Aplicando la pirámide de Graham que se estudia en las escuelas de negocios, pedimos a los eclesiásticos que se mantengan en la parte elevada de la discrepancia, evitando insultos y ataques personales como los del cardenal Maradiaga o Juan Vicente Boo.
¿Qué significa discrepar bien? En el año 2008, Paul Graham publicó el ensayo «How to Disagree» («Cómo discrepar») en el que establece una jerarquía de los desacuerdos. En el nivel inferior de la pirámide se encontrarían los insultos y los ataques ad hominem, mientras que en la parte superior se situarían las refutaciones razonadas.
La pirámide de Graham
En los últimos meses, los católicos hemos asistido a los desacuerdos públicos de la jerarquía eclesiástica en torno a las diversas interpretaciones de Amoris laetitia y la publicación de las «dudas» planteadas al Papa Francisco por parte de los cardenales Walter Brandmüller, Raymond Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner.
El nivel más bajo, el insulto
En el debate en torno a las interpretaciones de Amoris laetitia, diversos críticos de las «dubia» han utilizado públicamente términos como «esquivos», «insensatos», «rebeldes», «ultras» o «hipócritas» para referirse a los cuatro cardenales. Siguiendo la clasificación de Graham, estas expresiones se situarían en la base de la pirámide de la jerarquía del desacuerdo, en el nivel más bajo, el del insulto. Así sería el caso de Juan Vicente Boo (Alfa y Omega), Pío Vito Pinto, decano de la Rota Romana, o el purpurado hondureño Rodríguez Maradiaga, que en una entrevista con el programa suizo-italiano “Strada Regina” acusaba a los cuatro cardenales de «nuevo fariseísmo».
Otro nivel rastrero, el ataque «ad hominem»
Otra forma débil de desacuerdo según la clasificación de Graham sería el ataque ad hominem. El autor apunta que decir que alguien carece de autoridad no aclara si está en lo cierto o no. En la entrevista anteriormente citada, el mismo cardenal Maradiaga aseguraba: «Conozco a los cuatro cardenales, y les digo: ¡Están ya jubilados! ¿Cómo nunca han dicho nada sobre los que fabrican armas?». ¿De verdad alguien cree que es una forma adulta de discrepar, atacar al de enfrente?
La simple objeción formal: La respuesta al tono
También el periodista Austen Ivereigh, biógrafo del Papa Francisco, quiso señalar que los cuatro cardenales están «jubilados» en un artículo en el que les acusa de legitimar una «rebelión anti-Francisco». Ivereigh critica en este artículo el tono utilizado por los purpurados que presentaron sus dudas al Papa y sus defensores, llegando a asegurar que se había cruzado la línea de la educación y el respeto.
Contradicción: Sí-no-sí-no…
En la jerarquía del desacuerdo también encontramos la contradicción, un nivel en el que se responde a lo que se dice en lugar de al cómo o al quién, pero limitándose a la oposición con escasa o nula justificación. Sería el clásico «sí-no-sí-no» infantil. El cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, en declaraciones recogidas por el portal Crux, defendía de esta forma que no hay confusión doctrinal en relación con la exhortación apostólica Amoris laetitia: «Algunas personas han hablado de confusión doctrinal, pero no. Si podemos hablar de confusión es debido a la abundancia de temas».
Refutación: El recurso a citas de autoridad
También la celebración de la misa «ad orientem» ha sido objeto de debate en los últimos meses después de que el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, resaltara la importancia de volver a una «orientación común».
El sacerdote jesuita Antonio Spadaro refutó estas declaraciones en una serie de tuits en los que citaba la Instrucción General del Misal Romano. «El altar debe ser construido separado de la pared, de modo que la Misa pueda ser celebrada de cara al pueblo» o «El sacerdote, de cara al pueblo y extendiendo y juntando las manos, invita al pueblo a orar» son algunas de las citas que Spadaro publicó en Twitter.
Refutación del punto central, la cima de la pirámide
Preguntado por las declaraciones del cardenal Gerhard L. Müller -que dijo que las palabras de Jesús sobre el matrimonio son muy claras-, el superior general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, respondió: «Antes que nada sería necesario comenzar una buena reflexión sobre lo que verdaderamente dijo Jesús. En esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras.»
Sosa va en este caso al quid de la cuestión, poniendo en duda en último termino que podamos fiarnos de la palabra de Dios y de su interpretación tradicional, que es el fundamento de la praxis sobre la conunión, situándose de este modo fuera de la comunión eclesial.
