El obispo de Córdoba ha destacado que este año jubilar ha servido para “caer en la cuenta de que la misericordia constituye el corazón del Evangelio”, con muchos momentos para “acoger el gran perdón de Dios para toda la humanidad y para cada uno de nosotros”.
El obispo de Córdoba, Monseñor Demetrio Fernández, señaló en su carta pastoral semanal que si bien este fin de semana concluye el Año Jubilar de la Misericordia, no quedan clausuradas las obras de misericordia.
Mons. Fernández destacó que este año jubilar ha servido para “caer en la cuenta de que la misericordia constituye el corazón del Evangelio”, con muchos momentos para “acoger el gran perdón de Dios para toda la humanidad y para cada uno de nosotros” y para “ejercitarnos en la práctica de las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales”.
A pesar de que se clausura el Años Jubilar de la Misericordia, precisó, “el corazón de Dios no se cierra, sigue abierto de par en par para todo”, y señaló que “la misericordia de Dios ha llegado a su plenitud en el Corazón de Cristo, que nos ama hasta el extremo”.
“Tampoco se clausuran las obras de misericordia, sino que este año nos ha impulsado a practicarlas continuamente como seña de identidad del cristiano”, dijo el Obispo, ya que “son muchas las pobrezas que padece el hombre de hoy: falta de amor, desprecio y marginación, adicciones múltiples”.
Mons. Fernández animó a los fieles a no pasar de largo ante quienes sufren y “compartir su dolor y ofrecerles nuestra esperanza para que alcancen la verdadera libertad”.
El prelado indicó en su carta que, “al experimentar la misericordia recibida y repartida, hemos entendido mejor que sólo el amor transforma el mundo, nunca el odio ni el enfrentamiento”, y por eso alentó a “ponernos manos a la obra, a la obra del amor que brota del Corazón de Cristo y quiere llegar a todos los corazones, y no nos dejemos seducir por propuestas rápidas y engañosas”.
Con ocasión de la Fiesta de Cristo Rey del Universo, que se celebra este 20 de noviembre, el prelado aseguró que “Jesús ha sido constituido por el Padre como el centro y el culmen de la historia, hacia el que tienden todos los corazones y que quiere reinar en el mundo entero por la civilización del amor”.
Recordó que durante la canonización del joven mexicano José Sánchez del Río, cuando el Papa terminó de pronunciar la fórmula en latín, “el silencio de la plaza se rompió por el grito ‘¡Viva Cristo Rey!’”.
“No era un grito contra nadie, era como el grito de san José Sánchez del Río en aquel momento culminante de su glorificación, el mismo grito que salió de sus labios en el momento del martirio”, indicó.
“Es un grito de confesión de fe, es un grito de perdón a los verdugos, es una plegaria desgarradora para que venga a nosotros su Reino, el ‘reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz’”.
Mons. Fernández animó además a que “esta fiesta sea una ocasión propicia para llevar a todos los hombres el dulce mensaje de la misericordia, sin la cual es imposible que el mundo sobreviva”.
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