En el 50 aniversario de la Humanae Vitae es importante redescubrir (como ha pedido el Papa Francisco) el contenido fundamental de la encíclica de san Pablo VI. Es decir, que las relaciones sexuales siempre deben estar abiertas a la fecundidad para que se pueda hablar de amor conyugal. En cambio, la anticoncepción lleva a la banalización del sexo.
Con su encíclica Humanae vitae, el Papa san Pablo VI nos ha dejado en herencia un documento profético del que celebramos este año su 50 aniversario. En su Exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, el Papa Francisco expresa su estima por la encíclica, afirmando en dos ocasiones que hay que «redescubrir» su mensaje (cf. AL 82 y AL 222); también hace referencia explícita a los párrafos 10 y14, en los que se formula el contenido normativo de la encíclica. En lo que sigue a continuación, aceptamos la invitación de Francisco con una breve reflexión.
La Humanae vitae se ocupa, en primer lugar, de la transmisión de la vida humana y de los modos con los que la misión y la vocación específica de los matrimonios a ser padres pueden ser vividos de manera responsable. Al afrontar estos temas, Pablo VI habla enseguida de las exigencias del amor conyugal, un amor que concierne al ser humano en la unidad de cuerpo y alma, un amor total que abraza la vida entera, que es fiel y exclusivo, y que es fecundo (cf. HV 9). En especial, la encíclica considera las condiciones necesarias para que los actos conyugales puedan ser llamados verdaderamente actos de amor conyugal. Por esto es necesario pensar siempre unidas la sexualidad y la fecundidad (cf. HV 12), si bien no es necesario que los cónyuges deseen tener un hijo siempre que se unen en la carne (cf. HV 16). Para mantener juntos los dos significados del acto conyugal, es decir, el significado unitivo y el procreador (cf. HV 12) basta, según la Humanae vitae, que los cónyuges no hagan deliberadamente infértil este acto.
Los cónyuges pueden ser conscientes del hecho que, por motivos independientes de su voluntad, un hijo puede no ser concebido en este acto porque la mujer se encuentra en su periodo estéril, o porque la fertilidad de la pareja ha disminuido debido a alguna enfermedad o al paso de los años. A pesar de lo que se elija, su relación conyugal seguirá teniendo un significado procreador debido a la potencialidad fundamental inherente en este gesto como acto sexual entre un hombre y una mujer. Bajo este aspecto, su acto sigue siendo un acto procreador; toma su descripción concreta del hecho de que se trata de un acto realizado entre un hombre y una mujer que no se han utilizado mutuamente y que hacen uso de los órganos apropiados.
Todo cambia cuando el hombre y la mujer se hacen deliberadamente estériles. Ya no pueden elegir el acto de la relación sexual como un acto de tipo procreador (cf. G.E.M. Anscombe, Contraccezione e castità, en Id., Una profezia per il nostro tempo: ricordare la sapienza di Humanae vitae, Cantagalli, Siena 2018). Si bien la anticoncepción puede fallar y se puede concebir un niño, bajo el aspecto de lo que ha elegido la pareja, eligen un acto que es intrínsecamente estéril. Por lo tanto, no se puede decir que un acto sexual anticonceptivo tenga un significado procreador.
Ahora bien, la tesis de Humanae Vitae es que un acto conyugal puede ser verdaderamente llamado acto de amor conyugal sólo si conserva su significado procreador; cuando lo pierde, pierde también su significado de unión amorosa. Esta es la esencia del llamado «principio de inseparabilidad» propuesto por Humanae vitae n. 12. La encíclica enuncia este principio sin dedicar mucho espacio a explicitarlo de manera argumentativa. Es necesario recordar el género literario de una encíclica papal, cuyo objetivo es definir los términos fundamentales de un debate, decidiendo sobre cuestiones difíciles, pero que no necesita adentrarse en argumentaciones teológicas o filosóficas más profundas.
Sin embargo, si es verdad que un acto conyugal solo es un acto de amor esponsal cuando mantiene su significado procreador -es decir, cuando puede ser elegido como acto generativo-, y si de hecho es necesario que cada acto sexual sea un acto de amor conyugal (lo que es la esencia del sexto mandamiento), entonces queda «excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación» (HV 14).
Las parejas casadas que se hacen deliberadamente estériles claramente separan su sexualidad de cualquier noción de fecundidad. La mayor parte de las personas, también quienes son críticos a la encíclica, probablemente podrán aceptar este hecho.
