El arzobispo castrense, a la Guardia Civil: ‘Me siento orgulloso de lo que sois y de lo que hacéis’

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En la Santa Misa dedicada a la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil, monseñor Juan del Río mostró su apoyo y afecto a los «centinelas de la paz» y recordó que «siempre puede haber un camino de vuelta a la legalidad y la concordia dentro del marco constitucional» ante los momentos críticos que atraviesa España. 

El domingo 8 de octubre, la Catedral de Toledo acogió la celebración de la Santa Misa dedicada a la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil. Durante esta celebración, el arzobispo castrense, Juan del Río, hizo referencia en su homilía a los momentos críticos que atraviesa España y pidió volver a la «legalidad» y la «concordia» dentro del marco Constitucional.

«Siempre puede haber un camino de vuelta a la legalidad y la concordia dentro del marco Constitucional que nos hemos dado los españoles», declaró el prelado, que comenzó su homilía con el versículo “Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.

En la celebración del patronazgo de la Virgen del Pilar en la Guardia Civil, Del Río mostró su apoyo y afecto a los guardias civiles, recordando que, junto a la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, son los llamados «centinelas de la paz».

«Me siento orgulloso de lo que sois y de lo que hacéis en favor de toda la sociedad española», manifestó el arzobispo castrense, que también quiso expresar su admiración por la «vocación, profesionalidad, entereza y entrega de cada día» de la Guardia Civil. «¡Ánimo, no estáis solos!», recordó.

Asimismo, el prelado destacó que la devoción de los guardias civiles a la Virgen del Pilar «es conocida en todos los rincones de la geografía española» y denunció los intentos de silenciar esta tradición religiosa.

«Querer silenciar esta beneficiosa tradición cultural y religiosa en el seno de la Guardia Civil, es ignorar sus orígenes y violentar la libertad religiosa, como derecho fundamental del guardia civil creyente», aseveró.

A continuación, la homilía completa del arzobispo castrense en la celebración de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil:

1. “Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,20). Este versículo del salmo responsorial refleja los anhelos de salvación del pueblo elegido, que se encontraba en una encrucijada vital y social. Algo parecido nos sucede a nosotros, en estos momentos críticos por los que atraviesa España, descritos sabiamente por S.M. el Rey Felipe VI en su discurso del pasado tres de octubre. ¡Ciertamente que necesitamos de la ayuda de Dios! Por ello, en esta Eucaristía con la que festejamos el patronazgo de la Virgen del Pilar en la Guardia Civil, pedimos la intercesión de la Madre de Jesús para que superemos las actuales adversidades.

Sabemos y experimentamos que para “Dios nada hay imposible” (Lc 1,37). Siempre puede haber un camino de vuelta a la legalidad y la concordia dentro del marco Constitucional que nos hemos dado los españoles. “Ya que ninguna de las regiones actualmente existentes en nuestro país, más o menos diferentes, hubiera sido posible, tal y como es ahora, sin la antigua unidad espiritual y cultural” que se inició ya en esta ciudad, en el importante III Concilio de Toledo (589). ¿Qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos? (CEE, Orientaciones morales ante la situación actual de España, Madrid 2006, n.71).

2. Vosotros queridos Guardias Civiles, junto con la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, sois los llamados “centinelas de la paz” en palabras de san Juan Pablo II. Como servidores del orden público estáis dando lo mejor de vosotros mismos. Sabed que, como Obispo de esta Iglesia particular castrense, contáis con todo mi apoyo y afecto, así como el de vuestro Capellanes, los pater. Admiro y valoro vuestra vocación, profesionalidad, entereza y entrega de cada día. Tengo muy presentes los sacrificios y sufrimientos de vuestras familias y me solidarizo con ellas. Me siento orgulloso de lo que sois y de lo que hacéis en favor de toda la sociedad española, sin sectarismo alguno: ¡Animo, no estáis solos!

3. La devoción de los guardias civiles a la Virgen del Pilar es conocida en todos los rincones de la geografía española. Nunca ha sido una rémora en la milicia, no está reñida con la profesionalidad y modernización que hoy se le exige al Cuerpo, sino que es el mejor estímulo en el fiel cumplimiento del deber. Tampoco es algo pasado de moda, como nos quieren hacer ver los enemigos de la religión, sino que potencia los valores básicos en los que se funda la Benemérita y que se resumen en el lema de la Guardia Civil: “el honor es mi divisa” (Duque de Ahumada, Cartilla del Guardia Civil [1845], art. 1) que se muestra en él: Amor a la Patria, servicio al prójimo, espíritu decente, fortaleza en las dificultades, fidelidad inquebrantable y lealtad al Cuerpo. Estas actitudes esenciales tienen una resonancia evangélica que no debemos olvidar. Por tanto, querer silenciar esta beneficiosa tradición cultural y religiosa en el seno de la Guardia Civil, es ignorar sus orígenes y violentar la libertad religiosa, como derecho fundamental del guardia civil creyente.

4. Estamos en otoño, tiempo de vendimias. La Palabra del Señor proclamada nos habla de los cuidados de Dios hacia su pueblo, bajo tres grandes figuras: viña, labradores-hijo, vino:

La cálida imagen de la “viña infiel” de la primera lectura (Is 5,1-7) nos habla de todo lo que el Señor hace por sus criaturas y como respondemos muchas veces con la ingratitud. Por eso mismo, el Papa Francisco nos recuerda repetidamente que, en ocasiones, nuestra vida cristiana es más vinagre que vino saludable. Sin embargo, a pesar de nuestras culpas, Dios no se cansa de perdonarnos (cf. EG,3).

En el Evangelio la escena cambia: tenemos la “viña asaltada” (Mt 21, 33-34). Produce una uva buena, pero los labradores se quedan con ella. Su motivación no es otra de querer ser dueño de todo, para ello llegarán al crimen contra los mensajeros del señor de la viña y matarán hasta su propio hijo. Esta alegoría sucede con demasiada frecuencia en la historia de la humanidad. Allí donde el hombre se convierte en el único amo del mundo y propietario de los otros, no puede existir la justicia, sólo reinará el arbitrio del poder que termina convirtiendo a la propia viña en un terreno árido y sin frutos.

Este horizonte terrible es transformado por la misión salvadora del hijo de la parábola, imagen de Jesucristo, que muriendo y resucitando ha vencido todo mal y nos ha regalado el vino bueno de la felicidad. Él es la vid verdadera, su Padre el labrador, nosotros sarmientos vivos siempre que permanezcamos en su Amor (cf. Jn 15).

Solo por esta unión, podremos ser constructores de la cultura del encuentro (cf. Francisco, EG, 217-258) que en el lenguaje paulino de la segunda lectura de este domingo (Filp. 4,6-9) consiste en descubrir en el otro: “todo lo que haya de verdadero, noble, justo, laudable, lo que es virtud o mérito”  Por este sendero alcanzaremos: “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

5. Terminamos como comenzamos invocando a la madre de España la Virgen del Pilar, con algunos fragmentos de la plegaria que pronunció san Juan Pablo II en Zaragoza en 1982:

¡Dios te salve María,
Madre de Cristo y de la Iglesia!
A tus cuidados confío las necesidades de todas las familias de España.
Virgen del Pilar:
Aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad.
Protege a España entera y a sus pueblos,
a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María,
a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
Así sea.

+ Juan Del Río Martín
Arzobispo Castrense de España

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