Thomas Reese y la revancha de los viejos disidentes

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Haría falta ser un católico terminalmente frívolo para tomarse las disensiones dentro de la Iglesia como un juego de bandos, más aún como una disputa ideológica en la que lo importante sea ‘ganar’ y no mantener la unidad en la verdad.

Por eso, en momentos de cierta confusión doctrinal, viendo cómo teólogos y pensadores empiezan a formar como en línea de batalla y se denuncian mutuamente en redes sociales, nos interesa atisbar cualquier posibilidad de salvar diferencias que bien pudieran ser de matiz y por eso hemos leído con interés un artículo de Thomas Reese aparecido en el servicio de noticias religiosas Signs of the Times, titulado ‘Lealistas papales se convierten en disidentes’.

Se asombra Reese de la aparente paradoja de que, en estos días, quienes se han presentado siempre como católicos públicos especialmente leales al papado, hayan pasado a engrosar las filas de los críticos de Francisco. No es un buen comienzo ni un planteamiento esperanzador, ya que no creo que ninguno de los nuevos supuestos disidentes de que tenga noticia tienen nada que oponer al oficio petrino, y no veo nada contradictorio, si se cree firmemente en algo, defender a quien lo defiende y criticar a quien lo ataca.

Pero si había alguna esperanza de que Reese fuera, en el citado texto, a hacer un intento de conciliación o siquiera, como he visto hacer a otros, sugerir fórmulas de interpretación que salvaran la unidad esencial, el lector se verá defraudado: el texto íntegro es, en esencia, un largo regodearse en la revancha. Si se pregunta al inicio cómo es posible que quienes se presentaban especialmente leales al papado rigiendo la Iglesia los dos papas previos, apenas nos deja la menor duda de que no pocos de quienes son leales al actual lo son porque les parece el adecuado para avanzar sus causas favoritas.

Es, también, enormemente reduccionista en sus banderías que, naturalmente, son las del mundo: progresistas contra conservadores.

Hace primero un hombre de paja clamorosamente falso del ‘disidente’ para poder apedrearlo con buena conciencia. Así, dice en uno de sus primeros párrafos: «Ha habido un montón de peleas en la Iglesia Católica últimamente como consecuencia de que cardenales, teólogos y comentaristas reaccionarios han cerrado contra el Papa Francisco y su énfasis en la compasión y la misericordia de Dios. Estos disidentes están convencidos de que debería hacer hincapié en las normas y el juicio divino».

¿Ven a lo que me refiero? Para empezar, establece una especie de contradicción, de oposición entre la misericordia de Dios y su justicia, y parece sugerir que las ‘normas’ son caprichos eclesiales que entorpecen en lugar de guiar y fortalecer.

Para seguir, parece hacer una lectura muy extraña del mensaje de los Papas anteriores, de los que solo bajo los efectos de una grave intoxicación ideológica puede decirse que ignorasen o minimizasen la misericordia divina. ¿Quizá un repasito de Deus Caritas Est podría resultar oportuno?

Y, a partir de ese momento, concentra el fuego de su artillería sobre el capuchino Padre Thomas Weinandy, autor de una reciente y angustiada carta pública a Su Santidad, un ataque el de Reese en el que no puede decirse que derroche caridad, precisamente.

Saltan de alegría sus palabras al describir cómo este «inquisidor» que ha «destruido» las carreras y las reputaciones de tantos disidentes pruebe ahora su propia medicina.

Naturalmente, Weinandy no se ha enterado de nada, insiste Reese. No se ha enterado de que una mayoría de católicos aprueba a este Papa como aprobó a los anteriores -Pew Research es parte del nuevo magisterio, se diría-, que la Iglesia se beneficia del diálogo teológico y las distintas voces (pero no las ‘reaccionarias’, no hay que decirlo) y, en fin, que Weinandy defiende un concepto apolillado y rígido del mensaje cristiano.

Lo que desconcierta en Francisco a estos hipócritas fariseos (esto no es literal) es que el Papa, como el propio Cristo quería, pone el énfasis en la práctica y no en la teoría. Dice, literalmente:

«No hay duda de que el Papa Francisco da prioridad a cómo vivimos la fe más que a cómo la explicamos o, como diría un teólogo, da más importancia a la ortopraxis que a la ortodoxia. Como explica Mateo en el Capítulo 25, seremos juzgados por cómo vivimos la fe alimentando al hambriento, dando de beber al sediento y vistiendo al desnudo. No se nos juzgará por si sabemos responder a todas las preguntas del catecismo».

Otra vez el falso dilema de la verdad y la caridad, como si una se enfrentase a la otra, como si una no llevase a la otra, como si existiese un divorcio entre lo que se enseña y lo que se vive. No tengo consciencia, en mi ya no corta vida de católico, de que se haya ocultado nunca la centralidad de los consejos evangélicos o que la Iglesia se haya desentendido en ningún momento de su historia, ni siquiera cuando más ‘rígidamente’ insistía en las ‘normas’, del hambriento, del sediento o del desnudo.

Pasa luego Reese a contraponer la visión aperturista de Francisco con los papados monolíticos e inquisitoriales de Benedicto XVI y, sobre todo, San Juan Pablo II. Sostiene desconcertantemente Reese: «Weinandy parece haber olvidado el miedo que inspiraba Juan Pablo en obispos y teólogos, a quienes no permitía discusión sobre las cuestiones sobre las que había tomado una decisión. Hasta ahora, no puede mostrar pruebas de acciones similares contra él y contra sus colegas por parte del Papa Francisco».

