a él, le decían: ‘Salve, Rey de los judíos’. Y le daban bofetadas» (Jn 19,1-3).
Después de que fuera controlado el terrible incendio de Notre Dame del que medio mundo fuimos testigos, el rector-arcipreste de la catedral, Patrick Chauvet, ha anunciado que la Corona de Espinas -supuestamente la misma de la que habla el Evangelio según San Juan-, ha logrado salvarse de las llamas.
Se trata de la Corona de Espinas que los soldados romanos colocaron a Jesús de Nazaret durante su crucifixión, una de las reliquias de la Pasión de Cristo veneradas por los católicos durante siglos. Sin embargo, no todas las espinas se encuentran custodiadas en la catedral de París.
En Semana Santa Roma espera recibir a miles de turistas que llegan hasta la Ciudad Eterna para participar en las ceremonias presididas por el Papa Francisco. Además, probablemente visitarán los lugares -unos más conocidos que otros-, que albergan algunas de las reliquias más importantes del catolicismo.
Fueron numerosos elementos tanto de la Pasión de Cristo como de la vida de Jesús los que fueron trasladados a Roma. Esto se debió, principalmente, a que Roma era el corazón de la cristiandad, aunque también se trasladaron hasta aquí desde Tierra Santa por motivos de seguridad.
Algunos de estos elementos venerados son hoy muy conocidos y la mayoría los encontramos en las guías de la capital italiana. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la madera de la cuna donde nació Jesucristo, que se encuentra bajo el altar mayor de la Basílica Santa María Mayor.
No menos conocida es la Escalera Santa que se encuentra a pocos metros de la Basílica de San Juan de Letrán. Son los 28 peldaños de mármol que Jesucristo subió para ser juzgado y que desde la semana pasada se puede ver sin la madera que los ha cubierto durante 300 años.

Además, en el interior de la Basílica se encuentra la losa de mármol sobre la que, según cuenta la tradición, cuatro soldados romanos se jugaron a los dados la túnica de Jesús. Se puede contemplar sobre cuatro columnas que tienen la Mesura Cristi (la altura de Cristo).
En la iglesia de Santa Anastasia se encuentran también dos reliquias menos conocidas para la mayoría de los turistas que llegan a Roma. Se trata del velo de la Virgen María y del sagrado manto de San José, que dio lugar a la oración al Sacro Manto de San José. Tampoco podemos olvidarnos de las cadenas de San Pedro en la iglesia de San Pietro in Vincoli.

Las reliquias escondidas de la Pasión de Cristo
Precisamente, la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén guarda dos de las espinas de la Corona de Cristo que se ha salvado del incendio de Notre Dame. Además, alberga uno de los clavos con los que los soldados clavaron a Cristo en la Cruz; una fragmento de ella; el «Titulus Crucis» -la tablilla que Pilato mandó poner sobre la Cruz donde se podía leer «Jesús nazareno, Rey de los judíos»-; una reproducción de la Sábana Santa de Turín; parte de la cruz del buen ladrón y el dedo que Santo Tomás metió en la llaga de Cristo para creer que había resucitado.
Según la tradición, tanto las reliquias como la tierra donde se construyó la iglesia fueron transportadas desde Jerusalén gracias a Santa Elena, la madre del emperador Constantino, que durante un viaje a Tierra Santa, en torno al año 326, encontró y trasladó a Roma y Constantinopla algunos de estos elementos ligados a la pasión de Cristo.

En 1223 fue trasladada por el cardenal Giovanni Colonna desde Tierra Santa la columna donde Jesucristo fue flagelado, y hoy la podemos encontrar la Basílica de Santa Práxedes. Hay varias hipótesis en torno a su pequeño tamaño, pero según indican los últimos estudios, el hecho de que midiera tan solo 63 cm se debe a que de esta manera los soldados podían azotar a Jesús con mayor facilidad, y al obligarle a estar con el dorso plegado, el dolor de los golpes era mayor.

Cabe destacar que un fragmento de la parte superior de la columna fue entregado a Luis IX de Francia a cambio de tres de las espinas de la Corona de Cristo. Dos de ellas, como he contado antes, se encuentran en Santa Cruz de Jerusalén, el paradero de la tercera se desconoce.

Otra de las reliquias menos conocidas está custodiada en la Basílica de San Pedro. Se trata de un fragmento de la lanza con la que el centurión Longinos atravesó a Cristo en la Cruz. Esta reliquia, bañada en oro, se encuentra sobre la estatua de Santa Elena, uno de los cuatro pilares de la cúpula central. Fue un sultán turco quien la donó al Papa Inocencio VIII después de que fuera trasladada a Constantinopla en época bizantina.
Cabe señalar que la Iglesia no obliga a creer en la autenticidad de estas reliquias, aunque ayudan a representar lo que realmente ocurrió. En la mayoría de ellas se han realizado exámenes científicos aunque, además del estudio científico, hay que destacar que existe la voz de la tradición, que ha perdurado durante siglos.
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Me encanta este articulo. No conviene olvidar estas cosas. Donde está Cristo es por supuesto en la Eucaristía, pero estas huellas tangibles y concretas de que se hizo hombre de verdad, que su Encarnación fue un hecho histórico en un momento preciso, vienen muy bien
Hasta que se finalice la Restauración de la Catedral de París, la Corona de espinas de Nuestro Señor Jesucristo debería ser custodiada en El Vaticano.
Sobre todo para evitarnos los problemas que pueden venir, como por ejemplo «que desapareciese».
Subir la escalera santa de rodillas rezando el Via Crucis es el recuerdo más grande que tengo de Roma.
La mayoría de esas presuntas reliquias nunca han existido, menos en la mente de ateos y blasfemos como Voltaire (el que propaló la trola que de reunirse todos los fragmentos de la Cruz daría un bosque entero cuando lo que se conserva es un tercio de la original) o de protestantes por su odio a las pruebas físicas de la Fe cristiana.
Por otra parte, las reliquias por contacto no se compran y lo sé porque tengo varias de santos conocidos. He pedido de la Madre Maravillas, de Teresa de Calcuta, del Padre Pío y de otros y NUNCA han pedido nada ni la sombra de una donación.