«El problema del futuro cónclave es que los cardenales no se conocen»

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El Papa Francisco no ha convocado el «Consistorio secreto», que es cuando los cardenales hablan con el Papa, desde hace más de tres años. El Colegio Cardenalicio tiene la tarea de asesorar y ayudar al Pontífice. Pero al parecer, el Pontífice no tiene un deseo particular de ser aconsejado y ayudado por los cardenales.

El cardenal Raymond Leo Burke estuvo en Australia la semana pasada y, hablando con una conocida periodista australiana, Tess Livingstone, que escribe en The Australian, ha expresado una gran preocupación por la situación actual del Colegio Cardenalicio. El Sacro Colegio «está en una mala situación», dijo el cardenal de setenta años. Como se sabe, el colegio de cardenales, además de los cardenales individualmente, tiene la tarea de asesorar y ayudar al Papa. Pero al parecer, el Pontífice no tiene un deseo particular de ser aconsejado y ayudado por los cardenales. La última vez que los reunió a todos en Roma fue hace tres años, con motivo del Consistorio para la creación de nuevos cardenales, en febrero.

El Papa Bergoglio creó 59 de los 124 cardenales que tienen derecho a voto en un posible cónclave, pero pocos de los que fueron hechos cardenales bajo Juan Pablo II o Benedicto XVI conocen a los nuevos cardenales, y viceversa. «Será difícil votar -comentó el cardenal Burke a The Australian-. Necesitamos reuniones periódicas».

En junio pasado, se llevó a cabo el Consistorio más reciente para la creación de nuevos cardenales. Y, por tercera vez consecutiva, el Consistorio público no fue precedido por el Consistorio «secreto», es decir, por la reunión de todos los purpurados presentes en Roma. Los anteriores Consistorios se celebraron el 19 de noviembre de 2016 y el 28 de junio de 2017. La última vez que hubo un Consistorio secreto fue el 14 de febrero de 2015.

Antes del Concilio Vaticano II, el Consistorio secreto era el momento en el que el Papa anunciaba los nuevos nombramientos a los cardenales. Posteriormente, con la costumbre de hacer públicos los nombres de los nuevos príncipes de la Iglesia, unas semanas antes de la ceremonia, el Consistorio secreto se convertía en la ocasión privilegiada para discutir colegiadamente, y en presencia del Pontífice, la situación y los problemas de la Iglesia. Y, dada la expansión de la Iglesia católica en el globo terráqueo, también era una oportunidad para que muchos cardenales conocieran a sus colegas, establecieran contactos e intercambiaran opiniones; y esto es aún más cierto ahora, porque se han asignado no pocos nuevos «birretes cardenalicios» a personas que rara vez tienen la oportunidad de conocer a sus colegas.

Esta parece ser una decisión singular, por no decir contradictoria, por parte de un pontífice que, en palabras, apoya el diálogo, la colegialidad y el compartir. Pero la situación actual de la Iglesia deja clara la falta de voluntad del Papa de reunirse con el conjunto de sus  principales consejeros. En 2016 se publicó Amoris Laetitia. Como sabemos, se pidieron aclaraciones -los “Dubia”-, reuniones personales (no satisfechas) y surgieron controversias que aún continúan. En una reunión colegial, en la que todos pudieran hablar, sería imposible para el Pontífice no responder. A este punto doloroso se ha añadido el problema de los abusos y, por último, –si bien fue después del Consistorio- el testimonio de Viganò, con todo lo que ello conlleva. Por otro lado, el primer Consistorio secreto que no se realizó, cayó precisamente en el año de la publicación de Amoris Laetitia; una clara coincidencia.

Es evidente el temor a una confrontación leal y abierta con quienes, por estatuto, son sus primeros colaboradores y consejeros, y que podrían presentar críticas, objeciones, preguntas. Que, ciertamente, no faltarían. Precisamente el domingo pasado, el cardenal Burke, en la Iglesia de la Trinidad de los Peregrinos en Roma, en su homilía, haciendo referencia a una reunión de jóvenes organizada por Voice of the Family, dijo: «Nos hemos reunido, en los últimos días, para reflexionar sobre el enorme desafío al que se enfrentan los jóvenes y los jóvenes adultos que viven en la sociedad contemporánea, que es, de muchas maneras, rebelde a Dios y a Su plan para nuestra felicidad. Al mismo tiempo, hay quienes dentro de la Iglesia ponen en riesgo la verdad de la doctrina y de la vida moral para alcanzar una coexistencia fatal con una cultura profundamente secularizada. Hay algunos, dentro de la Iglesia, a los que les gustaría hacernos creer que la vida del Espíritu Santo dentro de nosotros indica un ideal que no todos pueden alcanzar, y no reconocen que el mismo Espíritu Santo nos da la fuerza de la vida divina, para que así la persona más débil pueda ser capaz de vivir una vida heroicamente cristiana. Dom Prosper Guèranger describe una situación de la Iglesia de su tiempo que se parece de manera notable a nuestra situación. Escribe: ‘Hoy, al haber retomado el error, con la connivencia de los bautizados, sus supuestos derechos, la caridad de muchos ha disminuido rápidamente y la noche se extiende de nuevo sobre un mundo frío y que agoniza’. En la Iglesia de hoy, muchos, movidos por las emociones y el sentimentalismo,  confunden el amor hacia el pecador con la permisividad, o incluso con la aprobación del pecado. En verdad, como demostró Cristo muy claramente en el Evangelio, y como enseña san Agustín, tenemos que amar al pecador pero, al mismo tiempo, debemos odiar el pecado».

