El Pontífice actual (Francisco) ha afirmado recientemente que considera la reforma litúrgica iniciada por el Concilio Vaticano II, “irreversible”.
Dicha irreversibilidad suena como un desafío, por no decir una censura, al anterior Pontífice (Benedicto XVI), que había autorizado la celebración de la misa pre-conciliar con el Motu proprio Summorum Pontificum.
Precisamente en estos días, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal Sarah, ha propuesto en una entrevista a la publicación mensual La Nef una reconciliación litúrgica orientada a unir el rito litúrgico pre-conciliar con el conciliar.
Vale, dirá el lector de Formiche.net, pero a nosotros ¿por qué deberían importarnos estos «conflictos clericales»? Con todos los problemas que hay, ¿por qué deberíamos ocuparnos de liturgia? Estamos asistiendo impotentes al derrumbe de una civilización, de una cultura y de valores morales, ¿y nos hacen perder el tiempo con discusiones sobre la liturgia? Pero ¿y si fuera la liturgia de la misa un elemento clave de la explicación de todo? NOM (Nuevo Orden Mundial) y NOM (Novus Ordo Missae) coinciden en las siglas y en los tiempos de actuación. Es bueno reflexionar acerca de esta disputa, que no es sobre la forma, sino sobre la sustancia (de la liturgia), que no es en absoluto la misma en los dos casos arriba mencionados; lo que hay en juego son los consiguientes efectos en relación al comportamiento (también económico) del fiel, y atañen a toda la sociedad, no sólo a los católicos.
Hablemos ahora, para explicarlo con un ejemplo, de la relación liturgia/economía. Puesto que la economía es un instrumento de por sí neutral que produce bien o mal en función del uso que se hace de ella, es importante no sólo saberla usar, sino darle un significado, un fin. Este significado está en función del significado que se da a la propia vida, de aquello en lo que se cree, de la fe que se tiene y se quiere vivir. La fe de la que hablamos se conquista y reaviva gracias al Magisterio de la Iglesia, la oración y los Sacramentos. Entre estos, el primero es la misa, cuyo valor está en función de la liturgia utilizada, o no, fuente de todas las gracias necesarias a las obras del fiel. Por esta razón, la liturgia de la misa refuerza la fe y se convierte en «incubadora» de las aspiraciones a la santidad personal en beneficio de toda la sociedad, incluida la riqueza moral que produce la economía orientada al bien común.
La economía debería satisfacer algunas necesidades humanas gracias al consumo y a los instrumentos de trabajo que el hombre utiliza para realizarse. Pero la economía funciona si el hombre individua y satisface sus verdaderas necesidades globales que son, además de las materiales, las intelectuales y las espirituales. Si esto no sucede y se privilegia sólo la satisfacción material, el medio económico se convierte en «autonomía moral» y degenera, provocando crisis económicas que son «irreversibles» y dañinas, tal como hemos podido comprobar en los últimos decenios.
He intentado explicar que la necesidad espiritual (para el católico) se satisface sobre todo con los Sacramentos: la misa es el más importante y la liturgia, al ser sustancia y no forma, hace que la misa sea idónea o no para su tarea de producir gracias. «Corroyendo» la liturgia de la misa, adaptándola a supuestas exigencias de simplificación (como sucede a menudo con el rito litúrgico conciliar, demasiado a menudo abandonado a la «creatividad» de cada celebrante) y reduciendo, relativizando, a menudo incluso confundiendo, el valor del Sacramento, se corre el riesgo de privar de dicho alimento espiritual a los participantes, porque el fin de la misa no es que se celebre, sino cambiar al hombre, influyendo en su comportamiento.
La liturgia se puede corromper en los actos llevados a cabo para celebrar la misa, en las palabras pronunciadas, en la postura del sacerdote, en las oraciones recitadas, en los cantos, en el agradecimiento, en las intenciones de renovar el Sacrificio, etc. Todo esto genera la participación interior de quien asiste, lo que da validez al objetivo de la misa. Al desacralizarla es evidente que se provoca una crisis moral que genera crisis en los comportamientos y, en concreto, en el económico, más sensible a la guía moral. De aquí la miseria material generada por la miseria moral; de hecho, no es «la economía la que mata», sino el hombre cuando la utiliza mal porque le da un significado erróneo.
