La misteriosa organización de origen mejicano hace pública una información a todas luces insuficiente, tras tantos años prometiendo en privado que «saldrían del armario».
¿Cuánto hay de verdad y de mentira en los ríos de tinta que se han derramado sobre un grupo al que algunos han considerado una «masonería católica»?
Así comienza un artículo publicado en ACI Prensa bajo el título “El Yunque” rompe el silencio: Ni organización secreta ni desobediente a la Iglesia que recoge las declaraciones de José de Jesús Castellanos López, uno de los dirigentes de la Organización del Bien Común (OBC).
«El ‘Yunque’ existe y está presente en varios países, pero su nombre es ‘Organización del Bien Común’. Originalmente y por tradición entre sus miembros, se le denominaba sencillamente como ‘La Organización'», explica Castellanos López en un texto remitido a ACI Prensa.
Castellanos López precisa, además, que “la Organización del Bien Común no es, ni nunca ha sido, una asociación secreta. Ha sido presentada y es conocida por varios cardenales y obispos”.
“Lo que sí reconoce esta asociación es que tiene desde su fundación una norma de discreción, a la cual todos sus miembros se obligan libremente”, señala.
Según la explicación de este dirigente de OBC, entre las varias razones que esgrime la Organización para defender la “discreción” de sus miembros está “la aspiración a que todos sus miembros vivan la virtud de la humildad, evitando la vanagloria considerando que los resultados obtenidos no se darían sin la ayuda de Dios”. Una segunda razón es “el bien y la seguridad de sus integrantes”.
“El respeto de la vida privada, de las trayectorias y responsabilidades de sus miembros, son razones que para ellos justifican la discreción. Esto también se aplica respecto a la estructura de la organización y sus miembros”, apunta.
Castellanos López sostiene que el sobrenombre de «El Yunque» proviene “de una frase de San Ignacio de Antioquía que esta Organización asumió como inspiración y como lema”.
“La frase está tomada de la carta que el Santo, camino al martirio, escribió al Obispo Policarpo, exhortándolo a ‘mantenerse firme como el yunque al ser golpeado (…) por amor a Dios hemos de soportar todas las cosas’, pues Él ‘sufrió en todas formas por amor a nosotros’”, indica.
La finalidad de la OBC, según este testimonio, es “actuar como laicos católicos, en el campo cívico-político, para participar en forma organizada en la construcción del Bien Común, en fidelidad a la Iglesia y a su doctrina, y con la conciencia de la autonomía propia del orden temporal, procurar el Reino de Cristo en el alma y su proyección a lo social, movidos por la caridad y así buscar la santificación”.
Su origen se remonta a 1953, en plena Guerra Fría. Ese año, en Puebla (México), la Organización por el Bien Común fue fundada “por Ramón Plata Moreno y un grupo de compañeros universitarios convocados por él”.
“El impulso original fue hacer frente a la acción de varios profesores y compañeros que inculcaban la visión marxista y atea contra la religión católica en la Universidad pública de Puebla”, afirma Castellanos López.
La OBC recibió desde su nacimiento la venia del entonces Arzobispo de Puebla, Mons. Octaviano Márquez y Toriz, explica el dirigente de la OBC, subrayando que “desde sus inicios, surge como una organización del conocimiento de la Iglesia, autónoma y abierta al consejo de obispos, sacerdotes y especialistas”.
Sin embargo, precisa que “la Organización, en cuanto a su funcionamiento, ha conservado su independencia de la autoridad eclesiástica”.
Sobre los orígenes de la Organización, subraya que «se enfocó a la lucha contra el comunismo ateo en el ámbito universitario. Con el paso del tiempo su trabajo se fue ampliando hasta comprender más temas, como la defensa de la libertad de educación, la libertad religiosa, la familia, la vida humana desde la concepción, la democracia plena y participativa, la economía socialmente responsable, la seguridad, la justicia y la paz, entre otros”.
Tras el Concilio Vaticano II, la OBC se definió como un grupo “a favor del Concilio y del Papa”. Esta defensa del Concilio y el Papa fue causa de ataques y asesinatos de miembros de la OBC y de su fundador.
En 1975, durante la segunda Marcha Nacional Juvenil a la Montaña de Cristo Rey, ubicada en el centro de México, fueron acribillados dos miembros de la OBC: César Fernando Calvillo y Juan Bosco Rosillo. “Al dispararles, los homicidas increparon a los jóvenes, llamándolos ‘papólatras’, según relató un sobreviviente a la agresión”, señala Castellanos López.
