El sacerdote y teólogo, Don Manuel Guerra, analiza la diferencia de versiones en la traducción de las palabras finales del himno de los ángeles.
Las palabras finales del himno de los ángeles han sido una verdadera crux interpretum,·»tortura de los traductores». Y siguen siéndolo. Tras la Misa del Gallo de este año, algunos -un par de personas- me han manifestado su extrañeza. En la lectura del «evangelio» habían escuchado «Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad»; en el Gloria de la Misa: «…paz a los hombres que ama el Señor». ¿Por qué esta doble versión? ¿Cuál de las dos traducciones es correcta, o lo son ambas, o ninguna de las dos?
- «…A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR»
En las normas orientadoras de la primera traducción oficial de los textos litúrgicos al español, promulgada por la Conferencia Española, se prefiere la traducción «libre» a la «literal». Pero la literal es uno de los primeros pasos de la traducción. En cambio, la traducción, si es libre, no es un paso, sino un traspiés. La verdadera traducción no debe ser literal ni libre, sino «fiel» a la lengua (morfología, sintaxis, estilística) del texto traducido (la griega y ls latina en este caso), así como a la idiosincrasia de la lengua a la cual se traduce (la española).
Pero la traducción: «a los hombres que ama el Señor» no es fiel ni a la una ni a la otra. No es fiel al español porque, a diferencia del francés: les hommes qu´ il aime (Misel romain…, Paris, 1969 -1974-), tratándose de seres animados, el acusativo o complemento directo -como regla general- va precedido de la preposición «a». Por eso, «los hombres a quienes Dios ama» sería menos incorrecto. Así se lee en el Misal romano…, aprobado por la Conferencia Episcopal de Colombia (Bogotá 1982).
«Aprovechando el craso error de los traductores, los creyentes sencillamente han dado la vuelta a la frase y dicen: «que aman al Señor», con lo cual nos dan tácitamente su opinión intuitiva sobre el problema gramatical» (Manuel Fernández Galiano, Las lenguas clásicas en la liturgia en AA. VV., Las lenguas clásicas en la cultura, la enseñanza y la liturgia, Madrid 1973, 60-62). Todavía hoy, en algunos pueblos de la provincia de Burgos, la gente sencilla, heredera de los forjadores del castellano, siguen manifestando la «opinión intuitiva», de la que habla el eminente filólogo clásico Fernández Galiano.
Tampoco es fiel al original latino, como se verá, pues nada en él respalda semejante «interpretación», que es lo que es, de ningún modo «traducción». Se hace realidad el adagio italiano «traduttore traditore», «traductor traidor».
Esta interpretación fue introducida tras la reforma litúrgica del Vaticano II. Pensaba que su existencia iba a ser efímera, ya que suponía que desaparecería en la nueva edición del Misal. Así se lo dije a las dos personas que me manifestaron su perplejidad ante la doble traducción del mismo texto. Pero, por desgracia, no es así. Sigue figurando en el gloria de la Misa en la nueva edición del Misal, que empezará a usarse dentro de pocas semanas.
- «…A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD»
2.1. El talante intelectual de los griegos y el voluntarista de los romanos
Los romanos son discípulos de los griegos en poesía, oratoria, filosofía y arte, que expresan la idiosincrasia y el legado específico de los griegos, pero superiores a ellos en el poder y en el gobierno. El voluntarismo, tanto teórico (hacedores del Derecho consuetudinario y legislado) como práctico (el Imperio romano, el trenzado de la red viaria de sus calzadas), refleja el talante romano. Cicerón (Tusculanae disputationes) lo admite, aunque sin disimular cierto disgusto y resistencia respecto a la superioridad griega.
La antítesis de este doble talante late en el original griego: eudokía y su traducción latina: bona uoluntas. Este sintagma significa lo que el hombre es y tiene al margen de sus circunstancias existenciales. Según los estoicos, con el hispano Séneca (segunda mitad del siglo I d. C.) como representante, bona uoluntas es lo que todo ser humano tiene o puede ofrecer al margen de que sea sano o enfermo y enfermizo, culto o analfabeto, rico o pobre, esclavo o libre.
