Una respuesta a la maniobra de quien quiere reescribir «Humanae vitae»

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El vaticanista Sandro Magister publica en su blog Settimo Cielo una carta de un eclesiástico con especialización científica de alto nivel y con relevantes cargos de enseñanza en Italia y en el exterior, en la que refuta los argumentos para reinterpretar y, en esencia, invalidar la enseñanza de la encíclica «Humanae vitae«, de Pablo VI.

En concreto, califica de “desleal” la pretensión de hacer derivar la licitud de las técnicas anticonceptivas del hecho que ya un gran número de cónyuges católicos las practica, convencidos en conciencia de hacer lo justo.

Magister señala que es necesario mantener la reserva sobre el nombre del autor de esta carta, para no exponerlo a represalias.

A continuación, la carta publicada en Settimo Cielo

Estimado Magister,

entre los obsoletos argumentos desempolvados por el teólogo moralista de la Facultad Teológica de Italia Septentrional (FTIS, Milán), también miembro recientemente nombrado de la “nueva” Pontificia Academia para la Vida, el profesor don Maurizio Chiodi, para quitar autoridad y credibilidad a la norma de la carta encíclica «Humanae vitae» (HV) del beato Pablo VI – que señala como moralmente ilícita la anticoncepción y, por el contrario, como aceptables los métodos para evitar una concepción, métodos que se basan en el conocimiento y la individualización personalizada de los periodos infecundos del ciclo femenino – está el de la falta de asimilación de esta norma en el ethos conyugal de los esposos católicos, también de solida fe y practicantes en otras dimensiones de la vida cristiana.

El teólogo bergamasco de sesenta y dos años, en una conferencia pública en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana, titulada “Rileggere ‘Humanae vitae’ alla luce di ‘Amoris laetitia’”, expuesta el 14 de diciembre del 2017, ha puesto en duda la validez y el carácter vinculante permanentes – para todos los fieles que han recibido el sacramento del matrimonio y viven more uxorio – de la enseñanza del beato Pablo VI – confirmada por sus sucesores san Juan Pablo II y Benedicto XVI, y hasta hoy no abrogada por el papa Francisco – que «condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias » (HV, n. 16) y denuncia como «un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda» (HV, n. 14).

Uno de los argumentos adoptados por don Chiodi para intentar desarticular el magisterio del papa Giovanni Battista Montini sobre la intrínseca ilicitud de toda acción que separa intencionalmente «los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador» (HV, n. 12), se apoya en la observación de naturaleza estadístico-sociológico-pastoral que esta norma habría sido largamente desatendida por el pueblo de Dios, con la consecuencia práctica de no ser cumplida por la mayor parte de las esposas y los maridos, quienes, al estar utilizando la anticoncepción, no se acusarían de este pecado en el transcurso de la confesión sacramental, ni pedirían la ayuda del confesor para juzgar respecto a la rectitud o no de su comportamiento.

El argumento que «una amplia mayoría de las parejas de creyentes desposados vive como si esta norma no existiera» (cita de la traducción inglesa de Diane Montagna, tomada de la grabación de la conferencia de don Chiodi, publicada en Life Site News el 8 de enero) no es ciertamente original. Ya en 1985 monseñor Giuseppe Angelini, también él teólogo de la FTIS, escribió: «La brecha entre la moral personal de los católicos y el magisterio eclesial está particularmente acentuada en el tema de la anticoncepción. […] Muchas veces se ha puesto en evidencia la distancia de las argumentaciones propuestas para sostener la condena moral de toda técnica artificial anticonceptiva respecto a la perspectiva personalista de aproximación al tema de la sexualidad» («La teologia morale e la questione sessuale. Per intendere la situazione presente», in: Aa. Vv., «Uomo-donna. Progetto di vita», Roma 1985, 47-102, pp. 49-50).

El intento de descargar sobre los fieles laicos – en particular en los cónyuges – la carga de la prueba que la enseñanza de la HV sobre la regulación natural de la natalidad no pertenecería al patrimonio consolidado y perenne de la doctrina moral católica resulta torpe y engañoso.

Es de hecho un juicio temerario el querer ver a los cónyuges católicos como los principales o los únicos responsables del no cumplimiento de la norma de la HV, que ellos habrían rechazado en nombre de “otra verdad” de la relación entre el amor y la procreación, la que no permitiría a sus conciencias juzgar en definitiva la anticoncepción como un mal.

Bien mirado, y escoltado con una lectura de la experiencia teológica y pastoral de la HV en muchas Iglesias locales a partir de finales de los años ’60, las cosas no son así.

Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CCC), que en esto sigue la teología moral y el magisterio anterior, «la persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia» (CCC, n. 1790). Es entonces admisible que muchos creyentes desposados (en algunas comunidades cristianas quizás también la mayoría o directamente la casi totalidad), en la deliberación respecto al recurso de la anticoncepción hayan seguido su conciencia, cuya voz, con certeza, no indicaba esta acción como un mal que había que evitar. ¿Esto significa que la anticoncepción no es intrínsecamente un mal? ¿Es quizás su comportamiento “según la conciencia” la prueba moral que la ley de HV es contraria a la conciencia de los cónyuges cristianos y, en consecuencia, no es justa? No. Su conciencia, en tanto cierta, no era recta, porque “sucede que la conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formular juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos» (CCC, n. 1790).

Planteamos entonces esta pregunta ulterior: ¿con su elección anticonceptiva “según la conciencia errónea” estos numerosos cónyuges cargan con la responsabilidad de prestar un “testimonio de la conciencia” contra el magisterio, o sea, de indicar a quien corresponde la enseñanza moral católica que en cuanto a lo prescrito por la HV entra en conflicto con la conciencia del creyente y, entonces, no tiene un valor vinculante?

Si así fuera, el teólogo moralista o pastoralista que recoge la experiencia de los esposos respecto a la regulación de la natalidad, y la estudia con el propósito de someter a la autoridad de la Iglesia una propuesta respecto a esta materia (como intenta hacer don Chiodi), les atribuiría una grave responsabilidad. Sobre la base de lo que sus opciones en conciencia atestiguan se emitirá de hecho un juicio que se traducirá en una norma (nueva o modificada, es decir, reinterpretada) que deberá ser válida para todos los creyentes. Si el testimonio de sus conciencias es falso, los fieles cargarían con el peso de una orientación engañosa impregnada en toda la Iglesia y el teólogo escondería su responsabilidad respecto a este “nuevo curso” detrás de la respuesta del pueblo a la pregunta de Pilatos: “En conciencia, que quieren que sea puesta en libertad: ¿la regulación natural de la fertilidad o la anticoncepción?”

En realidad, las cosas no pueden funcionar así en absoluto. Sería demasiado cómodo (y sobre todo desleal) no considerar que una conciencia errónea y sus juicios no son siempre imputables a la responsabilidad de los individuos.

En el origen de las desviaciones del juicio de la conciencia no siempre la negligencia es culpable por no buscar la verdad y el bien, sino que puede haber una ignorancia no culpable de la verdad y del bien (cfr. CCC, nn. 1792-1793). Esto sucede, por ejemplo, cuando una persona o un número también amplio de creyentes no han tenido la posibilidad de recibir una adecuada formación de la conciencia y una iluminación del juicio moral (cfr. CCC, n. 1783) porque no se les ha ofrecido ninguna oportunidad de conocer íntegra y fielmente las enseñanzas de la Iglesia que les conciernen directamente.

Esto es precisamente lo que ha sucedido en el caso de la doctrina de la HV. Durante décadas, innumerables sacerdotes, catequistas, formadores y acompañantes de los cursos de preparación al sacramento del matrimonio y educadores de los jóvenes en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos católicos han callado injustificadamente sobre la enseñanza de la Iglesia a propósito de la regulación de la natalidad.

O bien la han presentado en forma parcial o errónea, por ejemplo, diciendo que lo que cuenta para los esposos es “abrirse a la vida”, generando uno o algunos hijos, y no, por el contrario (según HV) que cada acto conyugal individual debe mantenerse abierto a la vida según el designio creatural de Dios, en el cual está previsto que no todos los periodos de la edad fecunda de la mujer sean fértiles.

Numerosos han sido también – entre los sacerdotes y los laicos encargados de la pastoral familiar – los que, por ignorancia culpable no se han actualizado sobre los aspectos prácticos de los métodos para la regulación natural de la fertilidad y sobre su efectiva capacidad de indicar los días en los cuales el coito puede dar lugar a una concepción y aquellos en los cuales no puede acontecer esto último. Muchos han permanecido inmóviles en la sola mención de las variaciones cíclicas de la temperatura corporal interna en condiciones basales (método del calendario), que efectivamente no siempre resultaba confiable cuando fue promulgada la HV, ignorando que, en el ínterin, otros métodos basados en revelamientos sintomáticos o bioquímicos (niveles de hormonas en la orina) se han hecho disponibles y actualmente están en uso para identificar los días fértiles de la mujer, proporcionando – asociados a la continencia periódica – resultados comparables a los de los métodos anticonceptivos más difundidos. ¡Cuántos sacerdotes o educadores siguen repitiendo a los novios y a los esposos: “¡Mucho no funcionan!” o “¡Si los usan, engendrarán hijos como conejos!”.

