Caffarra dedicó su última conferencia a la primacía de la Verdad sobre la conciencia

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El cardenal Carlo Caffarra tenía previsto intervenir este domingo con una lección magistral en la jornada de La Nuova Bussola Quotidiana en Milán. Su muerte impidió su presencia en el acto, pero el texto de su conferencia -en principio, el último de sus escritos- pudo ser leído a los asistentes. 

(Religión en Libertad) El cardenal Carlo Caffarra había programado para este domingo 10 de septiembre su participación en la jornada de La Nuova Bussola Quotidiana en Milán, convocada bajo el lema Quién reconstruye lo humano. Allí iba a intervenir con una lección magistral.

Su imprevista muerte el pasado miércoles 6 ha impedido su presencia, pero -hombre previsor y cumplidor- el texto obraba desde poco antes en poder de los organizadores del evento y pudo ser leído a los asistentes.

El texto que ofrecemos constituye, pues, un auténtico testamento espiritual del cardenal, y de hecho es, en principio, el último de sus escritos. Versa sobre «la reconstrucción de lo humano» tras su destrucción en nuestra sociedad como consecuencia de no reconocer la conciencia moral como una obligación. Para el cardenal Cafarra, la reconstrucción ha de hacerse en el lugar en el que la verdad interseca con la libertad: ese punto que no es otro que la gracia de Cristo.

Por cortesía de Riccardo Cascioli, director de La Nuova Bussola Quotidiana, Religión en Libertad lo ha ofrecido traducido a sus lectores simultáneamente a la publicación italiana del original. (Las negritas son de ReL.)

RECONSTRUCCIÓN DE LO HUMANO
Dividiré mi reflexión en dos partes.

En la primera intentaré reflexionar sobre lo que constituye la destrucción de lo humano y sobre algunos de los principales factores principales de esta destrucción.

En la segunda parte responderé a la pregunta: ¿quién reconstruye lo humano?

La destrucción de lo humano
Partamos de una página dramática del Evangelio: la traición de Pedro. Leamos la versión de Marcos [cfr. Mc 14, 66-76].

¿En qué consiste la traición de Pedro? La pregunta de la criada lo sitúa ante una elección, una elección que le atañe a él y a su identidad en relación a Jesús. Ante la libertad de Pedro se abren dos posibilidades: afirmar o negar la verdad de sí mismo. Pedro elige negar la verdad: «Ni sé ni entiendo lo que dices» [68]. Pedro hace violencia a la verdad.

¿Sólo la verdad o también a sí mismo? ¿Acaso no niega ser lo que es? Traicionando a Cristo se traiciona también a sí mismo. Se protegería a sí mismo solo afirmando la verdad, testimoniándola. Está lleno de miedo, y de un miedo tal que lo lleva al perjurio: «Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar» [71]. Afirmando la verdad se habría salvado a sí mismo, porque se habría transcendido a sí mismo -ese sí mismo lleno de miedo- hacia la verdad.

Esta narración evangélica es el paradigma de toda auto-destrucción de lo humano. La pregunta de la criada es sólo la ocasión que se le da a Pedro de redescubrir su identidad, la verdad sobre sí mismo. El redescubrimiento es un acto de la inteligencia de Pedro: en ese momento llega a ser consciente de ser un discípulo de Jesús. Y, en el mismo instante, esta conciencia provoca, interpela su libertad para testimoniar la verdad. Es una verdad que genera un imperativo que atañe a Pedro, y sólo a él. Pedro no está discutiendo acerca de la naturaleza del discipulado, de los que siguen a Jesús. Se siente como enjaulado dentro de la verdad conocida, la verdad de sí mismo.

Sabemos que Pedro ha traicionado. Y que llora. Ha sido autor, víctima y testigo de la violación de la verdad. En una situación análoga, Judas pensó que no era digno de existir y se ahorcó. «Por lo tanto, el hombre es él mismo por medio de la verdad. La relación con la verdad decide su humanidad y constituye la dignidad de su persona» [Karol Wojtyla, Signo de contradicción: meditaciones, Biblioteca de Autores Cristianos].

Por consiguiente, podemos decir: la destrucción de lo humano consiste en negar con nuestra libertad lo que nuestra razón ha reconocido como el verdadero bien de la persona. Esto es lo que en teología llamamos pecado. Ya Ovidio había escrito: video meliora proboque et deteriora sequor («veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor»).

La destrucción de lo humano tiene, por consiguiente, el carácter de laceración de la propia subjetividad. Y también el de la mentira: construye una realidad humana -personal y social- falsa. Tal vez nadie como Pirandello haya descrito con mayor profundidad y sentido trágico la vida, la sociedad humana así construida, como una farsa.

El hombre no vive en una casa sin puertas y sin ventanas; vive en el seno de una cultura, respira un «espíritu del tiempo» que, con el apoyo de poderosos medios de producción del consenso, favorece, a menudo, factores destructivos de lo humano. Me limitaré a examinar sólo dos: la falsificación de la conciencia moral y la separación de la libertad respecto de la verdad.

El primer factor destructivo de lo humano es la falsificación que la conciencia moral ha experimentado en la cultura occidental, reduciéndose progresivamente, como ya había visto hace más de un siglo Newman, al derecho de pensar, hablar, escribir según el propio parecer o estado de ánimo. Decir hoy «mi conciencia me dice que…», en la comunicación hodierna significa sencillamente decir «yo creo que… deseo que… a mí me gusta que…».