La liturgia de la misa que Benedicto XVI ha concedido con el Motu propio no está destinada a contentar a «cuatro tradicionalistas»; su fin es salvar y dejar a disposición un medio de valor seguro que produzca una riqueza integral para el hombre. Prohibirla significa producir otros riesgos de pérdida de significado de la vida, y riesgos de pobreza integral. Sin sentido de la vida, la economía se convierte en un fin en sí misma, orientada sólo a satisfacer materialmente. Una ética económica sin una fe firme y viva difícilmente se mantiene. De hecho, ¿por qué se debería hacer el bien si el mal tiene más ventajas y, además, deja que pensemos que estamos «justificados»?
Liturgia y economía están indirectamente relacionadas: el elemento común es el corazón del hombre, que se nutre de la primera y da sentido a la segunda.
Ettore Gotti Tedeschi
(Publicado originalmente en Formiche. Traducción de Helena Faccia Serrano para InfoVaticana)
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Como si el mal no se hubiera utilizado permanentemente para crear el imperio que es la Iglesia y sus oligarquías globales.
El portavoz de la Santa Sede recuerda que el viaje del Papa a Colombia es pastoral, no político. De risa, ya conocemos de sobra la pastoralidad de Francisco. Cuando hay que salir a decir eso es porque la gente lo va conociendo, sobre todo en Colombia, donde las FARC quieren ser bendecidas por Francisco. Bueno, ya lo están. Casi prefiero que nos asegure que es político y así, a lo mejor, hasta dice algo aprovechable.
La Iglesia no puede permitirse el lujo de dilapidar su patrimonio, y menos el litúrgico, al servicio de las almas y de la salvación de todo el género humano. Dios es también Belleza y una liturgia pobre no lleva a Dios, pues Dios es el Sumo Bien, la Suma Verdad y la Suma Belleza. Está muy claro que con Benedicto XVI se enriquece la liturgia, mientras que, con la mentalidad pobre para pobres de Francisco se empobrece. Lo que parece ignorar Francisco es que, tantas veces, son los pobres los que mejor se visten los domingos para acudir a Misa y albar al Señor.
Pues eso que la rellenen con todo el oro del mundo, para que parezca dorada y lujosa. De donde y como saquemos el oro no importa que se trata de dejar alucinados a los pobres…
Chus, exactamente penso judas escandalizado al ver que le vertian un perfume tan caro a nuestro señor Jesus, pensando que seria mejot venderlo y repartir el dinero a los pobres.
Pobreza ideológica……………. Ni más ni menos.
Obsesiónes, los pobres……………. ¡Esa gente me dá miedo!
Su obsesión…………. por los pobres.
Y además, Bugnini era Masón
Néstor,
Es verdad, que a Jesús lo crucificaron los romanos en una cruz de oro. Un lujo de espectáculo muy dorado y muy romano … Para alucinar a los pobres …
Por eso la Iglesia , dueña del mundo, tiene el trono mas dorado y poderoso del mundo en Roma.. Que por eso por el poder y por el oro mataron los romanos a Jesús.
NPI
Empobrecer la liturgia e introducir la píldora católica para favorecer el camino al Islam, esa religión de paz cuyos atentados son de mentira. http://comovaradealmendro.es/2017/09/los-rumores-circulantes-contra-la-enciclica-humanae-vitae-toman-cuerpo-varios-miembros-de-la-pontificia-academia-para-la-vida-la-critican/
Marcel Lefebvre falleció el 25 de marzo de 1991, durante la Semana Santa. Sus restos se hallan inhumados en el Seminario de Écône, bajo la leyenda que él mismo deseaba fuese escrita sobre su tumba: Tradidi quod et accepi («he transmitido lo que recibí»). Lo que trasmitió fue el error y murió fuera de la Iglesia Católica. Su resistencia al cambio litúrgico fue publica y notoria. No hay duda que la historia se repite.
No estarán tan fuera de la Iglesia cuando sus sacerdotes pueden absolver válidamente y celebrar matrimonios y decir misa válidas, como así ha sido reconocido por Roma, y parece ser que van a ser erigidos en Prelatura personal, como el Opus Dei, que tan bien conoces.
