Mensaje del Papa a los votantes irlandeses: «»

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Hay un relato policiaco, creo, de Sherlock Holmes en el que el genial detectivo británico resuelve el caso basándose en lo que no ocurrió y debería haber ocurrido: un perro que no ladró. Mientras escribo esto, Irlanda decide en las urnas si cederá ante la tiranía occidental que hace legal para las madres decidir el exterminio de sus hijos antes de que nazcan o si, por el contrario, seguirá siendo un ejemplo y un foco de resistencia, la verdadera ‘aldea gala’ de Occidente.

Si cae Irlanda, el negocio del aborto tendrá un mercado más donde lucrarse, el último, y toda Europa estará bajo el dominio de la Cultura de la Muerte. Y Su Santidad, el Vicario de Cristo, no ha enviado mensaje alguno de ánimo a los irlandeses, ni les ha recordado lo que está en juego. Ese es el perro que no ladró.

Por el contrario, y ya puestos a relativizar una masacre consentida que nos pone por debajo de Cartago y sus sacrificios ante Moloc, la Conferencia Episcopal Italiana, a la que se ha dirigido recientemente el Santo Padre, tiene buenas palabras para la ley del aborto de su propio país -la 194- por boca de su portavoz, el Cardenal Gualtiero Bassetti.

«La ley sobre el aborto ya la conocemos, pero también hay que apreciar ciertos puntos que, al menos cuando se aprobó, eran firmes con respecto a ciertas propuestas de ley que son de un total relativismo con especto a la vida y a la mujer».

La ley, que tiene ya cuarenta años de antigüedad, fue furiosamente atacada por la Iglesia en el momento de su aprobación. Pero parece evidente que eran otros tiempos. Ahora todo es más… ¿relativo?

Sigue, nostálgico, Su Eminencia: «La 194 no estaba a favor del aborto, sino que permitía el aborto en ciertos casos concretos y limitados. Siempre hemos visto sus límites y dificultades, pero frente a un relativismo total frente al embrión y a la vida, había salvaguardas, había que intentar todo lo que fuera posible. No digo que fuese buena, porque hay un principio moral que dice «bonum ex integra causa», debe ser bueno por todas las bases en las que se apoya, pero hay que distinguir y discernir».

Otra vez esa palabra.

Cuando, al inicio de su pontificado, el Papa Francisco declaró que los católicos no debíamos ‘obsesionarnos’ con temas como el aborto y la familia, admito que me sentí desanimado. Entendí a qué se refería; entiendo que no son asuntos específicamente cristianos, que Cristo no vino al mundo a evitar que las madres mataran a sus hijos en su vientre; que esto debería ser cuestión de moral elemental, no específicamente cristiana, y que nosotros debemos centrarnos en la Buena Nueva y en influir en muchos más asuntos.

Pero la Iglesia es profética, es decir, está llamada a insistir ante los hombres sobre aquellas verdades que han olvidado. El aborto no es solo una tragedia por el número de víctimas -y aquí hablo de los muertos, los niños, y de sus madres-, sino incluso más por el hecho de que se vea con normalidad, que se acepte casi universalmente, que lo consagren las leyes.

A mí me encantaría que existiera esa opción, la de dejar de ‘obsesionarnos’, la de no tener que tratar tan insistentemente y dejar de dar la lata con un asunto que sería el primero en querer olvidar. Querría decir, no que ha desaparecido, pero sí que se ha convertido en algo marginal, un mal como tantos otros, condenable pero también condenado.

Su Santidad, por lo demás, ha venido, según confesión propia, a «hacer lío», y no se puede decir de él que rehúya los focos o tenga reparo en hablarle al mundo. Lo ha hecho, incluso, sobre asuntos en los que no se le supone un especial conocimiento, como la conveniencia de la inmigración masiva o el cambio climático. Ignoro qué impacto podría tener sus palabras de ánimo a los votantes irlandeses; sé, en cambio, que su silencio apenas puede ser más desanimante.

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Comentarios
3 comentarios en “Mensaje del Papa a los votantes irlandeses: «»
  1. Claro no hay que obsesionarse con el aborto, pero tampoco hay que obsesionarse con los chismosos, al fin y al cabo todo el mundo los conoce ¡allá ellos!, tampoco con los mafiosos al fin y al cabo peor para ellos si lo son, tampoco con los empresarios que bastante cruz tienen con ganar dinero y trabajar muchas horas. No hay que obsesionarse con nada. Lo mejor es poner sonrisa de idiota y al estilo Heidi ir sonriendo bobaliconamente por el mundo y cominedo margaritas, porque yo soy un hombre de paz y concordia, y no como algunos pepinillos en vinagre que andan sueltos por ahí viendo la mota en el ojo ajeno.

  2. No poner la X se esta convirtiendo en un clamoroso acierto, no se pueden mantener estructuras que callan antes los abusos de los poderosos sobre los debiles, los niños.

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