Planteémonos, entonces, dos preguntas: ¿En que consiste exactamente esta falsificación? ¿Por qué esta falsificación es un factor devastador de lo humano?

(a) Consiste en cambiar, confundir la afirmación según la cual el imperativo moral surge en la conciencia y mediante la conciencia con la afirmación de que el imperativo moral nace de la conciencia. Consiste en confundir la función «reveladora» [de la verdad acerca del bien] de la conciencia con la función constitutiva propia de la razón, en cuanto participación de la Sabiduría divina.

(b) La falsificación de la conciencia moral es un factor destructivo, altamente destructivo, de lo humano, porque destruye desde el inicio la relación originaria de la persona humana con Dios Creador. Oscurece el esplendor de la palabra originaria que Dios Creador dirige al hombre, para que le guíe.

Para darse cuenta qué daño humano provoca la falsificación de la conciencia moral, es necesario, antes, comprender su verdadera naturaleza. Dos han sido los grandes maestros al respecto: Sócrates y San Pablo.

Comencemos diciendo que mediante el juicio -que es la principal actividad de la conciencia-, el hombre descubre no una verdad moral cualquiera, sino una verdad inherente a la acción que está por llevar a cabo (o que ya ha realizado). Es una verdad que atañe a la persona en su singularidad, como sujeto que está a punto de realizar una acción: la conciencia le hace conocer precisamente la verdad moral de esta acción, es decir, su bondad o maldad moral. Entonces, es lógico que nos preguntemos: ¿cómo puede conocer esta verdad? ¿Cómo se construye este juicio, en el que precisamente consiste la conciencia moral?

De la respuesta que se dé a esta pregunta depende, al final, toda nuestra concepción de la conciencia. Hemos de partir de nuestra experiencia cotidiana, en la que se pone de manifiesto que el juicio de la conciencia posee una fuerza del todo singular: la de obligar absolutamente, y no sólo de manera hipotética, nuestras decisiones, nuestra libertad. Es más, se trata de algo tan evidente para todos, que hablar de «conciencia» y de «sentirse obligado a» es prácticamente lo mismo.

Pero lo que interesa sobre todo es señalar y comprender la naturaleza, la forma absolutamente singular de esta obligación. En cierto sentido es verdad que cada uno de los juicios de nuestra razón reclama un determinado comportamiento y, por lo tanto, unas determinadas decisiones de la voluntad. Si sabemos que un alimento daña nuestra salud, normalmente nos abstendremos de ingerirlo; si decidimos salir de casa y sabemos que fuera hace frío, lógicamente decidiremos abrigarnos. Etcétera.

Sin embargo, estos -y otros- juicios de nuestra razón reclaman un comportamiento coherente, pero sólo de manera hipotética: si quieres estar sano, sabiendo que un alimento…, si no quieres coger una bronquitis, sabiendo que el tiempo… Pero si prestamos atención al juicio de la conciencia, vemos que la obligación que genera es esencialmente de distinta naturaleza. Esta obligación no pende de un «si»: no pende de nada. Se impone, inmediatamente, por sí misma a la libertad del hombre. La conciencia dice absolutamente: debes realizar esta acción; no debes cometer esta acción. La voz de la conciencia sitúa la libertad del hombre ante un absoluto: un deber absoluto.

Nos encontramos así con una situación interior bastante singular. Por un lado, la persona humana se siente obligada únicamente mediante este juicio de la conciencia: sólo ante este juicio, el de la conciencia, la libertad se siente totalmente obligada. Por otro lado, este juicio es un acto del individuo, del sujeto: es sólo suyo. ¿Cómo es posible que la persona, mediante un acto propio suyo, se sienta obligada tan profundamente, tan estrechamente que no pueda, con un acto suyo contrario, desvincularse? Es un acto suyo -un acto de su razón- lo que ha ligado su libertad. Con un acto suyo -un acto de su razón- la desata: Sancho Panza reconoce que merece ser castigado, pero ¡pide darse él mismo los bastonazos! El gran Cervantes había comprendido a la perfección la falsificación de la conciencia.

La realidad de nuestra experiencia interior muestra claramente que esto no sucede. El hombre no puede eximirse de la obligación a la que le fuerza el juicio de la conciencia: la experiencia universal del remordimiento lo demuestra. Esta imposibilidad requiere de nosotros una reflexión más profunda acerca de la conciencia moral.

Que el hombre sienta que no puede eximirse a sí mismo de la obligación de la propia conciencia demuestra que el juicio de ésta permite a la persona conocer una verdad que pre-existe a la conciencia misma. Una verdad que no es verdadera porque nuestra conciencia la conozca sino, al contrario, que nuestra conciencia la conoce porque esa verdad existe. En resumen: no es la verdad la que depende de la conciencia, sino que es la conciencia la que depende de la verdad. ¿Qué verdad? Esa verdad a la luz de la cual y en virtud de la cual «esta acción es buena y hay que llevarla a cabo» o «esta acción es ilícita y hay que evitarla».