Al contrario, allí donde, en las comunidades católicas (y no sólo en ellas), tanto de los países occidentales como de los de África y Asia, los métodos naturales son presentados y enseñados a las parejas de esposos en forma correcta, tanto en su razón antropológica y ética como en su aplicación práctica, es elevado el consenso que esos métodos encuentran entre los cónyuges y la difusión en las familias y entre los jóvenes. Mucho más hoy que cuando fue publicada la HV, en cuanto la visión antropológica propuesta por ella encuentra ahora una mirada “laica” en la vida sexual y en la procreación, guiada por una mayor sensibilidad hacia la “ecología del cuerpo humano” (en especial, el femenino) y del recurso a la “naturaleza” como fuente para regular las distintas funciones, en vez del uso de productos químico-farmacéuticos y de dispositivos mecánicos.

Pero sería poco generoso o incluso un grave error hacia los sacerdotes y sus colaboradores pastorales si se descargara sobre ellos toda o una mayor responsabilidad de no haber formado correctamente las conciencias de los fieles y de los esposos católicos en materia de procreación responsable.

A su vez, de hecho, con demasiada frecuencia el clero no ha sido formado adecuada o correctamente respecto a la enseñanza de la HV. ¡En muchos seminarios, cursos de las facultades teológicas o encuentros de actualización para sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, ellos no son instruidos sobre las razones antropológico-teológicas y morales que subyacen en la doctrina de la HV! Si ellos mismos no saben dar plenamente razón de la enseñanza del beato Pablo VI, confirmado por sus sucesores hasta el actual Papa, ¿cómo podrían iluminar sobre esto a los fieles?

Una pesada responsabilidad por esta deplorable situación debe entonces ser reconocida en no pocos docentes de antropología teológica de la corporalidad y de la sexualidad y de teologia moral de la vida matrimonial, que desarrollan cursos en los seminarios, en las facultades teológicas y en los institutos superiores de ciencias religiosas. Sin olvidar la responsabilidad, también ella grave, de los obispos diocesanos y de los superiores de las órdenes religiosas que han nombrado a estos docentes o han omitido controlar lo hecho por ellos en la formación de los seminaristas, del clero y de los consagrados.

Además, no se puede olvidar que el mismo profesor Chiodi fue llamado muchas veces por el entonces presidente del Pontificio Consejo de la Familia, el arzobispo Vincenzo Paglia, para organizar seminarios sobre la moralidad conyugal y la procreación para los funcionarios de este dicasterio. Pero los cuales – formados sólidamente en la escuela de los predecesores de monseñor Paglia, los cardenales Alfonso López Trujillo y Ennio Antonelli – nunca se plegaron a ese intento de adoctrinamiento promovido por aquel que ahora es presidente de la Pontificia Academia para la Vida.

Gracias por la atención y muchos saludos cordiales, «ad maiorem Dei gloriam».

[Firma de la carta]

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Comentarios
22 comentarios en “Una respuesta a la maniobra de quien quiere reescribir «Humanae vitae»
  1. ¡ Buenísimo ! Elevar la sociología a rango de teología y de ética es un insulto, no sólo a la teología y la ética, sino también a la sociología. Elevar la porquería que hay en la calle a rango de norma hace un flaco favor al ser humano, pues se utilizará como excusa para no limpiar la calle.

  2. «Magister señala que es necesario mantener la reserva sobre el nombre del autor de esta carta, para no exponerlo a represalias.»

    Todo dicho. Represalias por defender el Magisterio de la Iglesia…

  3. De nuevo, repito que para quienes se alzan contra el abandono de la condena católica de la contracepción es un error funesto, y muestra muy grave de desorientación, aceptar el terreno elegido por sus adversarios, que es el de la encíclica Humanae vitae (1968) de Pablo VI, unos para defenderla y otros para “adaptarla a nuestro tiempo” (habitual modo pastoral desde el concilio Vaticano II, hoy agudizado bajo Francisco, para demoler progresivamente la fe, la liturgia, la moral, en suma todo en la Iglesia). Ese modo de plantear la cuestión transpira e inocula la idea de que la divergencia (o “desarrollo” o “profundización”, como viene diciéndose desde el Vaticano II para justificar cada nuevo paso en la senda de la destrucción de la Iglesia) se plantea entre Pablo VI y Francisco, pasando por san Juan Pablo II de Asís.

