«Para la reforma de la Iglesia es especialmente poderoso el Santo Rosario»

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«Dada su evidente cercanía a McCarrick, es poco verosímil que el cardenal Farrel no supiera nada de sus actos gravemente pecaminosos«. El cardenal Burke habla sobre el caso Viganò y el escándalo americano.

Hace tan solo 5 años, un periódico católico americano titulaba: Wuerl in, Burke out [Wuerl dentro, Burke fuera]. La elección de Bergoglio, de hecho, llevó enseguida a revaluar al cardenal americano, tan cercano a Benedicto XVI, que lo había querido a su lado para funciones muy importantes. Burke tuvo que dejar la prefectura del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, siendo sustituido precisamente por el cardenal Donald Wuerl en la Congregación para los Obispos.

Wuerl in, Burke out era un modo de decir que Bergoglio había elegido, en un papel importante para el nombramiento de los obispos americanos, precisamente a uno de los adversarios más claros, desde el punto de vista de las ideas, de Burke. Pues bien: desde hace unos meses una tormenta inaudita ha arrollado, primero, al cardenal Theodore E. McCarrick, culpable de numerosos abusos a seminaristas; después, esta misma tormenta ha arrinconado al cardenal Donald Wuerl y, junto a él, a los cardenales Kevin Farrell y William Tobin. Los tres son pupilos de McCarrick, que los recomendó a Bergoglio para el capelo cardenalicio, y actualmente están siendo acusados por la prensa y los fieles americanos porque, en opinión tanto de la primera como de los segundos, «no podían no saber» quién era y cómo vivía su protector y amigo.

The Washington Post ha llevado a cabo incluso una campaña pidiendo la dimisión de Wuerl, compañero de apartamento de McCarrick durante seis años, con artículos que llevan títulos inequívocos, como este: Cardinal Wuerl must go!  [¡El cardenal Wuerl debe irse!] (el artículo ha salido publicado el 16 de agosto de 2018, diez días antes de que la publicación del memorándum de mons. Carlo Maria Viganò ofreciera a los periodistas y a los magistrados ulteriores detalles sobre los hechos que, en parte, son ya conocidos en su esencia, y en los que también está implicado Wuerl).

Hoy, viendo cómo han cambiados las cosas en pocos años, dan ganas de decir que todo ha cambiado de nuevo: Wuerl out, Burke in! Y esto porque, mientras tanto, también otro duro censor del cardenal Burke, el cardenal Óscar Maradiaga, que le había acusado públicamente, después de los Dubia, de ser «un pobre hombre», «de derechas» y cuya única ambición es el poder, están hasta el cuello de problemas por motivos económicos y por «comportamiento no apropiado» de su adjunto.

En un momento en que los EE.UU. están atónitos ante las continuas revelaciones, que involucran precisamente a los cardenales progresistas más abiertos con la ideología LGBT, y mientras Burke se dispone a recordar, en el Senado italiano, al llorado cardenal Carlo CAffarra a un año de su muerte, aprovechamos la ocasión para reconstruir con él algunos hechos.

Cardenal Burke, usted ha sido prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica por deseo expreso de Benedicto XVI. ¿Por qué le llamó el Papa para esta función?

Por lo que yo sé, el Papa Benedicto XVI quería nombrar al cardenal Agostino Vallini, entonces prefecto de la Signatura Apostólica, al cargo de Vicario de Roma, y me eligió como su sucesor en razón de mi preparación en derecho canónico y de mi experiencia previa como defensor del vínculo en la Signatura desde septiembre de 1989 a febrero de 1995.

Se dice que usted fue el consejero de Benedicto XVI en todo lo que tenía que ver con la Iglesia americana, sacudida de nuevo por el escándalo de los sacerdotes, e incluso cardenales, acusados de actos homosexuales y pedofilia. ¿Es verdad? ¿Qué está pasando en los Estados Unidos?

En realidad no he sido el consejero del Papa Benedicto XVI para los Estados Unidos. No sé quién desempeñaba esta función. He prestado servicio en varias congregaciones de la Curia romana, incluida la Congregación para los Obispos, esperando poder ser de ayuda al Santo Padre, también en todo lo relacionado con los Estados Unidos. Está claro que existe una cierta cultura homosexual en la jerarquía americana, que debe ser purificada desde la raíz. Quienes han promovido o protegido a los perpetradores ahora tienen que asumir su responsabilidad. La autoridad suprema de la Iglesia tiene que investigar todas las acusaciones para, así, descubrir la verdad y tomar las medidas oportunas para disciplinar la situación, aplicando las justas penas medicinales y expiatorias.

En los Estados Unidos se está debatiendo sobre todo el caso del cardenal progresista Theodore Edgar McCarrick, obligado a dimitir como cardenal. ¿Quién es Theodore Edgar McCarrick y de qué ha sido acusado?

