La primera campanada: Así reaccionó un santo a la crisis en la Iglesia

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En la primera de sus tres últimas cartas, San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, afronta con realismo y esperanza la crisis en la Iglesia Católica y alerta contra falsos pastores y actitudes cómplices: «ausentarse, callarse, diluidos en una ambigua actitud, alimentada por silencios culpables, para no complicarse la vida».

En la primera carta pastoral como Prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, recogiendo el testigo del Congreso de la Prelatura, animaba a «proseguir la publicación y la difusión de las obras completas de san Josemaría«. Aceptando la invitación del prelado del Opus Dei, extractamos hoy la primera de tres cartas muy poco conocidas de San Josemaría Escrivá: Sus tres últimas, conocidas como «Las Campanadas».

No vamos a publicar las cartas como tal, por cuestiones de copyrighy, pero en cumplimiento de la Ley de Propiedad Intelectual explicaremos y extractaremos las mismas. Aunque no se encuentran en la propia página web oficial del Opus Dei, sí está publicado íntegro el capítulo en el que Vázquez de Prada comenta las cartas: «El más grave problema en que se encontró inmerso el Fundador en los últimos años de su vida fue la situación de la Iglesia, lo cual, para él, era fuente inagotable de dolor. A este «tiempo de prueba» para todos los cristianos, dedicó las tres últimas cartas a todos sus hijos. Dos de ellas en la primavera de 1973 y la tercera en febrero de 1974.»

La primera campanada

La primera carta, según Vázquez de Prada, «representa un incesante insistir sobre los medios sobrenaturales y las armas de que dispone siempre el cristiano para perseverar en el amor a Cristo. Es también una llamada a la tarea apostólica, en la que cada uno ha de ser como un farol encendido, lleno de la luz de Dios, en esas tinieblas que nos rodean».

A continuación algunos de los párrafos más significativos de la carta, escrita por Escrivá el 28 de marzo de 1973:

Tiempo de prueba son siempre los días que el cristiano ha de pasar en esta tierra. Tiempo destinado, por la misericordia de Dios, para acrisolar nuestra fe y preparar nuestra alma para la vida eterna. Tiempo de dura prueba es el que atravesamos nosotros ahora, cuando la Iglesia misma parece como si estuviese influida por las cosas malas del mundo, por ese deslizamiento que todo lo subvierte, que todo lo cuartea, sofocando el sentido sobrenatural de la vida cristiana. Llevo años advirtiéndoos de los síntomas y de las causas de esta fiebre contagiosa que se ha introducido en la Iglesia, y que está poniendo en peligro la salvación de tantas almas.

San Josemaría alertaba a los fieles para que no se quedaran dormidos ante la amenaza que se cierne:

Deseo insistiros, para que permanezcáis vigilantes y perseveréis en la oración: vigilate, et orate, ut non intretis in tentationem (Matth. XXVI, 41): ¡alerta y rezando!, así ha de ser nuestra actitud, en medio de esta noche de sueños y de traiciones, si queremos seguir de cerca a Jesucristo y ser consecuentes con nuestra vocación. No es tiempo para el sopor; no es momento de siesta, hay que perseverar despiertos, en una continua vigilia de oración y de siembra. ¡Alerta y rezando!, que nadie se considere inmune del contagio, porque presentan la enfermedad como salud y, a los focos de infección, se les trata como profetas de una nueva vitalidad. Hijos míos, vivamos cara a la eternidad de esa herencia incorruptible que nos ofrece Dios Padre por Jesucristo. Los días, aquí, son pocos y urge trabajar en la tarea de la salvación sin perder un momento, ahogando el mal en abundancia de bienes. Quien se quedara paralizado, por la fuerza agresiva de esa amarga oleada, acabaría siendo arrastrado.

La frase de Escrivá «No es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador» bien podría ser el lema frente a la amenaza modernista que trata de convencer a la Iglesia de que debe adaptarse:

Tened, pues, la firme persuasión de que no es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador. Hoy, en la Iglesia, parece imperar el criterio contrario: y son fácilmente verificables los frutos ácidos de ese deslizamiento. Desde dentro y desde arriba se permite el acceso del diablo a la viña del Señor, por las, puertas que le abren, con increíble ligereza, quienes deberían ser los custodios celosos.

Aunque nadie puede acusar a Escrivá de no ser realista, más bien conocía bien que las dificultades son pan de cada día en la vida del cristiano:

Pensaréis que, entonces, ser fieles no es tarea cómoda. Hijos míos, dificultades las ha habido y las habrá siempre, aunque las circunstancias actuales son verdaderamente duras, precisamente porque las asechanzas del diablo —repito— vienen alentadas desde dentro de la Iglesia. Pero siempre son superables las dificultades por quien, reconociendo su personal debilidad, confía en la fortaleza de Dios.