Llegamos así a una conclusión muy importante: puesto que el hombre se ve obligado sólo mediante el juicio de la propia conciencia (= auto-nomía); puesto que el juicio de la propia conciencia obliga porque le hace conocer la verdad, entonces el hombre es autónomo cuando se somete a la verdad. Su autonomía consiste en su subordinación a la verdad.

Pero ahora debemos reflexionar brevemente sobre la verdad conocida mediante el juicio de la propia conciencia. ¿De qué verdad se trata? Puesto que la conciencia es un juicio que atañe a nuestra acción desde el punto de vista moral, se trata de una verdad práctica (que concierne al obrar humano), de una verdad sobre el bien y sobre el mal de nuestro actuar. El juicio de nuestra conciencia descubre en la acción que estoy a punto de llevar a cabo (o que ya he realizado) -bien por su estructura misma o por las circunstancias en que se ha realizado- una relación con un orden en virtud del cual «iustum est ut omnia sint ordinatissima» (San Agustín, De libero arbitrio, 1, 6, 15): un orden intrínseco al universo mismo del ser. Si descubro que la relación de la acción que estoy a punto de realizar, es una relación de contrariedad: es decir, si la conciencia ve que esta acción es contraria a este orden; que esta acción destruye este orden y lo daña, esta acción, precisamente en razón de su deformidad, debe ser evitada. La conciencia moral conoce este orden del ser en cuanto es respetado o negado por esta acción que estoy a punto de realizar y, por lo tanto, el juicio de la conciencia -y esto es digno de mucha atención- es la convergencia, el punto de encuentro, la síntesis del conocimiento del orden intrínseco al ser con el conocimiento de la acción que estoy por llevar a cabo. Este orden intrínseco al ser no es sino el orden de la Sabiduría creadora de Dios, con la que y en la que ha sido creado todo lo que ha sido creado.

Pero, ¿cómo puede conocer el hombre este orden, esta «rectitud ontológica»? Esta capacidad humana es precisamente lo que llamamos razón humana y es, por lo tanto, lo que hace que el hombre participe de la misma Sabiduría de Dios: el sello impreso en el hombre -y sólo en el hombre- por la mano creadora de Dios. Mediante la razón el hombre conoce ese orden que constituye la belleza, la bondad del ser. Y es en la luz de este conocimiento donde la conciencia puede descubrir si la acción que la persona está a punto de realizar se inscribe en este orden: en esta belleza, en esta bondad. Decir que este orden es creado, constituido por la razón humana, y no simplemente que ha sido descubierto por ella, equivale sencillamente a negar un dato del que nuestra experiencia es testigo permanente. Cuando descubrimos con nuestra razón esta belleza, este orden y sus inmutables exigencias, «non examinator corrigit, sed tantum laetatur inventor», como escribió con profundidad San Agustín (op. cit., 2, 12, 34), la razón «no (las) juzga como árbitro, sino que se alegra de haberlas descubierto».

La conciencia moral, como puede verse, es el lugar donde Dios dirige la primera, originaria y permanente palabra al hombre: el lugar donde Dios se revela como guía del hombre. Apagad esa luz y el hombre andará a tientas en las tinieblas.

Ahora podemos comprender mejor en qué consiste la falsificación de la conciencia. Ha sido desarraigada de la divina Sabiduría y el suyo es el juicio último e inapelable. En resumen, Sancho Panza que se da bastonazos a sí mismo.

El segundo factor está constituido por el divorcio de la libertad respecto de la verdad [acerca del bien]. ¿En qué consiste el admirable matrimonio de la libertad con la verdad? ¿De qué naturaleza es este vínculo?

Ante todo hemos de tener presente que no hablamos de verdad en general. Estamos hablando de la verdad práctica, como ya hemos dicho, es decir, de la verdad sobre el bien y el mal de la persona humana como tal. Cuando digo «2+2=4» estoy diciendo la verdad, pero no una verdad práctica. Práctica significa que se trata de una verdad que debe ser llevada a cabo, realizada en y mediante la acción de la persona. La verdad apremia para ser actuada, realizada. Está en mí; si la rechazo, me rechazo a mí mismo.

No es difícil ver entonces la relación verdad-libertad: la verdad es el proyecto de la construcción de lo humano; pero ninguna construcción de lo humano es posible si no es realizada por la libertad. Sería, por definición, una construcción inhumana. La persona se construye, «se libera no sólo y no principalmente por el hecho de que conociendo la verdad sobre sí, la reconoce como verdad sólo con la fuerza de su conocimiento. La persona se libera cuando… se identifica con ella hasta el fondo, eligiéndola con el acto de la libertad… cuando «hace la verdad”» [Karol Wojtyla]. Jesús dijo: «No el que dice Señor, Señor, sino quien hace la voluntad de mi Padre».

Existe, por lo tanto, una cohesión esencial entre persona, acto de la persona y verdad: es el resultado del conocimiento moral. Y existe una cohesión existencial, realizada o negada por el acto libre. En este sentido, Kierkegaard tenía razón cuando escribió que la verdad es subjetividad.

A causa de procesos culturales largos y complejos, hoy el vínculo verdad-libertad se ha hecho añicos, al afirmar una verdad del hombre sin libertad, o una libertad sin verdad. Se podría verificar esta doble afirmación en las ideologías ecologistas, en la vision contemporánea de la sexualidad, en las doctrinas económicas, en la reducción del derecho a mera técnica normativa. Un hombre sin verdad está condenado a la libertad y estará encantado de entregarla al poderoso de turno [La leyenda del Gran Inquisidor]. Un hombre sin libertad se convierte en una huella en la arena, dibujada y borrada por un destino inexorable e impersonal, «que para el común daño impera», como diría Leopardi.

