CARTA PASTORAL CONJUNTA DE PENTECOSTÉS 2017
“ME ENSEÑARÁS EL CAMINO DE LA VIDA” (Sal 15, 11)
Desafíos contemporáneos de la educación
1. “Me enseñarás el camino de la vida” (Sal 15, 11). Este es el modo en que el salmista expresa el deseo profundo del ser humano de ser iniciado en el recorrido de su existencia, en el camino vital hacia la plenitud, en la necesidad de penetrar en la realidad, comprendiendo su verdad, realizando el bien en el asombro de la contemplación de su belleza.
2. El núcleo fundamental de la educación no es una cuestión de metodología, sino más bien la puesta en juego de libertades: la del educando y la del educador, en un contexto de relación interpersonal, en el seno de una comunidad educativa. En este encuentro de libertades, en el acompañamiento que el educador y toda la comunidad educativa ofrecen al educando es donde éste va alcanzando su madurez. No en vano la palabra “educar” hunde sus raíces en dos verbos latinos: “duco” -hacer seguir, llevar- y “educe” -hacer surgir, aflorar-. Es ésta la misión fundamental de la tarea educativa: hacer surgir y modelar lo mejor de cada uno de nosotros, introducir al educando en el asombro de la realidad, en el contexto de una relación interpersonal, de un acompañamiento, de una amistad creativa, de un amor respetuoso que hace percibir el infinito que constituye cada persona y la plenitud a la que está llamada. En una educación específicamente cristiana, la acción del Espíritu guía y capacita para la tarea educativa tanto al educando, como al educador y a toda la comunidad. Importancia
3. La educación es una cuestión social nuclear tanto como hecho y tarea, cuanto como debate. Todos somos conscientes de la importancia de la educación para el pleno desarrollo de la personalidad del ser humano y para la construcción de una sociedad humana, justa y fraterna.
4. La Iglesia ha ofrecido durante siglos un servicio ingente en el campo educativo, de modo particular en los lugares donde se detectaban serias carencias: pobreza y exclusión, situaciones de debilidad y vulnerabilidad, niñas y niños huérfanos o migrantes. Como se afirmaba en el Sínodo ordinario sobre la familia, “la escuela católica desarrolla una función vital de ayuda a los padres en su deber de educar a los hijos. La educación católica favorece el papel de la familia asegurando una buena preparación, educando en virtudes y valores, e instruyendo en las enseñanzas de la Iglesia” (Relatio synodi 2015, 68).
5. La relevancia de la tarea educativa ha sido expresada así mismo en el capítulo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De este capítulo, merece la pena subrayar los siguientes epígrafes: “Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y 2 fundamental. La instrucción elemental será obligatoria… La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales… Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.” La educación podría entenderse como el resumen y concreción del “derecho al desarrollo” que constituiría el paradigma de todos los Derechos Humanos. Resultan especialmente relevantes la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza fundamental, así como el reconocimiento como derecho humano de la libertad de los padres para escoger el tipo de educación que desean para sus hijos. Los elementos fundamentales de esta Declaración son recogidos y desarrollados en el artículo 27 de la Constitución Española. Resultan de especial importancia los siguientes parágrafos: “La enseñanza básica es obligatoria y gratuita” (§4); “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (§3); “Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales” (§6); “Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca” (§9). Evidentemente, estos dos documentos constituyen una referencia muy importante a la hora de valorar la educación como un derecho y como un deber fundamental. Oportunidad
6. Nos parece especialmente oportuno abordar la cuestión de la educación al encontrarnos en un tiempo de encrucijada en lo que se refiere a la transmisión de valores, cultura y tradición. Asistimos a un tiempo de cierta efervescencia educativa: surgen movimientos innovadores en el campo de la educación, lo que constituye una oportunidad de renovación, pues muchos perciben que los modelos de educación están caducos. También está presente entre nosotros el debate social permanente con una creciente conciencia de la necesidad de acuerdos básicos. Voces autorizadas reclaman la necesidad para la sociedad civil de un pacto educativo que genere consenso.
7. Las familias necesitan ser acompañadas en una situación social en la que numerosas instancias ejercen una influencia muy grande, especialmente sobre los niños y jóvenes: patrones culturales de muy diverso signo son continuamente transmitidos a través de los medios de comunicación, sobre todo a través de las nuevas formas de socialización digital. Hoy en día se corre el riesgo de que no sea debidamente salvaguardado el derecho y deber que asiste a los padres de educar a sus hijos según sus propias convicciones. Así mismo, en determinados ámbitos se pone en tela de juicio el derecho que asiste a las personas jurídicas de crear centros docentes.
8. En definitiva, en este momento nos parece especialmente pertinente realizar una contribución significativa y respetuosa al ámbito de la educación, con propuestas concretas basadas en los principios fundamentales anteriormente señalados. Somos conscientes de que siempre es conveniente hablar de educación, y de la necesidad de hacerlo en diálogo con todas las familias, con los educadores, con la comunidad educativa, con las instituciones concernidas y con toda la sociedad. 3 Objetivos
9. Con esta carta queremos ofrecer una reflexión y aportaciones concretas sobre este importante asunto para caminar hacia un terreno compartido en el necesario debate social. Al mismo tiempo pretendemos ofrecer la contribución leal y constructiva de la Iglesia a la tarea educativa.
10. Así mismo, es necesario plantear y desarrollar la relación entre la educación y la tarea evangelizadora de la Iglesia, generando sinergias entre las familias, los centros educativos y las comunidades e instituciones eclesiales. Destinatarios
11. Ofrecemos nuestra reflexión a la ciudadanía en general, de modo particular a las familias y en especial a los educadores en sentido amplio (maestros, profesores, monitores, catequistas…). También la ponemos al servicio de la comunidad educativa como sujeto concreto que en cada zona brinda la experiencia educativa a las familias. De modo particular nos dirigimos a las instituciones educativas católicas, a parroquias, congregaciones religiosas, comunidades, movimientos y asociaciones, ya que todas están implicadas en la tarea educativa. No debemos olvidar que educar es misión de la familia y de modo subsidiario de las instituciones educativas, así como de cada persona en su papel de educador y de educando en las diversas etapas de la vida. Y también es tarea de la Iglesia, de las instancias que gobiernan, administran y organizan la vida social, política y económica, de los medios de comunicación, de las entidades que actúan en el tiempo libre, de la sociedad entera. También a ellos queremos proponerles respetuosamente las reflexiones contenidas en esta carta. I. ALGUNOS DESAFÍOS EDUCATIVOS EN LA ACTUALIDAD
12. Es posible afirmar que educar jamás ha sido fácil, y hoy parece cada vez más difícil. Así lo perciben quienes se dedican a ello. Apostamos por la colaboración sincera y el diálogo respetuoso con las administraciones públicas y las instancias educativas, y estimamossu esfuerzo por conseguir la excelencia y la equidad en la educación. Aun así, se puede hablar de una «emergencia educativa», confirmada por los fracasos en los que en determinados casos acaban nuestros esfuerzos por formar personas y transmitir a las nuevas generaciones nuestros valores culturales. Ante la tentación de renunciar hay que lanzar un mensaje de confianza y esperanza para afrontar el desafío, que no es sino expresión de la libertad humana. La Iglesia siempre ha favorecido la creación de verdaderas comunidades educativas y pastorales que viven la experiencia concreta humana y cristiana y proporcionan una educación personalizada y comunitaria.
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