  4. Mucho más eficaz sería invocar las palabras de Pío XI en la encíclica Casti Connubii (1930): “Habiéndose, pues, algunos manifiestamente separado de la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y transmitida en todo tiempo sin interrupción, y creyendo ahora que sobre tal modo de obrar se debía predicar solemnemente otra doctrina, la Iglesia católica, a quien el mismo Dios ha confiado la enseñanza y defensa de la integridad y honestidad de costumbres, colocada en medio de esta ruina moral, para conservar inmune de tan ignominiosa mancha la castidad de la unión nupcial, en señal de su divina legación, eleva su voz por nuestros labios y una vez más promulga que cualquier uso del matrimonio en cuyo ejercicio el acto, de propia industria, queda destituido de su natural fuerza procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural, y los que tal cometen se hacen culpables de un grave delito” (núm. 34).

  5. Claro está que, a diferencia de Pablo VI y su encíclica Humanae vitae, Pío XI es un aliado incómodo para la resistencia conservadora contra Francisco. Porque si san Juan Pablo II de Asís pudo apartarse con sus actos y palabras de otras grandes encíclicas de Pío XI, como Mortalium animos (1928) contra los congresos ecuménicos o interreligiosos y Ubi arcano (1922) y Quas primas (1925) sobre la realeza social de Cristo y la condena de la neutralidad religiosa del Estado ¿por qué no podría Francisco apartarse de Humanae vitae?

  6. Lo que se ataca pues en esta nueva fase de aceleración de la revolución conciliar es, a propósito de la contracepción, «la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y transmitida en todo tiempo sin interrupción»(Pío XI, Casti Connubii, 1930).
    No únicamente la doctrina de Pablo VI (Humanae vitae, 1968) y sus sucesores, en general poco aficionados (con algunas pocas excepciones, cierto es) a expresiones tan claras y solemnes como esa de Pío XI: «la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y transmitida en todo tiempo sin interrupción»

  7. La Iglesia tiene autoridad para cambiar su postura sobre los métodos anticonceptivos, como lo demuestra la propia «Humanae vitae», que abrió la puerta al uso de métodos «naturales» para evitar la concepción; lo cual entra en contradicción con la propia encíclica, pues se trata de acciones que también buscan separar el llamado significado unitivo y procreador del acto conyugal. Esto hace que resulte hipócrita prohibir otros métodos por considerarlos artificiales; algunos de los cuales, además, evitan la transmisión de determinadas enfermedades a la pareja, aunque también hay que decir que otros tienen efectos perjudiciales para la salud, o pueden considerarse abortivos.

    Opino que prohibir todos los métodos artificiales puede perjudicar la relación conyugal por dificultar una paternidad responsable. Como dijo san Pablo sobre la limosna: “Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,7).

  8. Si el magisterio de San Pio X se puede cambiar, el magisterio de San Pablo VI tambien se puede cambiar.
    Castigo de Dios. Disfrutadlo.

  9. ¿Piensan canonizar a Pablo VI y le censuran la Humanae Vitae que es lo más importante que ha escrito? ¿Es para que los católicos nos callemos y nos conformemos con semejante fechoría?

  10. Francisco no tiene toda la culpa, todo este embollo nació en el CVII, al papa actual le ha tocado terminar el plan para la creación de la Nueva Iglesia.
    P.D. Los sedevacantistas han de estar riendo a carcajadas y diciendo: «Se los advertimos».

  11. La Iglesia no tiene autoridad para cambiar la doctrina sobre la contracepción. Lo afirmó Pío XI en el lugar citado de Casti Connubii (1930): “la doctrina cristiana, enseñada desde el principio y transmitida en todo tiempo sin interrupción”. Lo volvió a proclamar Pío XII en su discurso de 29 de octubre de 1951 a las comadronas italianas: «Nuestro Predecesor Pío XI, de feliz memoria, en su Encíclica Casti connubii, del 31 de diciembre de 1930, proclamó de nuevo solemnemente la ley fundamental del acto y de las relaciones conyugales: que todo atentado de los cónyuges en el cumplimiento del acto conyugal o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, atentado que tenga por fin privarlo de la fuerza a él inherente e impedir la procreación de una nueva vida, es inmoral; y que ninguna «indicación» o necesidad puede cambiar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito. Esta prescripción sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y será igual mañana y siempre …»

  12. «Separar el significado unitivo y procreador del acto conyugal», jerga personalista que nada aclara ni precisa. ¡Cuánto más claros Pío XI y Pío XII en los textos transcritos!
    Y falso que la aceptación de los métodos naturales sea novedad introducida por la Humanae vitae. Se remonta a la doctrina tradicional y se encuentra por ejemplo en el citado discurso de Pío XII en 1951 a las comadronas italianas, siempre que su uso responda a «motivos serios» ( de salud de la madre, de economía familiar etc.), no a mera comodidad (como hoy en general se entiende y predica).

