No deja de ser curioso que una publicación como ‘America’, el órgano oficial de los jesuitas estadounidenses, se tome la molestia de entrevistar a una estrella mediática de relumbrón para luego dejar el resultado en un cajón, suponemos que bajo varias llaves.
Mucho más, vista su predilección por las prédicas del padre James Martin -redactor jefe de la revista- y su positivo acercamiento al mundo LGBT (añadan las letras que puedan faltarme), cuando el personaje en cuestión es homosexual activo y confeso, muy dado a alardear de sus depredaciones sexuales y que no hace mucho se ha ‘casado’ con uno de sus amantes.
Hablamos de Milo Yiannopoulos, el ‘enfant terrible’ de la derecha alternativa. Milo, periodista y autor británico de origen griego, juega conscientemente al escándalo, a epatar en cada declaración, columna, libro o discurso, a decir lo que está prohibido decir. Sus apariciones en universidades americanas se han convertido en verdaderos motines, cuando no han sido directamente canceladas.
Por su estilo de vida disoluto, del que lejos de ocultar hace alarde, o por su ingeniosa crueldad hacia sus enemigos públicos, uno podría sorprenderse al enterarse de que Milo es católico, y de ser ‘America’ otro tipo de publicación religiosa, podría pensarse que la decisión de dejar de publicar la entrevista ha sido, precisamente, evitar a sus lectores el escándalo predecible.
Y así ha sido, sin duda. ‘America’ ha tratado de privar a sus lectores del escándalo que encierran las palabras de Milo, aunque no sea en absoluto predecible. Porque lo escandaloso del periodista es que suena intolerablemente… católico. Y la ortodoxia es un sabor demasiado fuerte para los lectores del medio, adormecidos por la monótona y blanda disidencia de los sospechosos habituales.
Es una lástima, porque el tipo es brillante y porque un pecador tiene siempre cosas más interesantes que decir que un hereje.
‘America’, quizá más por americana que por jesuita, empieza la entrevista en el sobreentendido de que Milo, con su homosexualismo descarado y descarnado, tiene que ser un ‘disidente’, en esa perpetua equivocación calvinista que nos forzaría a declarar bueno lo que hacemos y nos gusta.
Y el chasco es fantástico.
Habla Milo de lo ‘chocante’, que es lo que le parece al entrevistador que alguien con su modo de vida pueda seguir confesándose católico. Y el entrevistado encuentra chocantes un montón de cosas, más chocante que el hecho de que «un pobre pecador como él» esté siempre bromeando sobre su falta de castidad y su preferencia por varones negros y siga llamándose católico.
Milo ironiza con lo que probablemente el entrevistado encuentre más chocante que eso, como que «esté vociferantemente alarmado con el Islam, que libra una guerra contra la Santa Madre Iglesia desde hace más de un milenio»; o que diga en público que la cruzada abortista de Planned Parenthood equivale a un genocidio de la raza negra; o que apoye la postura de Pablo VI contra los anticonceptivos de modo tan resuelto que la propia candidata demócrata Hillary Clinton le haya criticado por ello en plena campaña electoral; o que, de hecho, haya hablado más contra la anticoncepción «que el 99% de nuestros obispos, que parecen demasiado preocupados con la diversidad y el cambio climático para hablar de Dios».
Recurre al autor británico converso para explicar por qué, siendo un evidente pecador, no ha perdido su fe: «Los protestantes parecen pensar: soy bueno, y por eso voy a la iglesia; mientras que los católicos piensan: soy muy malo, por eso voy a la iglesia. Waugh también decía, cuando la gente le pregunta cómo podía ser católico [siendo tan poco caritativo]: no tiene usted ni idea de lo malo que sería si no lo fuese».
La respuesta a la siguiente pregunta («¿en qué aspecto de su vida experimenta tensiones con el catolicismo?») es tan buena que me acojo al derecho de cita para traducirla entera
«¿Quién dice que un católico deba carecer de tensiones avivadas por su debilidad? Los católicos somos mejores vistiendo, comiendo y celebrando. ¿Por qué no habríamos de ser mejores en la culpa también?
No me verá discutir la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. No hay tensión intelectual, porque no soñaría en exigir que la Iglesia tire por la ventana sus duras verdades solo para mentirme en la esperanza de que me sienta mejor conmigo mismo. Amo la verdad, no las mentiras, y sé que los sentimientos de uno no son la base de la verdad.
Esa es la razón de que no entienda a los católicos como, si disculpa mi espantosa impertinencia, el editor de esta revista, el Padre Martin, que dan a entender que si a la gente no le gusta lo que dice la Iglesia, quizá la Iglesia se equivoque o deba disculparse. La Iglesia se fundó sobre una roca y una cruz, no sobre un abrazo.
Pero si insiste en que hable de sentimientos, ya he dicho en otras ocasiones que siento que hay algo erróneo en el hecho de que mi sexualidad no puede producir los ‘miniMilos’ que querría tener. ¿No es eso una confirmación subjetiva de la doctrina de la Iglesia según la cual la atracción homosexual es «objetivamente desordenada», ya que no lleva a la procreación?
En resumen: la Iglesia dice que no soy culpable de mis tentaciones, pero que no debería pecar. Tiene razón. Y su fundador dijo que venía a curar a quienes se sabían enfermos, así que no desespero».
¿Entienden ahora por qué ‘America’ no podía publicar esta entrevista? Era demasiado explosiva, demasiado escandalosa, demasiado provocativa: un pecador confesándose ortodoxo, un católico ortodoxo confesándose pecador sin por ello exigir que la Iglesia cambie dos mil años de doctrina.
Chocante, realmente. Demasiado fuerte para ‘America’.
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Tronchante. Lo de Martín puede llegar al surrealismo. Es de comedia de los Coen
Este Milo dice mas verdades que muchos obispos y cardenales
Ya puestos podríais elevar oficialmente la hipocresía a la suprema norma moral de la iglesia católica, así la gente comprendería claramente el mensaje y os ahorrariais malos entendidos de lod que piensan que seguís la doctrina de cristo
¡ Qué razón tenía el cardenal Giáccomo Biffi cuando decía que el problema de la Iglesia Católica no eran los católicos no practicantes, como Milo, sino los practicantes no católicos, como James !