Salvini asegura contar con el apoyo de (una parte de) la Iglesia en su política migratoria

«La Iglesia me dice que siga adelante» en la política de control de la inmigración ilegal, ha declarado Matteo Salvini, ministro del Interior y líder de la Liga Norte, uno de los dos partidos -con el Movimiento 5 Estrellas- que conforman la coalición de gobierno en Italia.

¿Es ironía? Apenas hay asunto que obsesione más a Su Santidad, a juzgar por las veces que lo ha tratado, y en el que más abiertamente se muestre contrario a la política restrictiva del nuevo gobierno. Y no solo el Papa: el Cardenal Ravassi entró recientemente en liza para, con cita evangélica en la mano, amonestar al líder político. Por no hablar de las conferencias episcopales de Occidente, especialmente la americana, abiertamente en pie de guerra contra Trump por este mismo asunto, o nuestro arzobispo de Madrid, Cardenal Carlos Osoro, que se ha pronunciado por la apertura de fronteras con ocasión del ‘affair Aquarius’.

Pero no, Salvini no ironiza. El ministro asegura que hay un considerable sector de la jerarquía católica que apoya su postura y que solo ha hecho saber. «Alguno ha contactado conmigo, evidentemente no citaré los nombres ni siquiera bajo tortura, para pedirme que siga adelante por el camino emprendido».

Quizá no sea necesaria la tortura, al menos para adivinar algún nombre. Como el del americano Cardenal Raymond Leo Burke, esa espina en el costado del sector ‘renovador’ de la Curia.

Burke es algo así como ‘la Gran Esperanza Blanca’ del bando que se ha dado en llamar ‘tradicionalista’, aunque solo sea en oposición a quienes parecen querer crear una nueva Iglesia. Patrono de la Soberana Orden de Malta, ha sido, en la práctica, apartado de la misma, es uno de los dos firmantes supervivientes de los cuatro cardenales que firmaron los Dubia sobre Amoris Laetitia dirigidos al Papa y, en general, lleva algún tiempo haciendo continuas declaraciones críticas a la marcha de la Iglesia y sirviendo de figura de referencia para quienes contemplan con alarma los cambios recientes.

La relación entre Burke y Salvini no es de hoy, y parece ser bastante buena, por decir poco. En abril saltó a los medios una entrevista entre ambos que duró hora y media -Vatican Insider incluyó el tiempo en su titular, así como los Dubia en el subtítulo-, un encuentro que los medios interpretaron como la ‘bendición’ al líder liguista por parte del sector tradicionalista de la Curia y que el C9 sentó como un tiro.

Y es que si se tratara de un mero enfrentamiento entre el Viminal y el Vaticano, bueno, no sería exactamente la primera vez que el gobierno italiano y la Sede de Pedro tienen un desencuentro. El problema es que Salvini ha metido la fe en campaña e incluye las raíces cristianas de Italia entre las razones para frenar la ‘invasión’ de inmigrantes africanos. Se hizo famoso su gesto de blandir un rosario y un ejemplar de los Evangelios en uno de los últimos mítines de su pasada campaña, algo que Spadaro tildó de «desvergüenza».

Y el hecho de que, a lo que parece, no esté solo en esto, aunque pueda ser un motivo de consuelo para los liguistas católicos, también lo es de preocupación para los demás, en el sentido de que ahonda una división en la Iglesia que cada vez resulta más difícil ignorar.

El Papado, se nos dice, quiere pastores “con olor a oveja”, pero en bastantes asuntos, y este sobre el que insiste Salvini es sin duda uno de ellos, las ovejas parecen ir por un lado y los pastores, por otro. Por todas partes, no menos en Italia, las urnas parecen decididas a derrotar los candidatos hacia los que el Papa expresa una simpatía apenas velada.