McCarrick es un sacerdote de la archidiócesis de Nueva York, que fue obispo auxiliar de Nueva York, obispo de Metuchen, arzobispo de Newark y, después, cardenal arzobispo de Washington, D.C. Ha sido un prelado influyente de la Conferencia episcopal de los Estados Unidos, y que con frecuencia ha hablado en nombre de la misma. Está acusado de haber cometido pecados gravísimos con jóvenes, sobre todo con seminaristas, y adultos, en todas las diócesis en las que ha prestado su servicio. Los actos de los que se le acusa son gravísimos en sí mismos. Pero está también la cuestión de cómo ha sido promovido de una diócesis a otra cuando, en cada una de ellas, alguien tenía conocimiento de sus crímenes. Su caso cuestiona no sólo su conducta, sino también la conducta de las autoridades de la Iglesia, que tendrían que haber intervenido y disciplinado la situación, pero no lo hicieron. En cambio, dejaron que fuera promovido o participaron en su promoción.

Muchísimos americanos, católicos y no católicos, creen que el cardenal Kevin Farrell, hecho cardenal por Francisco y nombrado jefe del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, tenía conocimiento del comportamiento del hombre con el que vivió durante muchos años, y de cuyo favor siempre ha gozado. ¿Cuál es su opinión?

No sé nada concreto sobre la relación entre McCarrick y el cardenal Farrell. Ciertamente, dada su clara cercanía a McCarrick, es poco verosímil que Farrell no supiera nada de sus actos gravemente pecaminosos.

¿Cómo puede un católico, hoy en día, no perder la fe en la Iglesia ante tantos escándalos, tanta mundanidad?

Lo más importante que un católico debe recordar, ante todo este escándalo, es que Cristo es la Cabeza de la Iglesia. El Papa es sólo Su Vicario en la tierra y el Papa puede, por lo tanto, traicionar su alto oficio. Los grandes teólogos y canonistas de la Edad Media discutieron, por ejemplo, el caso de un Papa que se aparta de la fe, un Papa hereje o apóstata. Los buenos católicos deben acercarse a Cristo, sobre todo en Su Presencia Real en el Sacramento de la Eucaristía, e ir a su encuentro en el Sacramento de la Penitencia. Por último, hay que estudiar el Magisterio, sobre todo el Catecismo de la Iglesia Católica, para no ser arrastrados en una dirección u otra debido a la confusión y el error que, por desgracia, han entrado con fuerza en la Iglesia. La oración y la penitencia son del todo necesarios para ayudar al Cuerpo de Cristo en este tiempo tan tumultuoso. Para conseguir la reforma de la Iglesia es especialmente poderosa la oración del Santo Rosario.

Hoy, son a menudo los laicos quienes defienden la Tradición de la Iglesia; en cambio, una parte del clero parece empeñada en destruirla. ¿Es así?

Cada uno de nosotros, según nuestro estado de vida y nuestros dones, tiene que defender a Cristo y a Su Esposa, la Iglesia, con gran compromiso y valentía. Sí, hay sacerdotes que parecen tener el deseo de debilitar a la Iglesia o destruirla; pero hay muchos más que trabajan fielmente cada día anunciando la fe en su totalidad, ofreciendo la santa misa y los otros sacramentos, y gobernando con sabiduría la grey del Señor. Los buenos laicos, por el bien de toda la Iglesia, deben expresar su dolor a los sacerdotes que yerran, y tienen que recordarles su ministerio como pastores de la grey del Señor. También tienen que dar testimonio perseverante de Cristo en su casa, su parroquia, su lugar de trabajo, etc. Por esto es importante que estén sólidamente formados en la doctrina y disciplina de la Iglesia. Al mismo tiempo, no deben dejar de dar gracias y apoyar a los sacerdotes que son fieles y generosos y que, hoy en día, sufren mucho.

El 6 de septiembre usted participará en una conferencia que se llevará a cabo en el Senado de la República italiana, en la sala Nassyria, de las 11 a las 12, para presentar las Actas del congreso: «Iglesia católica, ¿a dónde vas? del 7 de abril pasado y, sobre todo, para recordar al difunto cardenal Carlo Caffarra. ¿Puede decirnos algo sobre el teólogo Caffarra?

El llorado cardenal Carlo Caffarra fue un teólogo de elevadísima formación que sabía bien cómo aplicar la teología sana a las situaciones de la vida cristiana diaria. Ha dejado un patrimonio inestimable.

¿Y sobre el hombre Caffarra?

Haber conocido al cardenal y haber disfrutado de su amistad ha sido, para mí, un gran regalo del Señor. Como he dicho, en el momento de su muerte, su alma era pura y estaba llena de amor por el Señor y la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Había en él una cierta inocencia que le permitía ver las cosas con claridad y hablar de manera muy franca y sincera. Es, para mí, un modelo de cómo un cardenal de la Santa Romana Iglesia debe servir fielmente al Papa.

Publicado por Francesco Agnoli en la Nuova Bussola Quotidiana; traducido por Elena Faccia Serrano para InfoVaticana.

 

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Comentarios
2 comentarios en “«Para la reforma de la Iglesia es especialmente poderoso el Santo Rosario»
  1. Tiene razón, es el rezo del Sto rosario, el que auyente al demonio, que es el único que ha provocado éste caos, él sedujo a los depredadores, él causó tanto dolor, él inspira el mal y se regodea con sus cómplices, ahora se le ha volteado su plan, ya que está sirviendo para bien, se limpiará la Casa de alimañas y sabandijas, y será con la poderosa intercesión de la Siempre Virgen María, rezando su santo rosario. Yo tengo mis manos como las de la foto, ahora los niños deben ser también los que recen, para proteger su inocencia

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