Pero, ¿dónde está el problema? ¿Cuál es la base de la afirmación de la Humanae Vitae según la cual los significados unitivo y procreador del acto sexual son «inseparables», así que cuando uno excluye deliberadamente un significado, pierde también el otro? Para ver cómo estos dos significados están inseparablemente unidos, las siguientes consideraciones pueden ser de ayuda. A nivel de cultura y sociedad, actualmente asistimos a una banalización sin precedentes de la sexualidad humana. La actividad sexual ha sido «liberada» de cualquier vínculo social. ¿Qué ha cambiado? ¿Cuál era la razón de los poderosos tabúes del pasado sobre la sexualidad? En el pasado, la sociedad custodió atentamente la actividad sexual precisamente por su potencial procreador. Lo que hacía que los actos sexuales fueran tan significativos, lo que hacía de ellos un modo tan poderoso de expresar la unión de amor, lo que exigía la exclusividad de los cónyuges y su permanecer unidos con una promesa mutua para toda la vida era precisamente esto: su capacidad de dar vida a nuevos seres humanos.
Pero si a los actos sexuales se les priva de lo que hace que sean algo tan significativo, entonces, la última consecuencia es que serán banalizados. Si la relación sexual ya no es elegida como algo potencialmente fecundo, entonces, al menos en el plano social y cultural, se convierte a gran velocidad en uno de los muchos posibles tipos de interacciones amigables, que no es necesariamente más importante que una partida de ajedrez, de la que no nos podemos esperar consecuencias drásticas capaces de cambiar nuestra vida. Nunca nadie se ha convertido en padre o madre jugando al ajedrez.
Como dijo en una ocasión la filósofa inglesa G.E.M. Anscombe, la utilización difundida de la anticoncepción y la consiguiente separación entre sexualidad y fecundidad ha reducido el significado de la relación sexual a «nada más que una especie de beso extremo que podría ser considerado bastante descortés rechazar» (Contraccezione e castità, p. 92).
Si, por otra parte, cuando se encuentran en sus relaciones sexuales, el marido y la mujer se consideran siempre como la fuente de una posible nueva vida, mirándome mutuamente como el potencial padre y la potencial madre de sus hijos comunes, entonces su encuentro siempre tiene gran importancia, y la exclusividad de su relación sexual no requiere justificaciones ulteriores. Como dijo en una ocasión Karol Wojtyła, lo que está en juego en el acto sexual es «la aceptación de la posibilidad de la procreación», es decir, la conciencia por parte del hombre y de la mujer que mediante este acto «‘yo puedo ser padre’, ‘yo puedo ser madre'» (Amor y responsabilidad). Aunque el marido y la mujer se abstengan periódicamente porque en ese momento, por razones válidas, no quiere concebir (más) hijos, siempre se tratarán el uno al otro y su acto sexual como algo potencialmente fecundo. Precisamente por este motivo se han abstenido durante los días fértiles de la mujer. Sencillamente, el no tener relaciones sexuales en determinados días no es un gesto capaz de cambiar el tipo de acto que realizan en los días fértiles. Lo que eligen sigue siendo un acto de tipo generador, un acto potencialmente fecundo en su género, ya que se trata de un acto realizado por un hombre y una mujer con los órganos apropiados.
Quienes, al contrario, practican la anticoncepción no eligen un acto sexual potencialmente fecundo. El aspecto de la fecundidad ha sido excluido precisamente por la voluntad de elegir la utilización de un método anticonceptivo. Lo que eligen es un acto estéril y, en cuanto tal, un acto banal. Aquí no se unen como posibles padre y madre de sus hijos comunes. Así, excluyen de este acto uno de los aspectos más importantes de su ser marido y mujer, en cuanto «la vida conyugal, considerada objetivamente, no es una simple unión de personas, sino una unión de las personas en relación a la procreación» (Wojtyła, Amor y responsabilidad). Por lo tanto, lo que hacen difícilmente puede ser definido un acto de amor conyugal, un amor fecundo que incluye todos los aspectos de su vida, incluido el aspecto de su potencial paternidad y maternidad.
Mientras se conmemora el 50 aniversario de la Humanae Vitae, es necesario responder a una objeción que, sin duda, muchos plantearán. Es la siguiente: la Iglesia habla demasiado de sexualidad. Es verdad que san Juan Pablo II, por ejemplo, le dedicó un amplio espacio al tema, sobre todo en su «teología del cuerpo». Confirmó que la sexualidad humana tiene que ver con la vocación al amor; que el sentido del cuerpo es un don y -podemos resumir- que aquí está en juego el significado de nuestra vida.
