Latinoamérica está dejando de ser católica

|

¿Por qué los latinoamericanos dejan de ser católicos y se hacen evangélicos? Está es una de las preguntas que plantea en su última bitácora en InfoVaticana el sacerdote y teólogo D. Manuel Guerra. 

«Latinoamérica está dejando de ser católica». Este es el título de la última bitácora de D. Manuel Guerra en la que se hace referencia a una encuesta hecha por José Luis P. Guadalupe a mil excatólicos, de la que se deduce que la mayoría de ellos no andaban buscando salirse de la Iglesia católica, sino que se sentían indigentes de una experiencia religiosa más personal y profunda. El 92% respondió que no se habrían salido, si la hubieran experimentado en el catolicismo.

A continuación, les ofrecemos un fragmento de la bitácora de D. Manuel Guerra:

¿Por qué los latinoamericanos dejan de ser católicos y se hacen evangélicos?

Hasta la independencia de los distintos países latinoamericanos o poco después la Iglesia católica tuvo el monopolio religioso tanto el oficial como (exceptuadas algunas comunidades indígenas) el real. En la segunda mitad del siglo XIX se fueron infiltrando algunos pastores protestantes venidos de fuera; en 1889 por lo que respecta al Perú. Pero solo en 1915 se abolió el artículo 4º de la Constitución Política de 1860, que prohibía la implantación de cualquiera otra religión o culto distinto del católico. Solo a partir de entonces los evangélicos pudieron establecerse pacífica y oficialmente. Solo desde entonces hubo conversiones en libertad religiosa.

3.1. La búsqueda e indigencia espiritual no satisfecha

No es este el momento de exponer en detalle por qué los latinoamericanos dejan de ser católicos y se hacen evangélicos. Baste trazar algunos rasgos De una encuesta hecha por José Luis P. Guadalupe a mil excatólicos se deduce que la mayoría de ellos no andaban buscando salirse de la Iglesia católica, sino que se sentían indigentes de una experiencia religiosa más personal, profunda. El 92% respondió que no se habrían salido, si la hubieran experimentado en el catolicismo.

El Secretariado de Sociología de la Conferencia Episcopal Española -año 1994- hizo una encuesta que tuvo 137 respuestas de expertos en sectas y en pastoral juvenil, familiar, etc. El porcentaje más alto en las respuestas (26,3%) fue también la búsqueda religiosa, en segundo lugar y tercer lugar casi empatados las deficiencias en la respuesta pastoral de las iglesias tradicionales (21,9%) y el entorno neopagano («secularismo, consumismo», 21,8%). Si sumamos la primera y la segunda, el porcentaje de la búsqueda insatisfecha se eleva al 48,2%.

El sentido religioso es connatural al ser racional, al hombre, que, consciente o inconscientemente, siente sed de bondad, verdad, belleza, o sea, de felicidad, con otra palabra: de Dios. A veces, más en unas épocas que en otras, con causa razonable o sin ella, no logra saciar esta sed por culpa de la sequía ambiental, o por trastornos personales, o porque no llena el agua de los pozos, o sea, las religiones tradicionales en una región. la Iglesia católica en Latinoamérica. Entonces, acuciado por la indigencia, se convierte en buscador de lo divino en oasis, fruto a veces de espejismos, generalmente engañosos, por ejemplo la idolatría de sucedáneos (placer, poder, bienestar del paganismo, biensentirse de Nueva Era), las sectas.  Aquí es donde un latinoamericano puede experimentar la seducción de los evangélicos, pentecostales, neopentecostales, etc.

3.2. Las deficiencias en la respuesta pastoral de la Iglesia católica

Los documentos del Magisterio de la Iglesia católica invitan ver en las sectas no solo realidades “per-versiones”, sino sobre todo “signos de los tiempos” y ”retos” o incitaciones que deben lanzarnos a nuestra verdadera ”con-versión” personal y a la renovación de la colectiva o pastoral, a la “nueva evangelización” (Juan Pablo II, Benedicto XVI) con renovado fervor y más adaptada a las circunstancias de nuestros días.

