‘El peligro más grande de la vida es la mediocridad’

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En el miércoles de la X semana del tiempo ordinario el Papa Francisco inició un nuevo ciclo de catequesis, sobre el tema de los mandamientos, para ver cada uno de ellos como “la puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera”.

Para realizar la introducción, y como él mismo lo dijo, tomó como punto de partida el pasaje del Evangelio oído en la plaza de San Pedro, Marcos capítulo 10, versículos 17 al 21, en el que un hombre pregunta al Maestro cómo hacer para heredar la Vida Eterna. Una pregunta en la que – señaló el Papa- se encuentra el desafío de toda existencia, es decir, el deseo de una vida plena e infinita.

“Comenzamos hoy una nueva serie de catequesis dedicada a los mandamientos. Nos sirve de introducción el diálogo de Jesús con aquel hombre que se acercó a preguntarle lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna. En su pregunta latía el deseo de una vida plena, auténtica. Jesús le responde indicándole el camino del cumplimiento de los mandamientos”.

Reflexionando sobre cómo alcanzar esa vida plena el Pontífice posó su pensamiento en los jóvenes, que tratan de “vivir” y en cambio se destruyen yendo detrás de cosas efímeras:

“Quisiera decir – expresó el Papa-  especialmente a los jóvenes : nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por cuan serios y dramáticos sean. El peligro más grande de la vida es un mal espíritu de adaptación que no es mansedumbre o humildad, sino mediocridad, pusilanimidad”.

De allí que – tras citar al Beato Pier Giorgio Frassati que afirmaba la necesidad de “vivir”, y no de “ir tirando”-  el Santo Padre pidiera para ellos el don de la “sana inquietud”, la capacidad de “no contentarse de una vida sin belleza”, porque, se preguntó Francisco, “si los jóvenes no serán hambrientos de vida auténtica, ¿adónde irá la humanidad?”.

El Santo Padre manifestó sucesivamente que de la pregunta del hombre del Evangelio a Cristo, – que también está dentro de cada uno de nosotros, y a la Jesús responde citando el decálogo de los mandamientos – se evidencia precisamente, que ese hombre no tiene la vida plena:

“Pero él, a pesar de que cumple los mandamientos desde pequeño, siente que le sigue faltando algo. Así, mediante un proceso pedagógico, Jesús lleva a esa persona a reconocer sus propios límites para que confíe en él, el Hijo de Dios, el único que puede dar una vida plena. El hombre debía convencerse de que ya no puede vivir de sí mismo, de sus propias obras, de sus propios bienes; es necesario que lo deje todo para seguir al Señor, porque Él es la vida plena, el amor verdadero y la riqueza auténtica”.

«¿Quién pudiendo elegir entre un original y la copia, elige la copia?» Esta pregunta el Pontífice propuso a los presentes para remarcar que la vida plena, el amor verdadero, puede darlo sólo Jesús:

“Jesús no ofrece sustitutos, ¡sino la vida real, el amor verdadero, la verdadera riqueza! ¿Cómo pueden los jóvenes seguirnos en la fe si no nos ven elegir el original, si nos ven adictos a las medias medidas? Se necesita el ejemplo de alguien que me invita a un “más allá”, a algo “más. San Ignacio lo llamó el “magis”, “el fuego, el fervor de la acción que sacude dormideras”.

El Papa concluyó  afirmando que “el camino, de lo que falta pasa por lo que hay”, es decir, que “debemos escudriñar lo ordinario para abrirnos a lo extraordinario”, y adelantó que “en estas catequesis intentaremos ver cada uno de los mandamientos como esa puerta que el Padre celeste ha abierto para conducirnos a la vida verdadera, dejando que Jesús nos tome de la mano y nos ayude a atravesarla”.

Tras saludar a los fieles de diferentes nacionalidades dirigió, como de costumbre, su pensamiento a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Recordando la memoria de San Antonio de Padua, oró para que el Santo Doctor de la Iglesia y Patrono de los pobres les enseñe la belleza del amor sincero y gratuito: “sólo amando como Él amó, ninguno alrededor de ustedes se sentirá marginado  y, al mismo tiempo, ustedes serán cada vez más fuertes en las pruebas de la vida”, les dijo.