Que es irreversible nos lo dice la experiencia. Ni la «rehabilitación» del misal de 1962 por Ratzinger ni las pequeñas reformas afrontadas por Cañizares o Sarah conducen a un cambio en la liturgia. Lo que podemos esperar para el futuro es que el Novus Ordo Missae deje de estar informado por la teología tradicional sobre la misa, sobre la que se sustenta en la OGMR y pase directamente a hablar del carácter meramente simbólico de las especies eucarísticas…
Esperar otra cosa es no ver la realidad de la Iglesia.
Echenique nuevamente te equivocas. Esta vez con las fechas. Lee y bien y refuta lo que he escrito no lo que te inventas.
Echenique: Lefebre murió excomulgado. Las reformas litúrgicas siguen vigentes. Esos son los hechos.
Lo que pasa con sus sucesores forma parte de lo que tu denominas «misericorditis». Y este tema no lo traté. Solo señalé que el rebelde Lefebre, siguiendo la tradición, murió excomulgado.
No creo que el problema sea el NOM para explicar la gran crisis económica del 2007, y la del 91 y la de la década de los años 70, siempre he convivido con él y quizás gracias a él, al entender la misa en castellano, sea católico. Es un gran bien para mí.
Cada vez que leo sobre el NOM veo en él la belleza de la misa, del culto debido a Dios y de la manera tan maravillosa de darle las gracias por todo. Es verdad que a veces la misa nos sentimos de piedra, pero no es culpa del NOM sino de las disposiciones interiores con las que acudes ese día a misa.
Siendo tan global la economía de ahora, y tan predominante el influjo de los países orientales en ella, la disposición de la ONU comandada por las ideologías del Islam y del marxismo, o el erradicar por parte de la Comunidad Económica Europea las raíces católicas de Europa, que no creo que el NOM sea tan importante para el influjo en la economía a través de una comunidad no debidamente defendida por la IC.
San J.P II tuvo un grandísimo carisma y ningún país le hizo caso, y Benedicto XVI tuvo muchísimos problemas por la actitud de los sacerdotes en el siglo pasado.
Si ahora los católicos no defendemos la liturgia de la Iglesia y nos dividimos que si la una o la otra, en vez de aceptarlas ¿quien va a defender el gran valor de la misa?
Si lefebvre transmitió el error, eso quiere decir que la Iglesia ha estado transmitiendo el error hasta que ha llegado el Vaticano II, porque lefebvre solo dijo lo que los Papas siempre habían dicho: ecumenismo condenado en mortalium animos de Pio XI, nueva teologia que se imparte ahora condenada por pio xii en Humani generis, colegialidad actual similar a la del sinodo de pistoia condenada por pio iv, libertad religiosa condenada por pio ix en el syllabus, y prohibición de la misa de Trento condenada en el propio Trento y prohibida tras el concilio Vaticano II.
Los modernistas propagan el error diciendo que la Iglesia Católica no tiene toda la verdad, y claro que es así, la iglesia católica no tiene toda la verdad porque han quitado el Magisterio de San Pio X que condenaba el modernismo, por eso le falta parte de la verdad. Es mentira que lo infalible solo sea el Magisterio extraordinario, el ordinario que se transmite a lo largo del tiempo es infalible igualmente.
Los que mueren fuera de la Iglesia Católica son los que propagan los errores condenados por San Pio X infaliblemente.
Estos listos que no saben nada podrían leerse la encíclica quo primus tempore. A ver quienes son los que realmente mueren excomulgados.
Si el único Magisterio infalible de la Iglesia solamente es el extraordinario, amoris laetitia no hay ni que leerlo ni aplicarlo, no es infalible, ergo yerra. El propio Vaticano II no es Magisterio extraordinario pero casualmente quieren que sea infalible cuando sólo es pastoral. El Magisterio que no yerra es el de San Pio X, el de la Pascendi, que condena el error infaliblemente. No lo quieren ver, pues allá cada uno. Que apliquen la H de la continuidad. Que la sigan aplicando.
Cada uno que diga lo que quiera. El NOM según el cardenal ottaviani, se aparta de manera impresionante tanto en el conjunto como en el detalle de la teologia católica. Es más, la misa anglicana es prácticamente igual. Bugnini el cardenal masón la diseñó ayudado por seis pastores protestantes. Eso sigue siendo verdad me censuren o no el comentario.