¿Olvida Reese que Weinandy perdió su cargo al día siguiente de la aparición de su carta? Cualquiera describiría eso como una reacción bastante fulminante, y no es la única que han sufrido algunos críticos respetuosos.

Y lo asombroso es que no, que Reese no lo olvida, sino que lo cita llamándolo «un cachete en la muñeca», la expresión inglesa para definir un castigo insignificante. Leyéndolo, uno diría que los disidentes ‘defenestrados’ por los Papas anteriores -cuyos nombres no cita ni cuya desgracia describe- acabaron en la hoguera.

Y termina preguntándose -y respondiéndose- por qué estos ‘reaccionarios’ se enfrentan a Francisco: «porque ya no imponen sus opiniones a la Iglesia. Ya no están al cargo».

Todo se reduce, en palabras de Humpty Dumpty en ‘Alicia en el País de las Maravillas’, a saber quién manda aquí.

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Comentarios
14 comentarios en “Thomas Reese y la revancha de los viejos disidentes
  1. Sería interesante conocer el texto de Reese de otra manera es imposible hacer una comparación de argumentos. Aunque admito que no se debería tratar de una cuestión de bando es evidente que sociológicamente esos bandos están en la Iglesia. Los neo lefebrianos atrincherados en Trento solo ven en la Iglesia un reservorio de doctrina que les impide considerarla como Madre (San Juan Pablo II) y los progresistas han perdido el rumbo. Son tiempos particularmente difíciles para la Iglesia.

  2. El catolicismo no es un aut aut sino un et et. No es verdad o caridad, sino verdad y caridad. No es doctrina o vida, sino doctrina y vida. No es fe u obras sino fe y obras. No es persona o sociedad sino persona y sociedad. No es obispos o papa sino obispos y papa en comunión. No es mandamientos o sacramentos sino mandamientos y sacramentos. No es ley u obras de misericordia sino ley y obras de misericordia. No es inmanencia o trascendencia sino inmanencia y trascendencia, con todos los Novísimos, incluído el infierno. No es magisterio o tradición sino magisterio y tradición. No es trinidad del cielo o trinidad de la tierra sino trinidad del cielo y trinidad de la tierra. No es justicia o misericordia sino justicia y misericordia, indisociables en Dios. Lo que pasa con este pontificado es que, en vez del et et, va en la línea del aut aut y de los recortes. Recorta todos los pasajes evangélicos que le estropean la misericorditis que se nos quiere vender, sin conversión ni castigo.

  3. Reese hace el típico discurso progre: exagerar los hechos que Le benefician, esconder los hechos que Le perjudican, todo para manipular y adecuar la realidad a su discurso. Pero la mentira tiene las patas muy cortas y al final hacen el ridículo.

  4. Hay noticias fiables en el sentido de que Poyodemonte y sus acólitos fugados han propuesto al P. Reese como su capellán particular, para que fundamente, con sus nada torticeras y leales argumentaciones, la democracia cristiana progesista que ellos representan frente a los malvados inquisidores de la Hispania Ulterior.

  5. Gracias Esteban por este esclarecedor artículo.

    Cuando Reese sostiene que «“Weinandy parece haber olvidado el miedo que inspiraba Juan Pablo en obispos y teólogos, a quienes no permitía discusión sobre las cuestiones sobre las que había tomado una decisión. Hasta ahora, no puede mostrar pruebas de acciones similares contra él y contra sus colegas por parte del Papa Francisco”, miente descaramente.

    Cuando San Juan Pablo II expedientaba a teólogos u obispos, TODOS fueron sometidos al debido proceso con varias instancias de legítima defensa y dentro de las cuales los imputados ejercieron, en varias ocasiones, las rectificaciones necesarias para ajustar su conducta a la ortodoxia y a la profesión de fe jurada en ocasión de recibir los encargos eclesiásticos.

    Por el contrario, la dictadura vaticana presente con sus purgas automáticas decretadas o autorizadas por el Papa de San Galo a los que manifiestan ortodoxia, es el sello indeleble de este papado.

  6. Los viejos disidentes anti papales se nos han vuelto papistas exacerbados y pretenden perseguir y condenar al que no lo sea. ¡ Patético ! reír por no llorar.

  7. » no creo que ninguno de los nuevos supuestos disidentes de que tenga noticia tienen nada que oponer al oficio petrino, y no veo nada contradictorio, si se cree firmemente en algo, defender a quien lo defiende y criticar a quien lo ataca».
    Ah,no? Dios NO es católico, dijo un día Francisco. Lutero medicina para la Iglesia y modelo de reformador. Su Dios y el mío no están lejanos, comentó Francisco con su confidente Scalfari ateo excatólico.
    Y así «subversivamente».
    Nada nuevo que oponer al «oficio petrino» si tal oficio consiste en ser el sucesor de San Pedro al que ha de atenerse todo papa como Sumo Sacerdote de la Religión Católica, única verdadera de la Iglesia de Jesucristo. ¿Pero nada contradictorio? Que no lo vea el Reese no quiere decir que no sea absolutamente contradictorio con la Religión Católica el empeño de la iglesia en salida de sí misma para cambiarse a interconfesional-interreligiosa. Y por contra ose manifestarse tontuelamente contra Weinandy. Flatus vocis.

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