‘Nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina’

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En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, el Papa Francisco recuerda que «no vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados» y manifiesta la necesidad de escuchar, discernir y vivir la llamada del Señor.

El próximo 22 de abril, IV domingo de Pascua, se celebrará la 55a Jornada Mundial de Oración por las vocaciones cuyo tema este año es Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor.

Con motivo de esta celebración, el Papa Francisco ha enviado un mensaje en el que subraya que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones anuncia nuevamente que «no vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina».

Una vocación para la que se necesita «escuchardiscernir vivir esta palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad».

A continuación, el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones:

Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo mes de octubre se celebrará la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que estará dedicada a los jóvenes, en particular a la relación entre los jóvenes, la fe y la vocación. En dicha ocasión tendremos la oportunidad de profundizar sobre cómo la llamada a la alegría que Dios nos dirige es el centro de nuestra vida y cómo esto es el «proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todo tiempo» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, introducción).

Esta es la buena noticia, que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos anuncia nuevamente con fuerza: no vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina.

También en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría. En la diversidad y la especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita escuchardiscernir vivir esta palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad.

Estos tres aspectos —escuchadiscernimiento y vida— encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc 4,16-21).

Escuchar

La llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón.

Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.

Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros.

También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.

Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios para nosotros.

Como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17,21), y sólo podemos percibir sus signos cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos entrar en las profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).

Discernir

Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías, discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).

Del mismo modo, cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, II, 2).

Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.

También hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión.

Vivir

Por último, Jesús anuncia la novedad del momento presente, que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar el amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,20).

La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora.

Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.

El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.

María Santísima, la joven muchacha de periferia que escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos proteja y nos acompañe siempre en nuestro camino.

Vaticano, 3 de diciembre de 2017.

Primer Domingo de Adviento.

FRANCISCO

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Comentarios
19 comentarios en “‘Nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina’
  1. Otro sínodo ¿ para qué ? Muy claro, para ser manipulado como los dos anteriores y luego decir lo que incluso no dicen y atribuirlo al espíritu, del mundo claro y sus rebajas. ¿ Vocaciones ? ¡ pero si la misericorditis no quiere jóvenes demasiado católicos ! La misericorditis persecutoria vacía los seminarios y los quiere llenar ¿ con Lutero ? Esta esquizofrenia no hay quien la entienda.

  2. No resulta sorprendente que haya católicos que faltando a la comunión con el Santo Padre lo critiquen por decida o no llamar un Sínodo o no; convocar a un Concilio o no. La falta de vocaciones ya estaba instalada en la Iglesia con San Juan Pablo II.

  3. No hace falta convocar un sínodo cuando las conclusiones ya están predeterminadas por la plana mayor de la misericorditis aguda en consonancia con la mafia de san gallen. Se ve que necesitan la aureola de la sinodalidad, debidamente manipulada al efecto. Con Juan Pablo II las vocaciones sacerdotales se fueron recuperando e incrementando a buen ritmo. Ahora están cayendo en picado. Solución a aplicar: Ya la conocemos, más misericorditis aguda sin doctrina, tan molesta, para acabar de vaciar los seminarios.

  4. Echenique, no es de Dios estar criticando al Papa por sistema, continuamente. Las críticas al Papa, si se hacen, deben hacerse con mucha prudencia y sólo si es estrictamente necesario, ya que se trata del Vicario de Cristo y Sucesor de San Pedro. Los católicos debemos querer al Papa, sea quien sea y rezar por él. Y más aún, si nos parece que no está acertando en algo. Ya me perdonarás por esta pequeña corrección fraterna, pero la encuentro necesaria. Uno de los mayores servicios que podemos prestar a Cristo y a la Iglesia es rezar mucho por el Romano Pontífice. Y, si vemos en él cosas que no nos gustan o que nos confunden, pues tengamos paciencia… En fin, estas críticas continuas no, por favor. No son dignas de un católico y no creo que al Señor le agraden en absoluto.

  5. ¿Y si el Romano Pontífice no es Romano Pontífice? La mafia de San Gallen, su maligno juego narrado por dos confesos francisquistas: Danneels y Austen Ivereigh quienes manifestaron que este «papado» es producto de ese grupo de presión. Contra las normas de elección válidas para un Papa.

    Además, luego de lo publicado en la página web oficial del Vaticano, acerca de las orientaciones pastorales de los obispos de Buenos Aires sobre AL y la carta de Francisco aprobándolas, no cabe más duda sobre el carácter herético de este “papado” , más allá naturalmente, de la incertidumbre sobre su legítima elección como tal.

  6. Nova, no me haga reír con sus consejos a Echenique. Y le formulo, si usted me permite, una corrección a su corrección fraterna.

    No veo a los defensores de la verdad católica “pacientes” ante la herejía o ante la confusión. Si algo no tuvieron San Atanasio, San Vicente de Lerins y San Agustín, entre otros, fue la “paciencia” que usted le pide a Echenique que tenga frente a quien debería ser factor de claridad, de guía a los cristianos, y no de su confusión, ni de su intranquilidad, desasosiego y pesadumbre.