Pero, ¿cómo se puede relacionar la sexualidad con el sentido de la vida? Comprenderemos esta afirmación -es más, se nos hará obvia-, cuando pensemos unidas sexualidad y fecundidad, y cuando nos demos cuenta de que la fecundidad no es una función puramente biológica, sino que tiene un significado profundamente personal. La pregunta de la fecundidad -«¿A quién he dado la vida?»- está íntimamente unida a la pregunta de nuestra identidad. Se puede reformular, de manera plausible, como la pregunta del significado de la vida: «¿Para qué he vivido?», «¿Qué quedará de mí?».
Si pensamos en la sexualidad y la fecundidad unidas, entonces nos damos cuenta también que la sexualidad no es sólo una «intensa experiencia de sí» como algunos -entre ellos también teólogos católicos-, han propuesto no hace mucho tiempo. Un modo tan estéril de vivir la propia sexualidad sólo puede ser origen de alienación, porque entonces los dos (¿y por qué sólo dos?), mientras hacen algo juntos, primero de todo y sobre todo piensan en sí mismos, buscan la propia experiencia y, después, en segundo lugar, en todo caso, buscan al otro (u otros). En cambio, si pensamos en la sexualidad como algo intrínsecamente unido a la fecundidad, entonces nos damos cuenta de que la sexualidad humana es un proyecto de vida en el que un hombre y una mujer se embarcan juntos en la aventura de construir una vida común, una familia.
Al proyecto de fundar una familia le siguen, lógicamente, algunos requisitos: se necesitan dos personas, no más, de sexo opuesto y no del mismo, que se intercambien una promesa que corresponde a su proyecto, incluyendo así la permanencia en el tiempo y la exclusividad sexual.
Mientras conmemoramos la encíclica Humanae vitae, es importante recordar la relevancia de las preguntas vinculadas a la sexualidad, el matrimonio y la familia. No son temas menores en el cosmos de nuestra fe. De hecho, como nos recordó Benedicto XVI en su Discurso al Congreso Diocesano de Roma, el 6 de junio de 2005, todo el vocabulario cristiano nace del contexto familiar y es incomprensible para quien es ajeno a esta experiencia: Dios se nos revela como Padre; nos manda a su Hijo unigénito; la Iglesia es nuestra Madre; nosotros somos, entre nosotros, hermanos y hermanas. Las relaciones familiares son relaciones de origen, tienen que ver con la procreación. Cuando, hoy, se defiende que se puede pensar en las relaciones familiares independientemente de la procreación y, por consiguiente, de la pregunta sobre nuestro origen, y cuando la familia se convierte en lo que se decide llamar con este nombre, entonces el concepto de familia corre el riesgo de perderse y, con él, el vocabulario mismo y los horizontes de la experiencia que hacen la fe inteligible en primer lugar.
Estas tendencias, incluida la teoría de género, son la extrema consecuencia de la separación entre sexualidad y procreación. El gran mérito de la Humanae vitae es, precisamente, haberse opuesto a esta separación. Por lo tanto, si queremos ser capaces de responder a estos desafíos y hacer que la fe sea comprensible también para las generaciones venideras, es más urgente que nunca la tarea de «redescubrir» la enseñanza de la encíclica de san Pablo VI (cf. AL 82 y 222).
Por último, es importante resaltar que la Humanae vitae tiene un significado crucial para la bioética ya que, como dijo Pablo VI en una ocasión, comentando su encíclica: «La defensa de la vida debe empezar desde los orígenes mismos de la existencia humana» (Homilía en ocasión del XV aniversario de la coronación del Papa, 29 de junio de 1978). Todas las preguntas del origen de la vida, incluyendo las de la procreación artificial y el aborto, recibirán una luz decisiva cuando se empiece de nuevo a concebir y a vivir la sexualidad como lo que es en realidad: fuente de vida humana. Pero también las preguntas sobre el final de la vida están vinculadas a lo anterior. Si se pueden dominar tecnológicamente las fuentes de la vida, ¿por qué no la vida misma? Si se puede dominar el inicio de la existencia humana, ¿por qué no dominar también su final? (Para profundizar estas cuestiones bioéticas desde una perspectiva católica, se ha programado para enero de 2019 el inicio de una nueva edición del Máster en Bioética y Formación, promovido por el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II, junto al Instituto de Bioética y Humanidades Médicas de la Universidad Católica Sagrado corazón de Roma: www.masterbioetica.it). El respeto de la vida humana comienza con el respeto de los actos que están en su origen. El gran mérito de la Humanae Vitae es recordarnos esto.