Quién reconstruye lo humano

Comienzo esta segunda parte de mi reflexión con una metáfora. Dos personas van caminando por la orilla de un río desbordado. Uno sabe nadar, el otro no. Éste resbala y cae al río, donde comienza a hundirse. El amigo tiene tres posibilidades: enseñarle a nadar; lanzarle una cuerda y pedirle que se agarre fuerte a ella; lanzarse al agua, abrazar al náufrago y llevarlo a la orilla.

¿Cuál de estas tres posibilidades ha seguido el Verbo Encarnado, al ver al hombre arrastrado hacia su auto-destrucción? La primera, respondieron los pelagianos, y responden todos los que reducen el acontecimiento cristiano a exhortación moral. La segunda, respondieron los semi-pelagianos, y responden todos los que consideran la gracia y la libertad como dos fuerzas inversamente proporcionales. La tercera, enseña la Iglesia. El Verbo, no considerando su condición divina como un tesoro que tenía que custodiar celosamente, se lanzó dentro de la corriente del mal para abrazar al hombre y llevarlo hasta la orilla. Éste es el acontecimiento cristiano.

Preguntémonos: ¿a qué profundidad debe comenzar la reconstrucción de lo humano? Allí donde se encuentran la verdad y la libertad. El mal de la persona humana en cuanto tal es el mal moral, pues daña al sujeto personal. La reconstrucción de lo humano, o comienza a este nivel o será siempre simple cirugía estética. La acción redentora de Cristo, acaecida una vez para siempre en la Cruz, y sacramentalmente siempre presente y operante en la Iglesia, sana precisamente esa herida del sujeto en la que se origina la devastación de lo humano. Y la Iglesia existe para esto: para hacer presente, aquí y ahora, la acción redentora de Cristo. «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos» [2 Tim 2, 8] escribe Pablo a su discípulo Timoteo. ¡Ay, si la memoria de la Iglesia tiene otros contenidos!

Pero, ¿en qué consiste precisamente la reconstrucción de lo humano, realizada mediante la Iglesia por el acto redentor de Cristo? La teología la llama «justificación del pecador». Es la operación que Dios, mediante el don del Espíritu, cumple en la persona que se reconoce injusta ante Él. Escuchad lo que escribe el Beato Antonio Rosmini: «La operación de Dios dentro del hombre, esta obra de gracia, es un dogma del cristianismo; es, propiamente, el dogma fundamental sobre el que el cristianismo mismo se levanta,… es la esencia de esa religión sobrenatural». [Antropologia soprannaturale, en Opere vol. 39, p. 68].

¿Quién reconstruye lo humano? La gracia de Cristo. Hay que volver a decirlo claramente, a decir que esto es el cristianismo.

El Señor Resucitado tiene una relación real con el mundo, relación que requiere, por parte de los discípulos, ser traducida en la praxis cristiana. Esta relación real acontece cada vez que celebramos un sacramento de la fe. Los sacramentos son, de hecho, el acontecimiento cultual de la presencia corpórea de Cristo en nuestro mundo.

Me gustaría ahora retomar brevemente el concepto apenas formulado: llevar a la praxis la relación de Cristo con la persona y con el mundo. Son sólo algunas reflexiones generales.

Es dramáticamente urgente que la Iglesia ponga fin al silencio acerca de lo sobrenatural. Cuanto más mundana sea la Iglesia, tanto más se oscurecen en la conciencia del pueblo cristiano la verdad del pecado original y la fe en la necesidad de la redención, los dos ejes sobre los que se desarrolla toda la propuesta cristiana.

– Es necesario devolver a la razón la dignidad de su realeza. No basta una fe proclamada pero no interrogada, una fe expresada pero no pensada. Lo que he llamado «transposición de la relación real de Cristo con el mundo en la praxis del discípulo» es, en gran parte, un fatiga de la recta razón. También en esto los Padres de la Iglesia son ejemplares.

– Por último, pero no menos importante, es urgente la propuesta clara, neta, de una verdadera educación cristiana de los niños y los jóvenes.

Conclusión 

Al concluir deseo hacer una constatación. Todo lo que constituye lo que nosotros llamamos «civilización occidental» conduce al ateísmo o a la expulsión de la religión del horizonte de la vida. En una palabra: es una civilización atea e inmanentista. La falsificación que ha sufrido el concepto y la experiencia de la conciencia moral es el síntoma patológico, desde un punto de vista diagnóstico, más inequívoco.

Partiendo de esta constatación, hago mi primera reflexión conclusiva. El primer deber de toda la Iglesia es denunciar esta destrucción de lo humano derivada de la expulsión de Dios del horizonte de la vida. «La Iglesia debe denunciar la rebelión [= construcción de la persona sin Dios; nota mía] como el más grave de todos los males posibles. No puede transigir si quiere ser fiel a su Maestro; debe prohibirla y anatemizarla» [J. H. Newman, Apologia pro vita sua, ed. Jaca Book, p. 264]. Sería evadirse gravemente de su misión hablar habitualmente de otras cosas y exhortar con frecuencia a algo distinto para asegurarse el consenso del mundo.