  7. Nova ¿ Hay que consentir que Francisco introduzca la eutanasia en la Iglesia como ha introducido el divorcio por la vía de la comunión sacrílega ? ¿ Hay que consentir la demolición de la Iglesia continuamente acelerada ?
    ¿ Hay que consentir la misericorditis que no condena el pecado y deja al pecador en la miseria camino del infierno ?
    ¿ Tan poco amas a la Iglesia, el Romano Pontífice y los pecadores que los quieres en el infierno y callas miserablemente ? Los que criticamos al Romano Pontífice somos los que de verdad lo amamos, pues va camino del infierno con vuestra colaboración silenciosa ominosa. Agradezco tu corrección bienintencionada, pero creo sinceramente que no es de recibo y ruego respondas a las preguntas que te formulo. http://www.lanuovabq.it/it/papa-ed-eutanasia-un-intervento-problematico

  8. bobaine, usted es un discapacitado mental, no le dan las neuronas ni para ser sedevacantista, es un imbécil de marca con una computadora y nada más.

  9. Dice Francisco que «Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios.» La pena es que la profecía, hoy, no es aceptada. Se acepta en su lugar a quien tiene la misión de preparar el camino al Anticristo, al Falso Profeta, impostura religiosa del fin de los tiempos que ya recoge el catecismo.

  10. Para ser falso profeta, no hay vocación divina. Respecto al anterior comentario, aclaro el significado de Falso Profeta, a diferencia de la profecía verdadera.
    Un falso profeta es aquel individuo que ilegítimamente finge cualidades de profecía o se proclama poseedor o receptor de determinados dones divinos, sin realmente poseerlos. Se usa de modo especial en la religión judeocristiana para referirse a impostores que ejercen un ministerio religioso que está contaminado por la falsedad y malicia de la apostasía y la hipocresía.

    Los falsos profetas se consideran aquellos que se proclaman poseedores de un falso don de carácter profético, o bien, a un falso carisma, una falsa imagen pública o apariencia que utilizan para fines ocultos que pueden ser demagógicos, demoniácos, políticos, u otros intereses lucrativos, económicos, personales, etc.

    Esta palabra también llega a usarse en el lenguaje coloquial para referirse a un farsante o simulador que se hace pasar por una persona buena.

  11. Profecía de Santa Brígida de Suecia

    Nuestra Señora explicó a Santa Brígida de Suecia, que un papa que permitiera que los sacerdotes se casaran, iría al infierno: 

    «Pero ahora te diré la voluntad de Dios en este asunto …

    Sabed esto también: que si algún papa concede a los sacerdotes la licencia para contraer matrimonio carnal, Dios lo condenará a una sentencia tan grande, de una manera espiritual, como la que la ley justamente inflige de manera corpórea a un hombre que la ha transgredido con tanta gravedad (…)

    Cosas similares le sucederían de manera espiritual a ese papa que iría en contra de la preordenación y voluntad de Dios antes mencionadas y otorgaría a los sacerdotes tal licencia para casarse.

    Pues ese mismo papa sería totalmente privado por Dios de su vista y oído espiritual, y de sus palabras y acciones espirituales. Toda su sabiduría espiritual se volvería completamente fría; y finalmente, después de su muerte, su alma sería expulsada para ser eternamente torturada.

  12. Echenique, tan poco ama a la Iglesia que insulta al Santo Padre cada 5 minutos. Es que su mujer le dejó por otro y ahora está comulgando? No es normal su obsesión con el Papa y cómo tergiversa cada palabra que sale de su boca

  13. Echenique, las formas que usted utiliza para referirse al Papa no son de recibo. Y la frecuencia de ello, tampoco. Quien más puede ayudar al Papa y a la Iglesia es Dios y a Dios se le pide esa ayuda rezando. Yo no digo que no haya que decir ni pío sobre la grave situación de confusión que sufre la Iglesia bajo el actual Pontificado. Pero hay formas y formas de decirlo. Hay hombres que, en conciencia, han denunciado públicamente esa situación, sin faltar al respeto, en absoluto, al Romano Pontífice. Puede hacerse, pues. También yo estoy preocupada por la Iglesia, pero el exceso y la desmesura no creo que ayuden nada.

  14. Quien insulta a los católicos, por rechazar el divorcio, la comunión sacrílega y demás regalos de la misericorditis aguda es Francisco, antes como rígidos y ahora como fundamentalistas. Sí, claro que existe fundamentalismo en el seno de la Iglesia Católica, pero ese fundamentalismo se llama misericorditis, que recorta los textos evangélicos que nos hablan de conversión y de infierno para que encajen en ella, efectuando censuras y recortes. Es el mismo que califica a los católicos de rígidos por el mero hecho de serlo y no aceptar ni siquiera el divorcio cuando ya todas las iglesias lo aceptan. Ha perseguido y destituido a Seifert y Weinandy por ejercer la parresía, tan solicitada para luego perseguir a quien la ejerce. Ya lo creo que existe fundamentalismo. Se llama misericorditis y nos quiere echar a los católicos de nuestra propia casa. Resistir no es insultar. Son los de la misericorditis quien tienen que irse, con los protestantes, que es lo suyo.

  15. Hay cantidad de portales y blogs. Me temo que algunos todavía no han encontrado el suyo y quieren que Infovaticana y, a ser posible, Echenique, traicionen la Iglesia Católica y se pasen a la misericorditis aguda de corte protestante, cosa harto imposible. Es mucho más fácil que sigan buscando y encuentren acomodo, por ejemplo en el de un tal Vidal veneno mortal, ya que les gusta tanto el veneno de la misericorditis.

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