De dinero y santidad, la mitad de la mitad

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La publicidad engañosa desvelada por Infovaticana en la campaña Xtantos de la Conferencia Episcopal podría despreciarse como un detalle trivial. No lo es, y vale la pena explicar por qué.

Llega esta época del año -ya saben, el periodo para cumplir con Hacienda- y la jerarquía eclesiástica española se viste el vil sayal, se corona con ceniza la cabeza y va pasando el platillo de la X en la declaración de la renta a base de contarnos todas las magníficas labores de caridad que hace la Iglesia.

Y las hace, claro. Sobre todo ‘la Iglesia’ entendida en su sentido más amplio. Pero la X no sirve solo para esas causas tan loables, muchas de las cuales dependen bastante menos de lo que distribuye la Conferencia Episcopal y bastante más de la caridad privada y discreta. Lo que no veremos en estas campañas es a nuestros obispos cabildeando como si no hubiera mañana, no veremos a las estrellas de COPE y 13tv ni mucho menos un desglose de sus sueldos.

Todo está muy bien, todo es pan para el convento y sería ingenuo esperar que nuestra jerarquía no recurriera a la mercadotecnia más agresiva y conmovedora para remover nuestras conciencias y que marquemos la mágica casilla.

Pero, siendo la Iglesia, hay un límite: la verdad. Hoy Gabriel Ariza, en estas mismas páginas, nos cuenta un caso, uno solo, en el que la campaña en la red social Twitter ‘Xtantos’ pone como ejemplo de labor social financiada con la X que, bueno, no realmente.

Se trata de la Fundación Germá Tomás Canet que lleva 28 años ayudando a enfermos mentales. Tiene su importancia, porque el tuit de Xtantos referido a esa supuesta contribución de la CEE llevaba 300 ‘retuits’ cuando se hizo el artículo. Es decir, eso son trescientas personas que lo han considerado meritorio y un número mucho mayor que lo habrán leído y, previsiblemente, lo habrán aplaudido.

Pero parece que la información no es muy exacta. Consultada la CEE sobre el caso, responde que «esta asignación no contempla la asignación de fondos a fundaciones». Oh.

Eso se llama ‘publicidad engañosa’, y es siempre feo. En una institución de la Iglesia -dejemos de pretender que la CEE es ‘la’ Iglesia-, mucho más. Cuando encima se trata de desplegar lo buenos que son, mucho, muchísimo más. No se puede jugar con la buena voluntad y el corazoncito de unos fieles que, por lo demás, tienen buenas razones para pensarse este año la mal llamada ‘contribución voluntaria’.

Este año el esfuerzo propagandístico está siendo especial, de ahí estos excesos, porque los ‘abajofirmantes’ de la X se reducen año tras año y este promete ser especialmente desastroso. Quizá lo que más indigne a buena parte de los contribuyentes sea la situación de la Iglesia -perdón: de la clerecía- catalana, buena parte de la cual ha puesto templos y homilías a favor de una causa política; de hecho, muchos parecen poner un celo en anunciar la buena nueva de la independencia que hace tiempo echamos de menos en el anuncio de la Palabra.

No nos vamos a repetir. Nos creemos las palabras del Papa de que se necesita «una Iglesia pobre para los pobres», alejada del poder. No porque veamos supersticiosamente nada malo en el dinero en sí mismo, tampoco en el poder; sino porque es una evidencia que ambos están en la raíz de los grandes males que sufre hoy la jerarquía eclesiástica.

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