‘Detrás de tantas formas de odio social y vandalismo a menudo hay un corazón que no ha sido reconocido’

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En la audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco ha dedicado su catequesis al tema: “Hijos amados, certeza de la esperanza” (cfr Lc 15, 20-24).

A continuación, la catequesis del Santo Padre: 

Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días!

Hoy la audiencia se desarrolla en dos sitios, pero conectados gracias a las pantallas gigantes: los enfermos, porque les sienta mal el calor, están en el Aula Pablo VI y nosotros aquí. Pero estamos todos juntos y nos une el Espíritu Santo, que es el que actúa siempre la unidad. ¡Saludemos a los que están en el Aula!

Nadie puede vivir sin amor. Y una mala servidumbre en que podemos caer es creer que el amor hay que merecerlo. Tal vez la mayor parte de la angustia humana contemporánea surge de esto: Creer que si no somos fuertes, atractivos y bellos, nadie se ocupará de nosotros. Hoy muchas personas buscan la visibilidad sólo para llenar un vacío interior: como si eternamente tuviéramos necesidad de confirmación. Pero, ¿os imagináis un mundo donde todos mendigan motivos para despertar la atención de los demás, y nadie está dispuesto, en cambio, a amar gratuitamente a otra persona? Imaginad un mundo así: ¡un mundo sin la gratuidad del amor! Parece un mundo humano, pero en realidad es un infierno. Muchos narcisismos humanos nacen de un sentimiento de soledad y de orfandad. Detrás de tantos comportamientos aparentemente inexplicables se esconde una pregunta: ¿Es posible que no merezca que me llamen por mí nombre, es decir, que me amen? Porque el amor siempre llama por el nombre.

Cuando quien no es o no se siente amado es un adolescente, puede nacer la violencia. Detrás de tantas formas de odio social y vandalismo a menudo hay un corazón que no ha sido reconocido. No hay niños malos, como no hay adolescentes del todo malos, pero hay personas infelices. Y, ¿qué puede hacernos felices sino la experiencia del amor dado y recibido? La vida humana es un intercambio de miradas: alguien que mirándonos nos arranca la primera sonrisa, y nosotros que, gratuitamente, sonreímos al que está encerrado en la tristeza, y así le abrimos una salida. Intercambio de miradas: se mira a los ojos y se abren las puertas del corazón.

El primer paso que Dios da hacia nosotros es el de un amor anticipado e incondicional. Dios es el primero que ama. Dios no nos ama porque en nosotros haya alguna razón que suscite amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor, y el amor tiende por su naturaleza a difundirse, a entregarse. Dios ni siquiera vincula su benevolencia a nuestra conversión: en todo caso, ésta es una consecuencia del amor de Dios. San Pablo lo explica perfectamente: «La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Rm 5,8). Siendo nosotros todavía pecadores. Un amor incondicional. Estábamos «lejos», como el hijo pródigo de la parábola: «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y tuvo compasión …» (Lucas 15:20). Por amor nuestro Dios ha cumplido un éxodo de sí mismo, para venir a encontrarnos en este paraje donde era insensato que transitase. Dios nos quería incluso cuando estábamos equivocados.

¿Quién de nosotros ama de esta manera, si no es padre o madre? Una madre sigue amando a su hijo incluso cuando está en la cárcel. Me acuerdo de tantas madres en fila para entrar en la cárcel, cuando estaba en mi diócesis precedente. Y no se avergonzaban. El hijo estaba en la cárcel, pero era su hijo. Y pasaban por tantas humillaciones durante las perquisiciones, antes de entrar: “Es mi hijo”. “Pero, señora, su hijo es un delincuente”. “¡Es mi hijo!”. Solamente este amor de madre y de padre hace que entendamos cómo es el amor de Dios. Una madre no pide que se cancele la justicia humana, porque cada error requiere una redención, pero una madre nunca deja de sufrir por su hijo. Lo ama incluso cuando es un pecador. Dios hace lo mismo con nosotros: ¡somos sus hijos amados! Pero, ¿puede ser que Dios  tenga algunos hijos que no ame? No. Todos somos hijos amados por Dios. No hay ninguna maldición en nuestras vidas, sino sólo una palabra benévola de Dios, que hizo surgir nuestra existencia de la nada. La verdad de todo esto es la relación de amor que une al Padre con el Hijo mediante el Espíritu Santo, relación en la que somos recibidos por la gracia. En él, en Cristo Jesús, hemos sido queridos, amados, deseados. Hay alguien que ha grabado en nosotros una belleza primordial, que ningún pecado, ninguna decisión errónea podrá jamás borrar por completo. A los ojos de Dios somos siempre fuentecillas creadas para que mane agua buena. Lo dijo Jesús a la mujer samaritana: «El agua que yo [te] daré se convertirá en  [ti] en fuente de agua que brota para vida eterna» (Jn 4,14).

Para cambiar el corazón de una persona infeliz, ¿qué medicina hay? ¿Cuál es la medicina para cambiar el corazón de una persona que no es feliz? (En la Plaza responden: el amor) ¡Más fuerte! (Grita la Plaza: ¡el amor!) Muy bien, muy bien, todos. ¿Y qué se hace para que una persona sienta que es amada? En primer lugar hay que abrazarla. Hacer que sienta que es deseada, que es importante y dejará de estar triste. El  amor llama al amor, mucho más fuerte de cuánto el odio llame a la muerte. Jesús no ha muerto y resucitado para sí mismo, sino para nosotros, para que nuestros pecados sean perdonados. Por lo tanto, es tiempo de  resurrección para todos: tiempo de levantar a los pobres del desaliento,  sobre todo a aquellos que yacen en el sepulcro desde hace mucho más de tres días. Aquí, sobre nuestros rostros, sopla un viento liberación. Brota aquí el don de la esperanza. Y la esperanza es la de Dios Padre que nos ama tal y como somos: nos ama siempre y a  todos. Gracias

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Comentarios
3 comentarios en “‘Detrás de tantas formas de odio social y vandalismo a menudo hay un corazón que no ha sido reconocido’
  1. El primer paso que Dios da hacia nosotros es el de un amor anticipado e incondicional. Dios es el primero que ama.
    Una frase excelente para empezar el día.

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