Morente: homenaje a un intelectual converso

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Por su interés, publicamos a continuación el artículo del sociólogo Amando de Miguel para elDebate.es en el que reivindica la figura intelectual del filósofo Manuel García Morente, autor de El hecho extraordinario

Manuel García Morente (1886-1942), de intensa formación francesa y alemana, es el arquetipo de los primeros pensadores o publicistas que se concedieron a sí mismos la orden de “intelectuales”. Afín a la Institución Libre de Enseñanza y catedrático de Filosofía, se vincula a la escuela de Ortega y Gasset, el Ortega de “Vieja y nueva política”. Con tales egregios compañeros, Morente mantiene una posición agnóstica en materia de religión. “Agnóstica” más bien en su sentido original del que busca la verdad. También puede aceptar la etiqueta de su tiempo como “librepensador”.

Todo se descuajaringa de golpe con la formidable aventura espiritual de la reconversión de la fe cristiana. Se halla nuestro hombre en 1937 exiliado en París y en condiciones económicas misérrimas. Había sido expulsado de la cátedra y habían fusilado a su yerno, un ferviente católico, con el que se sentía muy identificado. En la soledad parisina, Morente experimenta un “hecho extraordinario”, que lo describe con pelos y señales. Empieza por sentir vívidamente la acción de la Providencia sobre sí mismo. Gracias a su buena relación con Negrín, consigue que su familia (hijos, nietos y sirvienta) puedan salir de España. Reunidos todos en París, Morente consigue una cátedra en la Universidad de Tucumán (Argentina). De la experiencia providencialista pasa a la singular impresión de sentir a Dios a su lado. Es su personal “caída del caballo”. (Bien es verdad que San Pablo, en el camino de Damasco, no iba a caballo). De momento, mantiene en secreto la dramática recuperación de la fe cristiana. La describe minuciosamente en unas cuartillas que permanecerán inéditas mucho tiempo. El silencio dura un año hasta que descubre a su familia la decisión de ordenarse como sacerdote. (Él llevaba muchos años viudo y con hijas). Al término de la guerra civil se reintegra a su cátedra de Filosofía en la Universidad Central de Madrid y se matricula como alumno en el Seminario de Madrid. Celebra su primera misa en 1941. Muere al año siguiente tranquilamente en la cama mientras repasa la Suma de Santo Tomás. En su corta etapa final de intelectual católico le da tiempo a una infatigable actividad académica y divulgadora.

A pesar del carácter sorprendente y altamente dramático de la peripecia de 1937 (el “hecho extraordinario”), hay que sospechar que la procesión iba por dentro (y nunca mejor dicho) desde años atrás. En una conferencia dada en Buenos Aires en 1934 Morente había dictaminado: “A Dios no se le busca, se le encuentra sin haberlo buscado”. Ese encuentro se precipitó para él como consecuencia del trauma personal que supuso la guerra civil.

Es un buen momento para reivindicar la figura intelectual de Morente, injustamente preterida en las crónicas culturales, tan planas, de la España secularizada de hoy. Por eso mismo, el asunto puede adquirir un tono polémico, que es el más interesante para el cultivo del espíritu.

(Artículo publicado en elDebate.es)

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