Y una de las grandes señas de identidad del Opus Dei es y ha sido siempre el cuidado exquisito de la liturgia. Así lo hacía constar Escrivá en la primera de las cartas:

Cuidadme los actos de culto, de modo especial los sacerdotes. El que no diese categoría a una simple inclinación de cabeza, no ya como manifestación elemental de respeto, sino de amor, no merecería llamarse cristiano. Alabad continuamente a la Trinidad Beatísima, a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, con vuestra vida entera, pero de modo particularmente intenso en la
Santa Misa.

Otra de las grandes preocupaciones de San Josemaría fue siempre la expiación por los pecados cometidos por eclesiásticos. Y el remedio más claro, la oración:

Cultivemos un fuerte espíritu de expiación, también porque hay mucho que reparar dentro del ambiente eclesiástico. Debemos pedir perdón, en primer lugar, por nuestras debilidades personales y por tantas acciones delictuosas que se cometen contra Dios, contra sus Sacramentos, contra su doctrina, contra su moral. Por esa confusión que padecemos, por esas torpezas que se facilitan, corrompiendo a las almas muchas veces casi desde la infancia. Cada día caigo más en la cuenta de esta urgente necesidad. Y esto nos obliga a buscar cada día más la intimidad con Dios: os aconsejo que hagáis lo mismo. Pongámosle delante, al Señor, el número de almas que se pierden y que no se perderían si no se les hubiese metido en la ocasión; almas que abandonan las prácticas religiosas, porque ahora se difunde impunemente propaganda de toda clase de falsedades, y resulta en cambio muy difícil defender la ortodoxia sin ser tachados —dentro de la misma Iglesia, esto es lo más triste— de extremistas o exagerados. Se desprecia, hijos míos, a los que quieren permanecer constantes en la fe, y se alaba a los apóstatas y a los herejes, escandalizando a las almas sencillas, que se sienten confundidas y turbadas.

Esta reflexión del fundador del Opus Dei, más de 40 años después, goza de plena actualidad:

Causa pena contemplar masas enteras de gente que se dejan conducir por el dictado de unos pocos, que les imponen sus dogmas, sus mitos e incluso todo un ritual desacralizado. Es preciso enfrentarse contra esta tendencia, con los resortes de la doctrina cristiana, en una perseverante y universal catequesis. Es, hijos míos, un elemental compromiso de caridad para la conciencia de un católico. Resulta muy penoso observar que —cuando más urge al mundo una clara predicación— abunden eclesiásticos que ceden, ante los ídolos que fabrica el paganismo, y abandonan la lucha interior, tratando de justificar la propia infidelidad con falsos y engañosos motivos. Lo malo es que se quedan dentro de la Iglesia oficialmente, provocando la agitación.

La manera con la que San Josemaría afronta la «confusión y el deslizamiento» dentro de la Iglesia dista mucho de la actitud cómoda y cobarde que denuncia en este párrafo:

Mi dolor es que esta lucha en estos años se hace más dura, precisamente por la confusión y por el deslizamiento que se tolera dentro de la Iglesia, al haberse cedido ante planteamientos y actitudes incompatibles con la enseñanza que ha predicado Jesucristo, y que la Iglesia ha custodiado durante siglos. Éste, hijos míos, es el gran dolor de vuestro Padre. Éste, el peso del que yo deseo que todos participéis, como hijos de Dios que sois. Resulta muy cómodo —y muy cobarde— ausentarse, callarse, diluidos en una ambigua actitud, alimentada por silencios culpables, para no complicarse la vida. Estos momentos son ocasión de urgente santidad, llamada al humilde heroísmo para perseverar en la buena doctrina, conscientes de nuestra responsabilidad de ser sal y luz.

Considerad que hay muy pocas voces que se alcen con valentía, para frenar esta disgregación. Se habla de unidad y se deja que los lobos dispersen el rebaño; se habla de paz, y se introducen en la Iglesia —aun desde organismos centrales— las categorías marxistas de la lucha de clases o el análisis materialista de los fenómenos sociales; se habla de emancipar a la Iglesia de todo poder temporal, y no se regatean los gestos de condescendencia con los poderosos que oprimen las conciencias; se habla de espiritualizar la vida cristiana y se permite desacralizar el culto y la administración de los Sacramentos, sin que ninguna autoridad corte firmemente los abusos —a veces auténticos sacrilegios— en materia litúrgica; se habla de respetar la dignidad de la persona humana, y se discrimina a los fieles, con criterios utilizados para las divisiones políticas. Toda esa ambigüedad es camino abierto, para que el diablo cause fácilmente sus estragos, más cuando se ve que es corriente —en todas las categorías del clero— que muchos no prediquen a Jesucristo y, en cambio, parlotean siempre de asuntos políticos, sociales —dicen—, etc., ajenos a su vocación y a su misión sacerdotal, convirtiéndose en instrumentos de parte y logrando que no pocos abandonen la Iglesia.