Publicado por Stephan Kampowski, profesor de Antropología Filosófica, Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, Roma, en la Nuova Bussola Quotidiana; traducido por Elena Faccia Serrano para InfoVaticana.
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Muy bueno, muchas gracias.
La exposición del profesor Kampowski es magistral y muy oportuna. Es indispensable que algunos entiendan que la destrucción de la cultura y la sociedad cristiana se está haciendo en base a una concepción pagana -satánica en realidad- de la sexualidad, que la revuelve contra la misma naturaleza humana. Si se entiende esto, se ve muy pronto como esta falsa sexualidad no se puede combatir desde cornucopias decimonónicas, sino que tiene que basarse en los logros antropológicos del magisterio de los últimos Papas: La «teología del cuerpo» de San Juan Pablo II, con sus 129 lecciones impresionantes, es el mayor acercamiento que se ha hecho hasta el momento a la verdad sobre el matrimonio: Wojtila se apoyó en la Humanae Vitae de Pablo VI, y éste en la valoración de la dignidad humana por el auténtico Concilio Vaticano II.
Invirtieron los fines del matrimonio poniendo el principal fin como secundario y el secundario como lo principal, y ahora se quejan de que todos los tipos de matrimonio que se inventen cumplen con el principal fin que en realidad es el secundario. Si lo que es secundario es el principal, entonces todo es matrimonio. Por qué motivo va a ser abierto a la vida si el vaticano II establece que eso es secundario? Menudos ineptos.
La secta modernista primero invierte el orden de lo primero con lo que es segundo, y luego lo solucionan diciendo que en realidad son iguales ambos terminos. Pues si eran iguales, no hacía falta invertirles el orden. He ahí la mala idea que tienen.
Lo mismo con la misa. Igualan sacrificio y cena inocentemente aunque la tradicion no hable de cena y diga que visualmente no puede ser una cena sino un sacrificio. Da igual lo que diga Trento en la sesion 22 o sus canones dogmaticamente contra la cena protestante que ahí lo tenemos, visualmente en la misa nueva no se ve el sacrificio que es lo que en realidad significa la misa, sino que visualmente sólo se ve la cena protestante. La tradicion está viva y la pueden cambiar, ergo la tradición que se inventaron ellos en los sesenta, igualmente se puede cambiar. Cualquiera se lo a ellos. Si la tradicion evoluciona a otra cosa, el dogma y la moral tambien evolucionan. Ya lo esmos viendo.
Menudo rollo para decir básicamente que el único método conceptivo que admite la Iglesia Católica es el método ogino… Preservativo: Malo. Ogino: Bueno.
Me mola mucho esta frase:
«A pesar de lo que se elija, su relación conyugal seguirá teniendo un significado procreador debido a la potencialidad fundamental inherente en este gesto como acto sexual entre un hombre y una mujer»
Mola lo de «potencialidad fundamental inherente en este gesto»… ¿Qué narices significa eso? Entiendo que es difícil eso de decir, a la vez, que el sexo es sólo para la reproducción, y luego, a la vez, decir que no hay problema en que una mujer o un hombre estéril sigan practicando sexo (aunque la mujer haya pasado la menopausia), que como la «potencialidad» está ahí… no pasa nada.
No, el Ogino tampoco. Sólo es admisible el Ogino cuando razones muy graves como el gran número de hijos o riesgo para la salud de la madre o de los hijos que vengan, aconsejen su empleo, que se basa en la ley natural.
Simplicio:
¿Está usted diciendo que tener muchos hijos no es una bendición, una maravilla, un regalo para cualquier pareja… sino una maldición, algo malo, un problema? Me ha dejado usted anonadado…
Bien… Usted lo ha dicho. Sólo el método ogino es admisible… Si hay peligro para la salud de la madre o los hijos que vengan, por algún motivo que desconozco, sólo se puede usar ese método, con un 78% de fiabilidad, en lugar de otros con un 98% como el preservativo…
En vez de eseseñar la Iglesia que el principal fin del matrimonio es la procreacion de los hijos, la iglesia vaticanosecundina adaptada al mundo moderno nos enseña cómo no tener hijos pero sin que sea pecado. Por eso tenian que cambiar el fin del matrimonio por el amor. Todo lo reducen al amor, amor puede tenerlo todo el mundo con todo el mundo. Es asqueroso. No sólo tragan con el falso evolucionismo, sino que tragan con el falso malthusianismo de que el oxígeno se va a acabar con tanta gente respirando y echando metano. El mito de los gases, como si la atmósfera no expulsara al espacio nada. Creen en la cúpula de cristal de la tierra plana. Ellos son, los modernistas, los que les allanan el camino a la eugenesia abortista eutanásica, que es la consecuencia de pensar de una forma que ya no es cristiana.