Castellanos López también explica a ACI Prensa que, al extenderse la OBC por México y llegar a la capital del país, a inicios de la década de 1960, “surgió una dificultad”, pues el entonces Arzobispo Primado de México, Mons. Miguel Darío Miranda, “tras escuchar críticas de quienes no comprendían esta asociación, envió una carta a los colegios católicos, advirtiéndoles que no permitieran que se formaran grupos del MURO”, un movimiento universitario creado por la OBC.
“Este documento fue difundido en la prensa, sobre todo de izquierda, para poner un ‘sambenito’ de radical y secreta a la Organización”, lamenta.
Sin embargo, cuando tocó celebrar los 20 años de existencia del MURO, el Cardenal Darío Miranda “reconoció que había estado mal informado y aceptó celebrar la Santa Misa en la iglesia de San Juan Bautista, en Coyoacán, donde permitió que se tomaran fotografías con una manta del MURO como fondo, y que fue publicada en algunos diarios de México”.
Castellanos López denuncia que “sus enemigos recuerdan aquella ‘condena’, pero silencian la reconciliación”.
Por otra parte, “la presencia de esta Organización en otros ámbitos del país y la denuncia que hacían sus miembros de la infiltración marxista en ambientes católicos, llamó la atención de un Obispo, quien propuso a la Conferencia del Episcopado Mexicano una condena general. En esos momentos era presidente de la misma Mons. Octaviano Márquez y Toriz, profundo conocedor de esta organización, quien salió en su defensa y logró que la propuesta se desechara”.
“Varios años más tarde, al inicio de la década de los noventa, durante la presidencia en el Episcopado Mexicano del Cardenal Adolfo Antonio Suárez Rivera, Arzobispo de Monterrey, los dirigentes de la Organización hicieron una presentación formal de la misma ante el Consejo Permanente de los obispos. Y en el 2012 se hizo una nueva presentación ante el Consejo de Presidencia”, recuerda.
Asimismo, el dirigente de la Organización del Bien Común rechaza las acusaciones de que este grupo use “asociaciones como fachada”.
“Esta acusación tiene poco fundamento, ya que en las sociedades democráticas para actuar en los ámbitos cívico y político es indispensable hacerlo a través de asociaciones. Para ello, o se crea una agrupación o se participa en ella. La labor política es difícil ejercerla de otro modo”, explica.
“Se trata de grupos reales, de cuerpos intermedios, que deben actuar permanentemente para lograr los fines que persiguen. A su vez, para mayor eficacia y mejor organización, estas asociaciones hacen alianzas con otras agrupaciones afines, algo muy natural en la vida política”, señala.
Castellanos López destaca además que “las asociaciones creadas o promovidas por personas de la Organización del Bien Común, tienen su propia personalidad jurídica y sus fines específicos. En otros casos algunos miembros de la organización participan en obras o movimientos existentes en diversos campos”.
El dirigente explica que “cuando unos u otros son el blanco de ataque por sus posiciones a favor de la vida, la familia, la libertad religiosa o el derecho de los padres a la educación de sus hijos, se les aplica la estrategia descalificadora, que consiste en convertir la palabra yunque en etiqueta de secta radical y demás calificativos, y luego aplicar esta etiqueta como estigma a personas de esas asociaciones, lo cual parece absurdo y es injusto pero funciona”.
“Es imposible que haya tantos miembros en todas partes en todas las partes y en todas las causas sociales donde se afirma que participa el Yunque”, indica el dirigente de la OBC.
Castellanos López explica también que los miembros de la Organización del Bien Común conciben su labor cívico-política “como una verdadera vocación y camino de santificación”.
Esto lleva a que les resulte “indispensable la vida en la Iglesia, la asistencia espiritual, los sacramentos y la formación en la doctrina”.
“Para ello buscan que algunos religiosos y sacerdotes les conozcan y auxilien. Buscan la fidelidad en consonancia con la autonomía, al no depender de la autoridad eclesiástica”.
Esta autonomía, precisa, “les permite el ejercicio libre y maduro de las responsabilidades ciudadanas de sus miembros, así como la necesaria disposición de un espacio prudencial para la gestión de cuestiones políticas opinables, y evita comprometer en ellas a la Iglesia Católica”.
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