2.2. La «bona uoluntas», aplicada a los hombres, no a Dios.
Según san Jerónimo (In Eph 1,5), el griego eudokía «puede traducirse por beneplacitum». Pero él lo traduce así cuando se refiere al «beneplácito, benevolencia, bondad» de Dios (Vulgata: Ef 1,5; 1,9; o el verbo correspondiente: en activa placuit Lc 10,21 o en pasiva fuit placitum Mt 11,26); en cambio, por bona uoluntas si se refiere a los hombres (Flp 1,15; 2,13; Rom 10,1; 1Tes 1,11). En la palabra griega predomina la dimensión intelectual («buena-intención/parecer»), en latín la volitiva («buena voluntad»). De ahí que en Lc 2,14 figure bonae uoluntatis y que su traducción correcta sea «(hombres) de buena voluntad» o su equivalente «que aman al Señor»; de ningún modo aplicado a Dios: «(hombres) que ama el Señor», interpretación de la versión del Misal español en sus ediciones tras el Vaticano hasta la de 2016, lamentablemente conservada aunque solo en su «Gloria» de la Misa.
2.3. ¿Por qué conservar «de buena voluntad», aunque no es totalmente fiel al original?
En contra de la tradición greco-oriental, la latina es unánime en traducir un hipotético genitivo griego: eudokías en vez del nominativo: eudokía, presente prácticamente en todos los documentos conservados del texto inspirado en griego (Lc 2,14) de los primeros siglos de la Iglesia. El genitivo bonae uoluntatis supone un corazón abierto a Dios y al prójimo al margen de su situación socio-económica, cultural, del sexo, etc.
Toda traducción es una mediación con no pocas limitaciones, no siempre un espejo bien azogado y limpio. Tiene razón Don Quijote (IIª parte, cap. 62): «El traducir de una lengua a otra (…) es como quien mira los tapices flamencos por el revés; que, aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las oscurecen, y no se ven con la lisura y tez de la haz». Más de un «hilo» veremos aquí un tanto suelto; alguno de color disonante en parte y permanente a lo largo de los siglos en su versión latina.
2.3.1. Porque el genitivo «bonae uoluntatis» figura en todos los textos conocidos de la tradición latina
He analizado 125 textos, en los que se cita palabras de Lc 2,14. En 58 no figuran las palabras estudiadas ahora. En los 67 restantes (todos a partir del siglo IV) de autores tanto ortodoxos como heréticos se lee siempre bonae uoluntatis: Juvenco, san Ambrosio, Optato de Milevi, Prisciliano, versión Gothica de la Biblia (siglo IV), san Agustín, san León Magno, Máximo de Tiro, san Jerónimo, san Pedro Crisólogo, Máximo el Arriano, Fausto, Aponio, Pelagio (siglos IV-V), Quouultdeus, Claudio Mamerto, Nicetas Aquileyense, el papa Pelagio (siglo V), san Gregorio Magno, Fulgencio de Ruspe (siglos V-VI), san Cesareo de Arlés (siglo VI), concilio de Toledo (año 633), el papa Martín I (siglo VII), san Beda (siglo VII-VIII), etc.
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Interesante aclaración. Además entronca con el sentido universal de la iglesia.
Un profesor de Escritura de Zaragoza nos contó que la traducción más fiel sería : A los hombres, amados del Señor. No a los que ama, excluyendo a otros, ni a los de buena voluntad, sino a los hombres, que de tan amados (incomprensiblemente visto lo visto) han sido redimidos a precio de Encarnación, Pasión y Resurrección.
Creo recordar que Joseph Ratzinger – Benedicto XVI analiza brevemente esta cuestión en su libro «La infancia de Jesús», ahora mismo no estoy en casa y no puedo comprobar exactamente lo que dice al respecto.
Dos Iglesias distintas, nacen según se lea este texto…
Que Dios nos ampare