Eso de la atmósfera «expulsando al espacio» me ha llegado al alma… La ignorancia de verdad, la ignorancia en estado puro, no es no saber, es creer que se sabe cuando no se tiene ni la más remota idea de lo que se habla. «Como si la atmósfera no expulsara al espacio nada»… cómo mola. ¿Podría usted concretar? ¿Qué expulsa la atmósfera al espacio? ¿Y cuánto expulsa cada año?
¿Y a dónde se va…? Porque digo yo que en unos 5 mil años se habría quedado sin eso que expulsa, ¿no? ¿O es usted de esos que creen que la Tierra la hizo Dios hace 6 mil años?
Bendita ignorancia. Dios, perdónales porque no tienen ni la más remota idea de lo que hablan… y ni siquiera son conscientes de lo ignorantes que son…
Quise decir 5 mil millones de años…
El mito de la superpoblacion hace de la gente una pobre gente manipulable. Están justificando el exterminio con el cuento de los gases. La tierra como cámara de gas es un cuento, que ya les gustaría a ellos. Los números de poblacion son falsos, cocinados en la onu para justificar trasvases de dineros de un sitio a otro. Como el mito del agujero de ozono, el mito de la evolución, el mito de la superpoblacion, el mito del calentamiento global. Su nueva falsa religion con sus nuevos mitos inventados en las logias. Si crees que hay mucha gente, empieza por suicidarte y da ejemplo.
¿Falsos? ¿Qué números? ¿Acaso no somos 7 mil millones? ¿Cuántos somos entonces, según usted? ¿Y qué país es el que tiene muchísimos menos habitantes? ¿No hay unos 300 millones en los USA, unos 700 en la UE, unos 120 en Japón, unos 1400 millones en China? Bendita ignorancia…
Pero lo mejor de todo es que usted no entienda que si de 2 personas (hombre y mujer) tienen 6 hijos a los 30 años, y no se muere ninguno, durante la siguiente generación habrá 3 veces más gente… ¿A que eso es fácil de entender? Incluso si empieza usted con los 46 millones de españoles en un par de siglos multiplicando por 3 cada 30 años tiene usted ¡33 mil millones de personas sólo en España! Eso es SIMPLEMENTE IMPOSIBLE (15 m2 por persona). ¿Lo entiende usted? Es IMPOSIBLE que 15 m2 por persona proporcionen comida para sobrevivir. Antes, simpemente, una hambruna sin precedente se carga a la población que sobre. Punto.
Eso, eso, suicídese y deje espacio para otro. Y la cúpula de cristal, la cámara de gas. A qué me suena, a qué me suena.
Cada vez mas gente, cada vez mas gente, un millón de personas por metro cuadrado, los polos se derriten, le salen agujeros a la cúpula, todo se recalienta y todos morimos en la camara de gas… por eso, como vamos a morir, matémonos antes.¿ de dónde sacaría Hitler la idea?
¿Matémonos antes? Es usted el que está hablando de matarme, o de que me suicide…
¿Cámaras de gas? Es usted quien habla de cámaras de gas, como Hitler…
Yo hablo de tener menos hijos, nada más. No hay que matar a nadie… no entiendo qué problema de comprensión tiene usted para hablar de «matar»… y de cámaras de gas.
Entiendo que de esos números de población «falsos» no me va a responder, ¿verdad? Mola. Una y otra vez acaban ustedes escapando de la discusión con el rabo entre las piernas… ¡Qué poquito me duran! Un par de preguntas, y listo… ya no saben qué responder…
Toda la vida desde que existe el hombre no se ha puesto límites al nacimiento de personas y no ha pasado nada, miles y miles de años y nada de nada. Desde que las ideas maltusianas existen y se han inventado datos que no hay manera de demostrarlos porque históricamente nadie a contado a nadie de uno en uno y porque los censos no se han echo siempre, ahora van a venir con el mito de la superpoblacion, que es una deformacion de ese otro mito de la evolucion. Ese mito de la superpoblacion sería verdadero si la gente no muriera. Pero como la gente se muere, ese mito no tiene fundamento. Ellos se lo inventan y ellos se lo creen. Es que no hay comida para tantos, pues por eso mismo se mueren. Que tambien es mentira, sí que hay comida para tantos, y muchos más. Están locos.
