Ana Catalina Emmerick nació el 8 de septiembre de 1774 en Flamsche, Alemania. A los cuatro años comenzó a tener visiones y mociones espirituales. En sus visiones, recogidas en el libro Secretos de la Biblia, la beata Ana Catalina Emmerick fue testigo de numerosos eventos de carácter religioso acaecidos a lo largo de la historia.
En el día en el que celebramos el Nacimiento del Salvador, publicamos un pasaje del libro Secretos de la Biblia que recoge la descripción que hace la beata Ana Catalina Emmerick de este acontecimiento:
(…) Cuando habría transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, prosternándose, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretara contra su corazón el Don sagrado del Altísimo, se levantó José, recibió al Niño entre sus brazos, y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del cielo.
María envolvió al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, arropado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. «¡Ah», decía yo, «este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!».
He visto que pusieron al Niño en el pesebre, arreglado por José con pajas, lindas plantas y una colcha encima. El pesebre estaba sobre la gamella cavada en la roca, a la derecha de la entrada de la gruta, que se ensanchaba allí hacia el mediodía. Cuando hubieron colocado al Niño en el pesebre, permanecieron los dos a ambos lados, derramando lágrimas de alegría y entonando cánticos de alabanza.
José llevó el asiento y el lecho de reposo de María junto al pesebre. Yo veía a la Virgen, antes y después del nacimiento de Jesús, arropada en un vestido blanco, que la envolvía por entero. Pude verla allí durante los primeros días sentada, arrodillada, de pie, recostada o durmiendo; pero nunca la vi enferma ni fatigada.
(…)
Los pastores acuden con sus regalos
A la caída de la tarde los tres pastores jefes se dirigieron a la Gruta del Pesebre con los regalos, consistentes en animalitos parecidos a los corzos. Si eran cabritos, eran muy distintos de los de nuestro país, pues tenían cuellos largos, ojos hermosos muy brillantes, eran muy graciosos y ligeros al correr. Los pastores los llevaban atados con delgados cordeles. Traían sobre los hombros aves que habían matado, y bajo el brazo otras, vivas, de mayor tamaño. Al llegar, llamaron tímidamente a la puerta de la gruta y San José les salió al encuentro. Ellos repitieron lo que les habían anunciado los ángeles y dijeron que deseaban rendir homenaje al Niño de la Promesa y ofrecerle sus pobres obsequios. José aceptó sus regalos con humilde gratitud y los llevó junto a la Virgen, que se hallaba sentada cerca del pesebre, con el Niño Jesús sobre sus rodillas. Los tres pastores se hincaron con toda humildad, permaneciendo mucho rato en silencio, como absortos en una alegría indecible. Cantaron luego el cántico que habían oído a los ángeles y un salmo que no recuerdo. Cuando estaban por irse, María les dio al Niño, que ellos tomaron en sus brazos, uno después de otro, y llorando de emoción lo devolvieron a María, y se retiraron.
(…)
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!Que hermoso!, Bendito sea Dios, que vino con nosotros, y aún sabiendo como le corresponderíamos, y «Dichosa la Virgen María, que llevó en sus entrañas, al Hijo del Eterno Padre» y que el hermoso San José, aumente nuestra fe
El Sr. Spes lo ha dicho todo, suscribo de la a a la z.
¡Gloria a Dios en las Alturas,
y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace!
Dios Te salve, María
llena eres de gracia, el Señor es Contigo
y bendita tú eres entre todas las mujeres,
Bendito es el fruto de Tu vientre, Jesús.
¡Feliz Navidad a todos! pues nos ha nacido el Mesías, el Señor. Nos ha nacido el Salvador.
«Fumaba» amor de Dios , oracion y sufrimiento aceptado. Cosa que tu no, por eso no ves, Dios no te lo da ni te lo dará sino te humillas en tu inteligencia corta y soberbia.