No se puede crecer sin tener hijos

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El economista Ettore Gotti Tedeschi responde a un artículo del New York Times cuya tesis central es que el control de la natalidad, gracias a los anticonceptivos, beneficia a la economía. 

Ettore Gotti Tedeschi– El 29 de octubre, el New York Times ha publicado un «curioso» artículo firmado por Bryce Covert, titulado «La economía no puede crecer sin control de la natalidad». Fundamentalmente, el autor recrimina a la administración Trump el haber privado a la mujer de las prestaciones sanitarias relativas a la anticoncepción que, en cambio, tutelan la salud femenina, permiten a la mujer trabajar cómo y cuándo quiere y, sobre todo, ayudan a la economía. Ambas consideraciones son erróneas, sobre todo la segunda: la economía, de hecho, no puede crecer con el control de la natalidad deseado por el autor. Por otra parte, el ambiente médico libre de la ideología dominante sostiene desde hace tiempo que la anticoncepción perjudica la salud femenina, tiene efectos colaterales y hace que la mujer dependa de fármacos que podrían alterarla a nivel químico y psíquico. Pero no sigo ahondando sobre este tema porque no tengo la competencia requerida.

Vuelvo a la tesis central de Covert, es decir, que el control de la natalidad, gracias a los anticonceptivos, beneficia a la economía. Esta idea ha sido desmentida en los últimos tres decenios de manera tan evidente que tener que leer de nuevo lo opuesto, sólo por la voluntad de promover una nueva antinatalidad neomalthusiana que pone en riesgo a la mujer, la familia y la sociedad, me sorprende mucho. No sólo. ¿Por qué debería el estado financiar políticas antinatalidad que lo debilitan económicamente? ¿Cómo podría crecer el PIB de una nación (y, en consecuencia, el volumen de los impuestos pagados) si no nacen hijos (por lo menos en un índice sustitutivo igual a dos hijos por pareja) y la población disminuye?

Proyecto perverso

Pensemos en el ciclo perverso que se pondría en marcha si se llevase a cabo la hipótesis sostenida por el periódico neoyorquino. Ciertamente, gracias a la decisión de la mujer de no tener hijos para poder trabajar aumentaría la oferta de trabajo femenino. Sin embargo, al no crecer el PIB la demanda del mismo disminuiría, haciendo aumentar al mismo tiempo la competición con el trabajo masculino. Exactamente lo que ha sucedido y está sucediendo en el mundo, que no sólo ha visto disminuir la natalidad y el crecimiento del trabajo femenino, sino también la renta y el poder adquisitivo de los trabajadores a causa del descenso de la natalidad y la consiguiente caída del PIB. Un problema que se ha intentado resolver aumentando de manera exasperada el consumo individual y mediante la deslocalización productiva a países más baratos, lo que ha conseguido sólo dos cosas: la desindustrialización y el aumento del paro. Y así, ignorando el problema y el coste del envejecimiento de la población, se ha llegado a la crisis económica que estalló precisamente en los Estados Unidos en 2008 y que después se extendió a todo el planeta.

Ahora bien, la base ideológica de estas consideraciones es tan evidente que, como decía antes, me ha surgido una tremenda sospecha. ¿Quieres ver -me he preguntado con una alta dosis de ironía-, que después de milenios los hombres han conseguido ser sustituidos por las mujeres en el trabajo duro utilizando una cierta confusión en las aspiraciones? Desde la edad de la piedra el hombre, cansado de salir de la cueva para cazar dinosaurios y llevar la comida a su mujer e hijos, protegidos y calentitos en casa, sueña con sacar a la mujer de la casa y dedicarse a los hijos, a  mantener el fuego encendido y a cocinar.

Alteración del orden

Después de todo este tiempo, el genio humano parece haberlo conseguido: ha inventado la píldora, la fecundación in vitro y consigue incluso autoembarazarse… Al mismo tiempo ha cambiado el modelo cultural, los roles, el derecho, el concepto de salud y bienestar. Quién sabe, tal vez un día los varones, amos de casa, cansados de estar en la cocina y de ocuparse de los perritos (ya no de los hijos, obviamente), quieran afirmarse en carreras profesionales y pretenderán cuotas rosas, blancas y azules. Temo, sin embargo, que será demasiado tarde. Ya no habrá niños que les esperen en casa después del trabajo.

Consideraciones irónicas y amargas aparte, nuestra civilización, al haber perdido el sentido del valor de la vida y la familia, ya no sabe reconocer lo más grande e importante que tiene una pareja: criar a un hijo, cuya satisfacción no es comparable con nada más en el mundo. Es un problema de cultura y racionalidad.

A menudo nos preguntamos. ¿quién fue primero, el huevo o la gallina? Deberíamos hacer lo mismo reflexionando sobre el valor de la maternidad, la vida, la familia: ¿se tiene que tener éxito para tener hijos, o se obtiene el éxito teniendo hijos? ¿Es necesario ser ricos para tener hijos, o se es ricos teniéndolos? La mayor pérdida, social y económica, de nuestra sociedad apagada la tenemos, precisamente, en esta confusión. Y tal vez es demasiado tarde para remediarla.

(Traducción de Helena Faccia Serrano para InfoVaticana)

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Comentarios
3 comentarios en “No se puede crecer sin tener hijos
  1. A ver si se enteran en el vaticano, donde los antinatalistas y abortistas campan a sus anchas en el pontificado ambientalista antinatalista. Los hechos cantan, demasiado.

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