Uno puede ser excomulgado, echado del cuerpo de la Iglesia. Pero la salvación y la condenación son obra de Dios. Dios es el que juzgará a Monseñor Lefebre.
Pero desde luego, ante tanto acomodaticio, predicadores-aduladores, me quedo con el hombre que intenta ser fiel; y el fue fiel a lo que recibió de la Iglesia. Y Monseñor Lefebre tuvo lo que hay que tener para resistir.
Si su obra era de Dios, Dios la llevará a término.
Veremos en lo que queda la comedia a la que asistimos cada día.
Ya estamos en 2017.
El tiempo de creerle ha termnadado.
El Papa tiene el boleto picado,como decimos en Argentina.
Es un boleto que no nos lleva a ningún lado , menos que menos a Nuestro Señor.
Ciertas palabras del papa ya sólo provocan hilaridad. Ayer dijo que hay que ir contracorriente cuando se ha pegado 4 años siguiendo la corriente del pensamiento único de los Obama-Clinton-Scálfari. ¿ A quién pretende engañar ?
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«Mientras estallaba la revolución rusa, los popes discutían sobre el color de la sobrepelliz». Increíble pero cierto.
Que me demuestren que el novus ordo misae no es casi igual a la misa de Enrique VIII, es muy fácil. Quien lo demuestre me hará cambiar de opinión.
La autoridad de la Iglesia puede establecer todos los tipos de misa que quiera, pero lo que no se puede hacer es decirle a la gente que el novus ordo simplemente es la traducción de la misa de Trento y que se ha adaptado más a la misa original. La misa de Enrique VIII hecha por Cranmer, no es la misa de los apostoles, es la misa de esa gente.
Se trata de llevar a la práctica los acuerdos firmados con los luteranos y eliminar la transubstanciación de la Eucaristía.
¿ QUIENES SON AHORA LOS CONSERVADORES ? Interesantísimo artículo.
Liturgia al centro I progressisti ora sono conservatori
Ancora una volta la questione liturgica è tornata al centro dell’attenzione della vita della Chiesa e non solo, visto che anche numerosi mezzi di informazione ‘laici’ ne hanno dato un certo risalto: alcuni giorni fa papa Francesco ha rivolto un discorso denso e articolato ad un importante organismo (il CAL) che si occupa di liturgia e che compie settant’anni di vita; quasi in contemporanea è uscita l’intervista che il cardinal Sarah, prefetto del dicastero per il Culto Divino, ha rilasciato ad una rivista cattolica francese (la Nef). Pur tenendo presente che si tratta di due interventi di tenore diverso per destinatari e per contesto, sarebbe comunque difficile negare che vi sia tra essi una difficoltà di sintonia. Infatti mentre il cardinale Prefetto rilancia ancora una volta, e nonostante le ripetute opposizioni ad essa, l’idea di un possibile intervento correttivo sulla ‘riforma’ liturgica in corso da cinquant’anni, il Papa dichiara questa stessa riforma irreversibile, aggettivo che a questo punto pare sinonimo di irreformabile.
Dunque, dicevamo, la questione liturgica è di nuovo al centro. E lo è in una forma sorprendente: il fronte progressista, che sta dietro a questo discorso di papa Francesco e agli altri suoi interventi in materia, è ora paradossalmente arroccato in una posizione conservatrice per cui la riforma liturgica postconciliare non si può toccare; il fronte conservatore invece sostiene, pur con mille distinguo, l’esigenza di interventi correttivi sulla scorta della ‘riforma della riforma’ ratzingeriana o, per meglio dire, della ‘riconciliazione liturgica’ di cui parla il cardinal Sarah. Inutile dire che le forze in campo sono assolutamente sproporzionate e che il destino della tesi riformistica è, nello stato attuale, già segnato. Non di meno la questione è di importanza capitale e merita qualche riflessione.
