‘Un pueblo capaz de tener niños y de enseñarlos con orgullo tiene futuro’

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Francisco ha dedicado la audiencia general de este miércoles a su reciente visita apostólica a Colombia y ha destacado la actitud de los padres que levantaban a sus niños para que el Papa los bendijera y para mostrarlos con orgullo. 

Este miércoles, en la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha hablado de su reciente viaje apostólico a Colombia que culminó el pasado domingo 10 de septiembre.

El Santo Padre ha señalado que, durante su visita a Colombia, le llamó la atención cómo los padres mostraban con orgullo a sus hijos. «Un pueblo capaz de tener niños y capaz de enseñarlos con orgullo, como esperanza: este pueblo tiene futuro», ha asegurado.

El pontífice también ha hecho alusión al lema del viaje, «Demos el primer paso», referido al proceso de reconciliación que está viviendo Colombia. «Con mi visita quise bendecir el esfuerzo de ese pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia», ha explicado Francisco.

«¡Que con la ayuda de María, cada colombiano pueda dar todos los días el primer paso hacia su hermano y su hermana, y así construir juntos, día a día, la paz en el amor, en la justicia y en la verdad!», ha concluido el Papa.

A continuación, puede leer la catequesis completa del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas,

¡Buenos días!

Como  sabéis, en los últimos días he efectuado el viaje apostólico a Colombia. Doy gracias al Señor de todo corazón por este gran don; y me gustaría renovar mi agradecimiento al Señor Presidente de la República, que me recibió con tanta cortesía, a los obispos colombianos que han trabajado tanto para preparar esta visita, así como a las otras autoridades del país, y a todos aquellos que han colaborado en su realización. ¡Y un agradecimiento especial al pueblo colombiano que me ha acogido con tanto afecto y tanta alegría! Un pueblo alegre entre los muchos sufrimientos, pero alegre; un pueblo con esperanza. Una de las cosas que más me llamaron la atención en todas las ciudades, entre la multitud, eran los padres y madres con hijos, que levantaban a sus niños para que el Papa los bendijera, pero también con orgullo porque enseñaban a sus hijos cómo para decir: ¡Este es nuestro orgullo! Esta es nuestra esperanza.» Yo pensé: «Un pueblo capaz de tener niños y capaz de enseñarlos con orgullo, como esperanza: este pueblo tiene futuro». Y me gustó tanto.

Particularmente en este viaje he sentido la continuidad con los dos Papas que antes de mí visitaron Colombia: el beato Pablo VI en 1968 y San Juan Pablo II en el 86. Una continuidad fuertemente animada por el Espíritu, que guía los pasos del pueblo de Dios por los caminos de la historia.

El lema del viaje fue «Demos el primer paso», en referencia al proceso de reconciliación que Colombia está viviendo para salir de medio siglo de conflicto interno que ha sembrado sufrimientos y enemistades, causando muchas heridas, difíciles de restañar. Pero con la ayuda de Dios, el camino ya se ha abierto. Con mi visita quise bendecir el esfuerzo de ese pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia.

Colombia, como la mayoría de los países latinoamericanos, es un país donde las raíces cristianas son muy fuertes. Y si este hecho hace aún más agudo el dolor de la tragedia de la guerra que lo ha desgarrado, es al mismo tiempo, una garantía para la paz, la base firme de su reconstrucción, la linfa de su esperanza inquebrantable. Es evidente que el Maligno quería dividir al pueblo para destruir la obra de Dios, pero es igualmente evidente que el amor de Cristo, su misericordia infinita es más fuerte que el pecado y la muerte.

Este viaje ha sido llevar la bendición de Cristo, la bendición de la Iglesia sobre el deseo de vida y de paz, que se desborda del corazón de esa nación: pude verlo en los ojos de los miles y miles de niños, adolescentes y jóvenes que llenaron la plaza en Bogotá y que encontré en todas partes; esa fuerza de vida que incluso la propia naturaleza proclama con su exuberancia y su biodiversidad. Colombia es el segundo país del mundo en biodiversidad. En Bogotá pude reunirme con todos los obispos del país y también con el Comité Directivo de la Conferencia Episcopal Latinoamericana. Doy gracias a Dios por haber podido abrazarlos y darles mi aliento pastoral, por su misión al servicio de la Iglesia, sacramento de Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza.

La jornada  dedicada en particular al tema de la reconciliación, momento culminante del viaje, se desarrolló en Villavicencio. Por la mañana tuvo lugar la gran celebración eucarística, con la beatificación de los mártires Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, obispo, y Pedro María Ramírez Ramos, sacerdote; por la tarde, la Liturgia especial de la Reconciliación, simbólicamente orientada hacia el Cristo de Bocayá, sin brazos ni piernas, mutilado como su pueblo.

