Durante la misa de acción de gracias por sus veinte años como arzobispo de Lima, el cardenal Juan Luis Cipriani agradeció a los fieles de la arquidiócesis su colaboración en el trabajo realizado. “Gracias también por ayudarme a reconocer mis pecados, para arrepentirme de mis errores bien concretos y a saber levantar la cara ante el Señor y saber que su misericordia siempre está buscándonos y gracias para recibir también porque me ha ayudado mucho, lo digo con toda franqueza, alguna pedrada que se nos han escapado sin querer, pero el Señor me ha dado muchas más, mucha compresión y tengo el corazón limpio, alegre, lleno de agradecimiento, todo ha sido ocasión para sentirme en los brazos fuertes de mi Padre Dios, sin Él, en estos años, no hubiera podido ir adelante ¡Todo es de Él y todos los sabemos y lo decimos y todo es verdad, si Él no somos nada”.
Sean amantes de la verdad
En otro momento reflexionó sobre el significado de la libertad: “Les animó en estos tiempos a ser amantes de la libertad, la libertad interior hace la vida muy alegre, hace la vida muy sincera, esa libertad que viene de la fe no es otra cosa que una expresión que te lleva con serenidad, sin cansancio, buscando siempre esa verdad en un tiempo un poco relativista, un poco oscuro, la libertad y la verdad. Esa libertad interior que te hace ser feliz. No te vendas nunca a nada, no vale la pena, no tiene precio nuestra entrega al Señor”.
Lealtad a la palabra dada
Afirmó que sus 30 años de servicio, diez en Ayacucho y 20 en Lima, han sido un tiempo de aprendizaje: “Son tiempos en las que tantas veces la imagen pretende sustituir la realidad, y esto nos exige sobre todo a los pastores, a los sacerdotes, no busquen nunca quedar bien, no son momentos para quedar bien. Son momentos para amar a Dios y para llevar a la gente con mucha paciencia hacia Dios… Quisiera mencionar a enorme voz: “Lealtad”, leales en la palabra dada, en el matrimonio, en la amistad, en la sencillez de la vida, no pensemos que es un tema muy escolástico. La lealtad que ilumina muchísimo el ambiente y cuando brilla facilita mucho la convivencia”.
Pedir perdón engrandece el alma
También pidió perdón a todos los obispos, sacerdotes y fieles si en algún momento de su ministerio fue injusto: “Gracias Señor por haberme bendecido y ayudado sin darme cuenta. Perdóname Señor y le pido a ustedes perdón. Engrandece el alma pedir perdón. Sé que mi carácter y mi modo de ser no es algo que les agrade a todos. Perdónenme si alguna vez he sido injusto o no he sabido comprender a mis hermanos obispos, sacerdotes, religiosas, ¡perdónenme! porque así el señor me perdonará. No guardo rencor ni nada, solo gozo y alegría, y decirle al Señor que ojalá haya podido servirte como Tú querías”.
Palabras para Mons. Carlos Castillo
En otro momento, se dirigió a monseñor Carlos Castillo: “Que María lo ilumine con la fe de humildad, lo colme de frutos”.
“Hijos de mi alma los llevo a todos en mi corazón, en mis oraciones, gracias y que Dios los bendiga”, fueron las palabras con las que el cardenal Juan Luis Cipriani se despidió de los fieles en la misa de acción de gracias.
Agradecimiento de la Arquidiócesis de Lima
Al comenzar la santa misa, el Vicario General de la Arquidiócesis de Lima, Monseñor Octavio Casaverde, ofreció unas palabras de agradecimiento: “Quiero expresar Eminentísimo Señor Cardenal que las obras que ha realizado usted marcará una etapa importante en la vida de la arquidiócesis de Lima y para la gloria de Dios, que Dios lo bendiga y acompañe, que María Santísima lo asista con su maternal intercesión, cuente siempre con nuestras oraciones que le Señor lo acompañe. Felicidades señor Cardenal que el Señor siempre lo fortalezca en todo momento. Muchas gracias”.
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A quienes tiene que pedir perdón, con nombres y apellidos es a los 4 cardenales de las dubia Raymond L. Burke, Carlo Caffarra, Joachim Meisner y Walter Brandmüller. En vez de apoyarlos, como debía, los criticó duramente. A dos de ellos ya no les podrá pedir perdón. Yo, francamente, me esperaba otro Cipriani, de mucha más altura, en la línea de las tres campanadas de san Josemaría Escrivá, del que dice ser hijo espiritual.
Puede que Cipriani haya también escrito sus tres campanadas, sin badajo y para consumo interno, como las aludidas por usted. Lo que es seguro es que no ha hecho ninguna valiente declaración pública como la del 21 de noviembre de 1974: «Nos adherimos de todo corazón, con toda el alma a la Roma católica, guardiana de la Fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esa Fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. En cambio, nos negamos -como nos hemos negado siempre- a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II, y después del Concilio, en todas las reformas que de él surgieron. … Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada de la Jerarquía, puede obligarnos a abandonar o disminuir nuestra Fe católica, claramente expresada y profesada por el Magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos.»
Belzungui, es de cristiano pedir perdón, es de pagano no decirlo.
Fíjate que cuando el rey David, hizo lo que ya todos sabemos, lo primero que hizo fue: «He pecado». Y Dios lo perdonó.
Solo el que dice que no tiene pecado, juzga al otro porque se siente un santo.
Saludos
Los hechos son los hechos, su interpretación puede ser fundada o menos fundada. No has contradicho ni los hechos ni su interpretación. La labor de un obispo y de un cardenal, incluso de un papa, es valorable por cualquier fiel que ama de verdad su Iglesia. Y no te preocupes por mí, me confieso todas las semanas. No creo que decir que esperaba mucho más de Cipriani sea un pecado. Quizás el pecado esté en no esperar nada de un discípulo de un gran santo y conformarse con poco, y más en estos tiempos.
Me da mucha pena no haber podido estar en esa despedida.
¡Hasta pronto, monseñor!
Tengo 65 años y puedo decir que conozco bien al pastor del Perú. Que el Señor le siga sosteniendo en su quehacer diario.