La segunda reflexión conclusiva. Pascal dice que nadie ha hablado tan mal del hombre como el cristianismo, y nadie tan bien. Por eso, no bastan disposiciones externas como la predicación y la enseñanza, aun siendo necesarias. Hace falta una fuerza regeneradora, que viene de lo alto mediante la Iglesia. La verdadera reconstrucción de lo humano debe partir de las fuentes mismas del pensamiento y del obrar libre; es decir, de la sustancia misma del yo. Vivimos en un momento de lucha, de la que nadie debe desertar, pues cada uno tiene, al menos, una de las tres armas: la oración, la palabra, la pluma. Y hemos de estar en paz: «Los mansos poseerán la tierra».

Traducción de Helena Faccia Serrano para Religión en Libertad. 

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Comentarios
20 comentarios en “Caffarra dedicó su última conferencia a la primacía de la Verdad sobre la conciencia
  1. » El Verbo, no considerando su condición divina como un tesoro que tenía que custodiar celosamente, se lanzó dentro de la corriente del mal para abrazar al hombre y llevarlo hasta la orilla. Éste es el acontecimiento cristiano». Magníficas palabras.

  2. Para Dios es así, «Génesis 1: 24.Por eso el hombre… para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne.», es decir 1 + 1 = 1.
    Puede uno encontrarse 1+1= 2 lo que en la práctica es correcto pero no es sobrenatural resultado y la Iglesia es mirar siempre al Cielo desde lo Natural.
    Lo que para Dios es 1+1=1 sea sobrenatural para el hombre es imposible, es la tensión de Adán y Eva, ellos no encontraron en esa verdad sobre-natural la alegría misma, sino que la buscaron en otra cosa: satisfacer su conciencia y ejercer el dominio sobre ella sin someterla a otro sobre-natural.
    De ese modo siempre se podría lograr la inimputabilidad de los actos y ya se valoraría todo no por el objeto sino por las causas, es decir “importa más lo que ahora tengo” sin importar nada más siendo lo que según Yo es lo que Dios pide en este momento. En el fondo es REBELION masonismo puro.
    Esta visión es la anarquía, es suponer por ejemplo que: la matanza, aniquilación o el secuestro tenga por ejemplo la excusa de “la pobreza, exclusión o la corrupción”, es muy común hoy escuchar eso… “es que hay corrupción y por tanto excusemos la violencia” el fin es ver imposible “El NO MATAR, NO ROBAR, NO adulterar” males intrínsecos siempre malos. Muy común ver justificado muchos de nuestros actos “en ese sentido”, por razones o razonamientos que van de la mano de manipulación o alineamiento de las mentes. Es la plaga de hoy, la maldad, la maldad del pensamiento para siempre seguir haciéndolos y jamás dejar la persona en libertad es decir “contumacia” «Gen 6:5.Yavé vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que todos sus pensamientos tendían siempre al mal.»

  3. Un gran católico Caffarra, un teólogo de primera, alta calidad como persona, no merecía el destrato dispensado por el ex Jorge Mario Bergoglio.

  4. Sobre las causas de la muerte de Caffarra el Vaticano actual no se expide, y como en tantas otras cuestiones, por ejemplo, las afirmaciones de Danneels acerca de la constitución de un grupo de presión para combatir a un Papa y poner a otro, lo arreglan con un manto de silencio, cuando naturalmente deberían investigar. La falta de transparencia es absoluta

  5. Pediría a infovaticana que como el texto es muy largo y la mayoría no lee tanto vuelva a hacer un artículo con el título de: «Últimas propuestas del cardenal caffarra para los problemas de la Iglesia actual» señalando que es parte de un artículo más extenso al que reenvían y empezando el nuevo artículo desde «Me gustaría ahora retomar brevemente el concepto apenas formulado: llevar a la praxis la relación de Cristo con la persona y con el mundo. Son sólo algunas reflexiones generales….» Pienso que sería un buen homenaje al cardenal más cuando lo esencial está en sus conclusiones.

  6. Toda esta mezcla de erudición y sofismas, al estilo escolástico clásico, para acabar dando argumentos a los terroristas islámicos, «la verdad por encima de la conciencia», si El mundo moderno no ve a Dios es porque Dios no quiere mostrarse, demasiadas veces hemos visto como el hombre crea a Dios a su imagen y semejanza, al contrario de lo que debiera ser, veamos a Dios solo cuando él quiere mostrarse, no cuando a nosotros nos parece, la caoacidad inventiva está mejor usada para otris menesteres y aceptemos la incertidumbre en la que Dios nos mantiene

  7. Dios no es incierto, la fe tiene certeza sobre Dios, si no tienes certezas sobre Dios no tienes fe. Dios no se oculta sino que ha hablado a los hombres primero por medio de los profetas y luego por medio de su Hijo se ha anonadado en una Virgen, Cristo ha enseñado lo suficiente de acuerdo a la economía de la salvación para que el hombre se salve y ha establecido una Iglesia con ese único fin. El mundo moderno no ve a Dios porque es ateo y laicista, o sea, porque se niega a aceptar el Dios de la fe y el Dios de la razón según las pruebas o demostraciones de la existencia de Dios por Santo Tomás de Aquino y por lo tanto es anticristiano, está contra Cristo y nace en la revolución francesa. La conciencia tiene su base en la realidad y en la verdad sino tendría que tenerla en pensamientos innatos al estilo de Kant o ser una construcción de la razón (constructivismo) ambas formas de pensamiento no son católicas, sin duda, en la realidad de las cosas humanas el hombre conoce lo que está bien y lo que está mal y hay un derecho natural y mandamientos que el hombre no puede desconocer sin la pérdida de su alma y de la sociedad. La sociedad moderna es ejemplo de mentira, de poder, de hipocresía, de mundanidad, de ignorancia y de rebelión contra Dios.