La beatificación de los dos mártires recordó plásticamente que la paz está fundada también, y tal vez sobre todo, sobre la sangre de tantos testigos del amor, de la verdad, de la justicia, y también de los  verdaderos y propios mártires, asesinados por su fe, como los dos recién mencionados. Escuchar sus biografías fue emocionante, hasta hacer saltar las lágrimas: lágrimas de dolor y alegría juntas. Delante de sus reliquias y de sus rostros, el santo pueblo fiel de Dios sintió con fuerza su identidad, con dolor, pensando en las muchas, demasiadas víctimas, y con alegría, por la misericordia de Dios que se extiende sobre los que le temen ( ver Lc 1,50).

«La misericordia y la verdad se encontrarán, y la justicia y la paz se inclinarán» (Salmo 85,11), hemos oído al principio. Este versículo del salmo contiene la profecía de lo que sucedió el viernes pasado en Colombia; la profecía y la gracia de Dios para ese pueblo herido, para que pueda levantarse y caminar en una nueva vida. Estas palabras proféticas llenas de gracia las hemos visto encarnadas en las historias de los testigos, que hablaron en nombre de tantos y tantos que, a partir de sus heridas, por la gracia de Cristo, salieron de sí mismos y se abrieron al encuentro, al perdón, a la reconciliación.

En Medellín la perspectiva era la de la vida cristiana como discipulado: la vocación y misión. Cuando los cristianos se comprometen plenamente en el camino de secuela de Jesucristo, se convierten verdaderamente en sal, luz y levadura en el mundo, y los frutos son abundantes. Una de estos frutas son los Hogares, es decir, las casas donde los niños y los jóvenes heridos por la vida pueden encontrar una nueva familia  donde son amados, acogidos, protegidos y acompañados. Y otros frutos, abundantes como racimos, son las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que he podido  bendecir y animar con alegría en un encuentro inolvidable con los consagrados y sus familiares.

Y, por último, en Cartagena, la ciudad de San Pedro Claver, apóstol de los esclavos, el «foco» fue la promoción de la persona humana y de sus derechos fundamentales. San Pedro Claver, como más recientemente Santa María Bernarda Bütler, dieron su vida por los pobres y marginados, mostrando así el camino de la verdadera revolución, la evangélica, no la ideológica, que libera  verdaderamente las personas y las sociedades de las esclavitudes de ayer y, por desgracia, también de  hoy. En este sentido, «dar el primer paso» – el lema del viaje – significa acercarse, inclinarse, tocar la carne del hermano herido y abandonado. Y hacerlo con Cristo, el Señor que se hizo esclavo por  nosotros. Gracias a él, hay esperanza, porque Él es la misericordia y la paz.

Confío nuevamente Colombia y su amado pueblo a la Madre, Nuestra Señora de Chiquinquirá, que pude venerar en la catedral de Bogotá. ¡Que con la ayuda de María, cada colombiano pueda dar todos los días el primer paso hacia su hermano y su hermana, y así construir juntos, día a día, la paz en el amor, en la justicia y en la verdad!

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Comentarios
5 comentarios en “‘Un pueblo capaz de tener niños y de enseñarlos con orgullo tiene futuro’
  1. Que bueno, esta vez no llama conejas a las madres de familias numerosas, se ve que no tacaba. Ahora toca dorar la píldora a un pueblo par que trague unos acuerdos que ya voto que no.

  2. Está claro, entonces, que el papa jesuita se referirá al pueblo musulmán, tan admirado por él.
    Charla que te charlarás… palabras huecas. Siempre charla charla que te charlarás, más y más palabras huecas…

  3. Me gustaria saber por que tienen tanto odio hacia Francisco, si el es igual de pronatalista y antropocentrista que ustedes. Aclaro que no estoy de acuerdo con el Papa en muchas cosas, lo mismo que no lo estoy con ustedes…

  4. Para tener hijos como conejos primero habrá que tener hijos. El gran problema de la Iglesia Católica es que los católicos apenas tienen hijos y encima queremos bendecir la píldora católica, por lo que la frase es doblemente desafortunada. Ojalá tuviéramos hijos, aunque fuera como conejos.¿ No queréis hijos ? No os preocupéis, ya los tienen y los tendrán los islamistas, como conejos o como no conejos. El futuro es suyo. El catolicismo, a extinguir, con la colaboración de Francisco.

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