¿Que no ha pasado nada? Por favor… ahora ignorancia histórica. Toda la vida, desde hace miles de años, se tenían 6-8 hijos para que sobrevivieran únicamente 2. Facil de entender… Y de vez en cuando en alguna familia sobrevivía alguno más, y crecíamos poquito a poco…
La prueba de que TODO lo que dice usted son falsedades y barbaridades es que NO RESPONDE usted. La ONU dice que somos 7 mil millones, y subiendo hacia 10 mil a final de siglo. Desde ahí se calcula que descenderá. El número de nacimientos YA ha tocado techo (en el 2000) y desciende, pero la esperanza de vida crece… y seguiremos creciendo mucho tiempo.
Usted dice que eso es FALSO. Que no somos 7 mil millones. Y yo le pregunto: ¿Qué país mide mal a sus habitantes? Y usted, lógicamente, como se lo ha inventado, NO RESPONDE.
Si no le llega con 2 siglos, le invito a que piense en 4 siglos, que apenas es nada…
En España, partiendo de 46 millones, en 4 siglos la población se dispara a 24.446.286 millones de personas. Cazi ná. Y 4 siglos no es nada. En otros 2 mil años siguiendo las enseñanzas de la Iglesia Católica de reproducirse todo lo posible la cifra sería aproximadamente:
2.956.930.000.000.000.000.000.000.000 millones de personas. Toda esa gente pesaría más que mil millones de soles. Cazi ná. Y olvídese de colonizar el sistema solar… nos haría falta colonizar la galaxia entera para darles una vida digna. Y dudo que fuese suficiente…
En fin… Que NO. Que va a ser que NO. Olvídense ustedes. La respuesta es NO. NO se pueden tener todos los hijos que se pueda. Punto. Ese es un mandamiento que viene de la época en que unos cuidadores de ovejas en el desierto pensaban que la Tierra era infinita…
Pues ahora me pongo a tener niños para darte en la cara. Y me los vas a cuidar tú.
¡Qué reacción tan infantil! ¡Qué respuesta tan pueril…! Me da lástima tener que leer respuestas como ésta… Cada uno tiene los hijos que le da la gana. Ahora incluso en China. Haga usted lo que le parezca. Y si necesita ayuda… venga… incluso yo le hecho una mano.
Qué fantasía tienes. El maltusianismo es falso, es Hitleriano y no se basa en la realidad sino en proyecciones fantasiosas de números que van evolucionando a lo que la fantasía nos lleve. La atmósfera no se separa del espacio por cúpulas herméticas sino que expulsa al espacio el exceso de gases. Qué cateto. El mito futurista de los viajes espaciales es el más cachondo. Los cinturones de Van halen impiden ciertas fantasias. Estás en la luna, nunca mejor dicho. Vuelve a la realidad.
Y dale con los gases al espacio… ¿Quién le ha contado a usted eso? En fin… paciencia… señor, señor…
El cinturón de Van Allen (con mayúsculas ambas, y sin «h»), precisamente evita que los gases «se escapen al espacio». Precisamente. Marte NO tiene campo magnético, y precisamente Marte tiene un 1% de la atmósfera terrestre precisamente por eso (el viento solar no se orienta perpendicularmente a la superficie antes del impacto debido al campo magnético en Marte…).
Lo de la fantasía que impide ese cinturón también me ha despertado la curiosidad. ¿De qué estará hablando usted? ¿Cuál será esa fantasía y cómo la impide el cinturón?… A saber.
Y el mito del genero es el mismo mito de la superpoblacion
El matrimonio lo puso Dios para tener todos los hijos posibles, y esa es la enseñanza verdadera de la Iglesia, y quien no quiera que no se case o que se haga de otra religion falsa, o que se vaya en viaje espacial a otro sitio mas espacioso.
O mejor, el que no esté de acuerdo con la realidad, que se opere y cambie de especie, que se lo paga la seguridad social. Las plantas tienen todos los hijos que quieren y nadie se alarma de la superpoblacion de plantas. Hay que ser muy infantil para creerse el maltusianismo hitleriano aplicado tambien a las plantas. La superpoblacion es una teoria de la conspiracion inventadanpor la onu.