Los movimientos y grupos no católicos, evangélicos o no, facilitan el descubrimiento de aspectos distorsionados del catolicismo, por ejemplo la caída en la masificación, en la rutina pastoral, en la despersonalización, en la burocratización, en el apagamiento del ardor y dinamismo apostólico de gran número de bautizados, en el abandono no de una –como en la parábola evangélica-, sino de la mayoría de las ovejas perdidas, etc. ¿Cómo puede ser buen padre y pastor el sacerdote que no puede ni conocer a sus hijos y ovejas en parroquias de más de 10.000 feligreses? Los evangélicos -hasta el siglo XXI- en Latinoamérica, como en España, han sido grupos más bien reducidos de talante militante o proselitista, que se han beneficiado de las deficiencias de la pastoral (poco catequética y no «mistagogógica» o no «conducente al Misterio» eucarístico, etc.,) de la Iglesia católica.

El desarraigo de los emigrados fuera de su lugar de nacimiento, lejos de su familia y tribu, así como la especie de naufragio de los individuos en los grandes centros urbanos y en sus periferias justifican o al menos explican que el individuo, caído en el anonimato, busque círculos más reducidos e íntimos donde sea aceptado y querido por sí mismo. Eso han sido las comunidades eclesiales evangélicas para todos o casi todos los iniciados en las mismas.

Además, el recién incorporado a una comunidad evangélica piensa que esta le va a satisfacer la “necesidad” de “saberse querido” y útil, la necesidad de compañía y consuelo, etc. Este sentimiento es favorecido porque dichas comunidades suelen ser expertas en la acogida cálida y grupos no muy numerosos, así como por su proselitismo. En ciertas circunstancias de la vida, en momentos de soledad e incomprensión acentuadas saberse querido es tan importante o más que querer. El ”saberse querido” es una necesidad psicológica y sobre todo teologal. Pues Dios nos ama antes de que podamos quererlo a él, e incluso aunque seamos ”enemigos” suyos más o menos declarados, aunque nos hayamos pasados al bando de su Enemigo.

3.3. La carencia de sacerdotes

Una de las causas -y no la menor- de las deficiencias en la atención pastoral de los fieles católicos es sin duda la carencia de sacerdotes y de vocaciones al sacerdocio. San Juan Pablo II Magno preguntó a un grupo de obispos del Perú: ¿cuál es el problema más grave e importante de la Iglesia en Perú? Las sectas, respondieron los obispos. Pero el Papa puso en primer lugar la ausencia de la sagrada Eucaristía en tantas localidades por falta de sacerdotes y de vocaciones. Pues, si en Perú y en cualquier otro país latinoamericano hubiera sacerdotes suficientes y una profunda vida eucarística nada o muy poco tendrían que hacer las sectas. Obsérvese que entonces los latinoamericanos llamaban «sectas» a los evangélicos y pentecostales.

Ya el primer arzobispo de Lima,  Jerónimo de Loayza, hace unos 500 años, para comenzar la evangelización del Perú, proponía que hubiera «una parroquia porcada 400 indios casados»,o sea, si se incluye a las mujeres ya los solteros (niños, jóvenes, etc.,), un sacerdote por cada parroquia de entre 2000 y 2500 indígenas . Quince años más tarde, su sucesor, santo Toribio de Mogroviejo, disponía que «en cualquier pueblo de indios, que tenga 300 indios de tasa, o 200,se debe pone propio cura».Como ya funcionaba el seminario, había aumentado el número de clérigos.