A los fieles de lengua española invitó a pedir “a la Virgen María que obtenga para nosotros la gracia de volver a descubrir y revivir los diez mandamientos como un camino de amor que nos llevará a la vida verdadera, que es Cristo” y les impartió su bendición.

Griselda Mutual (Vatican News)

Catequesis completa del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy es la fiesta de San Antonio de Padua. ¿Quién  de vosotros se llama Antonio? Un aplauso para todos los “Antonios”.

Hoy comenzamos un nuevo itinerario catequético. Será sobre el tema de los mandamientos. Los mandamientos de la ley de Dios. Nos sirve de introducción el pasaje que acabamos de escuchar: el encuentro entre Jesús y un hombre –es un joven-  que, de rodillas, le pregunta cómo puede alcanzar la vida eterna (cf. Mc 10.17 a 21). Y en esa pregunta está el desafío de cada existencia, también de la nuestra: el deseo de una vida plena e infinita. Pero ¿cómo llegar? ¿Qué camino tomar? Vivir de verdad, vivir una existencia noble… Cuántos jóvenes intentan «vivir» y en cambio se destruyen  persiguiendo cosas efímeras.

Algunos piensan que sea mejor apagar este impulso, -el impulso de vivir- porque es peligroso. Quisiera decir, sobre todo a los jóvenes: nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por muy  graves y dramáticos que sean: El mayor peligro en la vida es un mal espíritu de adaptación que no es la mansedumbre ni la humildad, sino la mediocridad, la pusilanimidad [1]. Un joven mediocre ¿es un joven con futuro o no? ¡No! Se queda ahí; no crece, no tendrá éxito. La mediocridad o la pusilanimidad. Esos jóvenes que tienen miedo de todo. “No, yo soy así…” Esos jóvenes no saldrán adelante. Mansedumbre, fuerza y nada de pusilanimidad, nada de mediocridad. El beato Pier Giorgio Frassati decía que debemos vivir, no ir tirando. [2] Los mediocres van tirando. Vivir con la fuerza de la vida. Hay que  pedir a nuestro Padre Celestial para los jóvenes de hoy el don de la inquietud saludable. Pero, en vuestras casas, en cada familia, cuando hay  un joven que está todo el día sentado, a veces la madre y el padre piensan: “Está enfermo, tiene algo” y lo llevan al médico. La vida del joven es ir adelante, estar inquieto, la inquietud saludable,  la capacidad de no estar satisfechos con una vida sin belleza, sin color. Si los jóvenes no tienen hambre de una vida auténtica,  me pregunto ¿Dónde irá la humanidad? ¿Dónde irá la humanidad con jóvenes quietos y no inquietos?

La pregunta de aquel hombre del Evangelio que hemos escuchado está dentro de cada uno de nosotros: ¿Cómo se encuentra la vida, la vida en abundancia, la felicidad? .Jesús responde: «Ya sabes los mandamientos» (v. 19), y cita una parte del Decálogo. Es un proceso pedagógico, con el cual Jesús quiere conducir a un lugar preciso. De hecho, ya está claro, por su pregunta que aquel hombre no tiene una vida plena busca algo más, está inquieto. Por lo tanto ¿qué debe entender? Él dice: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud» (v. 20).

¿Cómo se pasa de la juventud a la madurez? Cuando se empiezan a aceptar las propios limitaciones Nos volvemos adultos cuando nos relativizamos y tomamos conciencia de «lo que falta» (cfr. v. 21). Este hombre se ve obligado a reconocer que todo lo que puede «hacer» no supera un «techo», no va más allá de un margen.
¡Qué hermoso es ser hombres y mujeres! ¡Qué preciosa es nuestra existencia! Y sin embargo, hay una verdad que en la historia de los últimos siglos el hombre ha rechazado a menudo, con trágicas consecuencias: la verdad de sus limitaciones.