Y a los que pudieran acusarle de exagerado, de catastrofista o de profeta de calamidades, Escrivá les responde con grandes dosis de realidad:

Comprended que no exagero. Pensad en la violencia que sufren los niños: desde negarles o retrasarles el bautismo arbitrariamente, hasta ofrecerles como pan del alma catecismos llenos de herejías o de diabólicas omisiones; o en la que se actúa con la juventud, cuando —¡para atraerla!— se presentan principios morales equivocados, que destrozan las conciencias y pudren las costumbres. Violencia se hace, también diabólica, cuando se manipulan los textos de la Sagrada Escritura y se llevan al altar en ediciones equívocas, que cuentan con aprobaciones oficiales. Y no podemos dejar de ver el brutal atropello que se impone a los fieles, y en los fieles al mismo Jesucristo, cuando se oculta el carácter de sacrificio de la Santa Misa o cuando el dinero de las colectas se malgasta en propagar ideas ajenas al enseñamiento de Jesucristo. Hijos, míos, nunca se ha hablado tanto de justicia en la Iglesia y, a la vez, nunca se ha empleado tanta injusta opresión con las conciencias

Resistir, a esta campaña continuada y nefanda, forma parte de nuestro deber de luchar por ser fieles. Es una obligación de conciencia, ante Dios y ante tantísimas almas. Pensad que abunda una muchedumbre silenciosa, por amor a la Iglesia, que no protesta, que no habla a grandes voces, que no organiza manifestaciones tumultuosas. Pero que sufre por la buena causa y que, con confianza en la Providencia, espera, pasmada y muda, orando sin cesar y sin ruido de palabras, para que la Iglesia de Dios recobre su autenticidad. Los herejes lo saben: así se explica que ni siquiera se ha intentado demostrar que los católicos desean esos cambios, que están variando el rostro de la Esposa de Cristo. Ni existe ninguno capaz de confundir al pueblo fiel con la algarabía de los tumultuosos conventículos revolucionarios, patrocinadores de radicales modificaciones deformadoras e innecesarias, peligrosas e impías, que conducen sólo a rebajar la espiritualidad de la Iglesia, a despreciar los Sacramentos, a enturbiar la fe, cuando no a arrancarla de cuajo. Nos sentimos obligados a resistir a estos nuevos modernistas —progresistas se llaman ellos mismos, cuando de hecho son retrógrados, porque tratan de resucitar las herejías de los tiempos pasados—, que ponen todo en discusión, desde el punto de vista exegético, histórico, dogmático, defendiendo opiniones erróneas que tocan las verdades fundamentales de la fe, sin que nadie con autoridad pública pare y condene reciamente sus propagandas. Y si algún pastor habla decididamente, se encuentra con la sorpresa —amarga sorpresa— de no ser suficientemente apoyado por quienes deberían sostenerlo: y esto provoca la indecisión, la tendencia a no comprometerse con determinaciones claras y sin equívocos.

Escrivá previene frente a tantos eclesiásticos que parecen buscar más el halago de los hombres que el juicio de Dios, y que usan la ambigüedad como resorte.

Parece como si algunos se empeñaran en no recordar que, a lo largo de toda la historia, los que guían el rebaño han tenido que asumir la defensa de la fe con entereza, pensando en el juicio de Dios y en el bien de las almas, y no en el halago de los hombres. No faltaría hoy quien tachara a San Pablo de extremista cuando decía a Tito cómo debería tratar a los que pervertían la verdad cristiana con falsa! doctrinas: increpa illos dure, ut sani sint in fide (Tit. I, 13); repréndelos con dureza —le escribía el Apóstol—, para que se mantengan sanos en la fe. Es de justicia y de caridad, obrar así. Ahora, sin embargo, se facilita la agitación con un silencio que clama al cielo, cuando no se coloca a los saboteadores de la fe en puntos neurálgicos, desde los que pueden sembrar la confusión «con aprobación eclesiástica». Ahí están tantos nuevos catecismos y programas de «enseñanza religiosa» testimoniando la verdad de lo que afirmo. (…) Hijos de mi alma, pidamos a Nuestro Señor que ponga término a esta dura prueba. Mientras tanto, me considero obligado a advertiros de estos peligros, porque hay muchos también que confiesan a Dios con las palabras, pero lo niegan con los hechos (Tit. I, 16): es la actitud de los que, con discursitos espirituales, se buscan una coartada para sus acciones. El resultado es la ambigüedad: actitudes que anulan las palabras; palabras que, por su contradicción con las obras, admiten todo tipo de interpretaciones.

No os dejéis engañar incautamente por maniobras publicitarias —donde se mezclan razones ideológicas y políticas con motivos comerciales— que tratan de presentar ciertas publicaciones heterodoxas, especialmente si son más o menos marxistas, como algo de valor científico o cultural; e incluso pretenden convencernos de que el conocimiento directo de esas publicaciones es casi indispensable, para una persona de mediana cultura. En algunos ambientes eclesiásticos se percibe actualmente una especie de extraño complejo de inferioridad, ante todo lo que está emparentado con el marxismo. Este complejo, además de denunciar una notable pereza intelectual, evidencia de modo elocuente la debilitación de la fe y la ignorancia o la superficialidad.

Lo peor, para Escrivá, es que muchos ya no reaccionan, y parece que se han acostumbrado:

No podemos dormirnos, ni tomarnos vacaciones, porque el diablo no tiene vacaciones nunca y ahora se demuestra bien activo. Satanás sigue su triste labor, incansable, induciendo al mal e invadiendo el mundo de indiferencia: de manera que muchas gentes que hubieran reaccionado, ya no reaccionan, se encogen de hombros o ni siquiera perciben la gravedad de la situación; poco a poco, se han ido acostumbrando. Tened presente que en los momentos de crisis profundas en la historia de la Iglesia, no han sido nunca muchos los que, permaneciendo fieles, han reunido además la preparación espiritual y doctrinal suficiente, los resortes morales e intelectuales, para oponer una decidida resistencia a los agentes de la maldad. Pero esos pocos han colmado de luz, de nuevo, la Iglesia y el mundo. Hijos míos, sintamos el deber de ser leales a cuanto hemos recibido de Dios, para transmitirlo con fidelidad. No podemos, no queremos capitular.

Mañana, si Dios quiere, extractaremos algunos de los puntos más significativos de la segunda campanada, escrita por San Josemaría dos meses después de la primera.

 

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Comentarios
33 comentarios en “La primera campanada: Así reaccionó un santo a la crisis en la Iglesia
  1. Me alegro de no haber predicado en el desierto. Un Opus Dei que entierra las tres campanadas no es el OD de San Josemaría Escrivá. O rectifica o camina hacia la extinción.

  2. Uno de los mayores errores de Juan Pablo II fue el canonizar a José María Escrivá. El Opus Dei ha sido elitista y sectario, y lo que necesita la Iglesia es unidad, no capillitas.

  3. Estoy totalmente de acuerdo con Javi. Escrivá se levantó contra el Concilio Vaticano II sencillamente porque la Iglesia no adoptó su concepción de la misma. Luego cayó en la denuncia fácil de un fenómeno de decadencia eclesial que todos vemos y padecemos. Las críticas, producto de su carácter volcánico, hubiera sido mejor que las aplicara en corregir los errores institucionales del propio Opus. Javi tiene razón; canonizarlo además, en un proceso sospechoso, fue uno de los grandes errores de Juan Pablo II.

  4. Pues parece que ese error de Juan Pablo II ni ha sido rectificado por Benedicto XVI ni lo va a ser por Francisco. Su rectificación va a tener que esperar a que Ricardín I alcance el solio pontificio. las tres campanadas obran en los expedientes de beatificación y canonización.

  5. Creo que la carta es clarividente y alertadora. Por su contenido debería ser ampliamente difundida sin «derechos». ¿Qué teme el Opus por su publicación y difusión? ¿O ha perdido ya su «sal» y no quiere ir contra corriente?. Desgraciadamente estas alertas , escritas hace décadas, no han ido a menos sino a más; se ha cumplido lo que denunciaban todavía más que en los momentos de su publicación. ¿Al Opus lo han drogado o su deseo de tener amigos en todas partes, «para (falso) bien de la Iglesia», le lleva a no ser leales ni a su fundador ni , lo más importante, a Cristo Señor?
    «Javi», la unidad no se dá sino en la verdad. Esto en cualquier ámbito de la vida. Y sea respetuoso con la Iglesia, San Josemaría puede ser santo o no de su devoción o de la mía pero , si la Iglesia le canoniza, bien está, no le obliga por eso a su culto pero sí a su respeto. Y sea «humano», si no le conviene estar a mal con los que en este mundo puede necesitar, menos con los que están ante el trono de Dios.

  6. San josemaria obedeció heroicamente a las conclusiones del Vaticano 2 y las hizo vivir a todos sus hijos .No olvidemos que a raíz del concilio uno muy malas interpretaciones y se aflojo en la doctrina de la iglesia que es la de la de Cristo el tenía el deber de velar por ella y advertirse lo a sus hijos y a las almas .San josemaria ofreció su vida por la iglesia y sus amores eran Cristo María y el papá y todos sus decisiones y del colegio apostólica con unaobediencia fidegnina

  7. «No vamos a publicar las cartas como tal, por cuestiones de copyrighy, pero en cumplimiento de la Ley de Propiedad Intelectual explicaremos y extractaremos las mismas.»

    ¡Qué copyright ni qué narices! En el momento de la canonización, S. Josemaría y su obra dejó de ser del Opus y se volvió patrimonio de la Iglesia universal. Si esos mercachifles querían seguir ordeñando la vaca, que no hubieran llevado el proceso con tanta premura. Que liberen sus escritos ¡ya!

  8. Qué triste es constatar cómo lo que proféticamebte denuncia San Josemaría, ha comenzado a intensificarse de manera jamás imaginada desde la elección de S.S. el Papa Francisco. Recemos mucho, cada día más y mejor, por el Santo Padre.

    Escribe los comentarios que siguen, alguien que quiere entrañablemente a la Obra y a la que considera como a su familia, pese a no haber pertenecido a ella y a no participar actualmente en sus medios de formación, luego de haberlo hecho por largos años.

    2. ¿Alguien puede explicar seria y fundadamente, y con recta intención, la deriva en cierto sentido políticamente correcta -oficialismo, según algunos-, en el mundo eclesial, que ha experimentado el Opus Dei en los últinos lustros? Sus miembros aseguran que el carisma del Fundador se mantiene intacto, pero que las circunstancias de hoy no son las mismas de la época de San Josemaría, quien hoy en día habría procedido de la manera como se está haciendo (!)? ¿Me equivoco o no? Ni qué decir del comportamiento en la esfera pública, a veces, de algunos de sus miembros e incluso de alguna entre sus obras corporativas, por más que afirmen que lo hacen libremente y sólo en su propia representación. Tres botones de muestra en Chile: a) un alcalde que contra viento y marea iza en el edificio consistorial la bandera gay en el día internacional (no oficial en Chile) contra la homofobia; a) un importante ministro de Estado de izquierda que públicamente expresa estar a favor de la despenalización del aborto, sin retractarse, y c) una universidad confiada a la Obra que con bombos y platillos rinde controvertido homenaje a la obra musical de conjuntos de extrema izquierda marxista vinculados a la violencia revolucionaria en una triste época de Chile, y aún en el presente, con todo el gesto que ello implica más allá de lo estrictamente musical.

    3.El cuidado exquisito de la liturgia que tradicionalmente ha distinguido a la Obra (cómo se adelantó el fundador a la catequesis litúrgica de Benedicto XVI, supliendo de manera admirable la ausencia de ciertas rúbricas del Novus Ordo Missae con las del Misal de 1962), dicho cuidado, comenzó a experimentar un sutil pero no desapercibido ‘aggiornamento’ en los inicios de la década de 1990, al menos, que el suscrito sepa, en las misas para público externo, lo que también se ha notado en cierta disposición de los altares; en el uso de los ornamentos y objetos sagrados, y en el diseño interior de ciertos oratorios y de iglesias confiadas, cuando ellos están abiertos a público en general; en ciertos encomiables usos en la Misa, como el juntar el sacerdote los dedos tras la Consagración, la supresión de la vela de la Elevación, el encargo a seglares, incluyendo mujeres, de las lecturas de la Misa, y en algunos casos el uso de la guitarra (!). Entre las razones, se aduce el no llamar la atención, uno de las principios fundamentales del espíritu de la Obra. Caso aparte es la distancia, si no en cierto sentido el desprecio, que se ha tomado, salvo excepciones, al menos en público, de la hoy en día forma tradicional del rito de la Misa, tan querida por el fundador, cuyo uso no sólo ha sido liberalizado sino que además fomentado por el motu proprio de Benedicto XVI. «El partidario de la Misa tradicional es alguien que no ha entendido lo que es la Misa» (!), era el sofisma que solía -¿aún?- escucharse cada ada vez que alguien hablaba del tópico. Incluso del sacerdote que la celebra/ba, no pocas veces es/era tachado de un tanto especial, tomándose alguna distancia de él, evitándose asistir a sus misas. Por cierto, en todo esto puede verse también un cierto afán condescendiente con la autoridad eclesiástica cuando ésta es de alguna manera adversa a la Obra. ¿Una manera de no malograr los apostolados? Tal vez.

  9. «Y una de las grandes señas de identidad del Opus Dei es y ha sido siempre el cuidado exquisito de la liturgia.»

    Jaaaajaja. Esos neocones han sido la causa del fracaso (en comparación con otros países) de Summorum Pontificum en España, A otro perro con ese hueso. El profético fue su fundador, no sus sucesores, que siempre se han plegado a todo mientras se mantuviera su capillita en la que refugiarse. Son cristianos de puertas adentro. Son a la Iglesia lo que el PP a la política, y si no, comprueben el aquelarre ecumaníaco que organizaron en Torreciudad, ya que con Francisco están de moda. En el fondo el problema del Opus es que espiritualmente tienen mucho de seguidores de la Devotio Moderna (no su fundador, al menos en la madurez; en la juventud tengo mis dudas) y sus consecuencias perversas. Menos «Camino» y más «Forja» y, sobre todo, «Surco».

  10. Qué triste es constatar cómo lo que proféticamebte denuncia San Josemaría, ha comenzado a intensificarse de manera jamás imaginada desde la elección de S.S. el Papa Francisco. Recemos mucho, cada día más y mejor, por el Santo Padre.

    Escribe los comentarios que siguen, alguien que quiere entrañablemente a la Obra y a la que considera como a su familia, pese a no haber pertenecido a ella y a no participar actualmente en sus medios de formación, luego de haberlo hecho por largos años.

    2. ¿Alguien puede explicar seria y fundadamente, y con recta intención, la deriva en cierto sentido políticamente correcta -oficialismo, según algunos-, en el mundo eclesial, que ha experimentado el Opus Dei en los últinos lustros? Sus miembros aseguran que el carisma del Fundador se mantiene intacto, pero que las circunstancias de hoy no son las mismas de la época de San Josemaría, quien hoy en día habría procedido de la manera como se está haciendo (!)? ¿Me equivoco o no? Ni qué decir del comportamiento en la esfera pública, a veces, de algunos de sus miembros e incluso de alguna entre sus obras corporativas, por más que afirmen que lo hacen libremente y sólo en su propia representación. Tres botones de muestra en Chile: a) un alcalde que contra viento y marea iza en el edificio consistorial la bandera gay en el día internacional (no oficial en Chile) contra la homofobia; a) un importante ministro de Estado de izquierda que públicamente expresa estar a favor de la despenalización del aborto, sin retractarse, y c) una universidad confiada a la Obra que con bombos y platillos rinde controvertido homenaje a la obra musical de conjuntos de extrema izquierda marxista vinculados a la violencia revolucionaria en una triste época de Chile, y aún en el presente, con todo el gesto que ello implica más allá de lo estrictamente musical.

    3.El cuidado exquisito de la liturgia que tradicionalmente ha distinguido a la Obra (cómo se adelantó el fundador a la catequesis litúrgica de Benedicto XVI, supliendo de manera admirable la ausencia de ciertas rúbricas del Novus Ordo Missae con las del Misal de 1962), dicho cuidado, comenzó a experimentar un sutil pero no desapercibido ‘aggiornamento’ en los inicios de la década de 1990, al menos, que el suscrito sepa, en las misas para público externo, lo que también se ha notado en cierta disposición de los altares; en el uso de los ornamentos y objetos sagrados, y en el diseño interior de ciertos oratorios y de iglesias confiadas, cuando ellos están abiertos a público en general; en ciertos encomiables usos en la Misa, como el juntar el sacerdote los dedos tras la Consagración, la supresión de la vela de la Elevación, el encargo a seglares, incluyendo mujeres, de las lecturas de la Misa, y en algunos casos el uso de la guitarra (!). Entre las razones, se aduce el no llamar la atención, uno de las principios fundamentales del espíritu de la Obra. Caso aparte es la distancia, si no en cierto sentido el desprecio, que se ha tomado, salvo excepciones, al menos en público, de la hoy en día forma tradicional del rito de la Misa, tan querida por el fundador, cuyo uso no sólo ha sido liberalizado sino que además fomentado por el motu proprio de Benedicto XVI. «El partidario de la Misa tradicional es alguien que no ha entendido lo que es la Misa» (!), era el sofisma que solía -¿aún?- escucharse cada ada vez que alguien hablaba del tópico. Incluso del sacerdote que la celebra/ba, no pocas veces es/era tachado de un tanto especial, tomándose alguna distancia de él, evitándose asistir a sus misas. Por cierto, en todo esto puede verse también un cierto afán condescendiente con la autoridad eclesiástica cuando ésta es de alguna manera adversa a la Obra. ¿Una manera de no malograr los apostolados? Tal vez.

  11. Esta carta Es profetica, nos alerta ante lo que esta pasando en La Iglesia en este mismo momento, y nos muestra muy claro cuál es el camino estrecho a seguir. Resistir, vigilantes y orantes, y no tragarnos la píldora de la falsa misericordia que maquiavélicamente introducen Amoris Laetitia, y un sin fin de mensajes que vienen desde Roma. Nos acusaran de romper la unidad, igual que a constantino a los católicos fieles acusó de ‘rigidos’ y de romper la reconciliación entre todos los cristianos por no aceptar una nueva fórmula de arianismo que tras el concilio de Nicea se presentó como doctrinalmente buena: era ambigua.

  12. J. Francisco:

    «Se aduce el no llamar la atención». La interpretación que se da en la Obra actualmente se podría resumir en: «mimetizarse con el ambiente». Es lo más anticristiano que se puede echar uno a la cara, se carga la misión evangélica y profética de todo católico. Lo dicho: «Camino», así sin más, puede ser pernicioso si no se complementa con la obra posterior y más madura de S. Josemaría, huele mucho a la aberrante Devotio Moderna. Es una obra de juventud y, por tanto, poco reflexionada. Alucino que le den tanto peso.

  13. San José María, un hombre con una gran visión, y por lo que he leído , con un don profético bien claro.
    Es un gran consuelo para el alma, leer estas cartas y ver como el Espíritu Santo aún hoy en dia logra engendrar santos para la iglesia. Es un gran misterio que la santidad de unos pocos sea terreno fértil en el que Dios planta sus gracias para todos los demás…

  14. JAVCUS: SI TE MOLESTAS EN LEER LA EDICIÓN CRÍTICA DE CAMINO (ES UN POCO LARGA, NO SE SI TE DARÁ LA VIDA) COMPRANDO EL LIBRO (INCLUYE DERECHOS DE AUTOR) A LO MEJOR TE ENTERAS ALGO DE LO QUE CONTIENE CAMINO. HAY GENTE QUE NO MADURA NUNCA.

  15. Este gran Santo está llorando en el Cielo junto a Don Álvaro y a tantísimos hijos suyos que vivieron sus enseñanzas con la misma santa intransigencia a toda falsa doctrina.
    Las Tres Campanadas son la súplica desesperada de un Padre a sus hijos para dar la vida por defender la Honra de Jesucristo, Su Doctrina, Su Iglesia, y Su Papa.
    Y sus hijos no hicieron caso porque prefirieron amar más la «gloria» de los hombres que la Gloria de Dios.

    «Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam» fue el Camino que enseñó San Josemaría para no errar. Y Pedro es y sigue siendo Benedicto XVI que nunca renunció al papado. Un Papa Emérito sigue siendo Papa hasta su muerte, Y así lo dejó perfectamente claro Benedicto XVI en su Homilía del 27 de Febrero de 2013:

    «EL “SIEMPRE” ES TAMBIÉN UN “PARA SIEMPRE” –YA NO EXISTE UNA VUELTA A LO PRIVADO. MI DECISIÓN DE RENUNCIAR AL EJERCICIO ACTIVO DEL MINISTERIO NO REVOCA ESTO. No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recepciones, conferencias, etcétera. NO ABANDONO LA CRUZ, SINO QUE PERMANEZCO DE MANERA NUEVA JUNTO AL SEÑOR CRUCIFICADO. YA NO TENGO LA POTESTAD DEL OFICIO PARA EL GOBIERNO DE LA IGLESIA, PERO EN EL SERVICIO DE LA ORACIÓN PERMANEZCO, POR ASÍ DECIRLO, EN EL RECINTO DE SAN PEDRO. SAN BENITO, CUYO NOMBRE LLEVO COMO PAPA, ME SERÁ DE GRAN EJEMPLO EN ESTO. ÉL NOS MOSTRÓ EL CAMINO HACIA UNA VIDA QUE, ACTIVA O PASIVA, PERTENECE TOTALMENTE A LA OBRA DE DIOS.”

    https://laicosunidosencristo.wordpress.com/2017/05/28/bergoglio-no-es-sucesor-de-pedro-porque-el-papa-benedicto-xvi-no-renuncio-al-ministerio-petrino/

    Yo me salí del Opus Dei precisamente por honrar las enseñanzas bien claras del Santo Fundador y mantenerme en Comunión con el espíritu de Benedicto XVI QUE ES PEDRO. Si el Opus Dei era una Prelatura Personal del Papa, yo sigo siendo Opus Dei tal como lo quiso y enseñó mi Padre, San josemaría: Todos con Pedro a Jesús por María.

    Los que se quedaron con la «estructura humana» de la Obra no van a Jesús, ni mucho menos con María, porque al que siguen es un falso papa. Y San Cipriano fue muy claro respecto a ésto:

    “Adherirse a un falso Obispo de Roma es estar fuera de la comunión con la Iglesia”.

    En defensa de la Única Verdad que Jesucristo nos dejó y San Josemaría nos enseñó, doy mi testimonio.

  16. «resulta en cambio muy difícil defender la ortodoxia sin ser tachados —dentro de la misma Iglesia, esto es lo más triste— de extremistas o exagerados» ¿les suena?

  17. No pertenezco al Opus Dei. Me eduqué con los Jesuitas y sigo siendo ignaciano 100%.
    Javi escribe: «Uno de los mayores errores de Juan Pablo II fue el canonizar a José María Escrivá»
    Es pura ignorancia, porque al aprobar una canonización no puede incurrir en «error» porque en esa
    decisión el Papa es infalible «Lo que atares en la tierra, atado quedará enel Cielo».

