C.S. Lewis se atreve en las páginas de esta obra a hablar del Cielo y nos recuerda que nuestro hogar verdadero, para el que hemos sido creados, no es algo que nos sea extraño, sino algo que hemos esperado siempre. Puede adquirir hoy este libro de C.S.Lewis con un 20% de descuento en la librería de InfoVaticana.
Aunque ya es raro oír en homilías o documentos del clero referencia alguna a nuestro destino después de la muerte, todos tenemos una vívida imagen del Infierno.
De algún modo, la idea de la condenación eterna ha inspirado a cientos de autores, pintores y artistas de todas las épocas. Es como si no nos costase demasiado imaginar el dolor perpetuo y sí, en cambio, la felicidad para siempre que es lo que Dios nos prepara; como si nos diera miedo no encontrar en el Cielo un estímulo suficiente para cumplir la voluntad de Dios.
De hecho, las imágenes icónicas del Cielo son francamente decepcionantes; el cristiano corriente tiene que agarrarse fuerte al «ni ojo vio, ni oído oyó…» de San Pablo para evitar pensar en la eterna bienaventuranza como un lugar espantosamente aburrido. Incluso en su Divina Commedia, Dante dejó sus líneas más memorables en el Infierno.
C.S. Lewis se atreve en una de sus obras sorprendentemente más ignoradas, ‘El Peso de la Gloria’, incluso entendiendo las insuperables dificultades: «Al hablar de este deseo de nuestra patria lejana, que encontramos en nosotros incluso ahora, siento cierto reparo. Estoy casi cometiendo una indecencia. Trato de desentrañar a la fuerza el inconsolable secreto que se oculta en cada uno de vosotros, el secreto que duele tanto que nos vengamos de él dándole nombres como Nostalgia o Romanticismo o Adolescencia; el secreto, asimismo, que nos atraviesa con tal dulzura que cuando, en conversaciones muy íntimas, se vuelve inminente mencionarlo, reaccionamos torpemente y fingimos reírnos de nosotros mismos; el secreto que no podemos ocultar ni comunicar, aunque deseamos hacer ambas cosas».
Lewis nos enseña que el Cielo, el Estado de Bienaventuranza para el que hemos sido creados, que es nuestro destino asignado -aunque podamos renunciar a él-, no es algo que nos sea extraño, al revés: es algo que hemos esperado siempre y a lo que nunca hemos podido dar nombre, algo que reconoceremos inmediamente cuando lleguemos a él, nuestro hogar verdadero, del que a lo largo de toda nuestra vida hemos tenido atisbos oscuros, lejanos, débiles como reflejos de sombras.
Lewis, sobre todo, no habla del Cielo tanto como un ‘lugar’, como en la Gloria como un ‘estado’; no tanto de dónde estaremos como de quiénes seremos: nosotros mismos, en plenitud, por vez primera.
Este conocimiento, en Lewis, no es solo un estímulo lícito que nos ayude a desear el destino que Dios nos tiene reservado y con ello esforzarnos por conseguir la salvación; es también un medio útil para aplicar lo que podríamos llamar una ‘caridad inmediata’.
«Es algo serio vivir en una sociedad de posibles dioses y diosas, recordar que la persona más vulgar y menos interesante con la que charlas podría ser un día una criatura que, si la vieras ahora, nos veríamos fuertemente tentados a adorarla, o por el contrario un horror y una podredumbre tal como uno encontraría, si acaso, solo en una pesadilla. A lo largo de cada día nos ayudamos unos a otros, en alguna medida, a avanzar hacia uno de estos dos destinos».
El libro que recoge este magnífico y revelador texto, que da nombre a toda la serie, incluye asimismo otros breves ensayos de este autor que hizo del mensaje cristiano, como es su destino a lo largo de la historia, un asunto novedoso y excitante; que supo encontrar en la fe, ya bimilenaria, una perpetua novedad frente a las modas ideológicas de su época, que es la nuestra.
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Magnífico libro. El titulo se corresponde con la obra.
¡ Los novísimos ! La realidad más real y eterna totalmente oscurecida por la misericorditis aguda. Lewis nos la acerca. ¡ Mi casa ! Hogar, dulce hogar, plenitud.
Muchas gracias. Con la alergia que le tengo a los mandatos negativos del «no esto, no lo otro» o las prohibiciones, se me ha pasado este libro. Hoy cuando me desperté intenté pensar más en el cielo. Me alegra el día.