Jesús, en el Evangelio, dice algo que puede ayudarnos: «No penséis  que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento «(Mt 5, 17). El Señor Jesús regala el cumplimiento, por eso vino. Aquel hombre tenía dar un salto para llegar  al umbral, donde se abre la posibilidad de dejar de vivir de uno mismo, de las propias obras, de los propios bienes y – precisamente porque falta la vida plena -dejarlo todo para seguir al Señor [3]. Mirándolo bien, en la invitación final de Jesús – inmenso, maravilloso – no está la propuesta de la pobreza sino la de la riqueza, la verdadera, «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven ¡Sígueme!”(V. 21).

¿Quién, pudiendo elegir entre un original y una copia, elegiría la copia? Este es el desafío: encontrar el original de la vida, no la copia. Jesús no ofrece sustitutos, ¡sino vida verdadera, amor verdadero, riqueza verdadera! ¿Cómo pueden los jóvenes seguirnos en la fe si no nos ven elegir el original, si nos ven adictos a las medias tintas? Es feo encontrar cristianos de medias tintas, cristianos –me permito la palabra- “enanos”; crecen hasta una determinada estatura y luego no; cristianos con el corazón encogido, cerrado. Es feo encontrarse con esto. Hace falta el ejemplo de alguien que me invita a un «más allá», a » algo más«, a crecer algo más. San Ignacio lo llamaba el «magis», «el fuego, el fervor de la acción, que sacude al soñoliento». [4]

El camino de lo que falta pasa por lo que hay. Jesús no vino a abolir la Ley o los Profetas sino a cumplirlos. Tenemos que partir de la realidad para dar el salto a «lo que falta». Debemos escudriñar lo ordinario para abrirnos a lo extraordinario.

En estas catequesis tomaremos las dos tablas de Moisés como cristianos, de la mano de Jesús, para pasar de las ilusiones de la juventud al tesoro que está en el cielo, caminando detrás de Él. Descubriremos, en cada una de esas leyes, antiguas y sabias, la puerta abierta por el Padre que está en los cielos para que el Señor Jesús, que la ha cruzado, nos lleve a la vida verdadera. Su vida. La vida de los hijos de Dios.

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1] Los Padres hablan de pusilanimidad (oligopsychìa). San Juan Damasceno la define como «el temor de llevar a cabo una acción» (Exposición exacta de la Fe Ortodoxa, II, 15) y San Juan Clímaco agrega que «la pusilanimidad es una disposición pueril, en un alma que ya no es más joven «(La Scala, XX, 1, 2).
[2] Ver Carta a Isidoro Bonini, 27 de febrero de 1925.
[3] «El ojo fue creado para la luz, el oído para los sonidos, todo para su propósito y el deseo del alma para  apresurarse hacia el Cristo» (Nicola Cabasilas, La vida en Cristo, II, 90).
[4] Discurso a la XXXVI Congregación General de la Compañía de Jesús, 24 de octubre de 2016: «Se trata de magis, de aquel plus que lleva a Ignacio a iniciar procesos, a acompañarlos y evaluar su impacto real en la vida de las personas, en materia de fe, o de justicia, o de misericordia y caridad».

(Sala de prensa de la Santa Sede)

 

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Comentarios
6 comentarios en “‘El peligro más grande de la vida es la mediocridad’
  1. Bergoglio es un COBARDE, tendrá en su conciencia los miles de no nacidos que serán asesinados en Argentina, no haber expresado ni una palabra y no haber vuelto a su patria por miedo ha causado este desparramo de las ovejas….hasta sus seguidores íntimos son aborteros; el pastor ha dicho que hasta que no saquen los lobos no vuelve. Si mejor no venga. (

  2. Si el mayor peligro es la mediocridad, entonces, Santidad, Vos camináis por un cable tendido entre dos precipicios del Cañón del Colorado…

  3. El peligro más grande de la vida es recorrerla apartado de Dios. Ser mediocre o brillante no es ni bueno ni malo ni regular. Pero sinceramente, no esperaba menos de este personaje. Delante de las víctimas del terrorismo en Perú dice que lo más peligroso es una monja chismosa y ante el aborto en Argentina se pone a hablar de fútbol. Lo suyo, está claro, es echar balones fuera.

  4. AP 3.16: «ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16`Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Santidad repase ap. 3,14-16

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