En nuestros días no se da esa proporción. En cambio, parece darse entre los evangélicos. A modo de ejemplo, verosímilmente ampliable a los restantes países latinoamericanos, en Perú en 1945 había «2823 pastores protestantes extranjeros y nacionales; 2469 sacerdotes católicos nacionales y extranjeros, o sea, 357 menos que pastores». Si se tiene en cuenta el número de peruanos católicos y protestantes, «hay 4 sacerdotes o religiosos por cada 10.000 fieles católicos y 574 pastores por cada 10.000 protestantes». En el año 2004 el contraste era más llamativo. El número de pastores evangélicos sumaban 20.000 frente a los 2.500 sacerdotes católicos. Se prescinde ahora del grado de formación filosófico-teológica de cada grupo. Claro que convendría añadir los hermanos (religiosos no sacerdotes) y las religiosas de vida activa y contemplativa. Todo bautizado católico tiene el derecho (que nadie puede quitarle) y la obligación (de la que nada ni nadie puede eximirle) de ser santo y apóstol. Si los monjes y monjas de clausura no fueran apóstoles, misioneros/as, mediante la oración y toda su vida, serían «renunciantes, ascetas» hindúes, preocupados solamente de su propia liberación, no religiosos católicos ni cristianos.

3.4. La fascinación imperiosa de la novedad

Una paronomasia establece  la equivalencia entre “novedad” y ”no/verdad” (D. Breese). Pero no cabe duda que influye en la psicología humana, tanto individual como colectiva. Como prueba basta contemplar el desfile en las pasarelas de la moda tanto indumentaria como en las ideas y su repercusión social. En tiempo de Demóstenes (siglo IV a. C.; Filípica 1, 10) y en el de san Pablo unos cuatrocientos años más tarde (Hch 17, 21) los griegos daban vueltas por el ágora o plaza de Atenas haciéndose la misma pregunta, precisamente: “¿Algo nuevo?”. Es la que hace también el hombre de nuestro tiempo en su necesidad y afán por estar al día, por no decir al segundo, con el agravante de que los medios de comunicación social han convertido la Tierra en una ”aldea global” (Marshall McLuhan) y ponen al alcance de cualquiera el conocimiento ”directo” de cualquier acontecimiento acaecido en cualquier lugar. El catolicismo en América Latina como la religión tradicional en cualquier región, ha acumulado aciertos y desaciertos en los muchos años de su historia. El hombre moderno, generalmente manipulado, tiende a fijarse en sus fallos para echárselos en cara. Además, así halla una justificación disimulada de la incoherencia de sus creencias religiosas, no reflejadas en su vida individual, familiar y social, o del abandono también teórico de las mismas e incluso –en algunos casos- su militancia anticristiana. En cambio, los evangélicos han sido novedad hasta inicios y, en algunas regiones de Latinoamérica, hasta mediados del siglo XX. Por eso carecen de antecedentes y no reciben reproches.

Pero los ”pecados históricos” de la Iglesia (el recurso a la fuerza para eliminar las herejías o para difundir la fe, eclesiásticos más capitanes de mesnadas militares y promotores del arte que orantes y evangelizadores, etc.) no estaban exigidos ni por la doctrina ni por la ética evangélicas, aino expresamente prohibidos. Fueron un contagio de los miasmas del entorno socio-cultural. Además, como en cualquier casa familiar, la familia de los hijos de Dios, que “vino a buscar no a justos sino a los pecadores” (Mt 9,13), necesita de un cuarto de aseos, más o menos lleno de porquería sobre todo en algunos periodos. Pero en la Iglesia, a lo largo de su bimilenaria historia, además de un cuarto de aseo, ha habido sobre todo jardines, lugares de oración y de estudio, bibliotecas, universidades, santidad, etc. Han sido incomparablemente más las luces que las sombras.

Los grupos evangélicos propenden a cambiar su nombre y a adoptar denominaciones distintas en las diferentes naciones, por ejemplo: la Iglesia Universal del Reino de Dios fue llamada más tarde Pare de Sufrir, en Madrid (año 2011): Oración Fuerte del Espíritu Santo, Comunidad Cristiana del Espíritu Santo en España, Iglesia de Vida Nueva en Honduras, simplemente Vida Nueva, etc. En cuanto un nombre adquiere alguna connotación peyorativa, se ponen otro que les concede la inocencia del recién nacido y dan la impresión de iniciar una nueva andadura, totalmente distinta de la anterior, aunque sea la misma o peor.

3.5. ¿Por motivos doctrinales?