  18. No pertenezco al Opus Dei. Me eduqué con los Jesuitas y sigo siendo ignaciano 100%.
    Javi escribe: «Uno de los mayores errores de Juan Pablo II fue el canonizar a José María Escrivá»
    Es pura ignorancia, porque al aprobar una canonización el Papa no puede incurrir en «error»
    porque en esa decisión el Papa es infalible «Lo que atares en la tierra, atado quedará en el Cielo».

  19. Pepiño, majete, me fumé ESTO y aluciné en colores:

    «Concluyó en Torreciudad el Seminario Internacional de Científicos y Religiones sobre la conservación del Medio Ambiente y presentará hoy las conclusiones finales (22 junio 2016)»:
    https://es.zenit.org/articles/espana-cientificos-senalan-en-rol-de-las-religiones-contra-el-cambio-climatico/
    O sea, mimetizándose con el Medio Ambiente y la fraternidad universal, como está de moda. Veo que J. también se ha hecho eco… y no lo entiende: ni él ni nadie que no se haya puesto una losa en el intelecto.

    Respecto a la edición crítica de Camino, la tengo. Y otras obras de S. Josemaría, no me quedo sólo en Camino; alguna de ellas, como Las Campanadas, que han sido proféticas, en versiones que no sé si son fidedignas porque las publicaban enemigos de la Obra porque al Opus no le daba la gana publicarlas por eso de no parecer preconciliar y carca, que está feo.

    Cuanto más leo a S. Josemaría, más me gusta; pero mira por dónde: cuanto más me entero sobre la Obra, menos me gusta.

  20. Da pena este post Opus que venera a un fundador y hace lo contrario de lo que les dijo y encima esconde sus cartas donde les recuerda que nada de adaptarse y más denunciar también la demolición.

    Y eso del Copyright está por ver. Hasta donde yo sé los escritos de un santo canonizado son ya patrimonio de toda la Iglesia.

    Copyright de un santo???

  21. JAVCUS: FIJATE UN POCO. LA EDICION CRITICA NO ES DE S. JOSE MARIA. Y NO ALUCINES CON LIBRO «POCO REFLEXIONADO». TE CONTRADICES MOGOLLÓN. AQUI SE DICE «FALA BARATO»

  22. Evidentemente que La Edición Crítica de Camino no es del autor de Camino. «Según la precisa definición de Fernando Lázaro Carreter, una edición crítica «trata de reconstruir un texto viciado en su transmisión, acercándolo en lo posible a lo que el autor consideró definitivo. Va acompañada de todas las informaciones necesarias sobre los materiales en que el editor ha basado su trabajo y sobre los criterios con que ha realizado su reconstrucción»» (En Andrés Sánchez Pascual, ‘Edición crítica y traducción «crítica»’, Revista de Libros, Julio 2017).

    Camino es de San Jose María Escrivá No lo son exactamente Surco y Forja, a pesar de llevar su firma. Se publicaron años después de su muerte, recogiendo frases sentenciosas al estilo de Camino. Algunas tienen origen conocido, pero muchas fueron proceden supuestamente de cartas, homilías, meditaciones o tertulias. Estos textos siguen sin publicarse más de 40 años después de la muerte del santo y no hay ninguna garantía que las frases de Surco y Forja se pronunciaran literalmente así.

  23. Las canonizaciones no son infalibles escribió Roberto de Mattei en oportunidad de la canonización de Juan XXIII.
    Su artículo es muy completo y pondera esta afirmación a lo largo de la historia de la Iglesia.
    Respecto a Juan XXIII cuyo proceso conoce en detalle , y que fue el Papa que no quizo saber nada con Fátima, que mando aislar a Sor Lucia, y esquivo la condena del comunismo, el renombrado autor considera que NO ES SANTO.

    Creo que tiene razón, lo que no quiere decir que se deba dudar por sistema.

    Respecto de Escriva , cuando uno lee sobre su personalidad en lo que el Opus Dei llama «sitios negativos», y cuando lee el testimonio vertido en el libro «Tras el Umbral» de María Mercedes Tapia, ex numeraria que lo conoció personalmente por años, por haber servido en la casa central en Roma, uno se hace muchas pero muchas preguntas que quedan sin respuesta.

  24. Lo que atares en la tierra, será atado en el Cielo. San José María ahora está en el cielo.
    En la Obra de Cristo y que San José María trabajó y se entregó durante su vida ha dado muchos frutos.
    Recordemos lo que decían los judíos. Sí es de Dios perdurará, sí no es de Dios caerá por su propio peso. La Obra es cosa de Dios pues en muy corto tiempo de la historia se ha expandido de manera espectacular y da mucho más de lo que recibe. Esto lo puedo constatar. He visto la entrega generosa de muchas personas, que valoran y trabajan para llevar, una vida lo más santa posible, dentro de este mundo donde las injusticias son el pan de cada día. No es ni mucho menos elitista, hay que conocer para poder amar, esto conlleva estudios y obras.

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