  8. Obviamente no tengo la fe católica, soy un racionalista abierto a ka existencia de Dios, pero distingo lo que es racionalmente cierto de lo que solo es posible. Sin duda Dios tiene el poder de mostrarse directamente si quiere, pero no lo hace porque no quiere, la forma segura que tenemos de llegar a Dios los hombres es a traves de la razón y la conciencia, puesto que seguro provienen de él, sin embargo la fe es arbitrariedad, se cree en tal libro sagrado porque nos lo dijo nuestra sociedad o nuestra familia, ¿como es posible que en arabia la mayoria es musulmana y en sudamerica la mayoria es cristiana?, si la fe fuese racional la mayoria de los mas inteligentes tendrían esa fe y la mayoria de los más tontos no, de igual modo en cualquier parte, sin embargo no es así porque la fe es emocional, la adoptamos por alguna causa, normalmente nuestra madre y luego de establecer una emoción que lo domina todo, construimos toda una parafernalia para imterpretar el mundo sobre nuestra emoción, fe es emoción racionalizada a posteriori, y eso no es la razón aunque incluya ese adjetivo.
    Es mucho más inteligente llegar hasta donde podemos con la razón y asumir la parte de incertidumbre que queda con nuestra conciencia, a din de cuentas si Dios no quiere contarnoslo todo sus razones tendrá, en lugar de inventar miles de fes y elevar una emoción a la categoría de razón con el objetivo de eliminar la incertidumbre y vivir tranquilos, mejor tener la valentía a vivir en la inseguridad, que es el plan que Dios tiene para nosotros, que en una seguridad basada en fantasias, que es la mentalidad de los terroristas suicidas o el Cardenal Caffarra, que en paz descanse, todas las ventajas de tener «seguridad» se humden cuando una emocion domina la razón.
    Las pruebas de S. Tomás podían tener vañidez en la edad media donde la filosofia era un juego con las palabras y los conceptos, pero no alvanzan la categoria de validez en un mundo donde 2+2 se tiene que demostrar, lo cual es perfectamente posible, mientras que la existencia de Dios por el momento no se puede, o porque no existe, o porque no sabemos suficiente o porque Dios quiere ocultarse.

  9. Es importante estudiar los temas para formarse una opinión correcta. Con respecto a la fe, Pieper nos presenta el caso de una persona que vuelve de la guerra y le comenta a su amigo que ha visto al hermano de este último y le dice que se encuentra vivo. Aquí la pregunta es si le cree o no le cree. A Ud. en su vida personal en su relación familiar y de trabajo va a encontrarse con muchas situaciones en las cuáles no ha visto la realidad solamente escucha a un testigo y está en Ud. creer o no creer lo que dicho testigo le dice. Pero en el caso de la fe católica es fundamental el estudio de las Sagradas Escrituras, de la Tradición, de la enseñanza de los doctores y santos de la Iglesia y las enseñanzas de la Iglesia pero aún más que todo ello la asistencia a misa y llega el momento en que Ud. debe preguntarse: ¿Esto que me han dicho yo lo creo o no, es así o no es así, Cristo es el Hijo de Dios y la religión católica la verdadera? Además, a diferencia de la simple creencia humana la fe es una gracia de Dios, para tener fe se necesita la intervención de Dios no es suficiente querer creer o emocionarse. Luego, con respecto a Dios debe partir del conocimiento de que Dios es inmaterial o sea no es materia no puede ser visto por los ojos humanos en las presentes condiciones, luego le explicaré el por qué. En la presente situación la inteligencia humana que es inmaterial o espiritual no posee los conceptos para apropiarse de Dios ni para conocerlo sino de una forma imperfecta, conoce a Dios por las criaturas no en lo que verdaderamente es salvo en lo que se ha dado a conocer. Por ello, es necesario que Dios participe al hombre de su gracia, o sea, además del alma necesitamos de la gracia salvífica, de las virtudes sobrenaturales y de los dones para empezar a tener un «organismo» capaz de ver a Dios (ese «organismo» lo habíamos perdido por el pecado) así que los santos luego de adquirir una extraordinaria caridad y de desarrollar debidamente el «organismo sobrenatural de la gracia» pueden tener alguna noticia o toques de Dios, contemplarlo místicamente en alguna medida, pero en la condición de pecado en que se encuentra la gran mayoría de los hombres no les es posible ver a Dios porque no han desarrollado sus virtudes sobrenaturales, sus dones especialmente el de sabiduría y ello por falta de amor no tienen un organismo inmaterial sobrenatural capaz de ver a Dios como es.

  10. De acuerdo que el hombre no tiene capacidad de comprender totalmente, tirne sentido, pero las afirmaciones que ud. hace aunque puedan ser ciertas, son una petición de principio, es decir no se derivan puramente de los principios lógicos, en el fondo son su fe, nuevos axiomas distintos de los universalmente válidos que usted decide aladir, aquello que usted ha decidido creer, lo cual es totalmente respetable e incluso podría ser cieto, pero al no ser parte de la lógica son una elección y no obligan a nadie más que usted, podriamos decir que son el reflejo de su conciencia, el modo que usted tiene de ver el mundo, pero no un principio en el que la humanidad se deba basar. Esta misma cuestión me la habría respondido un musulmán basandose en su fe en Alá, y seguramente tan convencuso como usted de que lo que dice es la verdad. El quid de la cuestión es que ni usted ni él pueden derivar su fe exclusivamente apelando a las leyes de la lógica, y por lo tanto esramos en un terreno incierto donde solo se puede dejar al hombre que se guíe por su concirncia, no imponer «verdades» indemostrables que aunque tienen el mérito de ofrecer una seguridad también tienen el inconvenirnte de sustentar los fanatismos

  11. De acuerdo que el hombre no tiene capacidad de comprender totalmente, tirne sentido, pero las afirmaciones que ud. hace aunque puedan ser ciertas, son una petición de principio, es decir no se derivan puramente de los principios lógicos, en el fondo son su fe, nuevos axiomas distintos de los universalmente válidos que usted decide aladir, aquello que usted ha decidido creer, lo cual es totalmente respetable e incluso podría ser cieto, pero al no ser parte de la lógica son una elección y no obligan a nadie más que usted, podriamos decir que son el reflejo de su conciencia, el modo que usted tiene de ver el mundo, pero no un principio en el que la humanidad se deba basar. Esta misma cuestión me la habría respondido un musulmán basandose en su fe en Alá, y seguramente tan convencuso como usted de que lo que dice es la verdad. El quid de la cuestión es que ni usted ni él pueden derivar su fe exclusivamente apelando a las leyes de la lógica, y por lo tanto esramos en un terreno incierto donde solo se puede dejar al hombre que se guíe por su concirncia, no imponer «verdades» indemostrables que aunque tienen el mérito de ofrecer una seguridad también tienen el inconvenirnte de sustentar los fanatismos. Si por ejemplo vemos un hombre muerto hay cien maneras racionales de explicar como murió el hombre, pero solo una es cierta, investiguemos racionalmente como murió y expliquemoslo en caso que se pueda, si no digamos que no lo sabemos en lugar de elegir una manera y afirmar que es cierta solo para poder decir que sabemos la respuesta, el que no sabe, no sabe, admitamos las cosas como son

  12. No es así mire la existencia de Dios es importante para Ud. y no puede dejarla de lado porque al existir Dios si Ud. lo combate como está haciendo lo que está construyendo es un camino de perdición, así, que no es una cosa que pueda Ud. dejar así nomas o que le sea indiferente, no es lógico proceder de esa forma es un tema importante en su vida. Ahora, la existencia de Dios se puede demostrar por las cinco vías de Santo Tomás de Aquino las puede leer en Internet para tomar una: las criaturas son contingentes pueden ser o no ser así es lógico que deba existir un Ser necesario que ha creado las criaturas contingente que pueden ser o no ser, ese Ser necesario es Dios (léalo mejor porque no soy bueno en esto; tampoco tiene que creer que porque sean demostraciones de la existencia de Dios tienen que volarle la cabeza y producir un asombro o conocimiento infinito). Una vez establecido que Dios existe no es lógico pensar que el mismo Dios se manifieste en las distintas religiones de manera diferente porque no pueden por lógica ser todas las religiones verdaderas ya que enseñan cosas contradictorias. Luego, la teología católica y de la filosofía cristiana son ciencias que explican que la religión católica es la religión verdadera. Por supuesto, que uno parte de verdades reveladas como de principios pero estas verdades reveladas no son conocidas de manera incierta sino que como la fe es una gracia de Dios son conocidas con certeza. Solamente tiene que estudiarlas y verá que en ellas no existe nada que contradiga a la lógica y que hay verdadera ciencia católica que nos enseña sobre Dios y sus misterio, por supuesto, que no es matemática, a cada asunto le corresponde la forma de razonamiento acorde a la naturaleza del asunto, no se puede pedir pasar de la lógica a la biología ni tampoco a la teología o a la política, son ciencias distintas pero se puede adquirir un conocimiento cierto y por las causas una vez que se han aceptado ciertos principios que son conocidos con certeza por la fe. La incertidumbre no viene de la falta de lógica sino de la falta de fe. Nos dice Pieper que si uno recibiera ciertos conocimientos por testigos que fueran necesarios para ordenar su vida no podría dejarlos de lado simplemente porque no los recibió de la manera que quería. No se puede conocer a Dios como Él se conoce porque la inteligencia humana no puede comprehender totalmente a Dios en su infinitud pero no es razonable rechazar todo otro conocimiento de Dios porque no son las cosas como le gustarían que fueran. Hasta aquí mi tarea de evangelización luego siga con un sacerdote amigo.

