(ACI Prensa)- En un discurso pronunciado durante la apertura de la asamblea plenaria de la Comisión Internacional Católica para las Migraciones (CCIM), el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, habló de algunos de los retos a los que deberá hacer frente la Iglesia para ayudar a la población migrante.
Entre esos retos citó la seguridad de los migrantes durante el recorrido que hacen desde sus lugares de origen hasta los países de acogida, la ayuda a la integración para evitar situaciones de descarte, y la labor de sensibilización de la población de los lugares de destino para evitar actitudes de rechazo suscitadas por el miedo o el desconocimiento.
El Cardenal Parolin explicó que durante los de la asamblea plenaria “tendréis la oportunidad de examinar el camino recorrido y os preguntaréis cómo la CCIM pueda continuar la tarea para la cual fue fundada, una tarea que ya hemos visto cumplida gracias a un compromiso rico en frutos, que ahora requiere que os abráis a los nuevos horizontes del servicio a los migrantes y refugiados”.
“Como el Papa Francisco siempre nos recuerda, no son números: son personas, mujeres, hombres, niños, que tienen un rostro, que a menudo sufren y se descartan. Un rostro humano en el que reconocemos el de Cristo, al que queremos servir especialmente en los que son más pequeños y están más necesitados”, señaló.
En este sentido, indicó que uno de los objetivos de la CCIM es apoyar “a las familias migrantes que, a menudo, emigran en la búsqueda de seguridad y de una vida digna, especialmente para los niños”.
Sin embargo, señaló, muchas “llegan a los países de desembarco después de haber experimentado violencias y abusos durante el viaje, para enfrentarse luego con nuevas experiencias de miseria y con dificultades antes impensables”.
El Cardenal Parolin dijo que es en el apoyo a las familias donde la Iglesia puede actuar de manera más efectiva, pues “la cercanía de la comunidad cristiana, y la ayuda concreta y especializada de organizaciones como la vuestra, pueden contribuir a mantener unidas a estas familias, evitando que los niños encuentren en redes alternativas la respuesta a sus frustraciones”.
“Aunque en los países de origen de los migrantes el progreso esté también vinculado a su contribución económica a nivel social y familiar, hay en ellos, sin embargo, una dimensión que la Iglesia no puede descuidar”.
Esa dimensión “es la de los miembros de la familia que se han quedado en su tierra natal, a menudo con hijos para mantener, cuando uno de los cónyuges, o ambos, emigran”. Indicó a veces son menores que quedan al cuidado de los abuelos, pero que viven en la pobreza porque “no siempre llegan remesas o éstas son insuficientes”.
Otras veces “el cónyuge no regresa a su país. Este es un aspecto delicado de la migración, lamentablemente generalizado, que requiere más atención y apoyo”.
Otro frente que se presenta al CCIM a nivel mundial, según el Cardenal Parolin, “es el del rechazo de la acogida”.
“A pesar de que las naciones, especialmente las más avanzadas económicamente, sin lugar a dudas, deben gran parte de su desarrollo a los inmigrantes, y aunque se conozcan las experiencias –a veces terribles– que causan su migración o que encuentran en el viaje, la migración hoy se considera sólo como una emergencia o un peligro, a pesar de que se haya convertido en un rasgo característico de nuestra sociedad”.
Asimismo, “uno de los compromisos difíciles, que hoy prometen ser más urgentes y necesarios es, precisamente, actuar para que se produzca este cambio de actitud, abandonando la cultura dominante del ‘descarte’ y del rechazo”.
Para la autoridad vaticana la labor de la CCIM es “un trabajo de información y sensibilización con el que la Comisión puede ayudar a la Iglesia Católica a disipar muchos prejuicios y temores infundados referentes a la acogida de los extranjeros y –sin esconder el esfuerzo que bajo muchos aspectos requiere la acogida– y a difundir una percepción equilibrada y positiva de la migración”.
El Cardenal Parolin finalizó su discurso señalando un aspecto positivo que se ha logrado implementar en los últimos años: “A las actitudes de cierre vemos contraponerse las actitudes positivas de muchos jóvenes que consideran la migración como una dimensión normal de nuestra sociedad, que se ha hecho interdependiente por las conexiones rápidas, las comunicaciones y la necesidad de relaciones a escala mundial. Son dimensiones en las que realmente podemos ver los ‘signos de los tiempos’ que impulsan la solidaridad a escala global”.
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