Por otra parte, los propios cuatro cardenales, en el planteamiento de sus «dubia» al Papa Francisco, con exquisito respeto, plantean cuestiones sobre Amoris Laetitia que ellos no terminan de comprender: ¿Sigue siendo válida, después de la exhortación post-sinodal “Amoris laetitia” (cfr. n. 304), la enseñanza de la encíclica de san Juan Pablo II, “Veritatis splendor” n. 79, fundamentada en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, respecto a la existencia de normas morales absolutas, válidas sin excepción alguna, que prohíben acciones intrínsecamente malas?
Ni siquiera podemos hablar en este caso de discrepancia o desacuerdo, sino de una práctica ancestral en la Iglesia Católica, la de pedir al Papa que aclare ciertos aspectos controvertidos de un documento.
La clasificación de las formas de desacuerdo de Graham ayuda a evaluar los argumentos que se utilizan en el debate que se desarrolla en el ámbito eclesial. De esta forma, se puede apreciar que, lamentablemente, las expresiones públicas de desacuerdo no se limitan a la refutación razonada, sino que se llega a recurrir con demasiada frecuencia a la descalificación personal del oponente, algo de lo que han sido víctimas evidentes los cuatro cardenales que plantearon al Papa sus «dubia», que han recibido insultos y descalificaciones personales de periodistas, sacerdotes e incluso cardenales.
Si los miembros de la Iglesia decidimos intervenir en el debate público para expresar nuestro desacuerdo con una posición determinada, lo mínimo que se espera de nosotros es que mantengamos el discurso en la parte superior de la pirámide de Graham, sin recurrir a insultos o ataques ad hominem, y con un debate en esos términos, ganaríamos todos.
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Tanto los ortodoxos de verdad como los heterodoxos de verdad entendemos que la Amoris es la contra Familiaris y la contra Veritatis, pero están los equilibristas que se empeñan en convencernos, sin éxito, que la AL hay que interpretarla conforme a la FC y la VS, cuando otros equilibristas también pretenden convencernos que son la FC y la VS las que hay que interpretar conforme a la AL, la última voz del espíritu del mundo y sus rebajas de primavera. Es de agradecer la sinceridad del marcianito Vidal. Estamos en situación de cisma de hecho que no tardará mucho en formalizarse, pues la convivencia de dos iglesias en la Iglesia Católica es de todo punto imposible.
Magnífico texto que ayuda a la discusión racional. A veces -no siempre – los comentarios en foros católicos sorprenden por la virulencia de las descalificaciones.
En el capítulo 2 de la carta a los Gálatas, cuenta San Pablo lo que se ha dado en llamar el incidente de Antioquía. Es bien conocido. San Pedro se dedicaba a disimular ante los judíos para que éstos no se enfadaran por las exigencias del cristianismo naciente. Vamos, que ya en aquella época el Vicario de Cristo tendía puentes y planteaba el discernimiento. Ahora hubiera dicho: Si un judío quiere ser judío y a la vez ser cristiano, pero su conciencia está tranquila, puede acercarse a la comunión. Seguramente algunos querrían haber redactado alguna nota 305 en el Concilio de Jerusalén. Pero san Pablo lo impidió. Le cantó las cuarenta en bastos al Papa Pedro y puso las cosas en su sitio.
Nadie se escandalizó. No hubo ningún problema, porque San Pedro era humilde (de verdad, no de boquilla) y supo aceptar la reprimenda. No era un dictadorzuelo y sabía perfectamente que la Iglesia no era su finca particular, ni su rancho, ni su cortijo. Como San Pedro era realmente bueno (y no de boquilla), ni había sido elegido hombre del año por las revistas gays de Antioquía, ni era celebrado por la web corintodigital.com como pobre y humilde, supo aceptar lo que San Pablo exigía. Y menos mal, porque eso salvó a la Iglesia. Es que entonces había las dos cosas: un verdadero Vicario de Cristo preocupado por la fidelidad al mandato del Señor, y un verdadero Obispo que dijo lo que tenía que decir.
Olvida el artículo que quien más coloca la discusión sobre la Amoris a nivel del insulto es el propio Francisco. Sorprende sobremanera, que, en una época de grandes tragaderas de todo tipo de aberraciones, el único problema seamos los católicos «rígidos», seguidores de un Jesucristo que no acepta el divorcio, cuando ya tenemos el divorcio católico Amorista, la eutanasia católica made in Belgium y, por último, el aborto católico de las monjitas irlandesas, tan misericordioso, con el silencio-consentimiento romano
Mandale la pirámide a Cigoña, a ver si la usa un poco.
Parecería que el Papa debería tener una especie de policía para condenar cuando desmanes ocurren en la Iglesia Católica. Ello comprende desde la monja argentina que presuntamente abusaba de niños hasta los curas desviados pasando por los lefebrianos, escrivarianos y demás. Tambien estuvo mal al condonar la pena del sacerdote español que reveló secretos sobre las finanzas del Vaticano. Y no digamos nada la lista interminables de teólogos y canonistas que le queda por condenar. Sin perjuicio de los obispos, sacerdotes, funcionarios del Vaticano, priores, etc.
Recuerdo a Juan XIII cuando afirmó que la Iglesia prefiere el “remedio de la misericordia en lugar del rigor de la severidad”. La condena permanente no es el camino emprendido por la Iglesia desde el Vaticano II y no parece que se haya desviado de la sana doctrina.
La pirámide es como un bolmerang. Se vuelve contra los que lanesgrimen. Lo de la paja y la viga.
Así es. No vemos la paja, ajena o propia, ni la viga, ajena o propia, porque todo nos da igual, fomentado por el pontificado de la confusión, que interviene mucho, ya lo creo, pero sólo contra los ortodoxos, insultados como católicos rígidos. Han pasado 4 años y ya sabemos de qué va este pontificado de la confusión.
Tontonio 1
¿que sabrás tu lo que es un boomerang?
Se encuentran en desarrollo todas las preguntas que se han formulado desde que se convocó al Concilio EVII. Puede encontrar las enseñanzas de SS Benedicto XVI en un discurso hace tiempo pero que tiene una actualidad tremenda. Hay una ruptura cada vez mayor entre Fe y Razón, un tironeo argumentativo muy peligroso ya que en este Papado actual de SS PP Francisco se ha convertido en una confrontación, muchas veces personal.
Nos estamos olvidando el centro de la cuestión que El Amor de Dios es cosa muy seria, debe ser tratado con seriedad. La pregunta de Cristo, en Jn 6. 60-69. En aquel tiempo muchos discípulos de Jesús al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? …….. Y decía: Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Esa pregunta de Cristo es permanente y vigente, queremos marcharnos de Cristo ?, la respuesta debe ser la de Pedro, pero es así ?.
Esos tironeos y confrontaciones no son nuevos y están muy bien explicados en el discurso que mencionaba más arriba: «Por una correcta hermenéutica del Concilio
Análisis de los acontecimientos de 2005. Texto completo del discurso de Benedicto XVI a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones navideñas (22-12-2005)».
Por: S.S. Benedicto XVI | Fuente: http://www.revistaecclesia.com
Algunos párrafos: «El Concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y determinados elementos esenciales del pensamiento moderno, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad mantuvo, en cambio, y profundizó su naturaleza íntima y su identidad auténtica. La Iglesia es, tanto antes como después del Concilio, la misma Iglesia una, santa, católica y apostólica que camina a través de los tiempos; ella continúa «su peregrinación en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios», anunciando la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. Lumen gentium, n. 8). Quienes habían esperado que con ese «sí» fundamental a la Edad Moderna todas las tensiones se esfumaran y la «apertura al mundo» así realizada lo transformara todo en pura armonía, habían infravalorado las tensiones internas e incluso las contradicciones de la propia Edad Moderna; habían infravalorado la peligrosa fragilidad de la naturaleza humana, que en todos los períodos de la historia y bajo toda constelación histórica constituye una amenaza para el camino del hombre. Estos peligros, junto con las nuevas posibilidades y con el nuevo poder del hombre sobre la materia y sobre sí mismo, lejos de desaparecer, adquieren, por el contrario, nuevas dimensiones: una mirada a la historia actual lo demuestra claramente.
También en nuestro tiempo la Iglesia sigue siendo «signo de contradicción » (Lc 2, 34): no en vano el Papa Juan Pablo II, cuando aún era cardenal, había dado este título a los ejercicios espirituales que predicó en 1976 al Papa Pablo VI y a la Curia Romana. No podía ser intención del Concilio abolir esta contradicción del Evangelio respecto a los peligros y a las errores del hombre. En cambio, era desde luego su intención arrinconar contradicciones erróneas o superfluas, con el fin de presentar a este mundo nuestro la exigencia del Evangelio en toda su grandeza y pureza. El paso dado por el Concilio hacia la Edad Moderna, paso que de forma harto imprecisa se ha presentado como «apertura al mundo», forma parte, en última instancia, del perenne problema de la relación entre fe y razón, que vuelve a presentarse bajo formas siempre nuevas. La situación que el Concilio había de afrontar es, desde luego, comparable a acontecimientos de épocas anteriores».
san pedro (en galatas y continuacion) tenia que hacer un poco de aguante con los judios para no acabar como cristo y gracias a san pablo salvo al cristianismo de ser una diaspora mas controlada por saduceos y fariseos