«quien no quiera que no se case»
Los católicos siempre pretendiendo decirle a los demás, católicos y no católicos, lo que tienen que hacer…
No se preocupe que, por su cuenta, las parejas ya están dejando de casarse para tener hijos…
Muy bueno el articulo.
@juanito en realidad fue San Pablo VI que se apoyó en el joven cardenal Woytila.
Cierto, solodoctrina, lo he puesto así para evitar confusiones respecto a las lecciones de teología del cuerpo que dió siendo ya Papa Wojtila.
Probablemente ya sea demasiado tarde ; pero si en el pasado reciente cada matrimonio español hubiera tenido una media de 6 hijos,probablemente no estaríamos siendo invadidos por la legión de extranjeros que actualmente tenemos en España.
Si los españoles y los europeos ,no queremos tener más de uno o dos hijos; ya vendrán de África y de América del Sur muchos matrimonios con una legión de hijos para ocupar nuestro déficit.
Me gustan los matrimonios de la Obra de Dios ; casi todos tienen cinco o seis hijos,y algunos más.
Dios quiere matrimonios cristianos ,y con muchos hijos .
Matrimonios cristianos, significa, que el matrimonio, no es cosa sólo de dos personas ,sino de » tres «.
El esposo,es cabeza de su esposa,y los dos son un sólo matrimonio ,una sola carne; un solo cuerpo .
El esposo es cabeza de su esposa ,y Cristo,cabeza del varón.
Aquí tenemos el Misterio de la Santísima Trinidad.
La Santísima Trinidad ,es el Gobierno de Dios formado por Tres Personas.
Es una Familia de la Misma Naturaleza Divina.
El Padre es Cabeza de Cristo ,y Cristo,Cabeza de su Esposa o Cuerpo Místico, formado por 144.000 Miembros elegidos de entre todos los fieles de su Iglesia.
(Apocalipsis:14 ).
Todos forman Un Solo Cuerpo ,Un Sólo Espíritu ; y Un Solo Dios ; el Padre ,o el Anciano Días.
«El esposo es cabeza de su esposa»…
¡Ahí, ahí! Duro… que salga el católico que tienen ustedes dentro. El VERDADERO católico. El varón es el que manda. El varón es el que decide, porque la mujer poca cabeza tiene… Sí señor.
Así me gusta. Dejarse la hipocresía en casa y decir «la verdad». Que quede claro a todo el mundo dónde se mete al afiliarse a esa religión. Diga usted que sí, que lo dice la Bïblia.
Mi opinión, por supuesto, discutible.
Hablar mucho de apertura a la vida, sin tener en cuenta la realidad del matrimonio y sus problemas (salud, vivienda, trabajo, edad, relaciones problemáticas de los conyuges, trabajar en diferentes localidades, economía, ¿vocación matrimonial? etc, etc, ) , creo que es vivir un poco fuera de la realidad.
Parece que el problema se centra casi únicamente en como se practica o deja de practicar el acto sexual (coito pene-vagina), como si no hubiera otras formas de sexo en el matrimonio. (posiblemente inmorales para los tratados clásicos).
Con esto no justifico la anticoncepción discriminada, ni mucho menos el aborto; pero, por favor, fíjémonos en la compleja realidad de muchas parejas., aunque tampoco apoyo una moral a la carta o puramente situacionista sin referencia a unos valores innegociables.
Con esto no justifico la anticoncepción
No veo dónde está usted, exactamente… ¿A favor de los toqueteos? ¿Se confundió usted y quiso decir que «no justifico la anticoncepción INdiscriminada»?
Desidereo:
Tienes razón, quería decir en realidad anticoncepción indiscriminada.
Pero, mira, he de confesar que todo esto es un tema harto espinoso y complejo. Como católico no estoy en contra de los planteamientos de la «Humanae Vitae», pero estos planteamientos entiendo que están destinados a un tipo de gente de formación media-alta, si no, es imposible llevarlos adelante. Y luego, otra cosa, encontrar a la pareja adecuada que este por este tema ¿y si no la encuentras, aunque en otras cosas sea una persona maravillosa?