Las noticias que llegan casi a diario de muchas partes, incluido el Sínodo sobre la Juventud que se está desarrollando en Roma, hacen que las expresiones utilizadas por el purpurado sean más dramáticas y actuales que nunca.

 

Publicado por Marco Tosatti en la Nuova Bussola Quotidiana; traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.

 

 

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Comentarios
14 comentarios en “«El problema del futuro cónclave es que los cardenales no se conocen»
  1. Que monten una fiesta de pijamas, al estilo cardenal MacCarrick, o cardenal Farrell, o demás cardenales de la autodenominada mafia de Sant Gallen que son los que quitaron a patadas a Benedicto XVI para poner al señor de blanco que hay ahora.

  2. Bueno, Lustro, el nivel lo han puesto ellos. Los demás nos estamos adaptando a la primavera eclesial. En cualquier caso, ojalá el problema fuera ese. El problema es que no se sabe si el innombrable es auténtico o falso innombrable. Hay dos de blanco en el Vaticano, lo cual es cuando menos confuso, y con magisterios contradictorios. Y teóricamente, el proceso para nombrar al innombrable no se puede amañar, pero según confesión del propio Daneels, sí se amañó. Los nombramientos posteriores así como otros actos son cuando menos cuestionables. Y el innombrable ha nombrado a 59. Eso ya es mayoría. O sea, el problema es que puede llegar uno peor. Me temo que para eso han nombrado al innombrable. No sabemos exactamente las razones de Dios para permitir esto, pero estamos peor que en el s. IX.

  3. Si no se conocen, mejor. Para evitar lo que pasa en muchas diócesis, es decir, buscar a los amiguetes y no las personas más competentes. Eso, les obligará a investigar, a intentar buscar el mejor y no caer en la tentación de buscar a alguien que piense como YO.

  4. Vaya, ha funcionado. Si escribo así no se lo traga el sistema. Bueno, el caso es que hoy en día llamarían enemigos de la Iglesia, demonios y satanases y otras lindezas a San Pablo, Santa Catalina y San Atanasio. Pero si la Iglesia sigue por el camino emprendido por el innombrable, ¿qué se supone que tenemos que hacer? ¿Dejarnos llevar? En el post anterior hay una persona que afirma que los que están en silencio lo hacen porque saben que esto pasará y todo volverá a su cauce. Estoy de acuerdo en que todo el mundo tiene sus razones, y no se puede saber cuál es la mejor actitud ante una situación como esta, pero a mí no me parece tan sencillo. Sabemos que es reversible porque Dios no lo va a permitir, pero según las baremos «civiles», como dice el Tucho, esto empieza a ser irreversible. Pero también parecía que lo de Clinton era inevitable, y ahí está el impresentable Trump volviéndolos locos a todos. Dios tiene un gran sentido del humor.

      1. No puedo ni nombrar el innombrable, ni nombrar a la orden religiosa a la que pertenece. Puedo poner palabras malsonantes, lo he probado, pero eso no. Algunas, otras también tienen efecto. También hay que evitar toda idea escatológica, en su sentido teológico. Ya no me acuerdo exactamente cual fue la palabra, pero si te refieres al end of the times, también se lo traga el sistema. En general, evitar al innombrable y a sus hermanos de religión.

      2. Lo que no entiendo es por qué otros pueden nombrarlo y yo no. Misterios de la informática. Tampoco puedo nombra la palabra censu-ra asociada al director de esta web. También se lo traga el sistema.

  5. Vicente, a estas alturas ya no se trata de pensar como yo, sino de ser católico sin más. O sea, de elegir a un innombrable católico. Y eso yo lo veo difícil, la verdad.

  6. Es al revés: nadie les conoce a ellos, sino sus postuladores.

    Salvo contadas luminarias, los fieles no tenemos acceso a los currículos ni a opiniones infornadas sobre la idoneidad de nuestros supuestos «pastores».

    La situación ha degenerado fantásticamente desde finales de la Segunda Guerra. En la práctica, operan como un club de elite, con membresías hereditarias.

  7. Burke quiere reuniones al mejor estilo de los partidos politicos, para conspirar, hacer proselitismo y promover su candidatura a Papa VOTE FOR BURKE

  8. LEONARDO las reuniones esas las hace la Mafia de San Gal y no el cardenal Burke. Y, además, ya hace dias se supo de un grupo de laicos católicos USA y con dinero que han encargado a una agencia de investigación que se emplee a fondo con TODOS los candidatos del próximo cónclave. así que nadie podrá decir que no se los conocía.

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