Puede haber casos aislados de católicos que se hacen evangélicos por motivos doctrinales, por ejemplo por no creer en la presencia real de Jesucristo en la sagrada Eucaristía y, en cambio, admitir su presencia simbólica; tampoco lo hacen por no creer en el purgatorio o no rezar a la Virgen ni a los santos. Si una relativa mayoría de católicos latinoamericanos no conoce bien la doctrina católica, conocen mucho peor la evangélica. Ningún católico o casi ninguno abandona el catolicismo y se hace evangélico porque ha estudiado a fondo la doctrina y creencias protestantes y sus peculiaridades evangélicas, pentecostales, etc.

Pero, las encuestas y el trato con excatólicos muestran que los católicos se pasan a las comunidades eclesiales evangélicas no por motivaciones estrictamente doctrinales, sino básicamente vivenciales. Lo mismo ocurre con los que «apostatan» o abandonan la Iglesia católica en Burgos, en otras diócesis españolas y es de suponer que en cualquier lugar de la Tierra, aunque no es para hacerse evangélicos.

Si no en todas, al menos en la gran mayoría de las «conversiones» acaece en primer lugar la conversión del corazón, o sea, el cambio de rumbo de la nave personal que navegaba en una dirección y, aparentemente de repente, toma otra distinta, tal vez opuesta, por el impulso de una corriente impetuosa del viento sobre las velas. La nave ha cambiado de dirección, pero continúa siendo la misma nave con el mismo instrumental y carga. Luego seguirá la conversión de la mente o cambio de las ideas y creencias, Entonces es cuando se realiza la que podría llamarse «conversión institucional», o sea, la conversión doctrinal y ético-moral con la plena integración en la nueva institución, grupo o comunidad eclesial, en este caso la evangélica.

Puede leer la bitácora completa aquí

 

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
5 comentarios en “Latinoamérica está dejando de ser católica
  1. La gente ouiere pertenecer a un grupo establecer amistad,y un trato humano directo,no vasta con dar una misa y si te he visto ni me acuerdo por eso lo importante del cura oue de la mano a todos,y si no hay cura para tanta gente,hacer grupos dentro de los fieles y hasta incluso hacer una paella para oue esten unidos,

  2. Tras un momento de cierto igualitarismo de trato, postconciliar, la jerarquía se percató de que tenía al lado o quizá delante, a creyentes con derecho a opinar, discrepar e incluso exigir. Hubo muchos abusos, el mayor de ellos considerar al ministro ordenado como un creyente más con ciertas atribuciones especiales. Y la reacción fue tremenda: control de las Comunidades de Base, que desaparecieron prácticamente, retorno al «ordeno y mando» y, sobre todo, aún con un ropaje formal aparentemente benigno, añadido de dos o tres escalones (psicológicos) al presbiterio. Al final, como el caracol: ni carne ni pescado. Ni la rejerarquización abusiva que estamos viviendo (los gestitos de Francisco no logran ocultar la dureza de su autoritarismo real) ni el asamblearismo que fustiga Clemente I en su epístola pastoral. En la definición de Iglesia como «fraternitas inaequalis» pesa cada vez más, como antaño, la inaequalitas. Y las iglesias evangélicas responden al ansia de equilibrio en lo pastoral

  3. No es Latinoamérica la que deja la Iglesia Católica, aunque también; es la propia Iglesia católica la que está dejando de serlo, contaminada por la nociva misericorditis, el mayor engaño de la historia, pues promete un cielo que no puede dar, al no pedir conversión ni condenar el pecado, en especial el de la carne.

  4. Está muy bien dicho «Latinoamérica». Se refiere a todos los países americanos que antes de su independencia fueron colonizados por países europeos de origen latino. Es decir: España, Portugal y Francia, que en una época de su historia formaron parte del Imperio Romano. Hispanoamérica deja afuera a Brasil. E Iberoamérica a las ex colonias francesas. Es un error típico del «eurocentrismo» no querer reconocer el término «Latinoamérica». Los latinoamericanos nos sentimos contenidos con esa expresión y nos gusta llamarnos de esa manera.-

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles