El sacerdote Christopher Hartley Sartorius pide ayuda para los habitantes de una de las zonas más áridas y peligrosas de Etiopía, la región de Gode, donde no llueve desde hace año y medio.
El sacerdote Christopher Hartley Sartorius vive en una de las zonas más áridas y peligrosas de Etiopía, la región de Gode, a 80 km de la frontera con Somalia, donde colabora desde hace 10 años con la Fundación Misión de la Misericordia.
Hace un año, el sacerdote y misionero contaba a InfoVaticana que la gente en Etiopía «está matando por un poco de agua». «En casi diez años que llevo de misionero en Etiopía es la primera vez que veo un país morirse de sed” nos contó el padre Christopher en una entrevista.
“Hace meses que tanto las Naciones Unidas como otros organismos internacionales vienen advirtiendo de la sequía, pero ahora los informes no son necesarios, lo vemos con nuestros propios ojos. Ahora es cuando más nos está afectando”, lamentaba.
Un año después, las situación continúa prácticamente igual, o incluso peor. A continuación, les mostramos un breve resumen de una carta enviada por el sacerdote, en la que cuenta la difícil situación de los habitantes de Gode, donde no ha caído una gota de lluvia desde hace ya un año y medio:
En Gode y en la región somalí de Etiopía, hace ya un año y medio que no ha caído ni una gota de lluvia. Aquí todo se está muriendo. Es dramático ver a las gentes llegar al hospitalucho de Gode, por cualquier medio de transporte, incluido carretas tiradas por burros, con pacientes escuálidos y moribundos.
En estos momentos Gode está siendo arrasado por una espantosa epidemia de cólera. Las gentes llegan en el último aliento y a veces mueren a los poco minutos en manos de médicos impotentes ante la magnitud de la tragedia.
Es tan triste y desolador ver los sembrados devastados por la sequía. Aquí ya no crece nada, ni el maíz, ni la soja, ningún tipo de cereales, todo se lo lleva el viento en nubes gigantes de polvareda que todo lo ensucia y viste de gris.
Cada mañana cuando salgo de casa, antes del amanecer, para celebrar la santa Eucaristía, veo como aumenta el ganado muerto a la orilla del camino, vacas, cabras, ovejas… El hedor es espantoso y el espectáculo tristísimo. Ahora mismo en Gode solo se respira muerte y desolación.
En estos días en que toda la Iglesia, como esposa fiel de Jesucristo, acompaña su vía crucis por las incontables vías dolorosas de este mundo, no es difícil reconocer el rostro de la pasión de Cristo en los pequeños cuerpos macerados de estos chiquillos.
La gente nos dice: “Abba (padre) cuando aquí hasta los camellos se mueren de sed es que a nosotros no nos queda mucho de vida”.
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Veo el cielo y está lleno de una neblina producida por los chemtrails. Eso es todo, Dios mío! Miopes, sordos, y mudos son la gente que no ven nada. Despertad.
Pues, seguid durmiendo, mientras el dolor campa a sus anchas.
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