«Francisco odia la confrontación y la crítica; rehúye las opiniones negativas sobre su pontificado». No podría contar cuántas veces he oído el mismo o parecido comentario de fuentes cercanas a la Santa Sede, pero apenas podía esperar que fuera Su Santidad quien confirmara ‘ipsis verbis’ esta visión.
Los pasados 16 y 19 de enero, el Papa mantuvo sendos coloquios con jesuitas de ambos países que solo ahora aparecen transcritas y publicadas por el padre Spadaro en Il Corriere della Sera, como primicia de las que aparecerán en el próximo número del órgano jesuita ‘La Civiltà Cattolica’. ¿Titular? ‘Papa Francisco: ¿Los blogs que me llaman hereje? Conozco a quien los escribe y no los leo».
Lo primero que queda claro de los coloquios es que quienes ven a Francisco como un ‘revolucionario’ -palabra que en su lenguaje tiene una connotación netamente positiva- decidido a reformar en profundidad la Iglesia no se equivocan en absoluto, si bien pueden errar en su valoración del cambio.
«Algunos me dicen que es normal que haya resistencia cuando uno quiere hacer cambios. El famoso «siempre se ha hecho así» prevalece sobre todo, es una gran tentación que todos hemos vivido. Las resistencias tras el Vaticano II, aún presentes, tienen este significado: relativizar, aguar el Concilio. Me sigue molestando cuando alguien organiza una campaña de resistencia. No puedo negar que haya resistencias. Las veo y las conozco. Hay resistencias doctrinales. Por salud mental no leo los sitios de Internet de esta llamada «resistencia». Sé quiénes son, conozco los grupos, pero no los leo, sencillamente por salud mental».
En el coloquio habla del asunto de los abusos sexuales clericales, tema más que candente que deplora y le entristece. Sobre la cuestión dice reunirse habitualmente con algunas de las víctimas, cuyo proceso «es durísimo, quedan aniquilados. Para la Iglesia es una gran humillación. Muestra no solo nuestra fragilidad sino también, digámoslo claramente, nuestro nivel de hipocresía».
Sigue diciendo a continuación que «es curioso: el fenómeno del abuso ha afectado a algunas congregaciones nuevas, prósperas». Particularmente nos parece curioso esa apostilla, y no solo porque los abusos sexuales han estado bastante repartidos entre congregaciones viejas y nuevas y clero diocesano, sino porque los que ahora están en el centro de la noticia -y a cuyas víctimas venía de tratar en Chile-, los del padre Karadima, no pertenecen a esta categoría. De hecho, muchos de los discípulos de Karadima habrían luego de ingresar en la Compañía de Jesús.
Concluye esta cuestión Su Santidad distinguiendo tres niveles de abuso: «abuso de autoridad, sexual y líos económicos. El dinero está siempre por medio: el diablo entra por la cartera».
Resume su ‘programa’ general en la última intervención transcrita por Spadaro:
«Retomad el Concilio Vaticano II, la Lumen gentium. […] La evangelización la hace la Iglesia como pueblo de Dios. A nosotros Dios nos pide que seamos Iglesia en salida, hospital de campaña…. ¡Una Iglesia pobre para los pobres! Los pobres no son una fórmula teórica del partido comunista, son el centro del Evangelio. Es sobre esta línea que siento que nos está llevando el Espíritu. Hay fuertes resistencias, pero para mí el hecho de que surjan es señal de que se va por el buen camino. De otro modo el demonio no se afanaría en suscitar resistencia».
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