Anzitutto resistiamo alla tentazione di pensare che si tratti di problemi di lana caprina, di ‘roba da preti e che se la vedano loro’. La liturgia è sempre espressione di una visione della fede, del cristianesimo, della Chiesa; e mentre la esprime ne è anche il veicolo: cinquant’anni fa la Chiesa (nel senso dell’autorità ecclesiastica) ha cambiato la messa, e in questi cinquant’anni la (nuova) messa ha cambiato la Chiesa (nel senso della comunità dei fedeli e della loro mentalità). D’altronde gli stessi operatori della riforma liturgica postconciliare hanno motivato l’esigenza del cambiamento del rito e coerentemente hanno proibito con forza per decenni la forma liturgica tradizionale, poiché – sostenevano – solo il nuovo rito era pienamente adeguato ad esprimere il rinnovamento della visione teologica ed ecclesiologica di cui erano portatori i documenti conciliari. Dunque non si tratta di dettagli. Non possiamo non citare ancora una volta le parole, più attuali che mai, dell’allora cardinale Ratzinger: “Sono convinto che la crisi ecclesiale in cui oggi ci troviamo dipende in gran parte dal crollo della liturgia” (La mia vita, Ed. San Paolo 1997, pag. 113).
Detto questo, occorre quindi valutare con attenzione la forma liturgica in corso e la congruenza di una sua presupposta irreversibilità. Riguardo a questo, infatti, non si possono evitare alcune osservazioni.
Per prima cosa, già stando alla semplice cronologia, c’è un problema di logica: pare strano infatti che si dichiari intoccabile una storia liturgica che ha cinquant’anni, mentre i suoi fautori cinquant’anni fa non si sono fatti problema a mettere le mani su una storia liturgica che di anni ne aveva mille e cinquecento! Infatti è vero che il messale in uso fino alla riforma postconciliare è stato codificato da san Pio V (XVI secolo), ma l’ordo, cioè la struttura e i testi, della messa tradizionale risale a san Gregorio Magno (VI secolo) tanto che essa può a giusto titolo essere chiamata anche messa gregoriana.
In secondo luogo c’è un altro problema di coerenza. Stiamo vivendo un momento di attuati o previsti mutamenti non della forma ma addirittura del contenuto della messa e dei sacramenti: in seguito ai due sinodi sulla famiglia è ampiamente mutata la prassi circa la ricezione dei sacramenti della confessione e della comunione ai divorziati risposati e ai conviventi; riguardo al sacramento dell’ordine è ufficialmente al lavoro ai più alti livelli una commissione che studia la possibilità del diaconato femminile e contemporaneamente la Civiltà cattolica, organo sempre più quasi ufficiale della santa Sede, lascia intendere che l’esclusione delle donne dal presbiterato non sia poi così definitiva come sembrava ai tempi di Giovanni paolo II; quanto poi al battesimo, è da un pezzo che il suo valore è stato relativizzato, visto che ben pochi lo considerano ancora davvero necessario alla salvezza eterna; infine veniamo alla messa: è noto, anche se non ufficialmente confermato, che a Roma si stia lavorando per produrre un rito che consenta a cattolici e protestanti di mettersi intorno allo stesso altare; come si intenda realizzare questo non è dato saperlo, ma visto che i protestanti hanno una dottrina opposta circa l’essenza stessa della messa, cioè circa il sacrificio, il sacramento e il sacerdozio, i mutamenti richiesti da una presunta ‘concelebrazione’ non saranno quisquiglie… E dunque con tutto questo in ballo, mentre si stanno compiendo o almeno preparando epocali cambiamenti di contenuti dottrinali bimillenari, contemporaneamente si proclama l’intangibilità delle forme rituali codificate pochi decenni fa?
Alla luce di tutto questo la barriera messa in atto in questo momento dall’Autorità ecclesiastica e dai corifei della conservazione dello status quo contro qualunque ipotesi di correzione della riforma liturgica postconciliare è più che comprensibile: l’idea di ‘riforma della riforma’ o di ‘riconciliazione’ tra le due forme liturgiche, quella preconciliare e quella postconciliare, porta con sé l’idea di un benefico reciproco influsso tra di esse (che Benedetto XVI auspicava nella promulgazione del Summorum Pontificum) e quindi di un riequilibrio rispetto alle spinte innovatrici che hanno estremizzato la riforma in ambito liturgico, ma anche, di conseguenza, in ambito teologico, morale, pastorale, ecc… Ora, è evidente che questo è incompatibile con la visione di coloro, e sono la maggioranza in alto e in basso, che ritengono che il problema sia invece non aver portato ancora a radicale compimento il cambiamento iniziato cinquant’anni fa.