O te mueves en círculos eclesiales muy concretos donde puedas encontrar gente que piense así (que son minoritarios). Esto la Iglesia lo sabe, pero creo que no lo declara abiertamente, porque entonces habría que reconocer que el matrimonio-sacramento es para una minoría social; entonces se lanzan mensajes y propuestas elevadas para personas que no están preparadas para llevarlas a cabo (o sencillamente no quieren hacerlo porque no están de acuerdo o por lo que sea).
La del sexo es una batalla perdida hace mucho tiempo. Yo fui criado como católico, y estoy rodeado por católicos, y me da en parte pena ver a todos esos ancianos que sufren porque sus nietos no se casan, o lo hacen por el juzgado… Incluidos por supuesto muchos familiares míos… En parte lo admiten como un signo de los tiempos, y siguen adelante…
¿Qué puede hacer la Iglesia Católica? A ver… no es lo mismo decirle a unos adolescentes que deben esperar al matrimonio cuando la gente se casa con 18 años (como lo hizo mi madre) que decirle que espere cuando se casan con 30 años, ¿verdad? No es lo mismo decirles que muchos hijos es una bendición cuando no hay más remedio, que cuando hay otras posibilidades al alcance de la mano…
Pero es una batalla perdida, muy muy perdida. No conozco a ninguna pareja, literalmente, de menos de 30 años, que no se fueran a vivir juntos antes de casarse.
¿Qué puede hacer la Iglesia Católica? ¿Atacar a todos esos católicos, 99.99%, que usan anticonceptivos, o intentar darles una salida?
La respuesta es NADA. Haga lo que haga no va a significar NADA, no va a cambiar NADA. Tener hijos es algo muy serio, y el cura no les va a dar de comer… y ahora hay alternativas, muchas, y educación, mucha. Y no estoy hablando del aborto, que no me parece una alternativa…
Nada. Los católicos, en el tema del sexo, pasan de la Iglesia. Completamente (y ya no hablemos de los no católicos). Y ésta está enfrascada con una parte minúscula, un 2%, de homosexuales y transexuales.
A mi juicio ,creo que lo fundamental es no perder la Fe en Dios ni en la Iglesia y los Sacramentos.
El aborto es un asesinato ,durante los primeros días o semanas, igual que a los nueve meses.
Tampoco se puede decir que se comete pecado usando el profiláctico ; esto me parece una hipocresía farisiaca.
Lo más importante en la pareja es el amor y el respeto ; nunca perder el respeto al otro
No me parece pecado la planificación familiar de mutuo acuerdo entre los dos cónyuges ; y por supuesto,nunca usar medicamentos anticonceptivos para eliminar la concepción de un feto,aunque sólo tenga un día
La pareja tiene que disfrutar del sexo con total libertad y respeto mutuo.
Dando siempre gracias a Dios después del disfrute sexual.
Me parece que la Iglesia ha cargado demasiado la tinta a los matrimonios en el aspecto sexual ,pero muy poco con los sacerdotes que abrazan la vida religiosa.
Les ha faltado decir a los jóvenes ,que el matrimonio es la más grande vocación de un ser humano.
La familia es la célula de la sociedad y de la Iglesia ; el Papa y todos los sacerdotes y religiosos han nacido en el seno de una familia.
Sin la familia,no hay sociedad ni Iglesia ; no hay nada.
El matrimonio cristiano formado por tres personas es la mayor vocación.
El esposo ,cabeza de la esposa,y Cristo, cabeza del varón.
Y decirle a los jóvenes seminaristas ,que la Castidad,es la única puerta abierta para la vocación sacerdotal o religiosa ; por tanto deben pensarlo muy mucho antes de consagrarse.
Y si el seminarista tiene tendencia homosexual ,debería confesarlo primero al Señor obispo ,para hacer un riguroso seguimiento de su vocación.
Desidereo:
«la del sexo es una batalla perdida hace tiempo»
Es cierto que si nos remitimos a estadísticas sociales, la moral sexual católica no goza de gran aceptación.
Pero la causa está bastante clara; cuando el ser humano da la espalda a Cristo, abandona la oración, la lucha espiritual, el camino de la fe y los medios para mantenerla a flote, cae en la tentación de cualquier tipo; y los seres humanos no somos fuertes, sino débiles.
La virtud de la castidad no es fácil vivirla, sobre todo cuando uno es joven, y no está bien asentado vitalmente. Con los años se van viendo las cosas de otra manera.
No obstante, no niego que se den problemas morales muy complejos en esta materia, y cada caso es diferente y quizá precisa de un acompañamiento personal. No todo se puede solucionar con «recetas» morales simples, que no valen para todos.