  13. Además digamos la verdad Ud. no se atrevería a plantear sus preguntas en un sitio musulmán y tratarlos de ignorantes y fanáticos los hace con nosotros porque sabe que no somos fanáticos y que le respondemos. Aquí entra el tema de la sinceridad en lo que se afirma y de la buena voluntad en el diálogo y por supuesto el conocimiento de la condición de pecador del hombre.

  14. La existencia de Dios es importante y es por ello por lo que es un tema emocional, nos da igual si las serpientes nacen de huevos o por esporas, pero cambia mucho si Dios existe o no, y por eso debajo del discurso racional estamos discutiendo de una emoción. ¿Dios de donde salió?, tan absurdo es pensar que de la nada surgió algo, nunca hemos visto eso, como que existe un ser que ha existido siempre, tampoco hemos visto eso, sabemos que el hombre viene de la evolución, Santo Tomas no tenía ni idea de eso, y el Dios que deduce Santo Tomas es solo un principio cósmico, no es el Dios cristiano, ese Dios no tiene conciencia ni voluntad, es solo una energía, por otro lado hay musulmanes con los que se puede discutir, y los cristianos antes quemaban a los que discutian en las hogueras, y no hacen más porque no pueden, aquí en infovaticana no me censuran los comentarios pero por ejemplo en infocatólica depende del censor muchos no los publican a pedar de que no hay ningún insulto, lo que ha vuelto tolerante a la iglesia católica es el espiritu del mundo, vive en paises donde no se le tolerarian las cosas de antaño y se ha tenido que adaptar, pero no dude que si alguna vez los estados laicos se debilitan lo suficiente volveremos a la epoca de las hogueras, todas las religiones reveladas afirman hablar en nombre de Dios y a Dios no se le puede contradecir, por lo tanto todas las religiones reveladas se creen con el derecho de acallar a los que piensan distinto, es solo la presencia de otros poderes lo que las detiene, lamentablemente en el mundo no hay contrapeso

  15. Respecto de lo de renunciar a mi conciencia y guiarme por lo que me mande un sacerdote, ¿como voy a decirle a Dios renuncié a esforzarme y buscar la verdad con la conciencia que tu me diste y seguí lo que otros me decían por que me fio más de ellos que de Vos?

    Prefiero seguir a Buda en eso:
    Cita
    «- No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos.
    – No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen.
    – No creáis en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas.
    – No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os lo inspira.
    – No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras, sólo porque ellas lo digan.
    – No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano.

    – Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado,verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento ya la voz de la conciencia.»

  16. No pongas como ejemplo el Mundo mira solamente los millones que han matado las ideología en el siglo XX, de todos los genocidios de los gobiernos laicos. Es una reverenda falta de lógica lo que Ud. dice, Ud. está constantemente creyendo cosas sin haberlas verificado lógicamente. Primero si sube a un auto o un avión cree en que los mismos fueron bien construidos y que los que lo conducen sabrán hacerlo, cuando va del abogado, el médico, el arquitecto, el contador cree en lo que le dicen porque no tiene forma de comprobarlo, cuando compra un producto cree en que el mismo le servirá y no será defectuoso, su vida está en manos de otros y en los cuáles debe creer, de lo que lee y dice saber ¿cuánto ha verificado por su propia cuenta? La energía es medible no es energía el alma ni Dios sino que es inmaterial. Mire le voy a contar un cuento así como nuestro Gran Maestro contaba metáforas. A un hombre que estaba perdido en el campo se le acercó un extraño y le dijo: «mira, aquí tienes las llaves de aquella morada que tu padre de ha preparado para que no mueras», el hombre lo dijo: «prueba primero que son las llaves de la morada y que mi padre vive.» «Muy bien» le dijo el extraño «tienes que estudiar los títulos de la casa y verán que son de tu padre y que te la deja a tí, luego prueba todas las llaves y si entran en las cerraduras verás que son las llaves de la morada», «no le dijo el hombre «quiero que me lo pruebes por lógica y quiero ver a mi padre sino no entraré pues soy racionalista». En realidad en el mundo no encontraremos alguien tan necio para las cosas mundanas pero los que son astutos para las cosas mundanas son unos necios para las cosas de Dios.

  17. La consciencia física de la Verdad Revelada, ya sea a través de la razón, de la fe o de ambas, y que te hacen tomar conciencia de ser un discípulo de Jesús Cristo, nunca interpelan tu libertad, puesto que ella te hace libre y partícipe consciente de las Leyes Naturales, Morales y de Dios.
    ««Por lo tanto, el hombre es él mismo por medio de la verdad. La relación con la verdad decide su humanidad y constituye la dignidad de su persona» [Karol Wojtyla, Signo de contradicción: meditaciones, Biblioteca de Autores Cristianos].»

  18. – Es necesario devolver a la razón la dignidad de su realeza. No basta una fe proclamada pero no interrogada, una fe expresada pero no pensada. Lo que he llamado «transposición de la relación real de Cristo con el mundo en la praxis del discípulo» es, en gran parte, un fatiga de la recta razón.» Correcto.

    – Por último, pero no menos importante, es urgente la propuesta clara, neta, de una verdadera educación cristiana de los niños y los jóvenes.» Esto debería ser norma de obligado cumplimiento en los colegios y universidades privadas católicas.

    La autodestrucción de la Iglesia surge de parte de ella misma.

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