«Nunca ha estado mejor la vida religiosa». Este estupefaciente titular aparecido en Alfa y Omega, el órgano oficial de la Archidiócesis de Madrid, aparece entrecomillado porque corresponde a palabras textuales de uno de los cardenales cuyo nombramiento el 29 de junio ha anunciado recientemente Su Santidad, el claretiano español Aquilino Bocos. Y leerlo ahí, tan orwelliano, me ha hecho retrotraerme cosa de más de una década.
En el tiempo de que les hablo, el Grupo Intereconomía estrenaba publicación. Se trataba de un semanario de información general destinado específicamente al público católico y dirigido por este que les escribe. Al presidente, Julio Ariza, le parecía que el público católico, un nicho nada despreciable numéricamente, andaba necesitado de una publicación que le informase de todo, pero en su idioma, en sus términos y con sus intereses particulares en mente.
Eso era, o pretendía ser, ALBA, si modestísima en medios, muy ambiciosa en su objetivo. Nos pareció entonces una idea magnífica que los católicos pudieran encontrar algo que les informase sin que procediese de fuentes clericales, sino que fuera fruto de esa maravillosa ‘libertad de los hijos de Dios’. Pero, confesándose católica, nos pareció de razón y cortesía informar de su existencia y recabar, en lo posible, el apoyo de los obispos, empezando por el nuestro de Madrid y presidente entonces de la Conferencia Episcopal, el Cardenal Antonio María Rouco Varela.
Decir que la recepción de ALBA por parte de la Archidiócesis fue fría es quedarse muy corto. Fue, más bien, gélida. Su Eminencia nos hizo llegar su opinión de que «hay que unir, no dividir» la opinión católica española, y que para eso Alfa y Omega se bastaba y se sobraba. Por el contrario, desde Intereconomía se pensaba que, por el contrario, cuanto mayor fuera el número de fuentes de información, más tendría dónde elegir el lector católico de acuerdo a sus preferencias, y más difícil sería, en lo opinable, ofrecer una visión monolítica y, para más inri, clerical.
Bien, juzguen ustedes por este titular. O, si lo prefieren, por esta opinión de Monseñor Bocos, que suena a amargo sarcasmo para quien conozca la profunda crisis en la que está sumida la vida religiosa española. No estoy seguro de que el Pravda bajo Brezhnev osara llegar tan lejos contradiciendo la realidad evidente.
No es una cuestión siquiera discutible: las cifras son claras y pavorosas. Pretender que se está mejor así, cerrando conventos de un mes a otro, olvida que no hay remplazo, y que la muerte a plazo (casi) fijo de la vida contemplativa no puede ser considerada como un bien por ningún católico, mucho menos por un religioso y futuro cardenal de la Iglesia.
Pero es que las páginas siguientes de la publicación parecen haberse maquetado a mala idea para burlarse de las palabras de Bocos, con foto tras foto dedicada a la vida conventual. Don Aquilino no es elector, porque ha cumplido ya los 80, pero del grupo de monjas que vemos inmediatamente después imagino que la media podrá considerarlo casi un jovenzuelo. Más adelante puede verse un puñado de hermanas más jóvenes, sí, pero indefectiblemente ‘importadas’. Una de cada cuatro monjas en España es extranjera. Este dato, que ilusiona en el sentido de ver cómo nuestro país sigue siendo un centro de atracción de las vocaciones del resto del mundo, no habla, en cambio, demasiado bien de las vocaciones de la población autóctona.
La vida religiosa en España -en todo Occidente, en realidad- está no solo mal, monseñor, si no en fase terminal, agónica. La media de edad es pavorosamente alta y una España cada vez más descristianizada no va a atraer indefinidamente vocaciones procedentes de fuera. Poner a malo tiempo buena cara es siempre loable, como abandonarse en la Divina Providencia al tiempo que se toman las medidas que dicte la prudencia. Pero pretender que en la patria de Santa Teresa de Jesús, Santo Domingo de Guzman, de San Juan de la Cruz y otras docenas de religiosos ilustres, pretender que la vida religiosa no ha estado nunca mejor es, o una ceguera preocupante en un próximo cardenal, o un despliegue de optimismo que se da de bofetadas con la verdad.
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Si el objetivo es acabar con ella, por considerarla fuera del mundo, la vida religiosa está mejor que nunca: en vías de extinción, salvo la católica de verdad, que resiste.
Es evidente, amigo, que te quedaste en el titular y en una mirada muy mundana de la vida religiosa. Unos confían en sus carros, otros en sus caballerías… que dice el Salmo. Nosotros confiamos en el Señor y a él le corresponde su parte. No depende de nuestra voluntad. Es el desliz que lleváis algunos hacia el neo-pelagianismo que el papa Francisco acaba de recordarnos en su Exhortación Gaudete et exsultate. Es una lástima que haya gente que se diga tan creyente y, en el fondo, no lo sea. Algunos en la Iglesia estáis demasiado secularizados y mundanizados, siempre hablando de números, sobrepreocupados por todo menos por anunciar el Evangelio y practicar la caridad, primero, para con los de casa. Qué lástima
El editorial de A&O refuta a Monseñor Bocos y a lo que Vd. dice:
«La principal novedad de la instrucción Cor orans es la obligatoriedad de que los monasterios se federen, de modo que «no permanezcan aislados». Se consigue, de entrada, proteger a comunidades diezmadas y envejecidas, presa fácil de quienes ansían quedarse con su patrimonio.»
Diezmado es estar al diez por ciento en un contexto de guerra o de enfermedad y parece ser que ese envejecido.
Me parece un juicio un poco temerario el que hace Vd: «sobrepreocupados por todo menos por anunciar el Evangelio y practicar la caridad, primero, para con los de casa» ¿Cómo lo sabe? Imagino que no lo ha pensado al escribir.
Un saludo
Efectivamente, en fase terminal, agónica esta la vida religiosa, vamos es un momento de explendor porque ese es el objetivo acabar con ella.
Estimado sr Esteban, me ha encantado el calificativo de titular estupefaciente, pero creo que en este caso le cuadra mejor alucinógeno.
MIGUEL RUIZ
Antes de dar lecciones a otros tal vez deberías mirarte un poco tu mismo. Criticas, pero eludes como gato panza arriba entrar en materia.
Vienes a decir que no hay que mirar los números para valorar la salud de las congregaciones. Ah ¿no? y entonces que miramos?
Es cierto que los números por si solos si no reflejan autenticidad no valen, pero los números, las vocaciones, son la primera herramienta conceptual para valorar la salud de una congregación o de un seminario o de una diócesis. Luego habrá que dar el segundo paso de valorar la calidad de esas vocaciones. Pero el primero esta clarísimo.
Te lo digo sin acritud, nos acusas de estas mundanizados, secularizados y de ser medio pelagianos.
No te digo yo que algo de eso pueda tener en lo que a mi me toca, pero siempre de manera residual, no estructural, y desde luego no buscado.
Tu postura, con todo respeto no me parece seria, y si no te lo tomas como un insulto, porque no lo pretendo, te diría que algo cínica.
Si, como el que opinó que en China había un gran respeto por los derechos de los humanos, así los conventos están de plácemes y con tanta felicidad que no caben en si de gozo