Crear espacios para que los obispos actúen

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SIMPOSIUM DEL REGISTER: La deliberación ya se ha prolongado demasiado. Ha llegado la hora de abrir espacios para la acción.

(NCR)- Hay una gran incertidumbre sobre la reunión de febrero que tendrá lugar en Roma y que abordará el tema de la crisis de los abusos sexuales. Pero, por desgracia, dos cosas son ciertas: la primera, que podemos esperar que el evento real y su seguimiento estén drásticamente politizados, ya que todo, en este momento, es público, incluida la Iglesia. Y, la segunda, es que poco más se puede decir.

Sin embargo, podemos esperar que, por lo menos, se cree un nuevo espacio para los obispos que quieran actuar, además de hablar; y, especialmente entre ellos, muchos obispos estadounidenses.

En Estados Unidos existe una perspectiva particular sobre este problema. Desde la Carta de Dallas de 2002, la Iglesia ha tenido un control bastante bueno sobre el problema de los abusos perpetrados por sacerdotes. No sucede lo mismo en otras partes del mundo; y la decisión del Vaticano de centrarse, en febrero, en «la protección de los menores en la Iglesia» es frustrante porque no es tan relevante para nuestra situación como puede serlo en otros lugares.

Para la mayoría de los estadounidenses, católicos y no católicos, la pregunta candente es cómo responsabilizar a los obispos por lo que ellos mismos han hecho, o dejado de hacer para sancionar a los malhechores.

La decisión, en el último minuto, del Santo Padre de que los obispos de Estados Unidos no votaran medidas concretas en su reunión anual de noviembre del año pasado, se basó en la idea de que la Iglesia debería elaborar un enfoque global, puesto que si había algún movimiento inicial por parte de los estadounidenses esto podría provocar un cortocircuito. Ahora, los portavoces del Vaticano nos dicen que deberíamos reducir las expectativas porque esta reunión pretende educar más que sancionar.

Por lo tanto, no es mero cinismo dejar constancia aquí, independientemente de las intenciones, del bloqueo de la acción propuesta en nombre de la búsqueda de un enfoque coherente; de la posterior vacilación y, luego, de la redefinición de lo que se suponía que era una ocasión para propuestas concretas que conduzcan a la acción.

Desde mediados de 2018, el caso McCarrick ha puesto todo esto de relieve. El católico medio ha visto que se conocían desde hacía tiempo, incluso en los niveles más alto de la Iglesia, el abuso de poder y la depredación sexual del ex cardenal. Y, sin embargo, el arzobispo McCarrick fue escalando hasta convertirse en cardenal-arzobispo del centro de poder del mundo.

A pesar de perder, muchos meses después, su dignidad de cardenal cuando salió a la luz el abuso de menores por su parte, en realidad nada más ha sucedido -al menos por lo que se sabe públicamente-, ya sea en términos de investigar cómo sucedió todo, o el castigo por sus crímenes. A muchos católicos que quieren que se haga justicia, y que se vea que se hace justicia, les parece que no se le ha dado a este asunto la urgencia debida.

Puede ser que, a través de un proceso acelerado, el arzobispo McCarrick sea reducido al estado laical antes de la cumbre [de hecho, así ha sido, ndr]. Roma parece estar preparándonos para esa posibilidad. Eso sería bueno, pero sería sólo un primer paso; sobre todo si revela ser únicamente una estrategia de relaciones públicas, mientras que el problema más extendido de responsabilizar a los obispos sigue sin abordarse seriamente.

Por desgracia, las críticas de este tipo están siendo interpretadas por los portavoces del Vaticano como un ataque al Papa Francisco. Este ha sido un papado que ha dividido, un papado a menudo confuso, y no es sorprendente que las revelaciones que incluyen a funcionarios de la jerarquía vaticana hayan enfurecido a personas que ya, de por sí, están nerviosas.

Sin embargo, aquí estamos tratando de casos concretos. Y no sólo de los círculos más tradicionales de la Iglesia surgen preguntas sobre los retrasos y lo que, a veces, parecen desviaciones deliberadas. Cuando el Papa intervino en la reunión de noviembre, incluso medios católicos liberales como Commonweal y America, que generalmente simpatizan con las posturas más controvertidas del Papa, se preguntaron qué pensaba Roma precisamente que estaba haciendo.

Las encuestas más recientes demuestran un fuerte descenso en la confianza de los católicos estadounidenses hacia el Papa Francisco. Este no es el resultado de sitios web conservadores y feeds de Twitter, como afirman algunos en Roma. De todos modos, el debate no debería ser sobre las interacciones en el ciberespacio, sino sobre lo que se va a hacer en nuestro mundo cotidiano en relación a los fracasos de los obispos. Los defensores del Papa que no ven el daño que este retraso está causando a su testimonio moral no le están haciendo ningún favor.

Quizás lo mejor que podamos esperar de la reunión de febrero es una cierta libertad para que las distintas conferencias episcopales de todo el mundo puedan tomar sus propias medidas y disposiciones, ya sea que el Vaticano se implique o no. Los obispos de Estados Unidos, antes de que les impidieran proceder, habían tenido algunas buenas ideas sobre la conducta personal y los mecanismos para la rendición de cuentas.

Sin duda hay otras propuestas efectivas que se podrían adoptar. Pero la deliberación ya ha durado demasiado. Ahora necesitamos que todos los interesados ​​comprendan que ha llegado la hora de abrir espacios para la acción.

Publicado por Robert Royal, presidente del Faith and Reason Institute de Washington, D.C., en el Register; traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.

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Comentarios
2 comentarios en “Crear espacios para que los obispos actúen
  1. Como dice Specola, las normas ya existen, pero apenas se aplican. Al no aplicarse el derecho penal eclesiástico, los depredadores campan a sus anchas y las víctimas resultan penalizadas. Hay que acabar con esta filosofía de aplicar la pena a la víctima y no al criminal.

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