En el Sínodo de 2005, dedicado a la Eucaristía, el fallecido prelado del Opus Dei invitaba a los padres sinodales a » repensar la oportunidad de ceremonias eucarísticas con un excesivo número de concelebrantes, que hacen que no sea posible llevar a cabo un acto litúrgico dignamente, o evaluar la conveniencia de distribuir la comunión a todos los participantes».
En octubre de 2005 tuvo lugar en Roma la XI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, dedicada a «La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia». Entre los participantes españoles se encontraba el obispo de Cilibia y prelado del Opus Dei, Javier Echevarría.
Durante su intervención del 6 de octubre, en la 9ª sesión, Echevarría planteó el mismo problema que plantea ahora el Cardenal Sarah, sobre las celebraciones masivas. A continuación su breve intervención, recogida y publicada por la Sala Stampa (sí, en aquellas reuniones del Sínodo se publicaban íntegros los diarios de sesiones):
El ‘Instrumentum Laboris’, en su número 34, subraya la importancia del sentido de la sacralidad en la celebración de la Eucaristía. Es útil estudiar modos concretos que ayuden a los fieles a percibir de una manera más clara el sentido de lo sagrado en el sacrificio eucarístico, para que el pueblo de Dios puede ser fortalecido en su fe y ayudado a vivir una vida santa.
Por tanto, sería útil, sobre la base de la Instrucción ‘Redemptionis sacramentum’, esforzarse para eliminar los abusos que dañan la sacralidad en las celebraciones eucarísticas, y también replantearse algunas normas, cuya aplicación se presta a una interpretación abusiva.
A modo de ejemplo, se sugiere repensar la oportunidad de ceremonias eucarísticas con un excesivo número de concelebrantes, que hacen que no sea posible llevar a cabo un acto litúrgico dignamente, o evaluar la conveniencia de distribuir la comunión a todos los participantes en una misa con un gran número de fieles, cuando la distribución general va en detrimento a la dignidad del culto. Dar importancia al mantenimiento del sentido de lo sagrado en las liturgias eucarísticas traerá mucho bien a toda la Iglesia.
El Cardenal Sarah y la liturgia masiva
«Hombres y mujeres en situación de adulterio y turistas no bautizados que participan en celebraciones eucarísticas de multitudes anónimas, pueden recibir sin hacer distinciones el Cuerpo y la Sangre de Cristo». Esta es la situación de la que advierte el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en su libro La Fuerza del Silencio.
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El cardenal Sarah destaca la necesidad de que la Iglesia estudie con urgencia «la oportunidad eclesial y pastoral de esas multitudinarias celebraciones eucarísticas con millares de asistentes». Para el purpurado guineano, hoy en día existe un inmenso peligro de convertir la Eucaristía «en una vulgar verbena» y de profanar el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
«Los sacerdotes que distribuyen las sagradas especies sin conocer a nadie y entregan el cuerpo de Jesús a cualquiera, sin distinguir cristianos de no cristianos, participan en la profanación del santo sacrificio eucarístico», señala en su libro La Fuerza del Silencio.
El prefecto de la Congregación para el Culto Divino advierte de que, «con cierta complicidad voluntaria», quienes ejercen la autoridad en la iglesia se hacen culpables al permitir el sacrilegio y la profanación del Cuerpo de Cristo «en esas gigantescas y ridículas autocelebraciones, donde son muy pocos los que se dan cuenta de que se anuncia la muerte del Señor hasta que venga».
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