  13. Lindor covas, fechoría llamo a manipular las encíclicas de los papas anteriores al actual para cambiarles su significado. Que escriba otra si quiere, pero que no toque lo que ya está escrito.

  14. «Nuestro Predecesor Pío XI, de feliz memoria, en su Encíclica Casti connubii, del 31 de diciembre de 1930, proclamó de nuevo solemnemente la ley fundamental del acto y de las relaciones conyugales: que todo atentado de los cónyuges en el cumplimiento del acto conyugal o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, atentado que tenga por fin privarlo de la fuerza a él inherente e impedir la procreación de una nueva vida, es inmoral; y que ninguna «indicación» o necesidad puede cambiar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito.
    Esta prescripción sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y será igual mañana y siempre, porque no es un simple precepto de derecho humano, sino la expresión de una ley natural y divina.» (Pío XII, discurso de 29 de octubre de 1951 a las comadronas católicas italianas). Confío en que esta vez no se censure a Pío XII.
    DISCURSO DEL SANTO PADRE PÍO XII

  15. No se trata de cambiar la Humane Vitae porque millones de matrimonios usen anticonceptivos, sino porque es un error. Pablo VI no supo tener en cuenta que en poco más de 50 años, la eperanza de vida había aumentado en más de 30 años, con el consiguiente alargamiento en los años de fecundidad de la mujer. Ni vió que hoy día es necesario gastar mucho más en la educación de los hijos (carrera, master, idiomas) para que puedan encontrar un trabajo, lo que disminuye el número de hijos que se pueden tener con los ingresos de una familia normal. Solo vió que un cambio en la doctrina suponía contradecir a anteriores documentos. Por eso desoyó el resultado de años de estudio del tema, que la comisión de expertos por él creada había elaborado. El viejo error de no querer admitir que los tiempos cambian, y que hay que adaptar la doctrina, que no puede ser conservada en naftalina, como ha dicho el Papa Francisco sin ofender la acción del Espíritu Santo.

  16. ¿El viejo error de no querer admitir que los tiempos cambian y que hay que adaptar la doctrina?
    Más bien el nuevo error de adaptar sin pausa la doctrina a los tiempos que cambian sin parar. Siempre detrás del mundo.
    Nada que ver con la verdad católica: «Esta prescripción sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y será igual mañana y siempre, porque no es un simple precepto de derecho humano, sino la expresión de una ley natural y divina” (Pío XII, discurso de 29 de octubre de 1951 a las comadronas católicas italianas).

  17. Esto de tener todo el mundo internet es un peligro que no existia en los 60. El cvii fue un golpe de Estado contra la Iglesia. EN TODOS LOS SEMINARIOS SE ENSEÑA LA NUEVA TEOGIA CONDENADA POR PIO XII EN HUMANI GENERIS Y QUE CONSISTE EN MEZCLAR SANTO TOMAS CON HEGEL Y KANT. SE HAN CREIDO QUE SOMOS TONTOS.

  18. El catecismo contiene verdades y errores: el actual dice que el 6º mandamiento es «no cometer actos impuros», y en la biblia dice «no cometer adulterio», menuda tergiversación, y así se enseña a los niños. Se sigue enseñando que Dios creó a Adán y Eva, que pecaron, y como nosotros somos sus descendientes, ¡heredamos el pecado original! ¡Qúe idea más cruel de Dios tienen algunos! qué malo es que nos castiga por algo que no hemos hecho! Desde hace 100 años se sabe que descendemos de los primates, y de muchas parejas, no solo de una, por tanto, lo del pecado original es una patraña, pero esto es muy duro de admitir para mucha gente. ¡Sigamos creyendo en catequesis hechas para los hombres de hace miles de años!, ¡es mejor esto que pensar!

  19. Opinión ..

    El Padre Nuestro es DOCTRINA … Sin duda..

    Hace poco , en Francia y , creo que también en otros países , fue «revisado » y modificado . Eso para evitar una confusión que dejaba pensar que era DIOS que sometía a la tentación , y se volvió a la formula antigua ( como en España ).
    No por eso el PADRE NUESTRO era o no era doctrina .
    Entonces , podría haber ..si o no , ..una eventual revisación de HV para una mejor comprensión.???

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